16.10.10

N. Sra. Candelaria de Copacabana

Como es fácil de entender, si el Espíritu Santo sopla donde quiere y a quien le parece ilumina, exactamente podemos decir de la Madre de Dios que, allá donde bien le parece, da sentido a la vida de las personas.

Francisco Tito Yupanqui era miembro de una familia indígena de Bolivia que se había convertido al catolicismo pero que, como es fácil de imaginar, aún se aferraba a ciertas prácticas y creencias aimaras pues el corazón es tardo, en el ser humano, en mudar de fe.

Sin embargo, la Virgen María quería que la fe en ella y, así, en Dios, tomara asiento en aquella nueva tierra incorporada a la fe católica. Por eso una noche se apareció a Tito cuando se encontraba en su cuarto y le produjo tal impresión que supo, desde aquel instante, que su destino era hacer la imagen de aquella Señora.

Y así, con sus modestos conocimientos de escultura, la llevó a cabo. No gustó al párroco, lo que produjo en Yupanqui una gran perturbación espiritual lo que le llevó a pensar que tenía que mejorar su técnica de escultor.

Y con fe se propuso hacer tal cosa. Marchó a Potosí donde aprendió con el escultor Diego Ortiz.

Pero la creación de la imagen no fue nada fácil. Así, el historiador P. Antonio de la Calancha entiende que se debió a un milagro de Dios: “Sus primeros ensayos fueron para los cuerdos materia de irrisión y para los indevotos una materia de burla. El indio sufría los baldones y lloraba por no saber pintar. Dióle el cielo el ánimo, no el saber de aquel arte, sino el impulso que hacia entallador el deseo y su devoción permitía a su pintura hacer el retrato

Y la fe ayudó a su técnica. Varias misas encargó a la Virgen para que la Madre de Dios intercediese y se le concediera el talento que necesitaba para llevar a cabo su obra. Y fue visitando el templo, en Potosí, de Santo Domingo donde encontró el modelo que se asemejaba a la aparición de la que había gozado. Así creó, de sus manos y con su fe, la imagen de Nuestra Señora Candelaria de Copacabana, población donde, a mediados del siglo XVI (1551 o 1552) viniera al mundo.

Cuando volvió a Copacabana, aquellas mismas personas que tanto se habían reído de la primera obra que hiciera le aclamaron al ver la belleza de la imagen que, con fe y esfuerzo, había hecho y que, siglos más tarde, en 1925 (1 de agosto), fuera coronada como Reina de Bolivia.

Por eso, en 2007 se abrió el proceso de beatificación de aquel que supo llevar a sus manos lo que sentía en su corazón y por que pedimos por la misma:

Dios Todopoderoso,
que en tu infinita bondad infundiste
en el devoto de la Madre de tu hijo,
Francisco Tito Yupanqui,
el anhelo de modelar su imagen
y entronizarla en Copacabana,
ensalzándola a la veneración de humildes y poderosos
de esta tierra y del continente
americano.
Te pedimos que glorifiques en esta tierra
a tu siervo Francisco Tito Yupanqui
y que nos concedas la gracia que te pedimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Rezar Padre Nuestro, Ave María y Gloria
”.

Y, por otra parte, como no podemos ni queremos dejar de lado a quién, en realidad, es la protagonista de todo lo aquí escrito y supo encontrar en Tito Yupanqui a la persona adecuada para dar cauce a su Amor, oremos a Nuestra Señora Candelaria de Copacabana:

Querida Madre Nuestra Señora de Copacabana,
tú que nos amas y nos guías todos los días,
tú que eres la más bella de las Madres
a quien amo con todo mi corazón,
te pido una vez más que me ayudes a alcanzar una gracia.
Sé que me ayudarás y sé que siempre me acompañarás hasta la hora de mi muerte.
Amén

Y que, por lo que a nosotros nos toca, también sepamos hacer nuestra tal advocación pues lo es.

Eleuterio Fernández Guzmán