31.10.10

biblia

 

Lucas 19, 1-10: El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

1 Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad.
2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico.
3Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura.
4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí.
5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.»
6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.
7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.»
8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.»
9 Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»

COMENTARIO

Nuestra estatura espiritual

El caso de Zaqueo nos trae a nuestra misma actualidad lo que somos y, en general, lo que podemos llegar a ser según hagamos de la fe que tenemos.

Aquel hombre, nada más y nada menos que jefe de publicanos, es decir, de los recaudadores de impuestos, no podía ser bien visto por sus semejantes porque les quitaba el dinero para entregárselo al enemigo que les tenía sometidos.

Sin embargo, como muy bien dijo Jesús en más de una ocasión, no necesitan médico los sanos sino los enfermos o, por decirlo así, los alejados de Dios.

Así, Zaqueo estaba muy necesitado de curación pero no porque recaudara los impuestos (labor que alguien tenía que llevar a cabo y a la que Jesús no negaba su necesidad porque, en una ocasión, pagó el impuesto que le era reclamado con lo que se sacó de la boca de un pez) sino porque (él mismo lo reconoce cuando dice a Jesús que devolverá el cuádruplo de lo defraudado que era la pena, precisamente, por robar) había actuado, en más de una ocasión, de forma no correcta y, por eso, contraria a la voluntad de Dios.

Es, por eso mismo, Zaqueo, aquel hombre bajo de estatura física y moral, ejemplo de lo que no debemos ser y, también, de lo que sí debemos ser y hacer.

No debemos, por ejemplo, hacer mal uso del poder, sea el que sea, que podamos tener sobre nuestros semejantes porque actuamos, de así hacerlo, nos estaremos comportando de forma contraria a lo que el amor requiere.

Por eso, cuando así nos comportamos, nos alejamos de Dios al que necesitamos acercarnos en demanda de su misericordia y perdón.

debemos, sin embargo, ser conscientes de que podemos cambiar nuestra forma de ser y pasar de tener un corazón de piedra (como el de Zaqueo antes de su encuentro con Jesús y la inmediata conversión) a tener un corazón de carne (rápido en el perdón y lento en la codicia y el comportamiento egoísta)

Como es más que sabido, Dios nunca cierra la puerta de su corazón a todo aquel que quiera arrepentirse de lo mal hecho.

Le dice Jesús a Zaqueo que la salvación había llegado a su casa porque, al haberse arrepentido se reconocía, en verdad y según debía ser, hijo de Abraham. Antes le había dicho que convenía (más a Zaqueo) que el Hijo del hombre se hospedase en su casa, la del recaudador de impuestos. Y esto fue más que suficiente para que aquel hombre, tan necesitado de perdón y, seguramente, de comprensión, se diera cuenta de que Jesús era quien se decía que era y que eso iba a ser importante en su vida.

Salvar lo que estaba perdido” era una de las realidades espirituales para las que había venido Cristo al mundo porque lo que no se pierde no necesita salvarse y quien sigue por el camino recto hacia el definitivo Reino de Dios ha enderezado su vida de la forma más adecuada a la voluntad de Dios.

En nuestras manos está, pues, dejar de ser (en lo que a cada cual nos corresponda y según nuestras circunstancias) como el Zaqueo antiguo, vino viejo alojado en odre viejo y venir a ser como el Zaqueo nuevo, vino nuevo en el odre nuevo de la Palabra de Dios.

Para eso también somos libres.

PRECES

Por todos aquellos que no quieren cambiar su rumbo, equivocado, de vida.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que, encontrándose con el Señor, pasan de largo ante su mirada.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a cambiar nuestro corazón para que no quepan el él egoísmos ni traiciones a tu voluntad.
 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán