El Papa y los preservativos

 

Se entiende que, en ese caso, al impedir la transmisión del SIDA, el mal que se hace es menor. Este es el pensamiento del Papa. Se trata, de todas formas, de un caso excepcional.

04/12/10 10:32 AM


 

No es intención del Papa revisar la Humanae Vitae, ya que afirma que sus perspectivas siguen siendo válidas, que entre todos la tenemos que llevar a la práctica y que del hecho de que su elevada moral no se viva no se deduce que no sea verdad (Luz del mundo, pp. 155-156). Recordemos, por nuestro lado, que la Humanae Vitae enseña que la contracepción es intrínsecamente mala (HV 14).

El Papa viene a recordar cómo hoy en día se ha llegado por medio del preservativo a una banalización de la sexualidad, diciendo a continuación que, en el uso del preservativo, puede haber casos justificados, como por ejemplo cuando una prostituta (o) utiliza un preservativo, de modo que puede ser un paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad en orden a una sexualidad más humanizada, si bien advierte que no es el modo verdadero de vencer el virus del SIDA (Luz del mundo, p. 132). Se entiende que, en ese caso, al impedir la transmisión del SIDA, el mal que se hace es menor. Este es el pensamiento del Papa. Se trata, de todas formas, de un caso excepcional.

Pues bien, quisiera hacer a continuación unas reflexiones por mi parte:

  1. El preservativo tiene, evidentemente, una dimensión profiláctica (evitar el contagio) y otra anticonceptiva. Habría que estudiar si, objetivamente, puede darse un caso en el que sólo se dé la dimensión profiláctica.
  2. De todos modos, siendo la anticoncepción algo intrínsecamente malo, no se puede utilizar ni como mal menor para conseguir otros bienes. La doctrina del mal menor la entendemos dentro del principio de la acción de doble efecto: a) que el objeto de nuestra acción sea bueno; b) que haya una proporción entre el efecto bueno y el malo; c) que se busque sólo el efecto bueno y se tolere el malo; d) que nunca se use el fin malo como medio para alcanzar el bueno. Es evidente, entonces, que la anticoncepción no puede ser objeto de nuestra voluntad ni como mal menor, porque es intrínsecamente mala. Y algo que es intrínsecamente malo no puede servir como un primer paso hacia una moralización mayor.
  3. En el seno de un matrimonio en el que uno tiene SIDA y puede infectar al otro, ¿puede ser usado el preservativo con intención profiláctica? La respuesta es que, en primer lugar, el preservativo falla. Y, en segundo lugar, en ese caso se asume también la dimensión anticonceptiva del mismo, con lo que resulta inmoral.
  4. En el caso de la prostitución, ¿se puede usar un preservativo con intención profiláctica? En la medida en que el ejercicio de esa prostitución asumiera también la dimensión anticonceptiva, se cometería un pecado que se añade al que representa la prostitución en cuanto tal.
  5. En el caso de dos ancianos que ya no pueden procrear, ¿se puede permitir el recurso a la dimensión profiláctica? No, porque en ese caso el preservativo interrumpe la comunión plena de la carne.

 

José Antonio Sayés, sacerdote
Profesor de la Facultad de Teología de Burgos