26.09.10

Tontos con iniciativa

A las 5:09 PM, por J. Fernando Rey
Categorías : Actualidad
 

Lo confieso: soy un gerontócrata. Creo en la cualificación, en la sabiduría, y en la experiencia como valores que inspiran confianza. Me asusta y me intranquiliza el pensar que estoy gobernado por personas cuya edad se acerca a la mía, y cuya cultura (sin “modestia aparte”) es claramente inferior a la que yo haya podido acumular. El hecho de que quien preside mi país sepa menos inglés que yo me inspira de todo menos seguridad. Cada vez que veo a Bibiana sufro erisipela, y la sola presencia de Leyre me hace temblar. No debería tener que aclarar esto, pero, por si algún lector se siente herido en su “sensibilidad de género”, diré que mis miedos no provienen del hecho de que sean mujeres, sino de su corta edad, sus parcos conocimientos, y su más que significativo maltrato a la lengua española. Pero, ya puestos, también diré que la fiebre de promoción “por cuota” de la mujer ha provocado que ellas asciendan a edades más tempranas que ellos, al menos en el mundo de la política. Me queda la nostalgia de no haber visto llegar a la cima a Manuel Pizarro, uno de esos hombres cuya presencia en política me hacía sentir seguro. A cambio, tengo a Bibiana, a Pepiño, a Leyre, a Montilla, y -claro está- al políglota ZP.

Quienes nos quejamos de la crisis de valores que azota España desde hace cuarenta años deberíamos reparar en esto: el rigor intelectual no está de moda. Cada vez son más las personas que, como la protagonista de esta noticia, se sienten movidos a retirar de su curriculum los títulos universitarios para poder encontrar trabajo. Son víctimas de la llamada “sobrecualificación”. Traducido al román paladino: si una empresa está gobernada por un bobo, no puede una persona con dos carreras pretender que el bobo la admita a trabajar a su lado para que le deje en evidencia. Hay que fingirse bobo y medio para poder ganarse el pan. Luego, en los ratos libres, uno estudia, en secreto, la tercera carrera, y se la guarda para la intimidad.

Alguien dijo que no hay nada más peligroso que un tonto con iniciativa. Y España está gobernada por tontos con iniciativa. Según un reciente sondeo, Belén Esteban, a día de hoy, se convertiría en la tercera fuerza política de la Nación si se presentase a unas elecciones generales. Ahí lo tienen: Pizarro en el olvido, y la Esteban en el Hemiciclo.

Cosechamos lo que hemos sembrado: la “cultura de la tertulia” y la web 2.0 han llenado España de tontos con iniciativa. Comenzamos por los mismos periodistas: no dudo de que conocen su profesión, pero no logro creerme que estén especializados en todo el saber. Y, tertulia tras tertulia, uno ve a periodistas especializados en economía o en política internacional hablando de religión, de deportes y de sanidad con el mismo empaque y la misma seguridad con que hablan del Producto Interior Bruto o del Tratado de Kioto. Resbalan como jabón en aceite, pero la gente los toma en serio (¡salen en la tele!). Luego se abren los micrófonos, y cualquier papanatas que tenga la paciencia y el dinero para llamar a un 905 trescientas veces seguidas puede obtener una voz cualificada que se escuche en toda España. En cuanto a Internet, qué les voy a decir que ustedes ya no sepan. Echen un vistazo a los comentarios que suelen abrirse tras las noticias de los principales diarios digitales, y examinen el rigor intelectual, léxico y argumental de esas escuelas socráticas. La web 2.0 ha dado alas a los tontos con iniciativa para que se sientan importantes. Cualquier cretino, si tiene ADSL, se siente con capacidad para rebatir al Papa, a Stephen Hawkings, o a San Ignacio de Loyola.

El problema, ahora, reside en cómo devolver el prestigio al rigor intelectual, a la cultura, a la experiencia y al estudio… No es fácil. El arma principal, que son los argumentos, ha sido neutralizada, porque quien está enfrente, sencillamente, no sabe razonar; habla con las vísceras. Y si alguien habla desde el rigor y la cultura, no será escuchado a menos que haga reír, llorar, o enfadarse a la audiencia. Sólo quedan dos caminos: o dejar que los bobos arruinen España y, después, comenzar desde cero (y ese camino parece que llevamos), o lograr que surjan personas cultas y experimentadas que, además, sepan hacer reír, llorar, o enfadarse a sus semejantes. Nunca ha sido ésta la especialidad de los verdaderos intelectuales, pero, hoy día, no tienen más remedio que ser más divulgativos que Belén Esteban (teniendo en cuenta que la Esteban divulga lo suyo) y lograr, a pesar de ello, no perder un ápice de rigor. Todo un reto.

José-Fernando Rey Ballesteros
jfernandorey@jfernandorey.es