5.11.10

Eppur si muove - Comunión: ¿En la mano o en la boca?

A las 12:47 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Eppur si muove
 

Como era de esperar, el tema de la forma de comulgar (de pie o de rodillas) tuvo una acogida, digamos, amplia cuando fue tratado en esa sección hace un par de semanas. Por eso, y según se apuntó allí mismo, iba a ser tratado la otra parte de la forma de comulgar o, lo que es lo mismo, si hacerlo en la mano o en la boca es lo más adecuado.

Al respecto, existe gran discusión doctrinal acerca de hacer uso de una forma o de otra en el momento de recibir la comunión, lo que no quiere decir que no haya una forma mejor que otra.

Cuando Juan Pablo II Magno viajó a Fulda, Alemania, en noviembre de 1980, concedió una entrevista a la revista “Stimme dels Glaubens” en la que, ante la afirmación, referida a la forma de recibir la comunión, según la cual “En la mano es un gesto más natural” respondió el Papa polaco que “Puede parecerlo. Pero en la Sagrada Eucarística no hay nada natural. Todo es sobrenatural. No es pan y vino lo que tomamos. Es el Cuerpo y la Sangre de Cristo”.

Poco después, en otra respuesta, apunta hacia que, realidad, se trata de una cuestión de dignidad pues merece la misma la recepción del Cuerpo del Hijo de Dios.

Nos encontramos, pues, ante una situación, digamos, sintomática de la confusión que puede haber y, aunque cualquiera diría que no existe ningún problema porque cada cual hace lo que entiende que es mejor, no es menos cierto que recibir la comunión en la mano puede acarrear determinadas consecuencias no buenas ni admisibles.

En primer lugar, la Congregación para al Culto Divino, en Notificación acerca de la comunión en la mano, de fecha 3 de abril de 1985, dejó escrito (7) que “No se obligará jamás a los fieles a adoptar la práctica de la comunión en la mano, dejando a cada persona la necesaria libertad para recibir la comunión o en la mano o en la boca”.

Entonces, al respecto de la forma de recibir el Cuerpo de Cristo no puede decirse que haya problema alguno.

En segundo lugar, sobre el comportamiento que Benedicto XVI está teniendo en tal asunto, el 26 de junio de 2008 tuvo a bien contestar a L’Osservatore Romano, sobre si era su intención seguir administrando la comunión en la mano: “Creo que será así. No hay que olvidar que la distribución de la comunión en la mano es todavía desde el punto de vista jurídico una dispensa a la ley universal, concedida por la Santa Sede a aquellas conferencias episcopales que lo pidieron“.

Parece que se va aclarando la cosa. Ahora no basta con decir que, en efecto, el fiel puede optar por una forma o por otra de recibir la comunión porque el recibirla en la mano no es la norma establecida sino, precisamente, una excepción a la que lo es general.

Y tal excepción se encuentra en la Instrucción “Memoriale Domini (29 de mayo de 1969), emanada de la Sagrada Congregación para el Culto Divino que, en un momento determinado dice que:

Pero si el uso contrario, es decir, el de poner la Santa Comunión en las manos, hubiere arraigado ya en algún lugar, la misma Sede Apostólica, con el fin de ayudar a las Conferencias Episcopales a cumplir el oficio pastoral, que con frecuencia se hace más difícil en las condiciones actuales, confía a las mismas Conferencias el encargo y el deber de examinar las circunstancias peculiares, si existen, pero con la condición de prevenir todo peligro de que penetren en los espíritus la falta de reverencia o falsas opiniones sobre la Santísima Eucaristía, como también de suprimir con todo cuidado otros inconvenientes.

Por tanto, es válido y admitido recibir la comunión en la mano.

Ahora bien, es sabido que las cosas hay que tratar de entenderlas desde todos los puntos de vista.

Así, por ejemplo, la forma, digamos, manual de recibir el Cuerpo de Cristo, puede acarrear problemas y llegar a producirse profanaciones, que cualquiera puede imaginar, que son más difíciles de acaecer en el caso de comunión en la boca.

Es, incluso, hasta posible que muchos católicos lleguen a pensar que la Eucaristía no es, al fin y al cabo, más que un símbolo de la cena y desaparezca el auténtico valor que tiene la transubstanciación y lo que, para un católico, significa.

¿Es, por eso, la recepción en la mano del Cuerpo de Cristo, cierto síntoma de protestantismo?

Y es que, al fin al cabo, lo que más debería preocupar al fiel que se acerca, en debidas condiciones espirituales, a recibir, en el suyo, al Cuerpo de Cristo, es preguntarse si lo va a hacer de forma adecuada e, incluso, si Cristo merece que se le reciba de según qué forma.

Eleuterio Fernández Guzmán