ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 13 de octubre de 2010

Santa Sede

Benedicto XVI reza por los mineros chilenos el día de su salvamento

Dios tiene mil maneras de mostrar que existe, asegura el Papa

Sínodo de los Obispos

Monseñor Paul Hinder: Un obispo católico en los países árabes

Rabino al Sínodo: judíos y cristianos se aprecian cuando se conocen

Especial

Chile: Fe, esperanza y amor en el “milagro de Copiapó”

Mundo

México: Singular sesión de lucha libre en apoyo de un Seminario

Documental sobre la estrategia abortista se proyecta en los cines españoles

Gregoriano y solemnidad en la clausura del milenario de Solesmes

Reportaje

Iglesias orientales: la iglesia de tradición armenia

Testimonio

Canadá tendrá un nuevo santo este domingo

Informe Especial

La Iglesia patriarcal y la Santa Sede según el Vaticano II (II)

Audiencia del miércoles

Benedicto XVI: Beata Angela de Foligno, de la penitencia al amor

Mensaje a nuestros lectores

Intervenciones ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio

Documentación

Intervención de un rabino ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio


Santa Sede


Benedicto XVI reza por los mineros chilenos el día de su salvamento
 

 CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Durante la Audiencia general de este miércoles, Benedicto XVI dirigió un breve pensamiento a los mineros chilenos, la mayor parte de los cuales hoy han vuelto a ver la luz tras 69 días de permanencia a casi 700 metros de profundidad.

Al dirigirse a los peregrinos de habla hispana después de su catequesis sobre la experiencia mística de la Beata Angela de Foligno, mística que vivió en el siglo XIII, el Papa subrayó el valor de la amistad con Cristo, y añadió: “A su divina bondad sigo encomendando con esperanza a los mineros de la región de Atacama, en Chile”.

Estas breves palabras pronunciadas por el Papa en la Plaza de San Pedro fueron pronunciadas pocos minutos después de la salida del séptimo de los 33 mineros bloqueados en la mina de San José desde el 5 de agosto y que han comenzado a salir gracias a una delicada operación de salvamento.

 

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Dios tiene mil maneras de mostrar que existe, asegura el Papa
Al recordar la vida de la beata Angela de Foligno

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).-  "Dios tiene mil maneras, para cada uno la suya, de hacerse presente en el alma, de mostrar que existe y que me conoce y ama", considera Benedicto XVI.

A esta conclusión llegó este miércoles al presentar en la audiencia general la figura de la beata Angela de Foligno, mística italiana que vivió entre 1248-1309, de la Orden Franciscana Seglar.

El Papa recordó que Angela había llevado una vida más bien mundana, alejada del pensamiento de Dios hasta que en el año 1285 invocó a san Francisco de Asís, quien se le apareció en una visión y decidió confesarse.

Comenzó entonces un "rico" y tortuoso camino espiritual. En primer lugar, explicó el pontífice, no tenía la sensación de ser amada por Dios, sino que sentía más bien "vergüenza".

Angela, explicó, "siente el deber de tener que darle algo a Dios para reparar sus pecados, pero lentamente comprende que no tiene nada que darle": "sólo puede darle su 'nada', el 'no amor'".

Le acompañaba "el pensamiento del infierno, porque cuanto más progresa el alma en la vía de la perfección cristiana, tanto más se convencerá no sólo de ser 'indigna', sino de merecer el infierno".

El Crucificado que salva de la indignidad

"En su camino místico, Angela comprende de modo profundo la realidad central: lo que la salvará de su 'indignidad' y de 'merecer el infierno' no será su 'unión con Dios' y su poseer la 'verdad', sino Jesús crucificado, 'su crucifixión por mí', su amor".

La conversión de Angela, iniciada con esa confesión de 1285, llegará a la madurez sólo cuando el perdón de Dios aparezca a su alma como el don gratuito de amor del Padre, fuente de amor, reconoció el Papa.

A la luz de la vida de esta mística, el Papa concluyó dejando una lección para nuestros días: "Hoy estamos todos en peligro de vivir como si Dios no existiera: parece muy alejado de la vida actual. Pero Dios tiene mil maneras, para cada uno la suya, de hacerse presente en el alma, de mostrar que existe y que me conoce y ama".

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Sínodo de los Obispos


Monseñor Paul Hinder: Un obispo católico en los países árabes
El vicario apostólico de los países árabes participa del Sínodo del Oriente Medio
ROMA, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Monseñor Paul Hinder ofmcap, es pastor de un rebaño fuerte en su fe y disperso en el territorio que diariamente vive y respira con el islamismo. Tiene la misión de guiar la Iglesia en los países árabes. La sede del vicariato está situada en la ciudad de Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos.

El vicariato apostólico de Arabia comprende cinco países: Emiratos Árabes, donde hay siete parroquias, Omán donde hay cuatro, Yemen también con cuatro parroquias, Qatar con una y Bahrein con una.

Comprende una superficie de 3 millones de kilómetros cuadrados, sería la “diócesis” más extensa del mundo. No hay cristianos locales, sólo inmigrantes. Hay feligreses de 90 nacionalidades diversas. Especialmente de Filipinas, India, Indonesia, Nigeria, Europa y Estados Unidos,

Las iglesias no tienen signos externos ni símbolos visibles, como cruces o campaniles. Los fieles se reúnen para rezar en casas privadas, a menudo situadas en la periferia.

Desde el año 2005 este obispo capuchino de 68 años, nacido Lanterswil-Stehrenberg – Suiza, guía a cerca de 1,3 millones de católicos. La suya es, en términos geográficos, gracias a un territorio de cerca de tres millones de kilómetros cuadrados, la “diócesis” más grande del mundo. ZENIT lo entrevistó

-¿Cómo es la fe de las personas en los países árabes?

Monseñor Paul Hinder: Es cierto que los católicos viven a menudo un poco encerrados entre ellos, en un contexto de individuos que profesan la misma fe. No sólo cuando vienen a la Iglesia sino también en los lugares de encuentro como el trabajo. No es que estén completamente aislados, pero es verdad que enfrentan una situación de desafío de fe personal. Por ejemplo sobre los valores de la vida misma o cómo viven la relación con Dios y la relación con los otros o en el compromiso con y desde el Evangelio.

Esto preocupa a nuestros fieles, a unos más y a otros menos. Por eso se organizan a menudo con el pretexto de la oración, en asociaciones donde pueden vivir esta fe, diría yo, más desarrollada, quizás que las otras, sobretodo en la Santa Misa. La liturgia Eucarística es muy importante para ellos; de hecho, nuestras pocas iglesias siempre están repletas de gente. Incluso durante la semana asisten miles de personas.

-¿Participan los fieles en obras de caridad?

Monseñor Paul Hinder: Desde luego que sí. Hay todo un reto también desde el punto de vista moral como vivir una vida conforme al Evangelio y al mandamiento de Dios. Esta gente vive no sólo el aspecto inspirado en la devoción religiosa del sacramento. Ellos mismos se preguntan cómo pueden ayudar a sus hermanos, que están en prisión, en los hospitales. Visitan a los enfermos, y les llevan la comunión etc. Organizan grupos y buscan hacer todo lo que esté en sus capacidades, incluyendo también la posibilidad de que puedan confesarse. También ayudando a los pocos sacerdotes y yendo a lugares donde a lo mejor ellos no pueden llegar. Y sin omitir las labores ordinarias de la Iglesia, quisiera agregar que todas las catequesis están en manos de los laicos: En Abu Dhabi hay más de 20.000 niños cada viernes en las catequesis.

-¿Cuáles son las principales riquezas de la fe en estos países?

Monseñor Paul Hinder: Diría que es una fe profunda, que se expresa también en una devoción bastante vital vivida de diferentes maneras y no sólo bajo el aspecto sacramental sino también en la veneración de los santos, la participación en los grupos de oración o con la Biblia, entre otras actividades. Y, como dije antes, son sensibles y atentos a la ayuda hacia los demás, tanto en los países propios como en los de origen. Si hay un desastre en otro país, por ejemplo en Pakistan, se organiza una colecta especial en la iglesia y la gente es generosa. Tienen un sentido en el compartir a pesar de las problemáticas existentes.

-¿Cómo pueden los cristianos permanecer fieles conviviendo con una realidad tan diversa como el islamismo?

Monseñor Paul Hinder: Vivimos la presencia cotidiana del islamismo (también acústicamente, sobre todo). Yo diría que los inmigrantes viven, más “junto” con los otros y no “con” los otros. Es otro modo de vivir. Hay contactos profesionales inevitables, en las oficinas o en la vida cotidiana, cuando debe hacerse algo oficialmente, siempre hay algo que hacer con los ciudadanos locales. Está claro que los educadores son los más expuestos a esta situación pero es un momento inusual para el diálogo con los musulmanes. Creemos que siempre habrá un elemento marginal, diría que se puede encontrar alguna posibilidad, pero en la vida cotidiana, al menos en estos países no es tan presente ni tan factible.

-¿Cómo es su experiencia personal de pastor en un pueblo tan especial, que vive junto a una cultura y una fe tan diversa?

Monseñor Paul Hinder: Ser pastor de una grey tan variada es un reto que supera las capacidades de un hombre. Si no existiera la promesa del Señor que estará siempre con nosotros y si no existiera la fe alentadora de mis hermanos y hermanas yo no podría asumir esta misión. Estar expuesto cada día a una fe tan potente como el Islam puede ser un estímulo para profundizar la propia fe y su práctica.

- Los ataques que han sufrido los cristianos en oriente (India, Pakistan, Nigeria, Irak), especialmente en los últimos dos años, ¿siembra temor a los cristianos de los países árabes?

Monseñor Paul Hinder: En nuestros países, a diferencia de los que usted ha mencionado, nos sentimos relativamente seguros. Hay y puede haber situaciones precarias de seguridad en ciertas partes pero generalmente nos son amenazas directas. Está claro que esto no quita el hecho de que muy a menudo el hecho de ser cristiano tiene consecuencias de discriminación.

- ¿Cómo es la relación con los cristianos no católicos de Arabia?

Monseñor Paul Hinder: Generalmente es buena. El problema más grande para nosotros es el proselitismo de algunos grupos evangélicos que pescan en nuestras aguas porque no tienen permitido hacerlo entre los no – cristianos. Muy frecuentemente trabajan con métodos más que cuestionables…

- ¿Cómo pueden los católicos transmitir la religión a sus hijos en un ámbito de restricción tan fuerte a la libertad religiosa?

Monseñor Paul Hinder: No existe otro modo que hacerlo, en primer lugar que en las mismas familias. Estas, a menudo, no tienen tiempo o el conocimiento suficiente de la Biblia o de la fe católica. Es importante que envíen a sus hijos a las catequesis en nuestras parroquias (en el 2009 fueron más de 25.000 niños cada fin de semana). En ciertas situaciones de libertad restringida deben hacerlo, incluso a escondidas o en privado. Es de admirar tantos laicos que ponen sus dones al servicio de la Iglesia. Buscamos darles la formación necesaria aunque no siempre es fácil.

-¿Qué esperan los párrocos y los fieles presentes del Sínodo?

Monseñor Paul Hinder: Creo que nuestros fieles esperan especialmente un aliento en su situación que es todo excepto fácil. Esperan de los obispos que tomen en serio sus responsabilidades de pastores para que den a su grey el pan de la palabra y el pan de la vida. Finalmente esperan que sean reconocidos, es decir, que la Iglesia entera tome nota de su existencia y de sus luchas. En este sentido esperan la solidaridad en la fe que se expresa especialmente en la oración.

Por Carmen Elena Villa

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Rabino al Sínodo: judíos y cristianos se aprecian cuando se conocen
Intervención de David Rosen, consejero del Gran Rabinado de Israel

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).-  Cuando se conocen, judíos y cristianos colaboran y se aprecian profundamente, ha afirmado este miércoles un rabino ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio.

David Rosen, consejero del Gran Rabinado de Israel, director del Departamento para los Asuntos Interreligiosos del Comité Judío Estadounidense, invitado especial para participar en la asamblea episcopal, hizo un largo análisis sobre el estado de las relaciones judeo-católicas.

El representante judío es uno de los invitados especiales de la asamblea junto a dos representantes del Islam, uno sunní y otro chií: Muhammad Al-Sammak, consejero político del muftí de la República del Líbano; y el Ayatolá Seyed Mostafa Mohaghegh Ahmadabadi, profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad "Shahid Beheshti" de Teherán

Según el rabino "hoy la relación entre la Iglesia católica y el pueblo judío vive una bendita transformación de nuestros tiempos, que posiblemente no tiene comparación histórica".

Consideró que Estados Unidos es quizá el país en el que este diálogo más ha avanzado, "donde judíos y cristianos viven en una sociedad abierta, uno al lado del otro, como vibrantes minorías seguras de sí mismas y comprometidas cívicamente".

"Hoy los Estados Unidos se glorían, literalmente, de contar con docenas de instituciones académicas de estudios y relaciones católico-judías, mientras en el resto del mundo si hay tres ya es mucho", añadió el rabino.

 

Relaciones "desapercibidas" cuando hay mayorías predominantes

Estas relaciones, sin embargo, "pasan desapercibidas", según el representante religioso judío, "en la mayoría de países donde el catolicismo es la fuerza social predominante".

"Confieso que me ha sorprendido encontrarme con miembros del clero católico, y a veces incluso de la jerarquía de algunos países, que desconoce no sólo el judaísmo contemporáneo sino también Nostra Aetate", el documento del Concilio Vaticano II que marcó un hito en las relaciones judeo-católicas.

Según el rabino, "en el único estado del mundo donde los judíos son mayoría, el Estado de Israel, este problema se acentúa a causa del contexto político y sociológico".

"Hasta hace poco la sociedad israelí, en su gran mayoría, no era consciente de los profundos cambios en las relaciones católico-judías", constató.

Cambios de percepción en Israel

Esto, sin embargo, ha cambiado en la última década a causa de dos factores. En primer lugar, los conmovedores gestos de Juan Pablo II en su visita a Israel, en el año 2000, tras el inicio de las plenas relaciones bilaterales entre Israel y la Santa Sede seis años antes.

La segunda causa del cambio de percepción en Israel sobre el cristianismo es la inmigración, pues se ha duplicado la presencia de cristianos en ese país, según el rabino.

En concreto, hizo referencia a los casi cincuenta mil cristianos practicantes que han emigrado a Israel en las dos últimas décadas, provenientes de la Unión Soviética.

"Al estar íntimamente en contacto con la sociedad judía a través de lazos familiares y culturales, posiblemente representen la primera minoría cristiana que se considera a sí misma como parte integrante de la mayoría judía, desde la primera comunidad cristiana", afirma.

Además está un cuarto de millón de trabajadores emigrantes de Filipinas, Este de Europa, América Latina y África subsahariana, que en los últimos años han llegado a Israel y que viven una religiosidad dinámica.

El rabino, reconociendo el derecho del Estado de Israel a defenderse de la violencia, constató también que "la grave situación de los palestinos en general y de los palestinos cristianos en especial debería ser de gran preocupación para los judíos, tanto de Israel como de la Diáspora".

"Para mí personalmente, como israelí de Jerusalén, la angustiosa situación de Tierra Santa y el sufrimiento de tantas personas en los diferentes lados de la división política, es una fuente de mucho dolor", afirmó.


La minoría cristiana, un barómetro en Oriente Medio

Por último, Rosen consideró que "la situación de las minorías es siempre un profundo reflejo de la condición social y moral de una sociedad en su totalidad".

"El bienestar de las comunidades cristianas de Oriente Medio es nada menos que una especie de barómetro de la condición moral de nuestros países. El grado de derechos civiles y religiosos y de libertad del que gozan los cristianos es testigo de la salud o enfermedad de las respectivas sociedades en Oriente Medio", aseguró.

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Especial


Chile: Fe, esperanza y amor en el “milagro de Copiapó”
¡Gracias Señor!, reza la camiseta que portan todos los rescatados
COPIAPÓ, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Van saliendo uno a uno, los trabajadores atrapados en la Mina San José, observados por mil millones de espectadores de todo el mundo. Todos, con la misma camiseta: ¡Gracias Señor! y en el reverso un versículo bíblico. Lo que ya se ha dado en llamar el “milagro de Copiapó” es aseguran los observadores un milagro técnico, de humanidad, y ¿por qué no? de la fe.

Benedicto XVI, que ha estado presente con diversos gestos,  a los largo de los 69 días de permanencia en las entrañas de la tierra de estos mineros, pronunció en la audiencia del miércoles unas palabras dirigidas a ellos en español: “Que la beata Ángela de Foligno nos ayude a comprender que la verdadera felicidad consiste en la amistad con Cristo, crucificado por nuestro amor. A su divina bondad confío con esperanza a los mineros de la región de Atacama, en Chile”.

Cuando los rescatados salen, como en un “parto” de la tierra, sus camisetas dicen “Gracias Señor” y, cuando se dan la vuelta para abrazar a sus familiares, podemos leer las palabras del salmista “En sus manos están las simas de la tierra, y suyas son las crestas de los montes” (Salmo 95,4).

Varios lectores de ZENIT han enviado sus observaciones sobre las fechas y nombres que rodean a este suceso. La operación haya sido llamada San Lorenzo, patrono de los mineros; los trabajadores se salvaron y pudieron refugiarse ilesos el 5 de agosto, festividad litúrgica de Nuestra Señora de las Nieves; la empresa minera se llama San Esteban y la mina San José.

El primer contacto con los mineros se produce el 22 de agosto, fiesta del Corazón Inmaculado de María, el rescate, en octubre, mes del rosario, un miércoles precedido de otras dos fiestas marianas: la Maternidad y el Pilar. El día 13 de octubre, se produjo el “milagro del sol” en Fátima. Y un dato muy humano: El 15 de septiembre, nace la hija de uno de los mineros y recibe el nombre no previsto de Esperanza.

El 33 ha suscitado cábalas: el número de los mineros, los días que tardó la perforación, y combinaciones numéricas con la fecha en que se inicia el rescate: 13-12-2010.

Pero más allá de los signos en los que cada uno apoya su fe, están los gestos de los rescatados. Varios mineros que emergían de la roca, en este segundo nacimiento, hacían gestos de acción de gracias a Dios: Mario Gómez, se arrodilló en oración, nada más salir de cápsula salvadora. Era el mayor de los mineros y tenía problemas de salud. “Nunca perdí la fe” les dijo a Evo Morales y Sebastián Piñera, presidentes de Bolivia y Chile.

Otro, más expresivo, Mario Sepúlveda, como un moderno jacob, confesó su lucha interior: “Estuve con Dios y con el diablo y me he peleado. Me ganó Dios, me agarré de la mejor mano, y en ningún momento titubeé de que Dios me iba a sacar”.

Uno de los rescatadores, ante los presidentes Piñera y Morales, que abrazaban a cada uno de los rescatados, declaró: “Pedí a Dios que me diera la oportunidad de estar en el equipo de rescate. Estoy participando al cien por cien y con esto sólo estoy orgulloso. Por haber aportado este granito de arena”.

En un pueblo naturalmente religioso como el latinoamericano, los gestos de petición de fortaleza y esperanza a Dios y a su madre María que se han visto estos días son innumerables.

Pero el milagro reside también en los lazos humanos que, a pesar de los momentos de tensión, lograron crear los mineros entre ellos. Carlos Mamani, el trabajador boliviano al que Evo Morales ofreció un avión para regresar inmediatamente a su país, agradeció el gesto, pero dijo preferir quedarse las 48 horas siguientes con sus compañeros en el hospital, y permanecer unido a ellos.

Varias familias procedían de la misma población Tierra Amarilla, entre ellas la de Carlos Barros. Un familiar le decía al salir: “Te hice oración, participé en la velaton [vigilia con velas encendidas]”. Se refería a la velada con la que los mineros se despidieron del lugar la víspera de su rescate.

El mismo Sebastián Piñera, probablemente contagiado de esta espontánea y sentida oleada de agradecimiento a Dios, decía al hijo de uno de los mineros, Víctor Zamora: “Con tus oraciones, con tu fe, tú rescataste a tu papá”.

Cuando se escribían estas líneas, había ya 17 mineros arrancados a las entrañas de la tierra y se cumplían más de 14 horas de rescate. El número de “renacidos” de la tierra superaba ya a los que esperaban su turno.

Este punto del desierto de Atacama, lleno de gestos de amor, fe y esperanza, se ha convertido, entre el 5 de agosto y el 13 de octubre, en un lugar teológico del encuentro con Dios.

Por Nieves San Martín

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Mundo


México: Singular sesión de lucha libre en apoyo de un Seminario
Tres sacerdotes de Ciudad Juárez realizan un combate-catequesis
CIUDAD JUÁREZ, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- En Ciudad Juárez, Chihuahua, México, se produjo un singular combate, en los patios del Seminario. El 3 de octubre, se enfrentaron los enmascarados “El Fariseo” y el “Orante”. ¿Quién estaba detrás de las máscaras de estos campeones de lucha libre? ¡Sacerdotes!

Una catequesis creativa en uno de los lugares del mundo en el que la vida vale poco y la violencia es el pan de cada día. Es el primer combate, el ganador, se enfrentará a “El Siervo” en 2011.

La diócesis de Ciudad Juárez declara a ZENIT que, en la injustamente llamada “ciudad más violenta del mundo”, “la lucha de la vida diaria ha sido trasladada al ring por un grupo de sacerdotes diocesanos que cambiaron momentáneamente la sotana por una máscara, para apoyar la formación de nuevos pastores para la Iglesia”.

Por tercer año consecutivo, en la verbena popular que cada año organiza para obtener recursos para su manutención, el Seminario Conciliar de Ciudad Juárez presentó una peculiar función deportiva.

Sacerdotes se enfrentaron en el cuadrilátero, en una función de lucha libre, que no solamente llevó esparcimiento al público asistente, sino además, una catequesis.

“Quisimos aprovechar el espacio para que además haya una enseñanza… que la gente se lleve un aprendizaje para su vida cotidiana”, dijo el padre Roberto Luna, quien desde hace un año se convirtió en Beto “El Orante” Luna, un luchador técnico que apoya al seminario.

Párroco de una comunidad en la zona de franco crecimiento poblacional en Ciudad Juárez, “El Orante” Luna se enfrentó en el 2009 a luchadores profesionales de esta frontera, que ofrecieron su espectáculo para ayudar a la institución.

Pero en esa ocasión, por sorpresa, apareció un enmascarado que lo retó. Se trataba del padre Istibal Valenzuela, quien en la función del primer domingo de octubre, cumplió su reto bajo la máscara de “El Fariseo”.

Los sacerdotes luchadores fueron motivados por el padre Guillermo Sías, integrante del equipo formador del Seminario, quien en 2008 pensó en ofrecer un espectáculo de Lucha Libre para apoyar a la institución y se convirtió en “El Siervo”, un luchador enmascarado que pelea con los técnicos, es decir, “con los buenos”.

“La lucha libre es un deporte arduo y requiere mucho coraje… pero coraje desde el corazón, no un coraje negativo, sino por emprender algo y lograr victorias --declaró el padre Guillermo--. Es un deporte que refleja el espíritu de lucha del hombre”.

La propuesta fue apoyada por el rector y director espiritual del Seminario, padre Benjamín Cadena, quien dijo al respecto: “En la máscara, toda persona puede sentirse reconocida porque no es un rostro concreto, que sí lo hay, sino también el símbolo de una persona que enfrenta una lucha y que tiene un oponente”, explicó.

El padre Roberto “El Orante” Luna confirmó: “En Juárez conocemos a muchísimos luchadores cotidianos que viven en la búsqueda de sacar adelante a una familia, aunque no se les reconozca su profesionalismo, su entrega y amor”.

El sacerdote aclaró que la promoción de la lucha libre debe incluir una catequesis, para que no induzca a los espectadores a la violencia, especialmente a los niños.

“Es importante hacer ver a los niños que se trata de un espectáculo donde hay códigos, reglamentos y límites en la expresión”, dijo el director espiritual del seminario.

“Si se toma en cuenta ese aspecto educativo, se pueden resaltar otros valores positivos y necesarios”, añadió.

Durante la función, en los patios del Seminario de Ciudad Juárez, “El Fariseo” venció a “El Orante”, quien perdió además de la lucha, su cabellera.

Pero en la misma función apareció otro sacerdote enmascarado que retó al “Fariseo” para vengar a su amigo “El Orante”.

El reto se dirimirá en la función que el Seminario presente en 2011 y con el apoyo de un cuarto luchador, “El Siervo”.

Así, los fieles católicos de Ciudad Juárez no sólo apoyan a su seminario con un rato de esparcimiento en la lucha libre, sino además aprenden a trasladar los rasgos de esa lucha a la vida cotidana, aprendiendo a respetar las reglas, gracias a sus sacerdotes.

La lucha libre es un deporte-espectáculo al que son aficionados muchos niños y mayores. Quienes participan son verdaderos atletas y gimnastas, que tienen nombres pintorescos, con partidarios y detractores. No es un combate de boxeo, los participantes se parecen más a los especialistas del cine. Saben caer, hacer piruetas, y la finalidad es hacer que el adversario quede inmovilizado.

Los luchadores realizan combates con coreografías programadas y resultados planeados, algo que los organizadores sólo han reconocido recientemente, pues hasta 1990 pretendía que se trataba de verdaderos combates.

La lucha libre profesional moderna usa tipos de agarre y acrobacias aéreas, y varios estilos de artes marciales. Es especialmente popular en Japón, Estados Unidos y México.

Por Nieves San Martín

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Documental sobre la estrategia abortista se proyecta en los cines españoles
Se calificó no apto para menores de 18 a pesar de no tener ni una imagen sangrienta
SEVILLA, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La película sobre las entrañas económicas que esconde el negocio abortista Blood Money, el valor de una vida se proyecta desde el pasado viernes, 8 de octubre, en la cartelera de treinta y cinco cines españoles.

Se trata de un documental del joven director estadounidense David K. Kyle en el que, sin ninguna imagen sangrienta, los protagonistas de la industria abortista explican la historia del negocio del aborto en los Estados Unidos.

Al final de la película se añade un documental de poco más de diez minutos con imágenes de manifestaciones cívicas contra la nueva ley española del aborto y testimonios españoles, entre ellos la presidente de la Federación Española de Asociaciones Provida, Alicia Latorre.

Latorre explicó a ZENIT que Blood Money “desmonta la estrategia de los abortistas”. “En América, las leyes son distintas, pero la estrategia es la misma”, afirmó.

También destacó que el largometraje “abre la esperanza a personas que han vivido la realidad del aborto desde el otro lado”.

La persona que conduce el relato es la doctora Alveda King, sobrina de Martin Luther King, que guía al espectador por la historia del aborto en Estados Unidos, desde las primeras políticas públicas de planificación familiar, pasando por la célebre sentencia judicial Roe vs. Wade, que impulsó la industria del aborto, hasta llegar a la situación actual de este negocio.

Entre los testimonios que aparecen en el documental se encuentran médicos, enfermeras y propietarios de clínicas donde se practican o practicaron abortos, así como mujeres que abortaron.

En España, donde la ley vigente desde el pasado mes de julio permite abortar a las menores de 16 años sin el consentimiento de sus padres, el Ministerio de Cultura calificó inicialmente la película como para mayores de 18 años.

Sin embargo, dos días antes de su estreno, rectificó y calificó el documental como para mayores de 16 años, informó a ZENIT una de las dos empresas que distribuyen la película en este país, European Dreams Factory (EDF).

EDF, distribuidora también de películas como Bella y La última cima, indicó que este último documental, sobre un sacerdote excepcional, ha facilitado la entrada en la cartelera española de otros documentales como Blood Money.

 


 

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Gregoriano y solemnidad en la clausura del milenario de Solesmes
El cardenal Tauran preside la misa en la abadía francesa
SOLESMES, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Las celebraciones del milenario de la fundación de la abadía benedictina francesa de Saint-Pierre de Solesmes concluyeron este martes con una solemne liturgia eucarística cantada en gregoriano.

La ceremonia estuvo presidida por el presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso como enviado especial del Papa, el cardenal Jean-Louis Tauran, y concelebrada por el cardenal Jean-Pierre Ricard y por numerosos obispos y sacerdotes.

Numerosos religiosos y religiosas y fieles católicos y de otras religiones asistieron también al cierre del Año Jubilar de esta emblemática abadía de la diócesis de Mans, abierto el 12 de octubre del año pasado.

El cardenal Tauran se dirigió a los contemplativos de esa abadía recordándoles: “Vosotros ayudáis a los que dudan; vosotros buscáis a Dios para darlo a los demás” y afirmó que el hombre, sin fe, “se queda solo frente a sí mismo”.

En este sentido, el purpurado declaró a Radio Vaticano que “esta gran abadía, dominada por la figura de don Guéranger, restaurador del canto gregoriano, recuerda a la sociedad de hoy la necesidad de una vida interior, entendida en sentido más amplio y por tanto no sólo una vida espiritual, sino también una vida cultural”.

Para el cardenal Tauran, los monjes de Solesmes invitan a “apreciar el silencio para comprender lo que somos y a dónde vamos”.

Destacó los mil largos años de fidelidad al Evangelio de la Abadía de Solesmes e indicó que “en el mundo de hoy los monasterios son los oasis espirituales, los pulmones verdes en nuestras ciudades”.

Por su parte, el abad de Solesmes, Philippe Dupont, explicó que “este milenario nos da la oportunidad de revisar el pasado, no para contemplarlo con nostalgia, sino para dar las gracias por los dones de Dios y aprender las lecciones de esta historia para pensar nuestro futuro”.

Estabilidad

En una entrevista publicada en la web de la Conferencia Episcopal Francesa, el religioso aseguró que “nuestra tradición está viva y debe perpetuarse a lo largo de los siglos y los milenios aprovechando la santidad de los que nos han precedido, teniendo nosotros mismos la responsabilidad de transmitir esta herencia, este patrimonio a nuestros sucesores”.

Dupont se refirió a su voto de estabilidad y constató que permanecer en un monasterio sesenta años “interroga a nuestros contemporáneos”.

“Tenemos que testimoniar ante la gente del mundo la duración, la perseverancia -explicó-. Mientras se rompen tantas familias y se cuestiona a menudo la amistad, debemos manifestar este valor eterno que es la estabilidad”.

“Mil años de presencia en el mismo lugar muestra la realidad de esta permanencia”, añadió.

Abad de Solesmes desde 1992, Dupont habló también del canto gregoriano, que ha hecho famosos a los monjes de esta comunidad.

“El canto litúrgico gregoriano también tiene un valor tradicional de estabilidad, en la oración de la Iglesia porque ha atravesado los siglos”, dijo.

Dupont explicó que “tras el Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI nos pidió continuar esta tradición para que el canto gregoriano se conservara no como un tesoro relegado al museo, sino como una oración viva que ayuda a las almas a ascender hacia Dios”.

Para el abad de Solesmes, se trata de “una oración más interior: su dulzura, pero también la fuerza y la violencia de algunas melodías, expresan adecuadamente los múltiples sentimientos de alabanza y súplica de los hombres dirigiéndose a Dios en todo tipo de situaciones”.

Historia

La Abadía de Solesmes fue fundada a principios del siglo XI por Geoffroy, señor de Sablé, que donó el monasterio de Solesmes con sus tierras a los monjes de la Abadía de La Couture.

De La Couture, salieron, pues, los primeros monjes que constituirán una comunidad en Solesmes bajo la regla de San Benito.

Saqueado e incendiado durante la guerra de los Cien años (1337-1453), el monasterio vivió un tiempo de renovación hasta la época de la Revolución, cuando la Asamblea constituyente prohibió los votos religiosos.

A principios de 1791, los monjes empezaron a dejar el monasterio, y los que quisieron permanecer allí fueron encarcelados o deportados a la isla de Jersey.

Durante aquellos años difíciles, los vecinos de la abadía lograron poner en lugar seguro la venerada reliquia de la Santa Espina, que no pudo volver a colocarse en el monasterio hasta el año 1850.

En esos años, Solesmes estaba retomando su actividad gracias al joven sacerdote de Le Mans Prosper Guéranger, quien impulsó el canto gregoriano como modo privilegiado de buscar a Dios y alabarle.

Actualmente, la congregación de Solesmes está presente en tres continentes y cuenta con 23 monasterios masculinos y ocho femeninos.

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Reportaje


Iglesias orientales: la iglesia de tradición armenia
El trágico destino de una nación
ROMA, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La tercera tradición oriental es la armenia, vinculada a la nación del mismo nombre. Un halo trágico rodea a los cristianos armenios en toda su historia, especialmente tras el genocidio perpetrado por los turcos durante la primera Guerra Mundial.

Armenia fue evangelizada, según la tradición, por los Apóstoles Bartolomé y Judas Tadeo, aunque el nacimiento de una Iglesia propiamente armenia tuvo lugar en el siglo III, con Gregorio llamado “el Iluminador”.

Gregorio evangelizó Armenia, que con la conversión de su rey Tirídates, quien proclamó, por primera vez en la historia, el cristianismo como religión oficial del Estado. Armenia es, por tanto, la primera nación cristiana de la historia.

Inicialmente, la Iglesia armenia dependía de Cesarea de Capadocia, pero se convirtió en seguida en autónoma, a todos los niveles, incluyendo el litúrgico y el disciplinar.

Al desaparecer el Estado armenio independiente muy pronto, a finales del siglo IV, el cristianismo se convirtió para los armenios en elemento cohesionador de su propia identidad.

Dominados por los persas y luego por los bizantinos, los armenios se vieron arrastrados también por las disputas cristológicas de Calcedonia, rechazando este Concilio más por razones políticas que realmente religiosas.

En el siglo XI, el territorio armenio es conquistado por los turcos, con lo que la población tuvo que emigrar masivamente a Asia Menor, donde fundan la Pequeña Armenia. Allí entraron en contacto con los cruzados, especialmente con los francos, pero a pesar de ello no hubo vuelta a la comunión con Roma.

Los armenios quedaron por tanto dentro del Imperio Otomano, donde adquirieron una cierta autonomía. Sin embargo, las luchas balcánicas de los siglos XVIII y XIX de algunos pueblos contra los turcos, alentadas por Rusia y Occidente, y su propio anhelo de independencia, les convirtieron en sospechosos a los ojos de los turcos.

A finales del siglo XIX pero sobre todo a principios del XX, el pueblo armenio fue objeto de un auténtico genocidio, con casi 1,5 millones de muertos y cientos de miles de deportados, al Líbano, Europa, Estados Unidos y Sudamérica.

Iglesia católica armenia

Aunque desde la época de las Cruzadas ya existían comunidades armenias católicas que mantenían lazos con Roma, no fue sino hasta 1742 cuando el papa Benedicto XIV constituyó el Patriarcado de Cilicia de los armenios, cuyos patriarcas llevan desde entonces el nombre de Pedro (Bedrós) junto a su propio nombre.

Los armenios católicos son, actualmente, alrededor de 270.000. También ellos se vieron afectados por el genocidio: según el experto Pier Giorgio Gianazza murieron 7 obispos, 130 sacerdotes y cerca de 100.000 fieles. Actualmente, están presentes en todo Oriente Medio, en Francia, Estados Unidos y Argentina, principalmente.

El cabeza actual de la Iglesia católica armenia es el Patriarca Nérses Bedrós XIX Tarmouni, y tiene su sede en Beirut.

El rito se celebra en armenio. Las iglesias armenias suelen tener muy pocos iconos, y tienen una cortina que divide al sacerdote y al altar del resto de la gente durante partes de la liturgia, en relación con el ritual sacerdotal judío.

Celebran con panes ácimos y hay elevación del Cuerpo de Cristo durante la consagración, cosa que no sucede con otros ritos orientales. Estos y otros elementos similares al rito romano extraordinario son, según el experto Juan Nadal Cañellas, de clara influencia latina.

Según Gianazza, la Iglesia católica armenia ha tenido un papel importante en el diálogo ecuménico entre los armenios ortodoxos y Roma. Desde la época de Pablo VI se han firmado varias declaraciones conjuntas con los respectivos Patriarcas. La última tuvo lugar entre Juan Pablo II y Aram I en 1997.

En 1991, Juan Pablo II beatificó a uno de los obispos católicos armenios, Ignacio Maloyán, fusilado junto con varios centenares de fieles por negarse a convertirse al Islam, durante el genocidio de 1915.

[Por Inma Álvarez]

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Testimonio


Canadá tendrá un nuevo santo este domingo
Se trata del hermano Andrè Bessette, de la congregación de la Santa Cruz en Montreal
ROMA, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Cuando el pequeño Andrè Bessette nació (1845-1937)  tenía tantas complicaciones de salud que sus padres lo hicieron bautizar inmediatamente por temor a que muriera pronto. Sin embargo, fue llamado a la Casa del Padre a los 91 años.

Benedicto XVI canonizará el próximo domingo a este hermano de la congregación de la Santa Cruz de Montreal.

Para conocer más sobre su vida, ZENIT entrevistó a Mario Lachapelle, CSC, vicepostulador de la causa de canonización.

-¿Cómo fue la infancia de Andè Bessette?

P. Mario Lachapelle CSC: Se pueden distinguir tres etapas importantes en el desarrollo de la vida de fe del hermano André.

En la etapa de su juventud (1845-1870), experimentó grandes pruebas: una salud frágil y la falta de educación, la pérdida de sus dos padres a una edad temprana y el exilio a un país extranjero para encontrar trabajo.

Este periodo permitió al hermano consolidar fuertemente su relación con Dios. En lugar de alejarle de Dios, los acontecimientos desgraciados de la vida le aproximaron a Él.

Después está el periodo que se extiende de 1870 (su entrada en la Congregación de Santa-Cruz como hermano religioso) a 1904 (la construcción de la capilla original dedicada a san José en el Mont-Royal).

-¿Cómo era su relación con Dios antes de entrar a la congregación de la Santa Cruz?

P. Mario Lachapelle: Fue en el regazo de su madre donde aprendió sus primeras oraciones y a amar a Dios.

La pérdida de su padre a los 9 años y la de su madre a los 12 años le afectaron profundamente. María y José se convertirán entonces en sus padres adoptivos. Ellos le guiarán hacia Dios.

La oración y frecuentar los sacramentos ocupan una gran parte de su vida. Conoce la confianza en Dios a pesar de duras pruebas. «La oración -dirá más tarde a uno de sus amigos- es mi mejor arma».

-¿Cuál fue su misión en esta congregación?

P. Mario Lachapelle CSC: Muchos encargos se le confían entonces al joven religioso a pesar de su mala salud. Se le nombra, entre otras cosas, portero del Collège Notre-Dame de la Côte-des-Neiges de Montreal, en Canadá.

Allí acoge a visitantes y familiares. El otro se convierte entonces en una realidad importante para el hermano André; se abre al prójimo como ha sabido abrirse antes a Dios.

Así, escapa a la reclusión de una relación exclusiva con Dios a la que las pruebas de la vida habrían podido conducirle.

Se da cuenta de que no se puede amar verdaderamente a Dios sin amar al prójimo ni amar a los demás sin reconocer la presencia de Dios en ellos.

-¿Como fue su servicio como portero en el Notre Dame College?

P. Mario Lachapelle: Sin duda fue poco a poco como el hermano André descubrió su vocación a servir y a hacer amar al Señor.

Su función de portero en el Collège Notre-Dame de la Côte-des-Neiges en Montréal debió ayudarle en ese sentido porque recibió a muchos familiares y visitantes.

Él se informaba discretamente del estado de salud de los miembros de la familia de cada uno y de sus asuntos. A menudo aprovechaba la oportunidad para dar un buen consejo y para animar a todos y cada uno a confiar en el Señor.

La acogida, la compasión, la apertura al otro se convierten en los signos característicos de su persona. Su reputación de taumaturgo empieza también a extenderse más allá de los muros del colegio.

-¿Cómo decide construir un monasterio dedicado a San José?

P. Mario Lachapelle CSC: Finalmente, de 1904 a su muerte el 6 de enero de 1937, empieza su ministerio público. A los 60 años, una edad en la que se piensa a menudo en la jubilación, hizo construir el santuario más grande de los dedicados a san José.

El hermano Andrè no es sólo el constructor de un edificio de piedras, sino de una comunidad cristiana viva.

Se convierte en un punto de unión destacable. Más de un millón de personas irá a rendirle homenaje a sus funerales a pesar de un tiempo invernal de los más difíciles y todavía hoy, más de dos millones

-¿Cuál fue el milagro para su canonización?

Mario Lachapelle: Un niño de 9 años sufrió un accidente de carretera que le causó un grave traumatismo craneal y le sumió en un coma irreversible que parecía conducirle a la muerte.

La oraciones de las personas más cercanas a él y la intercesión del hermano Andrè le llevaron al estado consciente y le devolvieron la salud, y varios expertos en medicina lo han considerado científicamente inexplicable. Esto sucedió en 1999.

-Como vicepostulador de su causa, díganos ¿Cuáles eran sus principales virtudes?

Mario Lachapelle: Sin duda la compasión, la acogida de los más pobres y la confianza en Dios. A él le gustaba decir que « Dios, con los pinceles más pequeños hace los cuadros más bellos ».

Esto significa que todos tienen valor a los ojos de Dios y nadie debería ser excluido de su amor o hallarse indigno de Él.

En un momento en que demasiado a menudo sus contemporáneos tenían una imagen de un Dios lejano y justiciero, a él le gustaba decir que Dios está muy cerca de cada uno de nosotros y que no debería olvidarse hablar de su misericordia.

También supo muy pronto rodearse de laicos y darles confianza. Su acogida incondicional del otro le condujo a un ecumenismo vanguardista.

Una de las mayores cualidades del hermano Andrè residía seguramente en su gran habilidad para hablar sencillamente, y con palabras cotidianas, de la grandeza y del amor de Dios.

Él sabía hablar al corazón de la gente. Cuando iban a visitarle a su oficina de acogida, no salían todos curados pero sí transformados.

-¿Qué significa su canonización para Canadá?

P. Mario Lachapelle: En una época difícil para la Iglesia canadiense, los fieles de toda Canadá se alegran de constatar que Dios está entre ellos y que manifiesta signos inequívocos de su presencia.

El reconocimiento oficial que realiza ahora la Iglesia universal de la santidad de un humilde fraile canadiense da a todos y a cada uno una razón para perseverar más que nunca en su fe.

En los últimos años, más de diez millones de peregrinos que han venido al Oratorio San José de Mont-Royal han mostrado por escrito su deseo de que la Iglesia reconozca cuanto antes la santidad del humilde amigo de los pobres y los afligidos. Es un nuevo aliento de esperanza para la Iglesia canadiense.



 


 

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Informe Especial


La Iglesia patriarcal y la Santa Sede según el Vaticano II (II)
Para conocer mejor las iglesias orientales


 

Por Hani Bakhoum Kiroulos

ROMA, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Durante la celebración de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Tierra Santa, seguimos ofreciendo a nuestros lectores un nuevo artículo de fondo para contribuir a un mejor conocimiento de las iglesias de Oriente, sus ritos, su liturgia y su vida eclesial. Escrito por el padre Hani Bakhoum Kiroulos, doctor en derecho canónico, fue publicado originalmente por la edición de ZENIT en árabe.

* * * * *

El Decreto conciliar Orientalium Ecclesiarum fue elaborado para responder a las diversas dificultades y críticas surgidas con la promulgación de la precedente codificación canónica de Pío XII [1].

Éste contiene treinta párrafos. En estos párrafos, como afirma el padre Brogi: “se enuncian principios y se contienen normas” [2].

Entre los principios, se observa la gran estima que la Iglesia católica tiene hacia “los ritos litúrgicos, las tradiciones eclesiásticas y la disciplina de la vida cristiana de las Iglesias orientales” [3].

Semejante estima deriva del hecho de que en las Iglesias orientales “resplandece la Tradición, que deriva de los Apóstoles a través de los Padres, que constituye parte del patrimonio divinamente revelado e indiviso de la Iglesia Universal” [4].

Iglesias particulares o Ritos

El párrafo 2 afirma que, la variedad de las tradiciones no daña al principio de la unidad de la Iglesia. Las diversas tradiciones están vinculadas por la unidad de la fe, de los sacramentos, y del gobierno, y manifiestan la misma unidad de la Iglesia.

Respecto a la dignidad de los ritos, el Decreto afirma que todas las iglesias particulares tanto de Oriente como de Occidente gozan de la misma dignidad y que de la misma forma son confiadas al gobierno del Romano Pontífice [5]. Es decir, las Iglesias de Oriente no son las únicas iglesias llamadas “particulares”, sino que de la misma forma, también la Iglesia latina es una Iglesia particular [6]. Y que todas las Iglesias, aunque sean distintas entre sí por su rito, son igualmente confiadas al cuidado del Romano Pontífice.

- El patrimonio de las Iglesias orientales

El Concilio no solo “rodea de merecida estima y de justa alabanza” [7] el patrimonio eclesiástico y espiritual de las Iglesias de Oriente, sino que “lo considera firmemente como patrimonio de toda la Iglesia. Declara por tanto solemnemente que las Iglesias de Oriente, como también de Occidente, tienen el derecho y el deber de regirse según sus propias disciplinas particulares” [8]. Este derecho y deber encontrarán su aplicación en los Códigos respectivamente propuestos a las Iglesias orientales y a la Iglesia latina [9].

El Concilio, con esta declaración, subraya la autonomía de las Iglesias orientales. Es una autonomía relativa y está sujeta a la autoridad suprema de la Iglesia [10].

- Los Patriarcas orientales

Para el Concilio, con el término “Patriarca oriental”, se entiende un obispo, a quien compete la jurisdicción sobre todos los obispos, incluyendo los metropolitanos, el clero y el pueblo del propio territorio o rito, según la norma del derecho y quedando salvo el primado del Romano Pontífice.

La definición del término “Patriarca oriental” en el Decreto es innovadora respecto a la definición dada antes en el Cleri Sanctitate can. 216 § 2.1. El cambio y las modificaciones respecto a la figura del Patriarca, efectuada en el Decreto, marcan un sensible progreso respecto al Cleri Sanctitati.

En el caso en que “se constituye un jerarca de cualquier rito fuera de los confines del territorio patriarcal, según la norma del derecho, éste queda agregado a la jerarquía del patriarcado del mismo rito” [11].

El Concilio concede al Patriarca volver a obtener su responsabilidad plena hacia sus fieles que se encuentran fuera de los confines de su territorio, y de extender su autoridad sobre sus jerarcas, allí donde se encuentren. Y ya no, como afirmaba el can. 240 del Cleri Sanctitate, que la autoridad del Patriarca es válida solamente dentro de los límites de su territorio.

La Congregación para las Iglesias Orientales publicó una declaración [12] respecto a los obispos constituidos fuera de los confines del territorio patriarcal, en la que se afirma que pueden participar con voto deliberativo en el sínodo patriarcal de su propia iglesia. Además, en el caso de sede patriarcal vacante o impedida, el Administrador Patriarcal tiene el deber de convocar al sínodo a todos los obispos de su propia Iglesia, también aquellos que fueron constituidos fuera del territorio.

El párrafo 9 es de mayor importancia respecto a la figura del Patriarca oriental. En la primera parte del párrafo, el Concilio expresa el deseo y la voluntad de restaurar los derechos y los privilegios a los Patriarcas orientales [13]. En la segunda parte del mismo párrafo se menciona que:

“Los patriarcas con sus sínodos constituyen la instancia superior para cualquier práctica del patriarcado, sin excluir el derecho de constituir nuevas eparquías y de nombrar obispos de su rito dentro de los límites del territorio patriarcal, quedando salvo el inalienable derecho del Romano Pontífice de intervenir en cada caso” [14].

El Concilio realizó un inmediato vuelco de la normativa entonces vigente, restauró una gran independencia para los Patriarcas y para sus sínodos respecto al nombramiento de los obispos de su propia Iglesia.

Esta independencia no quita nada a la Potestad del Romano Pontífice hacia las Iglesias patriarcales orientales católicas. El Romano Pontífice, con su potestad, puede intervenir en los asuntos eclesiásticos, cada vez que lo considera necesario.

- Los Sacramentos y las relaciones con los hermanos de las Iglesias separadas.

En la tercera parte del Decreto se regula la administración de los Sacramentos. El Concilio, en el párrafo 12, manifiesta su gran respeto y estima por la antigua disciplina de los sacramentos vigentes, hacia las Iglesias orientales.

En el párrafo 19 se reserva a la Santa Sede o al Concilio Ecuménico el derecho de transferir o de suprimir los días festivos comunes a todas las Iglesias.

Toca al Patriarca con su sínodo regular el uso de las lenguas en las sagradas funciones litúrgicas, y de aprobar las versiones de los textos, después de haber informado a la Sede Apostólica.

En la quinta parte se tratan las relaciones con los hermanos de las Iglesias separadas y la communicatio in sacris. Estas relaciones fueron establecidas por el Directorio Ecuménico y por el Código latino.

En la conclusión del Decreto, el Concilio invita a todos los cristianos a elevar oraciones fervientes y asiduas por la unidad de la Iglesia.


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1) Cfr. J. CHIRAMEL, The Patriarchal Churches in The Oriental Canon Law, 150.

2) M. BROGI, Codificazione del Diritto Comune nelle Chiese Orientali Cattoliche, 16.

3) OE 1.

4) Idem.

5) Cfr. OE 3.

6) N. EDELBY – I. DICK, Les Eglises Orientales Catholiques (Décret Orientalium Ecclesiarum), 157.

7) OE 5

8) Idem.

9) Cfr. E. EID, Authority and Autonomy; en Atti del Congresso Internazionale: Incontro fra Canoni d’Oriente e d’Occidente (Bari 1991), 427.

10) Cfr. Nuntia, 28 (1989), 19.

11) OE 7.

12) Sacra Congregatio Pro Ecclesiis Orientalibus, Decleratio, in AAS, 62 (1970), 179.

13) Cfr. J. CHIRAMEL, The Patriarchal Churches in The Oriental Canon Law, 166- 172.

14) OE 9.


[Traducción de la versión italiana por Inma Álvarez]

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Audiencia del miércoles


Benedicto XVI: Beata Angela de Foligno, de la penitencia al amor
Hoy en la audiencia general
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la audiencia general, en la Plaza de San Pedro, ante miles de peregrinos procedentes de todo el mundo.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

hoy quisiera hablaros de la beata Angela de Foligno, una gran mística medieval que vivió en el siglo XIII. Normalmente, uno se fascina por los momentos álgidos de experiencia de unión con Dios que ella alcanzó, pero se tienen quizás demasiado poco en cuenta sus primeros pasos, su conversión, y el largo camino que la condujo desde el punto de partida, el “gran temor del infierno”, hasta su meta, la unión total con la Trinidad. La primera parte de la vida de Angela no es ciertamente la de una ferviente discípula del Señor. Nacida hacia 1248 en una familia pudiente, quedó huérfana de padre y fue educada por su madre de forma más bien superficial. Fue introducida muy pronto en los ambientes mundanos de la ciudad de Foligno, donde conoció a un hombre, con el que se casó a los veinte años y del que tuvo hijos. Su vida era despreocupada, hasta el punto de que se permitía burlarse de los llamados “penitentes” – muy difundidos en aquella época – es decir, de aquellos que para seguir a Cristo vendían sus bienes y vivían en la oración, en el ayuno, en el servicio a la Iglesia y en la caridad.

Algunos acontecimientos, como el violento terremoto de 1279, un huracán, la larga guerra contra Perusa y sus duras consecuencias incidieron en la vida de Angela, la cual progresivamente fue tomando conciencia de sus pecados, hasta un paso decisivo: invoca a san Francisco, que se le aparece en una visión, para pedirle consejo de cara a hacer una buena Confesión general: estamos en 1285, Angela se confiesa con un fraile en San Feliciano. Tres años después, el camino de la conversión conoce otro giro: la disolución de los vínculos afectivos, pues en pocos meses, a la muerte de su madre siguieron la de su marido y la de todos sus hijos. Entonces vendió sus bienes y en 1291 entró en la orden terciaria de san Francisco. Murió en Foligno el 4 de enero de 1309.

El Libro della beata Angela da Foligno, en el que está recogida la documentación sobre nuestra Beata, narra esta conversión; indica los medios que le fueron necesarios: la penitencia, la humildad y las tribulaciones; y narra sus pasos, la sucesión de las experiencias de Angela, comenzadas en 1285. Recordándolas, tras haberlas vivido, ella intentó contarlas a través de su fraile confesor, el cual las transcribió fielmente, intentando después organizarlas en etapas, que llamó “pasos o mutaciones”, pero sin conseguir ordenarlas plenamente (cfr Il Libro della beata Angela da Foligno, Cinisello Balsamo 1990, p. 51). Esto debido a que la experiencia de unión para la beata Angela supone una implicación total de los sentidos espirituales y corporales, y de lo que ella “comprende” durante sus éxtasis queda, por así decirlo, solo una “sombra” en su mente. “Escuché verdaderamente estas palabras – confiesa ella después de un rapto místico – pero lo que vi y comprendí, y que él [o sea, Dios] me mostró, de ninguna forma dé o puedo decirlo, aunque revelaría de buen grado lo que comprendí con las palabras que oí, pero hubo un abismo absolutamente inefable”. Angela de Foligno presenta su "vivencia" mística, sin elaborarla con la mente, porque son iluminaciones divinas que se comunican a su alma de forma imprevista e inesperada. Al mismo fraile confesor le cuesta recoger estos eventos, “también a causa de su gran y admirable reserva respecto a sus dones divinos” (Ibid., p. 194). A la dificultad para expresar su experiencia mística se añade también la dificultad para sus oyentes de comprenderla. Una situación que indica con claridad cómo el único y verdadero Maestro, Jesús, vive en el corazón de todo creyente y desea tomar totalmente posesión de él. Así en Angela, que escribía a un hijo espiritual suyo: "Hijo mío, si vieras mi corazón, estarías absolutamente obligado a hacer todo lo que Dios quiere, porque mi corazón es el de Dios y el corazón de Dios es el mío”. Resuenan aquí las palabras de san Pablo: “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo que vive en mi" (Gal 2,20).

Consideremos entonces sólo algún "paso" del rico camino espiritual de nuestra Beata. El primero, en realidad, es una premisa: "Fue el conocimiento del pecado, – como ella precisa – a continuación del cual el alma tuvo un gran temor de condenarse; en este pasaje lloró amargamente" (Il Libro della beata Angela da Foligno, p. 39). Este “temor” del infierno responde al tipo de fe que Angela tenía en el momento de su "conversión"; una fe aún pobre de caridad, es decir, del amor de Dios. Arrepentimiento, miedo del infierno y penitencia abren a Angela la perspectiva de la dolorosa "vía de la cruz" que, desde el octavo al decimoquinto paso, la llevará después a la “vía del amor”. Cuenta el fraile confesor: “La fiel entonces me dijo: He tenido esta revelación divina: 'Tras las cosas que habéis escrito, haz escribir que quien quiera conservar la gracia no debe quitar los ojos del alma de la Cruz, tanto en la alegría como en la tristeza que le concedo o permito'" (Ibid., p. 143). Pero en esta fase Angela aún "no siente amor"; ella afirma: "El alma siente vergüenza y amargura y no experimenta aún el amor, sino el dolor” (Ibid., p. 39), y está insatisfecha.

Angela siente el deber de tener que darle algo a Dios para reparar sus pecados, pero lentamente comprende que no tiene nada que darle, al contrario, de “ser nada” ante Él; comprende que no será su voluntad la que le dé el amor de Dios, porque ésta sólo puede darle su “nada”, el “no amor”. Como ella dirá: solo "el amor verdadero y puro, que viene de Dios, está en el alma y hace que ésta reconozca sus propios defectos y la bondad divina […] Este amor lleva el alma a Cristo y ella comprende con seguridad que no se puede verificar ni haber engaño alguno. Junto a este amor no se puede mezclar algo de lo del mundo" (Ibid., p. 124-125). Abrirse sola y totalmente al amor de Dios, que tiene la máxima expresión en Cristo: "Oh Dios mío – reza – hazme digna de conocer el altísimo misterio, que tu ardentísimo e inefable amor realizó, junto al amor de la Trinidad, es decir, el altísimo misterio de tu santísima encarnación por nosotros. […]. ¡Oh amor incomprensible! Más allá de este amor, que hizo que mi Dios se hiciese hombre para hacerme Dios, no hay amor más grande" (Ibid., p. 295). Con todo, el corazón de Angela lleva siempre las heridas del pecado; incluso después de una confesión bien hecha, ella se encontraba perdonada y aún con el corazón roto por el pecado, libre y condicionada por el pasado, absuelta pero necesitada de penitencia. Y también la acompaña el pensamiento del infierno, porque cuanto más progresa el alma en la vía de la perfección cristiana, tanto más se convencerá no sólo de ser “indigna”, sino de merecer el infierno.

Y he aquí que, en su camino místico, Angela comprende de modo profundo la realidad central: lo que la salvará de su “indignidad” y de “merecer el infierno” no será su “unión con Dios” y su poseer la “verdad”, sino Jesús crucificado, “su crucifixión por mí”, su amor. En el octavo paso, ella dice: "Sin embargo, aún no comprendía si era más grande mi liberación de los pecados y del infierno y la conversión y la penitencia, o más bien su crucifixión por mí" (Ibid., p. 41). Es el inestable equilibrio entre amor y dolor, advertido en todo su difícil camino hacia la perfección. Precisamente contempla con preferencia a Cristo crucificado, porque en esta visión ve realizado el equilibrio perfecto: en la cruz está el hombre-Dios, en un supremo acto de sufrimiento que es un acto supremo de amor. En la tercera Instrucción, la Beata insiste en esta contemplación y afirma: "Cuanto más perfecta y puramente vemos, tanto más perfecta y puramente amamos. […] Por ello, cuanto más vemos al Dios y hombre Jesucristo, tanto más somos transformados en él a través del amor. […] Lo que he dicho del amor […] lo digo también del dolor: el alma cuanto más contempla el inefable dolor del Dios y hombre Jesucristo, tanto más se duele y es transformada en dolor” (Ibid., p. 190-191). Ensimismarse, transformarse en el amor y en los sufrimientos del Cristo crucificado, identificarse con Él. La conversión de Angela, iniciada con esa confesión de 1285, llegará a la madurez sólo cuando el perdón de Dios aparezca a su alma como el don gratuito de amor del Padre, fuente de amor: "No hay nadie que puede dar excusas – afirma ella – porque cualquiera puede amar a Dios, y el no pide otra cosa al alma sino que le ame, porque él la ama y de su amor" (Ibid., p. 76).

En el itinerario espiritual de Angela el paso de la conversión a la experiencia mística, de lo que se puede expresar a lo inexpresable, tiene lugar a través del Crucificado. Es el "Dios-hombre de la pasión", que se convierte en su "maestro de perfección". Toda su experiencia mística es, por tanto, tender a una perfecta “semejanza” con Él, mediante purificaciones y transformaciones cada vez más profundas y radicales. En esta estupenda empresa Angela se implica totalmente, alma y cuerpo, sin ahorrarse penitencias y tribulaciones desde el principio al final, deseando morir con todos los dolores sufridos por el Dios-hombre crucificado para ser transformada totalmente en Él: "Oh hijos de Dios – recomendaba ella –, transformaos totalmente en el Dios-hombre de la pasión, que tanto os amó hasta dignarse morir por vosotros de muerte ignominiosísima y del todo inefablemente dolorosa y de un modo penosísimo y amarguísimo. ¡Esto solo por amor tuyo, oh hombre!" (Ibid., p. 247). Esta identificación significa también vivir lo que Jesús vivió: pobreza, desprecio, dolor, porque – como ella afirma – "a través de la pobreza temporal el alma encontrará riquezas eternas; a través del desprecio y la vergüenza obtendrá honor y grandísima gloria; a través de una poca penitencia, hecha con pena y dolor, poseerá con infinita dulzura y consolación el Bien Sumo, Dios eterno" (Ibid., p. 293).

De la conversión a la unión mística con el Cristo crucificado, a lo inexpresable. Un camino altísimo, cuyo secreto es la oración constante: "Cuanto más reces – afirma ella – tanto más serás iluminado; cuanto más seas iluminado, tanto más profunda e intensamente verás al Sumo Bien, al Ser sumamente bueno; cuanto más profunda e intensamente lo veas, tanto más lo amarás; cuanto más lo ames, tanto más te deleitará; y cuanto más te deleite, tanto más lo comprenderás y serás capaz de comprenderlo. Sucesivamente llegarás a la plenitud de la luz, porque comprenderás que no puedes comprender" (Ibid., p. 184).

Queridos hermanos y hermanas, la vida de la Beata Angela comienza con una existencia mundana, bastante alejada de Dios. Pero después se encontró con la figura de san Francisco y, finalmente, el encuentro con el Cristo Crucificado despierta el alma a la presencia de Dios, por el hecho de que sólo con Dios la vida llega a ser verdadera vida, porque llega a ser, en el dolor por el pecado, amor y alegría. Y así nos habla a nosotros hoy la Beata Angela. Hoy estamos todos en peligro de vivir como si Dios no existiera: parece muy alejado de la vida actual. Pero Dios tiene mil maneras, para cada uno la suya, de hacerse presente en el alma, de mostrar que existe y que me conoce y ama. Y la Beata Angela quiere hacernos atentos a estos signos con los cuales el Señor nos toca el alma, atentos a la presencia de Dios, para aprender así el camino con Dios y hacia Dios, en la comunión con Cristo Crucificado. Oremos al Señor para que nos haga atentos a los signos de su presencia, que nos enseñe a vivir realmente. Gracias.

[En español dijo]

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a las Hermanas de la Compañía de la Cruz; a los miembros de la Hermandad de Nuestra Señora de la Estrella, de Sevilla; a los representantes de la Cofradía de Investigadores de Toledo, acompañados por el Señor Cardenal Antonio Cañizares Llovera; a los fieles de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, con su Arzobispo, Monseñor Ramón Benito de la Rosa Carpio, así como a los demás grupos procedentes de España, México, Honduras, Argentina y otros países latinoamericanos. Que la Beata Ángela de Foligno nos ayude a comprender que la verdadera felicidad consiste en la amistad con Cristo, crucificado por amor nuestro. A su divina bondad sigo encomendando con esperanza a los mineros de la región de Atacama, en Chile.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Mensaje a nuestros lectores


Intervenciones ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio
Cuarta y quinta congregación general
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- En la sección de documentos de la página web de ZENIT es posible leer las intervenciones ante la cuarta y quinta congregación general del Sínodo de los Obispos de Oriente Medio que tuvieron lugar en la tarde de este martes y en la mañana del miércoles.

Intervenciones de la Quinta Congregación General del Sínodo
Miércoles 13 de octubre por la mañana [13-10-2010]

Intervención de un rabino ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio
David Rosen, consejero del Gran Rabinado de Israel [13-10-2010]

Intervenciones de la cuarta Congregación General del Sínodo
Martes 12 de octubre por la tarde [13-10-2010]

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Documentación


Intervención de un rabino ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio
David Rosen, consejero del Gran Rabinado de Israel

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).-  Publicamos la intervención íntegra del rabino David Rosen, consejero del Gran Rabinado de Israel, director del Departamento para los Asuntos Interreligiosos del Comité Judío Estadounidense.

 


 

* * *


Hoy la relación entre la Iglesia católica y el pueblo judío vive una bendita transformación de nuestros tiempos, que posiblemente no tiene comparación histórica.


En sus palabras en la gran sinagoga de Roma el pasado mes de enero, el Papa Benedicto XVI, se refirió a las enseñanzas del Concilio Ecuménico Vaticano II como "un punto firme al que referirse constantemente en la actitud y las relaciones con el pueblo judío, marcando una etapa nueva y significativa".

 

Naturalmente, esta transformación significativa del modo en que el pueblo judío es visto y presentado aún tiene que enfrentarse con la influencia no sólo de siglos, sino de milenios, de la "práctica del desprecio" hacia los judíos y el judaísmo que, obviamente, no se elimina de la noche a la mañana, ni siquiera en cuarenta años. Inevitablemente, el impacto de esta transformación en las relaciones católico-judías varía, de manera considerable, de un contexto a otro, dependiendo de factores sociológicos, educativos e incluso políticos. Posiblemente la interiorización más significativa ha tenido lugar en los Estados Unidos de América, donde judíos y cristianos viven en una sociedad abierta, uno al lado del otro, como vibrantes minorías seguras de sí mismas y comprometidas cívicamente. Como resultado, las relaciones han avanzado hasta llegar a un único punto de cooperación e intercambio entre las comunidades y sus instituciones educativas. Hoy los Estados Unidos se vanaglorian, literalmente, de contar con docenas de instituciones académicas de estudios y relaciones católico-judías, mientras en el resto del mundo si hay tres ya es mucho.

 

De hecho, hay una percepción difundida entre las comunidades judías en los Estados Unidos de la Iglesia católica como una verdadera amiga, con profundos valores e intereses en común. Es mi privilegio liderar la delegación internacional e interreligiosa del Comité Judío Estadounidense, que ha sido y sigue siendo la organización judía que ha liderado esta notable e histórica transformación.

 

Sin embargo, hay muchos países donde dichos factores sociales y demográficos no están presentes. En la mayoría de países donde el catolicismo es la fuerza social predominante, las comunidades judías son pequeñas, si es que están presentes, y las relaciones entre la Iglesia y el judaísmo a menudo pasan desapercibidas. Confieso que me ha sorprendido encontrarme con clero católico, y a veces incluso la jerarquía de algunos países, ignorante no sólo sobre el judaísmo contemporáneo sino también sobre Nostra Aetate, los documentos del Vaticano que surgieron de aquí y, por lo tanto, las relevantes enseñanzas del Magisterio sobre los judíos y el judaísmo.

 

Como he mencionado, la experiencia judía en Estados Unidos ha hecho mucho para paliar las impresiones negativas del trágico pasado; pero todavía hay una ignorancia generalizada sobre los cristianos en el mundo Judío, especialmente donde hay poco o ningún contacto con los cristianos modernos.

 

En el único estado del mundo donde los judíos son mayoría, el Estado de Israel, este problema se acentúa a causa del contexto político y sociológico. En Oriente Medio, como en otros lugares del mundo, las comunidades tienden a vivir en sus propios entornos lingüísticos, culturales y confesionales, e Israel no es la excepción. Más aún, los árabes cristianos en Israel son una minoría dentro de una minoría - aproximadamente 120.000 dentro de una población árabe de casi un millón y medio que son, prevalentemente, musulmanes y que constituyen casi el veinte por ciento de la población israelí en su totalidad (siete millones y medio aproximadamente).

 

Es cierto que los cristianos árabe-israelíes son una minoría religiosa exitosa en muchos aspectos. Sus estándares económicos y educativos son más altos que los de la media, sus escuelas reciben las calificaciones más altas en los exámenes de fin de año - muchos estudiantes se han destacado en la política y han podido gozar de los beneficios de un sistema democrático del que son parte integrante. Sin embargo, la vida cotidiana de la vasta mayoría de árabes y judíos tiene lugar en sus respectivos contextos. Como resultado, la mayoría de judíos israelíes no se encuentran con los cristianos contemporáneos. Por consiguiente, hasta hace poco la sociedad israelí, en su gran mayoría, no era consciente de los profundos cambios en las relaciones católico-judías. Sin embargo, esta situación empezó a cambiar de manera significativa en la última década y por razones diferentes, de las cuales dos son dignas de ser mencionadas.

 

La primera de ellas es el impacto que tuvo la visita del anterior Papa, Juan Pablo II, en el año 2000, tras el inicio de las plenas relaciones bilaterales entre Israel y la Santa Sede seis años antes. 

 

Mientras esto último había ya tenido algún efecto en las percepciones en Israel, fue el poder de las imágenes, el significado del cual el Papa Juan Pablo II entendió tan bien, el que reveló claramente a la mayoría de la sociedad israelí la transformación que había tenido lugar en las actitudes y enseñanzas cristianas hacia el pueblo judío, con el que el Papa en persona mantuvo y buscó amistad mutua y respeto. Para los israelíes ver al Papa en el Muro de las Lamentaciones, resto del Segundo Templo, de pie en signo de respeto hacia la tradición judía, introduciendo en él el texto que había escrito para la liturgia del perdón que se había celebrado dos semanas antes aquí, en San Pedro, pidiendo el perdón divino por los pecados cometidos contra los judíos a lo largo de los tiempos, fue sorprendente y conmovedor al mismo tiempo. Los judíos de Israel aún tienen un largo camino por recorrer para sobreponerse al pasado negativo, pero no hay duda que desde dicha visita histórica las actitudes han cambiado. Además, ella condujo a una nueva y extraordinaria posibilidad de diálogo, entendimiento y colaboración, bajo la forma de comisión bilateral del Gran Rabinato de Israel y la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, creada por iniciativa de Juan Pablo II y elogiada repetidamente por el Papa Benedicto XVI durante su peregrinaje a Tierra Santa al año pasado, y en sus palabras en la Gran Sinagoga de aquí de Roma a principios de este año.

 

Otro factor mayor es la influencia de otros cristianos que han duplicado la composición demográfica de la Cristiandad en Israel. 

 

Me refiero, antes que nada, a los casi cincuenta mil cristianos practicantes que han emigrado a Israel en las dos últimas décadas, provenientes de la Unión Soviética. Al estar íntimamente en contacto con la sociedad judía a través de lazos familiares y culturales, ellos posiblemente representen la primera minoría cristiana que se considera a sí misma como parte integrante de la mayoría judía, desde la primera comunidad cristiana.

 

Estos cristianos, así como las comunidades árabe-cristianas, son ciudadanos israelíes que gozan del pleno derecho al sufragio e de igualdad ante la ley. Sin embargo, hay una tercera población cristiana significativa en Israel, cuyas condiciones legales a veces son problemáticas.

 

Se trata de miles de cristianos practicantes, casi un cuarto de millón de trabajadores emigrantes - de Filipinas, Este de Europa, América Latina y África subsahariana. Muchos de ellos están ilegal y temporalmente en el país y su situación es precaria, legalmente hablando.

 

Sin embargo, la importante presencia cristiana en esta población, mantiene una vida religiosa llena de vitalidad y constituye una tercera dimensión significativa respecto a la realidad cristiana en Israel hoy. Estos factores han contribuido, entre otros, a que en Israel haya una mayor familiaridad con la cristiandad contemporánea. Además, mientras se calculan casi doscientas organizaciones israelíes que promueven el entendimiento y cooperación árabe-judía a nivel general, hay también, literalmente, docenas de organismos promoviendo encuentros, el diálogo y estudios interreligiosos, y la presencia cristiana en éstos es realmente significativa. Esto es obviamente debido a la presencia de instituciones cristianas y su clero, expertos, representantes internacionales de las Iglesias, etc., que contribuyen de manera desproporcionada respecto a su numero, especialmente en el campo de la erudición. Más aún, el hecho de que en el Estado de Israel cristianos, como musulmanes, sean minorías que necesitan ser aceptadas y entendidas por la mayoría judía, sirve también como empuje para lograr un compromiso interreligioso (contrariamente a lo que pasa en otros lugares, donde se da el caso opuesto). 

 

Los cristianos en Israel están obviamente en una situación muy diferente a la de sus comunidades hermanas en Tierra Santa, que son parte integrante de la sociedad palestina, luchando por su independencia y que se encuentran diaria e inevitablemente en medio del conflicto árabe israelí. De hecho, la ubicación de algunas de estas comunidades en la frontera entre las jurisdicciones israelí y palestina hace que ellos deban soportar lo peor de las medidas de seguridad, con las que el Estado judío se ve obligado a proteger a sus propios ciudadanos contra la violencia continua dentro de los territorios palestinos. Es justo y adecuado que los cristianos palestinos puedan expresar sus dolores y esperanzas con respecto a la situación. Sin embargo, es lamentable que dichas expresiones no siempre estén en consonancia con la letra y el espíritu del Magisterio concerniente a las relaciones con los judíos y con el judaísmo. Esto podría reflejarse en un contexto geográfico más amplio, donde el impacto del conflicto árabe-israelí representa con frecuencia un malestar para muchos cristianos, con el redescubrimiento por parte de la Iglesia de sus raíces judías y, a veces, una preferencia por el prejuicio histórico.

 

Sin embargo, la grave situación de los palestinos en general y de los palestinos cristianos en especial debería ser de gran preocupación para los judíos, tanto de Israel como de la Diáspora.

 

En primer lugar, porque el judaísmo en especial hizo reconocer al mundo entero que cada persona es creada a Imagen Divina; según esto, como enseñan los sabios del Talmud, cualquier acción irrespetuosa hacia una persona es una acción irrespetuosa hacia el Creador. En particular, tenemos una especial responsabilidad hacia los vecinos que sufren. Esta responsabilidad es aún mayor cuando el sufrimiento nace de un conflicto del cual nosotros formamos parte y, ésta es la paradoja, precisamente dónde nosotros tenemos el deber moral y religioso de protegernos y defendernos.

 

Para mí personalmente, como israelí de Jerusalén, la angustiosa situación de Tierra Santa y el sufrimiento de tantas personas en los diferentes lados de la división política, es una fuente de mucho dolor. Me doy perfecta cuenta que se utiliza y se abusa de esta situación para elevar la tensión, llevándola muy por encima del contexto geográfico del conflicto mismo.

 

Sin embargo, doy gracias a Dios por la gran cantidad de organizaciones en nuestra sociedad que trabajan para aliviar todo el sufrimiento posible en este contexto tan difícil.

 

Estoy orgulloso de ser el fundador de una de estas organizaciones, Rabinos por los Derechos Humanos, cuyo director y demás miembros, precisamente como leales ciudadanos de Israel, continúan su lucha para preservar el avance de la dignidad humana de todos, en especial de los más vulnerables. Soy plenamente consciente de las matanzas de nuestro pasado reciente en las calles de nuestras ciudades, y de las actuales amenazas de aquellos que están abiertamente comprometidos con la destrucción y exterminación de Israel. No obstante, debemos luchar con el fin de hacer todo lo que podamos para aliviar la miseria de la situación, en particular la relacionada con las comunidades cristianas en Jerusalén y alrededores.

 

De hecho, en los últimos meses ha habido una notable mejoría, por ejemplo, en las condiciones que afectan el libre movimiento del clero; también hay indicaciones que apuntan a una mayor comprensión hacia las necesidades de la comunidades cristianas locales por parte de las autoridades, a pesar de los desafíos que impone la seguridad. Continuamos abogando por ello, pues creemos que en última instancia esto nos interesa a todos.

 

Desde luego, la responsabilidad de los judíos de asegurar que las comunidades cristianas crezcan en nuestro medio, respetando el hecho de que Tierra Santa es cuna del nacimiento de la cristiandad y de los Santos Lugares, está fortalecida cada vez más gracias a nuestro redescubrimiento fraterno. Sin embargo, más allá de nuestra relación particular, los cristianos como minoría en ambos contextos, judío e islámico, tienen un papel fundamental para el conjunto de nuestras sociedades. La situación de las minorías es siempre un profundo reflejo de la condición social y moral de una sociedad en su totalidad. El bienestar de las comunidades cristianas de Oriente Medio es nada menos que una especie de barómetro de la condición moral de nuestros países. El grado de derechos civiles y religiosos y de libertad del que gozan los cristianos es testigo de la salud o enfermedad de las respectivas sociedades en Oriente Medio.

 

Es más, como acabo de indicar, los cristianos juegan un papel desmesurado en la promoción de la comprensión y colaboración interreligiosa en el país. Desde luego, me atrevería a sugerir que ésta es precisamente la labor cristiana, contribuir a la superación del prejuicio y los malentendidos que aquejan a Tierra Santa y que, desde luego, están reforzados en la región en general. Aunque no es justo esperar que estas pequeñas comunidades cristianas locales sean capaces de cargar solas con esta responsabilidad, quizás tengamos la esperanza que, apoyadas en esto por la Iglesia universal y su autoridad central, ellas sean constructoras de paz bendecidas en la ciudad cuyo nombre significa paz y que es de gran significado para nuestras comunidades. Se han podido observar algunos signos en el papel de los líderes católicos locales con el establecimiento, en años recientes, del Consejo de Instituciones Religiosas de Tierra Santa, que reúne al Jefe del Rabinato de Israel, las Cortes de la Shaaria, el Ministerio de Asuntos Religiosos de la Autoridad Palestina y los líderes oficiales cristianos en Tierra Santa. Este Consejo no sólo facilita la comunicación entre las distintas autoridades religiosas, sino que está también comprometido en la lucha contra los desacuerdos, la intolerancia y la instigación, al tiempo que intenta ser una fuerza para la reconciliación y la paz en modo tal que dos naciones y tres religiones puedan vivir en esta tierra en plena dignidad, libertad y tranquilidad.

 

El Instrumentum laboris de esta Asamblea Especial para Oriente Medio cita al Papa Benedicto XVI en sus declaraciones publicadas en L'Osservatore Romano en su viaje a Tierra Santa como sigue: "Por eso es importante, por una parte, mantener un diálogo bilateral - con los judíos y con el islam - y luego también un diálogo trilateral"(secc. 96). Este año, por primera vez, el Consejo Pontificio para las Relaciones Interreligiosas y la Comisión Pontificia para las Relaciones Religiosas con los Judíos fueron los anfitriones, junto al Comité Judío Internacional para las Consultas Interreligiosas (CJICI) y la Fundación para las Tres Culturas de Sevilla (España), del primer diálogo trilateral. Esto fue una alegría especial para mí, pues esta propuesta se hizo durante mi presidencia del CJICI y deseo fervorosamente que éste sea sólo el inicio de un diálogo trilateral más extenso que venza la sospecha, el prejuicio y los desacuerdos, en modo tal que seamos capaces de poner de relieve las experiencias comunes en la familia de Abraham, por el bien de toda la humanidad.

 

Creo que la antes mencionada comisión bilateral, con el Jefe del Rabinato de Israel y el Consejo de las Instituciones Religiosas de Tierra Santa, puede incluso ofrecer una mayor oportunidad y desafío en lo que concierne a esto.

 

El Instrumentum laboris proporciona también nuevas oportunidades para comprender mejor la naturaleza de las relaciones de los cristianos con los musulmanes y con los judíos. Cito las palabras del Papa Benedicto XVI en Colonia en Agosto de 2005, cuando describe la relación con el Islam como "una necesidad vital, de la cual depende en gran parte nuestro futuro" (secc. 95). Obviamente esto en Oriente Medio es un tópico. Sea que uno entienda el concepto de "dar El Islam" sólo en un contexto geográfico/cultural o en uno teológico, la cuestión crítica del futuro de nuestras respectivas comunidades es si nuestros hermanos musulmanes pueden ver o no la presencia cristiana o judía como una parte plenamente legítima e integral de la región en su totalidad. Verdaderamente, la necesidad de plantear esta cuestión es nada menos que "una necesidad vital, de la cual depende en gran parte nuestro futuro".Y esto nos lleva a la cuestión fundamental que está a la "raíz" del conflicto árabe-israelí. Los que claman que la "ocupación" es la "causa fundamental" del conflicto son, en el mejor de los casos, poco sinceros.

 

Este conflicto tiene lugar desde hace décadas, desde mucho antes de la Guerra de los Seis Días de 1967 como resultado de la cual la Ribera Occidental y Gaza pasaron bajo control israelí. De hecho, la "ocupación"es una consecuencia del conflicto; la verdadera "causa primordial" del mismo es, precisamente, saber si el mundo árabe puede tolerar una soberanía no-árabe en su medio.
Sin embargo, el Intrumentum laboris comentando el Dei Verbum, describe el diálogo de la Iglesia "con sus hermanos mayores" no sólo necesario, sino "esencial" (sec. 87). De hecho, en su visita este año a la gran sinagoga de esta ciudad, el Papa Benedicto XVI citó el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 839): "Escrutando su misterio, la Iglesia, pueblo de Dios de la Nueva Alianza, descubre su propio vínculo profundo con los judíos, elegidos por el Señor los primeros entre todos para acoger su palabra", y añade: "A diferencia de las otras religiones no cristianas, la fe judía ya es una respuesta a la revelación de Dios en la Antigua Alianza".

 

Estas palabras son eco de las palabras del Papa Juan Pablo II quien, en su histórica visita a la misma sede judía de adoración de esta ciudad, en 1986, declaró: "la religión judía no es extrínseca a nosotros, en cierto sentido es intrínseca a nuestra propia religión. Por lo tanto, con el judaísmo tenemos una relación que no tenemos con ninguna otra religión". Además, en su exhortación apostólica del 28 de junio de 2003, él describió "el diálogo y la colaboración con los creyentes de religión judía" como de "importancia fundamental para la conciencia cristiana en sí misma", manteniendo la llamada del Sínodo para "reconocer las raíces comunes existentes entre el cristianismo y el pueblo judío, llamado por Dios a una alianza que sigue siendo irrevocable" (n.56).

 

Como he observado, la realidad política en Oriente Medio no facilita a los cristianos de la región que reconozcan, y aún menos abracen, estas exhortaciones. De todas formas, rezo para que el milagro al que Juan Pablo II se refería como "el florecimiento de una nueva primavera de relaciones mutuas" sea cada vez más evidente, tanto en Oriente Medio como en todo el mundo.

 

A este fin, dediquémonos de manera más devota, a través de la oración y del trabajo, para la paz y la dignidad de todos. Recemos con las palabras del Papa Juan Pablo II en el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén, con las cuales el Papa Benedicto XVI concluyó su presentación en la Gran Sinagoga de Roma: "Derrama tu paz sobre Tierra Santa, sobre Oriente Medio, sobre toda la familia humana; despierta el corazón de todos los que invocan tu nombre, para caminar humildemente por la senda de la justicia y la compasión."

 

Y permítanme, como alguien que viene a ustedes desde la ciudad que es santa y querida por todos nosotros, concluir con las palabras del Salmista: "¡Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida!" (Salmo 128, 5).

[Traducción distribuida por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos]

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