6.10.10

Sobre el cine religioso actual

A las 12:02 PM, por J. Fernando Rey
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Se queja nuestro amigo Eleuterio Fernández Guzmán de la poca aceptación social que el cine religioso tiene en el ámbito de la cultura. Y ofrece, como ejemplo, varias películas, entre las que se encuentran “Prueba de fuego” y “Bella”. Señala alguna más que omito, porque su calidad cinematográfica es tan pobre como su relevancia.

Nos guste o no, debemos aceptar la verdad: muchas de esas películas, que, en el terreno doctrinal y moral son impecables, sin embargo son infumables en el terreno cinematográfico. Por desgracia, el cine religioso de calidad terminó con “Un hombre para la eternidad“, de Zinemann. Zefirelli, con su “Jesús de Nazaret“, firmó el epitafio, mostrándonos a un Jesús tan edulcorado y blandito que parecía derretirse.

Prueba de fuego” es un bodrio infumable con tintes de folletín desde su primera escena. Puede que le haga gastar un paquete entero de kleenex, o que se desternille usted en el sofá ante la cursilería de sus escenas, pero, desde luego, como película, no tiene un pase. “Bella”, con todas sus dosis de buena doctrina, no pasa de ser una película mediocre. Y el bueno de Verástegui no es, precisamente, Richard Burton ni Peter O’Toole; es un niño guapo que quiere ser actor, pero que aún no está a la altura, ni siquiera, de Ethan Hawke. En cuanto a “La Pasión de Cristo”, de Gibson, siendo de lo más presentable, no pasará a la Historia entre las mejores películas de cine religioso. Tampoco el propio Gibson engrosará la lista de mejores directores, todo sea dicho. Es un actor de medio pelo, tirando a cuarto y mitad, que ha querido dirigir y lo ha hecho como ha podido. De “La última cima”, simplemente, no voy a hablar. En términos generales, la peor película de Scorsese, con toda su negatividad y su amargor, da mil vueltas a cualquier film de temática religiosa de los últimos 30 años.

Ha habido tiempos mejores: es una lástima que no se haya editado en DVD “El hombre que no quería ser santo“, de Edward Dmytryk (1962). ¡Eso era cine religioso de calidad! Y “Becket” (Peter Glenville, 1964), con Richard Burton y Peter O’Toole, de la que sí existe una espléndida versión en DVD con la que he logrado hacerme este año. Pero, a día de hoy, el público de las películas religiosas, en España, suele estar formado, en buena parte, por personas afines a la causa, que han acudido al cine a golpe de email o sms: “¡Mariluz, no te lo pierdas, que echan una película provida! Tráete a la parroquia. Pásalo”… Nuestros flanders de siempre, ya saben.

Mientras siga importando más el mensaje moralizante que la calidad cinematográfica, no volveremos a ver un “Becket” como el de Glenville. No se trata, amigos lectores, de decir: “Voy a hacer una película provida”, y que las parroquias y cofradías se vayan preparando para llenar las salas. Se trata, más bien, de decir: “Me gusta el cine, sé cómo hacer cine, y voy a hacer una película impresionante. Ademas, como mis creencias son éstas, si hago bien la película, cada escena destilará lo que llevo en mi espíritu, sin necesidad de recurrir al género chico del folletín. Y si quiero hacer cine religioso, lo hago sin ninguna vergüenza, porque el género está consagrado con grandes películas y yo quiero aportar mi grano de arena. Pero será tanto ‘cine’ como ‘religioso’, y nunca más ‘religioso’ que ‘cine’, porque, en ese caso, habré fracasado como cineasta aunque los de la cofradía me llenen de flores”.

John Ford nunca hizo cine religioso, en sentido estricto. Y no creo que nadie, en toda la Historia del cine, haya transmitido más valores cristianos que él. Si han visto “El fugitivo” o “El delator”, sabrán de lo que hablo. Quienes deseamos que Cristo reine, no sólo en los templos, sino también en las salas de cine, no debemos rezar para que haya muchas películas “provida” o “pro-iglesia”, o “pro-curas”, sino para que haya muchos John Ford.

José-Fernando Rey Ballesteros
jfernandorey@jfernandorey.es