3.11.10

¿Hay o no hay cisma en la Iglesia en el País Vasco? Etxebarría versus Arregi

A las 1:23 PM, por Luis Fernando
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El P. Juan José Etxebarría, provincial de los jesuitas vascos, concedió hace unos días una interesante entrevista al Diario Vasco. A la pregunta “¿Considera que hay un riesgo de que la Iglesia en el País Vasco se rompa en dos?“, respondió: “No lo creo. Se está prejuzgando hacia dónde van a ir los obispos. Y me parece que lo que los obispos se plantean es cómo responder a su tarea y que lo que pretenden es ayudar a que la Iglesia cumpla su misión. En el caso de monseñor Iceta parece que los críticos le han concedido un voto de confianza“. Es curioso que siendo los obispos quienes “de modo visible y eminente, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y actúan en lugar suyo” (Lumen Gentium,21), la respuesta del jesuita apunte a lo que hagan o dejen de hacer ellos.

Comparemos la opinión del P. Etxebarría con la del ex-franciscano Arregi, que el domingo concedió una entrevista al diario Gara. Ante la pregunta “¿Existe riesgo de cisma?“, su respuesta fue clara: “El cisma existe, es un cisma real, aunque no explícitamente declarado, pero es constatable. El cisma existe a nivel de manera de pensar, de manera de entender la Biblia, de aplicar hoy el mensaje del Evangelio, de la fidelidad o seguimiento de las directrices y de las enseñanzas magisteriales de la Iglesia. Hay muchísima gente que, sin desertar de la Iglesia, sin embargo, desobedece clara, crítica y responsablemente“. Y añade: “En ese sentido, se está dando en los últimos veinte o treinta años una especie de ruptura en la Iglesia en cosas muy fundamentales, como en todo lo que tiene que ver con las normas morales y con el tipo de lectura de la Biblia: fundamentalista y literalista o crítica, actualizada, histórica, imaginativa, creadora, espiritual… Hay cosas en las que existen enormes divergencias“.

Arregi vuelve a confirmarnos que es consciente de su condición de hereje. Así lo reconoce a su entrevistador: “… desde los parámetros vigentes de ortodoxia y de heterodoxia, yo soy heterodoxo, luego soy hereje. Claro, yo me declaro hereje en este sentido, desde su punto de vista, pero me sigo considerando tranquilamente y en paz miembro de la Iglesia católica y creyente con voluntad -y todas mis contradicciones- de seguimiento de Jesús y de fidelidad a la gran comunidad eclesial“.

Es decir, este hombre se sabe hereje y presume de ello, pero pretende seguir dentro de la Iglesia. Pero al mismo tiempo reconoce que hay un cisma. O sea, quiere que el cisma y la herejía se paseen por la Iglesia de Cristo como Perico por su casa. Pero eso no tiene nada de particular. Resulta que, efectivamente, el cisma y la herejía llevan décadas morando entre nosotros sin que muchos de aquellos que “hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice” lo impidan. Y cuando aparece un obispo que, efectivamente, hace lo que tiene que hacer, los herejes y cismáticos se llevan las manos a la cabeza.

Por ejemplo, tengo pocas dudas de que Arregi lleva predicando desde hace muchos años las barbaridades que escribe en su último artículo. En el mismo no deja títere con cabeza de la doctrina católica sobre el infierno, el purgatorio y la comunión de los santos. Sin embargo, no ha sido hasta la llegada de Mons. Munilla que este hombre ha sido puesto ante la evidencia. Los anteriores obispos de San Sebastián sabían quién era Arregi y lo que creía y enseñaba. Y no movieron un solo dedo para evitarlo. Lo cual puede ser debido a dos razones. Una, que están de acuerdo con sus herejías. Dos, que les importaba un pimiento que parte de sus fieles fueran desviados de la fe por este señor. Y no sólo por él.

Es más, el mismo provincial de los jesuitas vascos asegura que tanto Arregi como Pagola son nombres que “conllevan resonancias positivas para muchísimos cristianos que han recibido luz y ayuda para seguir a Jesucristo a través de ellos, de sus escritos y su testimonio“. Y, dejando a Pagola a un lado -cuya heterodoxia no alcanza los niveles de Arregi-, yo pregunto al P. Etxebarría qué luz puede dar un señor del que cuesta encontrar una sola doctrina católica con la que esté de acuerdo. Que me lo explique, porque no consigo entenderlo.

Ocurre algo parecido con los curas de la diócesis de Bilbao que quieren crear una especie de foro de curas para supervisar la marcha de su iglesia local. Uno de ellos, el P. Juan María Lechosa, ha escrito perlas como la siguiente: “Una lectura fundamentalista de los relatos de apariciones del evangelio y una literatura llena de fabulaciones a la hora de describir la vida de algunos santos, nos ha hecho pensar que a Dios sólo se le puede reconocer por medio de acontecimientos maravillosos y paranormales que están fuera del alcance de la mayoría de la gente“. O sea, bultmanianismo puro y duro. Y otro de esos curas se queja de la, según él, incapacidad de la Iglesia “para escuchar, que hace que la institución esté cometiendo ridículos mayores que los del caso Galileo (pues éste, aunque tenía razón en su intuición sobre el movimiento de los astros, no la tenía en sus argumentos; mientras que hoy la ciencia parece suministrar datos que la Curia prefiere desconocer: por ejemplo en problemas referentes al inicio y al fin de la vida)".

Finalmente hay que dar la razón a Arregi. Existe un cisma real en la “iglesia vasca". Pero no sólo en la vasca. El cisma está extendido por prácticamente toda la Iglesia. Desde hace años llevo diciendo que lo mejor sería reconocerlo, darle carta de naturaleza visible y que cada cual decida en qué bando se queda. Si en el bando de los heterodoxos o en el de los fieles al magisterio, al Papa, a la Iglesia y a Cristo. Lo contrario es jugar al engaño. Es pretender tapar el sol con un dedo. No podemos comulgar de un mismo altar quienes profesamos la fe católica y quienes profesan otra fe. Arregi no sólo debe dejar de ser sacerdote y franciscano. Es que no puede ser admitido a la comunión en una misa católica. Ni él ni quienes creen lo que él.

El cisma es doloroso siempre. No es algo deseable. Lo ideal es que no existiera. Pero la verdad nos hace libres. Y si la verdad consiste en constatar que hay un cisma, hagámoslo. Que ya habrá tiempo de intentar recomponer la unidad vía diálogo ecuménico. Un diálogo que, necesariamente, ha de llevar a los no católicos a la conversión a la fe católica.

Luis Fernando Pérez Bustamante