21.09.10

Ecumenismo: Verdad y amistad

A las 10:05 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

El ecumenismo tiene como finalidad el restablecimiento de la unidad de los cristianos, la “Unitatis redintegratio”, por emplear la expresión que sirve de título al conocido decreto del Concilio Vaticano II.

El deseo de unidad se hizo especialmente vivo a comienzos del siglo XX, tanto entre las confesiones protestantes, como entre los ortodoxos y los católicos. León XIII fue un pontífice muy preocupado por la unidad, como lo prueba su carta “Satis cognitum”, de 1896. A la que seguirían “Mortalium animos”, de Pío XI, en 1928 y “Ad Petri cathedram”, de Juan XXIII, en 1959.

La comprensión católica del ecumenismo toma en cuenta la comunión real que existe entre todos los cristianos, aunque no olvida que esa comunión es, con muchos de ellos, todavía imperfecta. Debe, por consiguiente, caminar hacia una comunión plena.

Hay varios niveles en el ecumenismo. Uno de ellos, el ecumenismo espiritual, promueve la oración y la respuesta a la llamada universal a la santidad. El ecumenismo doctrinal se concreta en diálogos teológicos bilaterales o multilaterales. Otras formas de ecumenismo son el ecumenismo pastoral - en la atención, por ejemplo, de matrimonios mixtos – y el testimonio común por la paz, la justicia y la integridad de la creación.

Estos diversos niveles han sido recordados por el Papa Benedicto XVI en su visita al Arzobispo de Canterbury (17-IX-2010). Y precisaba el Papa con mucho acierto: “reconocemos que la Iglesia está llamada a ser inclusiva, pero nunca a expensas de la verdad cristiana. En esto radica el dilema que afrontan cuantos están sinceramente comprometidos con el camino ecuménico”.

Si la verdad es una, ¿cómo ser inclusivos? Parecería que la única opción sería trazar una nítida línea de separación entre la verdad y el error. Pero este planteamiento olvida una tarea que nos acomuna a todos: descubrir, reconocer y acoger esa verdad. La verdad es una, pero nosotros somos muchos. En la medida en que nuestras mentes y nuestros corazones se abran a la única verdad, nos encontraremos más cerca unos de otros, sin que la multiplicidad desaparezca, pero será una multiplicidad reconciliada, no enfrentada. Dios, que es la Verdad, sin menoscabo de la unidad de su esencia, es trino en personas.

Haciendo referencia a Newman, el Papa señala “las virtudes que exige el ecumenismo”: “por un lado, seguía su conciencia, aun con gran sacrificio personal; y por otro, el calor de su constante amistad con sus antiguos compañeros le condujo a investigar con ellos, con un espíritu verdaderamente conciliador, las cuestiones sobre las que diferían, impulsado por un profundo anhelo de unidad en la fe”.

Es decir, la fidelidad a la propia conciencia – que no puede ser otra cosa que apertura a la verdad -, no impide la investigación, la comprensión más profunda de lo que ya se acepta y reconoce. No impide, tampoco, la apertura al otro que proporciona la amistad.

Guillermo Juan Morado.