28.09.10

¿Y qué piensan hacer los obispos con los profesores de teología que apoyaron el libro herético?

 

Los obispos estadounidenses han emitido una nota por la que se condena un libro de dos profesores de la Universidad de Creighton. La misma pertenece a la Compañía de Jesús, que vuelve a sumar una pluma más -¿y van?- en el penacho de las heterodoxias de sus miembros. Bueno, puede que los dos profesores no sean religiosos pertenecientes a la orden, pero para para el caso es lo mismo.

En principio está bien y es de agradecer que los obispos condenen a los heterodoxos y pongan de manifiesto las razones de la condena. En esta ocasión se han tardado un par de años en notificar los errores de un libro publicado en el 2008. En vista de la contundencia del documento episcopal, es evidente que esa obra no hay por donde cogerla desde el punto de vista de nuestra fe. Es más, aunque no lo he leído, estoy convencido de que no hace falta ser obispo ni teólogo para discernir que ese libro no refleja la doctrina católica. También tengo la convicción moral de que sus autores sabían que se estaban alejando de la fe de la Iglesia, y aun así quisieron publicarlo.

Sin embargo, basta con asomarse por la ficha del libro en Amazon para encontrarse con una realidad que, digo yo, habrá que enfrentar. Por ejemplo, Lisa Sowle Cahill asegura que “Salzman y Lawler son dos teólogos de categoría, con la estatura necesaria como para enfrontar asuntos que se han convertido en altamente inflamables en el demasiado polarizado ambiente católico. El resultado es una obra erudita de primer orden - lit `extensive, well-researched, and carefully argued scholarship´-. Los autores son respetuosos, inteligentes, honestos y valientes. Alarmaran a unos pocos, iluminarán a muchos…“. ¿Y quién es doña Lisa? Pues lo pueden ver ustedes haciendo click sobre este enlace. Aparte de lo que ha sido en el pasado, hoy es profesora del departamento de teología del Boston College, otra universidad perteneciente a la Compañía de Jesús.

En un sentido parecido se pronuncian John A. Coleman, SJ, profesor de la Loyola Marymount University; Edward C. Vacek, SJ, profesor del departamento de teología moral de la Weston Jesuit School of Theology; Paul Lauritzen, director del programa de ética aplicada de la John Carroll University -también jesuita-; y Richard M. Gula, SS, profesor de teología moral en The Franciscan School of Theology.

¿Y bien? ¿qué hacemos con todos esos teólogos y profesores? ¿qué debe de hacer la Iglesia para proteger a sus alumnos de la infección herética de la que sin duda son víctimas? ¿van nuestros pastores a dejar que pasen años y años sin apartar de la docencia católica a quienes no profesan la fe católica, en especial a los que siendo profesores de moral alaban una obra que se da de tortas con la moral de la Iglesia?

¿Qué es antes? ¿el derecho de los fieles, en especial de los estudiantes de teología, a ser formados conforme a la sana doctrina católica o una supuesta libertad de cátedra de los heterodoxos? ¿qué haría San Pablo ante un caso así? ¿qué san Pedro? ¿qué san Pío X? ¿qué san León Magno? ¿qué san Gregorio Magno? ¿qué san Atanasio?

Creo que todos sabemos la respuesta a esas preguntas. Y creo también que hoy, en pleno siglo XXI, la Iglesia debe de hacer lo mismo que hubiera hecho en el siglo I, en el IV y en la primera mitad del XX. Es más, creo que si no lo hace, estará faltando a su deber. No la Iglesia entera, sino sus pastores.

Por tanto, está bien condenar la herejía y debemos agradecer a los obispos que así lo hagan. Pero no basta. Hay que combatirla, arrancarla, impedir que se extienda a través de universidades católicas, seminarios, púlpitos y demás instituciones educativas de la Iglesia. Lo que está en juego es ni más ni menos que la salvación de millones de almas, que son conducidas por el camino del error por los herejes de hoy. Cierto es que nadie puede justificar su desviación de la fe en base a que fue a una universidad católica donde le enseñaron mal. El Catecismo está a la alcance de todos. El magisterio papal y de los obispos, también. Pero tengo para mí que ante Dios son más responsables son los que permiten que el mal sea defendido y argumentado desde el seno de la Iglesia, que aquellos cuya fe débil se deja engañar. Al fin y al cabo, corresponde más al pastor ahuyentar los lobos que a las ovejas huir de los mismos. Y me temo que no es eso lo que está ocurriendo en las últimas décadas. Al menos no con la contundencia y continuidad que debiera.

Luis Fernando Pérez