12.11.10

Eppur si muove - Sana laicidad vs. agresivo laicismo

A las 12:20 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Eppur si muove
 

De la reciente visita de Benedicto XVI a España debe haber quedado la impresión de que, a lo mejor, ponía las cosas sobre la mesa o los acentos sobre determinadas sílabas de una forma muy cruda y, por cierto, necesaria.

Habló, ya en el avión que le llevaba desde Roma a Santiago de Compostela, de la situación por la que pasa España y que se parece, más de la cuenta y sobradamente, a otros tiempos pasados para nadie olvidados aunque el sentido del recuerdo sea muy distinto para unos que para otros.

En seguida, rápidamente y a la carrera, parece que han saltado todas las alarmas porque parece que lo dicho por el Santo Padre es muy exagerado o que, como poco, ha elevado mucho la nota.

Sin embargo, para nada ha sido así porque lo que sucede en España es que, en realidad, existe una clara confrontación entre lo que se ha dado en llamar “sana laicidad” y lo que es, en efecto, un “agresivo laicismo”.

Vayamos, pues, con este tema porque es más importante de lo que parece.

Sana laicidad

Para que nadie crea que el concepto aquí citado es invención reciente, en un discurso pronunciado el 23 de marzo de 1958 por Pío XII vino a decir que la “sana laicidad” viene a ser “el esfuerzo continuo para tener separados y al mismo tiempo unidos los dos Poderes (político y religioso)

Pero si hay una persona que haya colaborado a que se entienda qué es eso de la sana laicidad ha sido Benedicto XVI que ha manifestado, en muchas ocasiones, que la única forma de que una sociedad se construya de forma correcta es aplicando, precisamente, tal concepto.

Por ejemplo, el 13 de noviembre de 2008 manifestó que la misma está basada en la “colaboración mutua, cada una con su ámbito específico, en respeto recíproco y diálogo constante porque, además, “Sólo en estas condiciones de laicidad sana se puede construir una sociedad en la que convivan pacíficamente tradiciones, culturas y religiones diversas”.

Es decir que el Santo Padre entiende, lógicamente, que en el caso de que no exista respeto y diálogo, entre lo que es el Estado y la religión de que se trate, aquí la católica, resulta bastante difícil creer que se pueda estar dando forma a una sociedad mínimamente vivible.

Y, que, entonces, “separar totalmente la vida pública de todo valor de las tradiciones, significaría meterse en un camino cerrado y sin salida“.

Agresivo laicismo

Pero, por otra parte, está el comportamiento consiste en manifestar una hostilidad fuera de lugar contra las tradiciones y las creencias de las que hacen gala los ciudadanos que forman una nación.

Como sabemos que, por ejemplo, en muchas naciones europeas o, sin ir muy lejos, americanas, la religión seguida por mayor número de personas es la católica, ya podemos imaginar, sin hacer demasiado esfuerzo, a quién y quién trata de causar malestar.

A eso bien lo podemos llamar “agresivo laicismo”.

En sí mismo, el laicismo es, ya, un ataque a la concepción que lo religioso tiene el ser humano. Supera lo que de laico hay en la sociedad por sobrepasar el simple concepto de persona que no es religiosa o sacerdote y, yendo más allá, pretende someter a un ostracismo a lo religioso.

Pero, digo, si el laicismo es lo que es, cuando se convierte en agresivo resulta bastante peligroso para la convivencia en el conocimiento de que, por mucho que se quiera negar, el ser humano común es, esencialmente, religioso y tratar de tensar la cuerda que une Dios-hombre-mundo sólo puede traer malas consecuencias.

¿Cómo podemos identificar tal actuación por parte de quien puede llevarla a cabo?

También ha sido, precisamente, Benedicto XVI quien (como ya hemos referido arriba), en su reciente viaje a España y en el desarrollo de la rueda de prensa que tiene por costumbre ofrecer en el vuelo que lo lleva allí donde viaja, dijo que “En España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como lo vimos precisamente en los años treinta, y esta disputa, más aún, este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, se realiza hoy nuevamente en España”.

Por tanto, no es nada extraño que la Iglesia católica muestre un su malestar por el evidente comportamiento contrario a la sana laicidad de parte de un Estado que pretende ser omnímodo y tiende sus tentáculos con la intención de que nada ni nadie tenga otra ideología que la suya.

Entonces se pasa de tener, si es que en este caso se tenía, una concepción democrática de la sociedad para ahogar, en lo que puede, lo religioso en la sociedad. Agrede, así, a los millones de personas que gozamos con la religión y con lo que eso supone para nuestras vidas y, de paso, siembra su semilla de mal desvencijando los esquemas de un comportamiento que es propio del sentir general.

Y eso es el agresivo laicismo: ni hacer ni dejar hacer a los demás cuando los demás permanecemos alejados de una línea de actuación tan contraria a nuestras creencias (aborto, ingeniería social et alii) que nos hace pensar, a la fuerza, que no caben, ni deben caber, componendas con Satán y sus secuaces que han tomado forma en unos gobernantes que, desde siempre, han tenido entre ceja y ceja a la Iglesia católica.

Y así, además, no se construye nada sino, muy al contrario, se deconstruye un concepto de sociedad que, al parecer, no es de su gusto y se impone, de paso, otro.

Eleuterio Fernández Guzmán