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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 2 de octubre de 2010

Foro

Hermana madre tierra

La luz de Chiara

Octubre: Por las cuentas que nos tienen


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Hermana madre tierra
Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 2 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos un artículo redactado por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Hermana madre tierra".

 


 


 

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VER

En varias partes hemos sufrido los embates de las lluvias, por huracanes, tormentas tropicales, deslaves e inundaciones, que lamentablemente no se han reducido a pérdidas de bienes materiales, sino también de vidas humanas. Los pobres, como siempre, siguen siendo los más afectados.

Es común que culpemos de todo esto al sistema político y económico, pues el cambio climático se ha agravado por los intereses de los países más industrializados, los que rigen la economía y en parte la política mundial, los que más destruyen la naturaleza y contaminan. Sin embargo, también hay responsabilidades locales, pues se talan árboles en forma desconsiderada; se contaminan los ríos y la basura está por todas partes; se construyen casas en lugares muy bajos, casi en las márgenes propiedad de los ríos, o en laderas proclives al deslizamiento.

JUZGAR

Decimos los obispos en Aparecida: "Con los pueblos originarios de América, alabamos al Señor que creó el universo como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dejó como signo de su bondad y de su belleza. También la creación es manifestación del amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy se ha generalizado una mayor valoración de la naturaleza, percibimos claramente de cuántas maneras el hombre amenaza y aun destruye su ‘hábitat'. "Nuestra hermana la madre tierra" es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación. Desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en definitiva, contra la vida. El discípulo misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el Creador" (No. 125).

El Papa Benedicto XVI, en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, de este año, dijo: "El respeto a lo que ha sido creado tiene gran importancia, puesto que la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios, y su salvaguardia se ha hecho hoy esencial para la convivencia pacífica de la humanidad. No son menos preocupantes los peligros causados por el descuido, e incluso por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales que Dios nos ha dado.

Todos somos responsables de la protección y el cuidado de la creación. No se puede permanecer indiferente ante lo que ocurre en nuestro entorno, porque la degradación de cualquier parte del planeta afectaría a todos.

La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y se siente en el deber de ejercerla también en el ámbito público, para defender la tierra, el agua y el aire, dones de Dios Creador para todos, y sobre todo para proteger al hombre frente al peligro de la destrucción de sí mismo. Al cuidar la creación, vemos que Dios, a través de ella, cuida de nosotros".

ACTUAR

Eduquémonos para cuidar más la tierra. En vez de esperar que todo lo resuelva el gobierno, esforcémonos por proteger lo que Dios con tanta sabiduría y amor creó y puso a nuestro servicio. Sembrar árboles, no tirar basura, no habitar en lugares cercanos a los ríos, es algo que todos podemos hacer.

Digamos esta oración con San Francisco de Asís:

Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,

especialmente el señor hermano sol;

él es el día y por él nos alumbras;

y es bello y radiante con gran esplendor:

de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas:

en el cielo las has formado claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento,

y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,

por el cual a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua,

que es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,

por el cual alumbras la noche:

y es bello y alegre y robusto y fuerte.

Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,

que nos sustenta y gobierna

y produce distintos frutos con flores de colores y hierbas.




 

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La luz de Chiara
Por Carlo Di Cicco

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 2 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito Carlo Di Cicco, subdirector de "L'Osservatore Romano" sobre la beatificación de Chiara Luce Badano, joven focolarina (1971-1990), que tuvo lugar el sábado 25 de septiembre, en el santuario romano del Divino Amor.

 


 

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En la estación de las débiles pasiones civiles y de las incertidumbres existenciales la Iglesia propone a una mujer joven -Chiara Badano, fallecida a los dieciocho años consumida por una enfermedad que asusta- como ejemplo de la posibilidad de salir del torpor del alma y de vidas que se han quedado sin alegría y sin esperanza. 

Hoy que la fe cristiana vuelve a ser un camino estrecho que se elige, sólo aparentemente la nueva beata es una cuestión de interés puramente católico, concluida dentro de las fronteras de un ritual religioso. Por como Chiara vivió su vida, de repente demasiado breve para no suscitar dolor, su beatificación encierra fuertes mensajes y se cruza con preguntas comunes a hombres y mujeres de todas partes y de toda convicción. Chiara Badano no es un ejemplo de cristianismo percibido como residuo de leyendas embelecadoras para simplones, sino más bien un ejemplo de libertad de espíritu encarnada dentro de las dinámicas cotidianas de nuestra vida contemporánea, cuando en las sociedades más secularizadas se plantea la pregunta de si la fe religiosa es una evasión superflua. Un cristianismo que cambia la vida porque toca la mente y el corazón. Ante todo de los jóvenes, pero también de toda persona que busca un sentido.


Beatificando a una joven la Iglesia escucha seriamente la petición de autenticidad que se eleva de los jóvenes hacia todo tipo de autoridad. La joven Chiara adquirió sabiduría de vida no tanto de teorías abstractas sino más bien de una decisión típica de la adolescencia que, en cambio, los adultos viven con desencanto: apostarlo todo y desde el principio por el amor, con el deseo de hacerlo eterno. Que por otro lado es el denominador común en los santos, independientemente de su edad: todos están enamorados de Jesucristo, elegido como bien total de la propia vida. De este seguimiento hacen derivar una vida cargada de energías impensables, que emplean por la felicidad de los demás. Los santos alcanzan la propia felicidad consumiéndose al servicio del prójimo, en particular pobres y débiles, considerados imágenes vivas de Dios. Se trata de una felicidad misteriosa y resistente al mal y a los sufrimientos de los que está entretejida la trama de vida de cada uno.


Con la santidad no se propone una vida de magias o de poderes paranormales, sino un camino hacia el cual para todos, sin distinción, es posible encaminarse y que todos pueden recorrer viviendo el Evangelio y el mandamiento más grande que contiene: amarás a Dios con todas tus fuerzas y al prójimo como Jesucristo te ha amado a ti.


Chiara Badano es una joven que, muy pronto, se enamoró con ardor de Jesucristo. Al vivir y morir en compañía de este gran amor, no tuvo tiempo para su sufrimiento, sino ojos y corazón para los demás. En diálogo constante con este Hombre vivo, sin predicar, se convirtió en una prueba concreta de que Dios no es un azar por el cual hacer a ciegas nuestra apuesta en la vida, sino un interlocutor interesante que, si le buscamos y le interrogamos, puede cambiar la calidad de la vida y de la muerte humanas.


Cuando la Iglesia reconoce la santidad de un muchacho o de una mujer joven, enciende una luz en la oscuridad de los tiempos en lugar de maldecir esa oscuridad. A la percepción de la fatiga de vivir que todos experimentamos diariamente, se añade una ayuda alternativa: comprender que la vida no está toda aquí, que el sentido de la existencia no está encerrado sólo entre el nacimiento y la muerte y que, si amamos, se puede vivir responsablemente contentos incluso en cualquier tipo de sufrimiento y de precariedad.


Los jóvenes son por definición portadores de vida y mal se concilian con el dolor. De la juventud se siente nostalgia, envidia; es un bien deseado pero pasajero. Se sueña con reconquistarlo. La santidad cristiana tiene mucho en común con este sentimiento humano, porque lo experimenta y trata de curarlo con algunas garantías distintas de la ciencia: el amor, la capacidad de amar es el único elixir que asegura la juventud del corazón y del espíritu, incluso en la decadencia física más repugnante e imparable.


Antes que un razonamiento, los santos son un recorrido de vida vivida. La Iglesia se juzga por los santos y no sólo por los pecadores. Cada vez que proclama beata o santa a una persona, especialmente si es joven, renueva su determinación a cambiar para mejor. En los santos del siglo XXI Benedicto XVI deposita su confianza del éxito de una verdadera reforma de la Iglesia que comenzó con el concilio Vaticano II. 


Chiara Badano es la primera persona del movimiento de los Focolares que llega a ser beata. Otra gran Chiara, fundadora de este vasto movimiento de hombres y mujeres que querrían transformar el mundo con el amor, quiso añadir al nombre de su joven discípula el de Luz, tanto que la nueva beata se identifica como Chiara Luz Badano. Y la luz interior, como es sabido, abre la mente y despierta el corazón 



 

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Octubre: Por las cuentas que nos tienen
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo

OVIEDO, sábado, 2 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito al comenzar octubre, mes del rosario, monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca. 

 


 


 

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Eso de contar lo llevamos todos dentro. Contar aquello que cuenta, contar las cosas o incluso las personas con las que podemos contar. No es un trabalenguas esto, sino que tiene su aquel, porque en torno a las cuentas cada uno de nosotros se sitúa y se retrata en la vida, dependiendo de aquello que asumimos, aquello por lo que a diario optamos, aquello que representa el latido de nuestra paz y esperanza o de nuestro miedo e insidia. ¿Contamos el bien que nos hace y nos une o contamos el mal que nos enfrenta y destruye?

Hay contadurías que calculan los modos y las maneras para el mal. Y ahí están las cuentas de los terroristas que calculan sus violencias, o los corruptos que calculan sus insolidarias fechorías, o los poderosos que calculan su permanencia en la prepotencia, o los frívolos que calculan lo superficial de sus tonterías. Cuántas industrias del mal calculan los réditos del poder, del tener o del placer en sus mercaderías. Las poltronas del abuso con todos sus nombres, los negocios que pasan por la droga, el tráfico de armas, la pornografía, y últimamente el negocio del aborto en donde se cobran a precio de la vida de los más inocentes el futuro truncado de quienes decidieron que no nacerían. Hay un largo etcétera en estas cuentas del mal, que tienen contables a sueldo para diseñar cuidadosamente la estrategia que les permita seguir en lo que están, caiga quien caiga, muera quien muera, pase lo que pase.

Al comenzar este mes de octubre, me ha venido este pensamiento de las cuentas, por la cuenta que nos tiene, al desgranar ese objeto piadoso que llamamos rosario que también tiene sus cuentas que contar. Podrá parecer que me he ido lejos en la reflexión, y que el aterrizaje en el santo rosario se hace forzoso cuando me he ido a esas alturas o bajuras que acabo de nombrar. Y sin embargo creo que ante tamaña provocación de las cuentas del mal, los cristianos debemos tener claras las cuentas del bien que nos llama. El rosario es una oración a María, muy querida en la tradición cristiana, que en este mes de octubre tiene una particular referencia por ser el mes dedicado a esta devoción. Lejos de ser una oración cansina, repetitiva, aburrida de tanto contar lo mismo en esas cincuenta cuentas que lo componen, se trata de una oración que tiene que ver con la historia que diariamente todos vivimos.

Sabemos que el rosario es una escuela de oración que nos permite mirar a esa primera y ejemplar cristiana que fue Santa María. Ella, tenga el traje del Pilar o el traje de la Santina, significa en nuestro camino humano y creyente una manera muy concreta de ver y vivir las cosas. Porque a través de las cuentas del rosario, vamos desgranando los momentos del cada día que tienen todas esas cosas: gozos, dolores, luces y glorias. Todo un abanico de matices que ponen nombre a nuestras alegrías, a nuestros llantos, a nuestras claridades y a la esperanza última que nos convida.

Si hay gente que lleva cuentas del mal y vive de éstas, los cristianos queremos mirar a María en su historia para llevar en la nuestra las cuentas del bien. Ya tengamos las sonrisas que nos alegran, o nos broten las lágrimas que nos acorralan, o se enciendanlas luces que en las cañadas oscuras nos iluminan, o nos asomemos con esperanza cierta a la gloria que nos ha sido prometida, nuestro camino concreto y real pasa por esa calle cotidiana que llamamos vida. Ahí están los misterios gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. En el rosario de la vida, llevemos bien llevadas las cuentas del bien.  

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