26.11.10

Reyes en el Hijo (escrito por Koko)

A las 10:55 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Hoy celebramos la fiesta de Cristo, Rey del Universo y terminamos el ciclo litúrgico, para la próxima semana comenzar ya con el tiempo de Adviento, que es tiempo de espera y de esperanza.

En este día son claves las palabras que dirige el buen ladrón a Jesús “acuérdate de mi cuando llegues a tu Reino”. Y podemos preguntarnos a qué clase de Reino se refiere el Evangelio, ciertamente al Reino celestial, pero el Paraíso es necesario construirlo ya en esta vida. Pero eso solo es posible hacerlo siguiendo a Cristo rey, lo que pasa es que Él no reinó desde el poder, ni desde un trono, sino que lo hizo desde el servicio, desde la humildad, en el compromiso con los más necesitados y en la entrega confiada hasta llegar a la Cruz.

Por lo tanto, el reinado de Jesús es aquel que crece desde el amor y la justicia de un Dios que es Padre de todos.

Pero a veces, es relativamente fácil aclamar a Cristo Rey en una procesión, o en un momento de euforia espiritual. Sin embargo, nos resulta más difícil creer en un Cristo, presente e influyente en nuestra vida cotidiana, en un Cristo que compromete y cambia nuestra forma de vivir, en un Cristo exigente que pide fidelidad a los valores permanentes del Evangelio.

En ocasiones parece que tratamos de enorgullecernos de lo que tenemos, pretendemos presumir delante de los demás, intentamos ostentar como si eso nos convirtiese en “reyes” delante de todo el mundo. Pero, esta actitud es absurda, ya que como vemos en la segunda lectura, el Señor ya nos hizo herederos del reino de su Hijo, es decir, también nosotros somos verdaderos reyes en la medida en que somos hijos de Dios por el Bautismo y somos portadores del Evangelio y de la verdad.

Si Cristo fue y es Rey, es sobre todo, por ser testigo de la verdad y del amor sin límites. Así también nosotros estamos llamados a ser testigos vivos de la Verdad con mayúsculas, que es Cristo.

Cuentan que una vez un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando a un rey sonriente y radiante de alegría.

El pobre se dijo de inmediato – “Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mí, lo sé. Me cubrirá de migajas de su riqueza y podré vivir tranquilo”.

En efecto, el rey, como si hubiese venido para ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado.

El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte.

Entonces, de repente, el rey extendió la mano hacia el pobre y le dijo:

- ¿Qué tienes para darme? El pobre, muy sorprendido y al mismo tiempo muy desilusionado, no supo muy bien que decir.

El pobre pensaba para sí – Debe ser un juego lo que el rey me propone. O quizás se está burlando de mí. ¿Qué querrá de un pobre como yo?

Entonces al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió la mano en su alforja, que contenía unos puñados de arroz.

Cogió tan sólo un grano de arroz, y se lo dió al rey, que le dió las gracias y se fue enseguida llevado por sus caballos.

Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un sólo grano de oro.

Entonces se puso a llorar lamentándose:

- ¿Porqué no le habré dado todo mi arroz?

También nosotros podemos vernos como mendigos, por lo menos en un sentido espiritual, y al igual que el rey del cuento Cristo nos sale al encuentro y muchas veces sin ni siquiera esperarlo, y esto para pedirnos que le demos lo mejor de nosotros mismos a pesar de las dificultades y de las adversidades que puedan surgir por el camino, tan “sólo” nos pide una entrega total, absoluta sin reservarnos nada para nosotros con todo lo que eso conlleva. Lo que sucede es que tenemos que caer en la cuenta de esto, ya que como Iglesia que somos, sabemos que si buscamos el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás se nos dará por añadidura.

Pidámosle a la Virgen María nuestra Madre, que nos entreguemos sin medida a la tarea que Dios nos encomienda, que es la de vivir en cristiano nuestro trabajo cotidiano de todos los días, mirando en los demás el reflejo de Jesús, Rey del universo.

Koko.

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Nota del blogger: Con bastante retraso, publico hoy la homilía que me había enviado Koko el domingo. Otras “urgencias” informativas han motivado esta tardanza.