25.11.10

El sentido interior (intrínseco) de la sexualidad

A las 10:44 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Mañana, Dios mediante, espero escribir la recensión que me han pedido sobre el libro del Papa, “Luz del mundo”, un texto que he leído, íntegro, con admiración y con asentimiento intelectual.

Si algo podemos decir del Papa, de Joseph Ratzinger, ya que el libro-entrevista no es un acto magisterial, es que es un pensador coherente. No afirma en un lugar una cosa y, cuatro páginas más adelante, lo contrario y, menos aun, lo contradictorio.

Como se ha levantado tanto revuelo con el asunto de los preservativos – ¡ya es desagradable tener que hablar de estos temas! – quiero, en este post, citar algunos extractos del libro, mostrando que hay una secuencia lógica que los conecta entre sí. Sólo teniendo en cuenta esa unidad de pensamiento se podrá entender de modo correcto lo que el Papa, sobre ese particular, dice.

1º) El Papa recuerda que la sexualidad tiene un sentido interno, y que ese sentido interno – que vale para todo hombre, sea cristiano o no - tiene relevancia teológica. Podríamos decirlo de otro modo: hay una continuidad entre creación y salvación, entre ley moral natural y ley evangélica. Pero voy al texto:

“Si se lo quiere expresar de este modo, podría decirse que la evolución ha suscitado la sexualidad con el fin de la reproducción de la especie. Eso vale también desde la perspectiva teológica. El sentido de la sexualidad es llevar al hombre y a la mujer uno hacia el otro y, de ese modo, dar a la humanidad descendencia, hijos, futuro. Es una determinación interior que está en su esencia. Todo lo demás va contra el sentido interior de la sexualidad. Tenemos que sostener esto aun cuando no le guste a la época” (p.160).

2º) El Papa recuerda que hay acciones malas en sí mismas – diríamos, “intrínsecamente malas” – y que el olvido de ese dato ha propiciado enormes errores. Y, con claridad, critica el consecuencialismo. Refiriéndose a los años 70 escribe:

“Sobre todo se sostuvo la tesis - que se introdujo también en la teología moral católica – de que no hay algo que sea malo en sí mismo, sino sólo cosas ‘relativamente’ malas. Lo malo y lo bueno dependen, se decía, de las consecuencias” (p. 50).

3º) El Papa recuerda que “bajar el listón”; es decir, ceder en asuntos morales no ayuda a la sociedad:

“Mantener lo difícil como parámetro con el que los hombres tienen que medirse una y otra vez es una misión necesaria para que no se produzcan más caídas” (p. 153). “La estadística no puede ser ya el parámetro de la moral” (p. 154). “… no deberíamos tomar como instancia contra la verdad el que esa elevada moral [se refiere a la sexualidad humana no separada de la fecundidad] no se viva” (p. 156).

Con estas premisas, aquí sólo apuntadas, es imposible no comprender más que en un solo sentido lo que, a propósito de la lucha contra el SIDA, dice sobre los preservativos. Ni siquiera realiza una afirmación, sino que propone una hipótesis, una posible consideración digna de ser tomada en cuenta: “Podrá haber casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando un prostituido utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralización, un primer tramo de responsabilidad a fin de desarrollar de nuevo una consciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere” (p. 132).

Es evidente que el acento recae no sobre el objeto de la acción moral, sino sobre la toma de conciencia del sujeto. No es descabellado suponer que, en algún caso aislado, el asumir que no todo está permitido es ya considerar que hay una norma, que sólo se intuye todavía de modo muy lejano, pero que desbarata el “todo vale”.

La valoración objetiva del uso del preservativo la reitera el Papa con una claridad absoluta – y en plena coherencia con las premisas que antes he recordado - : “Es obvio que ella [la Iglesia] no los ve [se refiere a los preservativos] como una solución real y moral” (p. 132). Recalco el segundo adjetivo: no son una solución “moral”.

Guillermo Juan Morado.