10.10.10

Seminarios: No sólo es cuestión de número

A las 7:52 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

A veces, leyendo determinadas noticias o informaciones, uno se siente perplejo. Parecería que, cuando se habla de los Seminarios, la clave, la piedra de toque, estaría casi exclusivamente en la cantidad de seminaristas con la que cuenta cada uno de estos centros. Es un error que se repite con demasiada frecuencia y que se aplica, con parecidos criterios, a conventos, órdenes o a cualquier tipo de entidad eclesiástica.

No estoy de acuerdo con ese baremo. La cantidad no equivale, por arte de magia, a la calidad. Ni a mayor cantidad, mayor calidad, ni viceversa. Un Seminario no es mejor sólo por tener más alumnos ni lo es, tampoco, sólo por tener menos. Cuantos más alumnos, mejor. Pero no a cualquier coste.

No deberíamos extrañarnos de que los Seminarios no estén repletos de candidatos al sacerdocio. En buena lógica, no pueden estarlo. Basta acudir a una iglesia el domingo para comprobar que hay, por regla general, muy pocos jóvenes que asistan a la celebración litúrgica. No hay crisis de vocaciones al ministerio presbiteral. Hay, sí, crisis de fe y de vivencia de la misma.

No pueden abundar los aspirantes al sacerdocio si no hay muchos niños que asistan a la catequesis, muchos jóvenes que se preparen para la confirmación, muchos universitarios que frecuenten las iglesias. No puede haber vocaciones si los confesonarios están desiertos, sea por falta de confesores o de penitentes. De donde no hay no se puede sacar.

Entrar en una guerra de cifras sería una frivolidad. Hoy, y hablo por lo que conozco, los seminaristas son, por regla general, personas bien preparadas. Muchos de ellos llegan al Seminario con sus estudios universitarios acabados, después de una experiencia de la vida similar a la de sus coetáneos y, también, con una vivencia arraigada de la fe.

El plan de estudios se rige, en última instancia, por la todavía vigente Constitución Apostólica “Sapientia Christiana”, promulgada por el Papa Juan Pablo II en 1979. Las Conferencias Episcopales y las Facultades de Teología concretan, según esas normas fundamentales, el plan de formación de cada Centro.

¿Se podría llenar un Seminario de la noche a la mañana? Sí. Bastaría con atender, indiscriminadamente, las peticiones que llegan de otros lugares del planeta. Pero, sin desmerecer en absoluto el valor de las vocaciones que provengan de otras zonas del mundo, se impone, por mera prudencia, un exigente discernimiento.

Yo no soy pesimista en relación con las vocaciones. Si el Seminario funciona bien, si se imparte una formación acorde con lo que pide la Iglesia, las vocaciones llegan, en mayor o en menor número.

Pero, tampoco, soy partidario de reducir a simple lo que es complejo. Debemos revitalizar la vida de fe en nuestras parroquias. Una vocación es un milagro. Pero no podemos convertir los milagros en hechos ordinarios. Si no hay cristianos, no puede haber sacerdotes.

Guillermo Juan Morado.