3.11.10

Imponer, lo que se dice imponer… (O versión actual de “Cree el ladrón que todos son de su condición")

A las 12:44 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Fe y política
 

El refranero o el pensamiento popular tiene expresiones que vienen, como suele ser habitual, que ni pintadas. En el caso particular de quien traemos hoy aquí, la verdad es que nunca se pudo decir nada mejor, acertando tanto y siendo tan veraz.

Por ejemplo, cuando se dice “es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y demostrar que lo eres” es una especie de advertencia para aquellas personas que pretendan disimular sobre la verdadera condición de su pensamiento.

Pues hay una persona a la que le debe importar bien poco el dicho referido arriba porque ha sido abrir la boca y demostrar lo que, en efecto, es.

Son más que conocidas las escasas luces que el que fuera Ministro del paro, Celestino Corbacho demostraba tener cada vez que tenía a bien castigar al personal poniéndose delante de un micrófono. Ni la gramática ni la lingüística son su fuerte.

Ahora sabemos que tampoco las ideas que pueda pergeñar su socialista cabeza dan para mucho.

Y ha tenido que hablar porque, como dice otro dicho, “siempre habla quien tiene que callar”.

Se ha aprovechado de la próxima visita de Benedicto XVI a Barcelona, que es donde ha vuelto el susodicho parlanchín para maltratar, de diversas formas, a los catalanes a los que les vaya la marcha y le voten.

Él solito, sin ayuda de otros, ha dicho que “La cúpula de la Iglesia ha intentado muchas veces imponer sus criterios en contra de la voluntad soberana del pueblo”. Al parecer quería referirse al tema del gaymonio y a la homicida ley del aborto.

De las diversas acepciones que la Real Academia Española de la Lengua reconoce para la palabra “Imponer” tenemos que irnos a la que hace 9 para encontrar que significa “Dicho de una persona: Hacer valer su autoridad o poderío”.

Es decir, que según el deslenguado Corbacho la Iglesia católica, en determinados temas, ha intentado hacer valer el poder que tiene o, en todo caso, su autoridad.

Pero para eso se ha tener el poder de poder imponer porque, de otra forma, a lo mucho que se puede llegar es a proponer algo que es lo que, desde el buen sentido, se hace desde la Iglesia católica en los temas que, estima la misma, incumben a su doctrina.

Y eso es lo que hace la Esposa de Cristo: ante los temas que surgen en el diario convivir, dice lo que estima oportuno que debe decir (¡Y no siempre!) porque, de callar, a lo mejor hablaban las piedras, como dijo su Maestro.

Pero imponer, lo que se dice imponer, nada de nada, en absoluto y cero patatero.

Sin embargo, como también dice otro dicho que “cree el ladrón que todos son de su condición”, a lo mejor le hubiera convenido a Corbacho mantener a la sin hueso escondida dentro de la boca.

Esto lo digo porque es más que sabido y reconocido que quien puede, en efecto, imponer una ideología y, así, una forma de comportarse, es quien ostenta un poder que, por muy legítimo que sea su origen, no deja de ser imposición.

Quien impone, por ejemplo, el gaymonio es el partido al que pertenece Corbacho, a saber, el socialista.

Además, quien impone, por ejemplo, el aborto como casi obligatorio y ampliamente facilitado, es el partido al que pertenece Corbacho, a saber, el socialista.

Por otra parte, quien impone, por ejemplo, un engendro como Educación para la Ciudadanía es el partido al que pertenece Corbacho, a saber, el socialista.

Y, por si esto fuera poco, quien pretende que todo símbolo religioso (preferentemente católico pues el que en amplia mayoría existe en España) desaparezca de la vida pública es el partido al que pertenece Corbacho, a saber, el socialista.

Y así podríamos seguir mucho, pero que mucho rato y sería abundar en el caso de que hubiera sido mejor que, en este caso, permaneciera callado Celestino Corbacho, charnego en Cataluña que pretende ser más papista que el Papa.

Pero no… tenía que hablar y demostrar lo que ha demostrado y que, no por sabido, deja de dar la razón al dicho o refrán mentado arriba.

¡Vaya jeta!

Eleuterio Fernández Guzmán