30.10.10

Sectarismos y estupideces

A las 1:03 PM, por J. Fernando Rey
Categorías : Actualidad
 

Ni les cuento la que se organizó en mi buzón de correo electrónico tras confesar públicamente, el lunes pasado, que yo soy fumador. Lo de Sánchez Dragó con las japonesitas, al lado de mi declaración, no pasó de ser un juego inocente. Han llegado, incluso, a amenazarme con un cáncer de cuello uterino, lo cual me ha preocupado seriamente porque nunca he visitado al ginecólogo, y puede que haya aspectos sorprendentes de mi fisionomía que me son desconocidos. Hubo, también, algún comentario en Facebook, de mano de un buen amigo a quien respeto y estimo, que empleó toda su artillería en denostar el pútrido vicio del tabaco como la peor de las plagas de nuestra sociedad.

Y, sin embargo, yo quería decir otra cosa… Se ve que el humo del tabaco cegó los ojos de gran parte de mis lectores, y el asunto principal que yo quería tratar, usando el pútrido vicio como mero ejemplo, quedó oscurecido. Lo siento.

Pero la realidad es tozuda, y parece empeñada en ofrecerme oportunidades para que siga incidiendo en mi argumentación de fondo. Y, como yo soy tozudo también, sigo empeñado en aprovecharlas, hasta que consiga vencer mi torpeza y hacerme entender.

El pasado martes, día 26 de octubre, la Comisión de Igualdad del Congreso aprobó una proposición de Ley en la que se pide al Gobierno que “se elaboren e impulsen protocolos de juegos no sexistas para que se implanten y desarrollen en los espacios de juego reglado y no reglado en los colegios públicos y concertados de Educación Primaria”. Con este nuevo movimiento, nuestros gobernantes dejan claro, una vez más, su propósito de regular los aspectos más privados e íntimos de la vida de los españoles, así como su intención de moldear la realidad social hasta hacerla coincidir con sus premisas ideológicas. Si a este empeño de los gobernantes sumamos el apoyo de una buena parte de los medios de comunicación y del mal llamado “mundo de la cultura” (o “sindicato de la zeja”), el resultado es lo más parecido a un lavado de cerebro de dimensiones masivas.

De eso hablaba el lunes pasado, y de lo mismo hablo hoy. Nuestros gobernantes no están promulgando una legislación que haga más llevadera la convivencia entre los españoles; están imponiendo e infiltrando en las mentes de los ciudadanos todo un sistema ideológico desde la más tierna infancia. Y como ese sistema ideológico no resiste un análisis crítico mínimamente serio, están procurando cercenar toda capacidad que permita a los españoles pensar por sí mismos, ofreciéndoles, desde niños, una visión del mundo y una antropología ya pensada y cuidadosamente elaborada, no según una coherencia interna, sino según el más abyecto servilismo hacia fines inconfesables. Esta visión del mundo y esta antropología (si es que merece recibir ese nombre) se presenta, por ello, como dogmática e indiscutible, y todo aquel que ose ponerla en cuestión es arrojado fuera del campo de juego y estigmatizado como un elemento perturbador y retrógrado.

Según esa visión del mundo, fumar constituye un acto gravísimo, entre otras cosas, porque atenta contra la salud de los niños; pero a esos mismos niños se les priva de toda protección en el seno materno, y se otorga a madres y a médicos el derecho de asesinarlos impunemente. Se les niega el derecho básico a tener un padre y una madre, y se facilita el divorcio, que los deja indefensos ante el mundo como niños sin hogar. En definitiva, usted puede matar a un niño, y el Estado le respaldará; puede usted dejarle sin padre y sin madre, y tendrá las bendiciones de los Poderes Públicos; pero no se le ocurra fumar delante del pobre infante, o comprarle una pistola de juguete a su hijo y una muñeca a su hija, porque será usted tachado de infanticida. A partir del dos de enero, yo no podré encender un cigarrillo frente a la puerta de un hospital, porque atenta contra la salud; pero, dentro del hospital, matar niños estará permitido y tutelado por la Ley. Se aconsejará a las madres que permitan al médico provocarles enfermedades como la esterilidad ligando sus trompas; pero se les desaconsejará el colesterol y las grasas…

¿Pero es que nadie se da cuenta de tamaños disparates? ¿Nadie se alarma de que semejantes contradicciones y atropellos sean admitidos sin rechistar y repetidos hasta la saciedad por una gran parte de la población? ¿De verdad todo el comentario que merecen denuncias como ésta es que el pobre autor de estas líneas va a morir de cáncer?

Definitivamente, nos hemos vuelto locos de remate.

José-Fernando Rey Ballesteros
jfernandorey@jfernandorey.es