17.10.10

Sobre la oración (escrito por Koko)

A las 4:09 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

El tema fundamental de las lecturas de este Domingo es sin duda el de la oración perseverante. Y esto no significa estar todo el día recitando oraciones, si no mantenernos en la presencia de Dios durante todo el día y a partir ahí la oración fluye sola. Por que sé con quien estoy, sé a quien me dirijo.

Hace dos días celebrábamos la fiesta de Santa Teresa de Jesús, tal vez la mística que más ha tratado el tema de la oración. Y de ella es una frase que debería quedar impresa de por vida en la mente de cualquier cristiano que quiera llegar a una comunión íntima con Dios.

Decía ella lo siguiente: “A los que quieran ir por este camino (de oración y santidad) digo que importa mucho… una muy grande determinación… venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, murmure quien murmure”.

Por tanto ésta es la decisión más importante y crucial que todo creyente debe hacer en su vida, ya que cualquier problema que nos sobrevenga se volverá insoluble, sin solución, si no aplicamos este principio de ser almas de oración.

Tal vez hoy se tiene una idea inapropiada de la oración, ya que algunos la consideran simplemente como una petición de favores a Dios, y a eso la reducen. Pero esta concepción es claramente simplista y reduccionista, en el que sólo se ve la oración como una cadena de favores que Dios a la fuerza tiene que concedernos por el hecho de ser Dios.

Porque además muchas veces tenemos la experiencia de pedir algo a Dios y no lo vemos cumplido, no lo vemos realizado. Y entonces puede parecernos que Dios está sordo y no nos escucha. Pero en realidad los sordos somos nosotros que no escuchamos lo que él quiere de nosotros.

Os voy a decir una cosa, y es que Dios siempre nos escucha, no hay ni una sola oración que no oiga, pero no siempre nos concede lo que le pedimos porque a lo mejor no nos conviene en ese momento.

Cuentan que una vez fue un señor al médico y le dijo preocupado:

- Oiga, mi mujer está sorda, es que no oye nada.
Y le dijo el médico, pues entonces tráigamela.
Y le contestó el señor, es que no quiere venir.
Dijo el médico - entonces que quiere que haga yo.
Pues recéteme algunas pastillas.
Pero el médico dijo, pero ¿cómo se yo el nivel de sordera que tiene ella?
Y le respondió el señor, pues dígame qué hago.

Al final el médico le dijo, ya está, pues váyase a su casa y desde que llegue a la puerta de su casa grítele por su nombre, y si no responde se acerca más y la vuelve a llamar por su nombre, y así hasta que usted me diga a qué distancia le responde su mujer.

Entonces el marido llega a su casa, abre la puerta y grita ¡Amparo!, nada, camina más, va hacia la cocina y vuelve a gritar ¡Amparo!, sigue caminado y repite ¡Amparo!, y Amparo estaba trabajando en la cocina, entonces se le pone a un metro y medio y le grita ¡Amparo!, y entonces su mujer Amparo le grita ¡Ya te dije cuatro veces que qué quieres!

Por tanto ¿quién es el sordo? Somos nosotros que no entendemos el lenguaje de Dios. No podemos ni imaginarnos cómo Dios nos está buscando continuamente.

En ocasiones actuamos como el niño que pide un cuchillo a su madre, y esta le da un juguete, pero no el cuchillo, porque sabe que se puede hacer daño. Y es que a veces nosotros pedimos a Dios lo que QUEREMOS, pero el siempre nos da lo que NECESITAMOS, lo que más nos conviene.

Pero lo más importante de la oración es que es un alimento sobrenatural por el que es Dios mismo el que se nos da, habitando en nuestro corazón.

Decía con razón San Juan de la Cruz que “el que huye de la oración huye de todo bien”. Parece exagerado pero no lo es.

Hay un principio de espiritualidad que siempre se cumple, y es que el que abandona la oración cada vez quiere rezar menos y cada vez menos porque poco a poco va perdiendo la fe, y por el contrario, el que más reza quiere rezar más. Tenemos que tener clara una cosa, y es que la oración no debe ser un problema, sino que debe ayudarnos a resolver los problemas.

Fijaos, alguna vez se oye decir, es que yo no tengo ánimo para rezar, es que precisamente es al revés, es la oración la que te da ánimos. Si esperamos a tener ánimos quizás nunca rezaríamos. Ojalá oremos como Jesús nos invita en el Evangelio sin desanimarnos.

Koko.