8.11.10

Sentimientos encontrados

A las 4:13 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Si he de hacer un primer balance de lo que para mí ha supuesto esta visita del Papa debo hablar de sentimientos encontrados, de una especie de amalgama de alegría y decepción. Alegría por la presencia entre nosotros del Sucesor de Pedro, por su magisterio claro y profundo, por la sintonía evidente de los fieles sencillos con el Pastor de la Iglesia universal. Pero he experimentado, también, tristeza al constatar que una parte – no sé si numerosa, pero sí influyente – de la población es cada vez más hostil al mensaje cristiano y a quien lo proclama de modo autorizado.

Los debates mercantilistas centrados en la relación coste-beneficio a propósito del viaje del Papa me han causado un profundo disgusto. Parecería que no se justificase la presencia del Papa si los hosteleros no llenan sus hoteles, si los dueños de los restaurantes no sirven más comidas o si los vendedores de souvenirs no hacen más caja. Me niego a seguir este argumento, incluso a sabiendas de que es falso. Mucho más dinero se gasta en otras cosas, sin que nadie alce en contra una sola palabra de protesta. Y, por si alguien lo olvida, también los católicos pagamos impuestos. También los católicos, que somos más de dos o de tres, tenemos derechos.

Unas palabras del Papa en el avión, antes de aterrizar en Santiago de Compostela, han levantado polémica. Benedicto XVI se refería a la aportación de España al catolicismo moderno, pero también a la existencia en nuestro país de un pensamiento laicista y anticlerical, de un “secularismo fuerte y agresivo”. Es decir, en nuestra historia está presente la fe, pero también lo está la laicidad y entre un paradigma y otro debe haber – y este es el reto de cara al futuro - no desencuentro, sino encuentro.

Que hoy en España se da un desencuentro entre fe y modernidad es una constatación evidente. Pero también existe un secularismo agresivo. Algunos medios de comunicación se han encargado de corroborarlo, proporcionando crónicas o informaciones marcadas por un laicismo inmisericorde; por no decir, simplemente, por la falta de respeto y hasta de educación. Uno se pregunta si un país así tiene futuro y si hay espacio en él para la convivencia. Sin duda, los españoles tenemos que trabajar mucho apostando por una cultura cívica que permita que, pensando de modo diferente, todos podamos respirar.

Se ha esgrimido también el asunto del número de asistentes, olvidando que este viaje no ha sido planificado para convocar a las masas. Los actos litúrgicos se habían previsto para ser desarrollados en espacios reducidos, privilegiando, por encima de otras consideraciones, el simbolismo de estos lugares: la compostelana Plaza del Obradoiro o la magnífica basílica de la Sagrada Familia.

Pero vayamos a lo positivo, a la presencia entre nosotros del Papa y a su mensaje esperanzador. Un mensaje centrado en Dios. El hombre, que está siempre en camino, está invitado a salir de sí mismo para ir al encuentro de Dios. La aportación de la Iglesia a Europa – y al mundo – se puede formular con muy pocas palabras: “Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: ‘Sólo Dios basta’ ”. El punto de encuentro entre el hombre y Dios es Jesucristo; es la Cruz del Salvador.

Anunciando a Dios, la Iglesia recuerda al hombre la medida de su grandeza: “Ésa es la gran tarea [de la Iglesia], mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia. En este sentido, pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre”.

La afirmación de Dios lleva a cuidar al hombre, a tutelar su dignidad y a cuidar todo lo que es auténticamente humano: la familia, el amor matrimonial, la acogida y la atención de la vida. Particularmente significativa ha sido, a este respecto, la visita al “Nen-Deu”. El reconocimiento de Dios implica compromisos muy concretos: “para el cristiano, todo hombre es un verdadero santuario de Dios, que ha de ser tratado con sumo respeto y cariño, sobre todo cuando se encuentra en necesidad”.

Esta mañana nos pedía nuestro Obispo que difundiésemos, acogiéndolo en la oración y en la predicación, el mensaje del Papa. Todas sus palabras pronunciadas en este viaje a España tienen una enorme coherencia y unidad. De nosotros depende, en parte, que lleguen a todos y que se hagan vida.

Guillermo Juan Morado.