5.12.10

Adviento (escrito por Koko)

A las 6:36 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Las lecturas de hoy nos hablan sobre todo de la necesidad de la conversión en nuestras vidas. Y por eso San Juan nos dirá “preparad el camino al Señor”. Estas semanas del Adviento son para todos nosotros como una oportunidad y una llamada a abrirnos a la venida constante de Dios a nuestras vidas.

Podríamos decir que el personaje principal de la liturgia de hoy es San Juan y su mensaje que nos apremia a cambiar de vida. Y esta no es una tarea fácil, ya que convertirse es cambiar de dirección, cambiar de rumbo y orientarse hacia Dios. Y esto supone esfuerzo y paciencia cristiana.

Muchas veces cuando se habla de conversión, parece que el mensaje no está dirigido a nosotros, sino para los demás, para los que no tienen fe. Pero la invitación es para todos sin excepción. Siempre existen cosas en nuestra vida que podemos cambiar, siempre necesitamos convertirnos de algo.

Cuentan que una vez había un venerable monje que a lo largo de las etapas de su vida había modificado a su plegaria, su modo de dirigirse a Dios. Al principio cuando era joven le suplicaba a Dios.

- Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo.

Pero a medida que se fue haciendo adulto, se dio cuenta de que se había pasado media vida sin lograr cambiar una sola persona, entonces cambió su oración y ahora le rogaba a Dios:

- Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entren en contacto conmigo. Aún que sea a mi familia o a mis amigos. Con eso ya me doy por satisfecho.

Pero cuando ya se fue haciendo mayor comprendió que su oración no había dado muchos resultados. Y a partir de entonces decidió dirigirse a Dios con la siguiente oración:

- Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.

Y en cierto modo esto también nos puede pasar a nosotros. Que queremos cambiar e mejorar el mundo, las situaciones de malestar, de crisis, la pobreza… pero el mundo empieza a cambiar cuando uno mismo es el que cambia. Sólo así podremos llevar el Evangelio a los demás de manera fructuosa.

La conversión es algo parecido a un álbum de fotos. Ya que en el álbum de fotos nos vemos cuando éramos niños, jóvenes, adultos o ancianos, y notamos que vamos creciendo y cambiando de aspecto a lo largo de los años. Ya no somos los mismos aunque seguimos siendo los mismos. Pues con la conversión pasa algo parecido, algo semejante, ya que la conversión es un proceso interior que dura toda la vida, pero cuando la hacemos realidad entonces se nota en nuestras vidas ese cambio, incluso externamente, en nuestra conducta, en nuestros gestos, hasta en el modo de hablar.

Decía con razón San Agustín que en la vida espiritual el que no progresa, retrocede. Por eso es tan necesario ir dando pasos hacia delante siempre, aunque sea poco a poco. Lo importante es avanzar con la ayuda de la gracia.

También a veces nuestras relaciones con los demás nos puede resultar difícil, ya sea por el carácter de la otra persona, por su forma de ser, etc. Pero en el fondo a pesar de que todos somos muy diferentes, todos tenemos algo en común que nos une, y es que tenemos impresa la misma imagen de Jesús, y tendríamos que vernos desde esa perspectiva. Si en vez de ver en los demás a personas ajenas a nosotros, viésemos a Jesucristo ¿Qué pasaría? ¿Cómo nos comportaríamos con los demás?

Eso es como aquel monasterio en el que todos los monjes se llevaban mal unos con los otros. Y entonces, un día el prior, preocupado, decidió consultar con un santo y anciano abad de un monasterio cercano. Y éste le dijo:

- Hazles creer que Jesucristo está viviendo camuflado, escondido, bajo el aspecto de uno de ellos.

A su regreso, el prior reunió a toda la comunidad en capítulo y dijo:

- Visité a un santo y me dijo que el mismo Jesucristo está viviendo entre nosotros, en nuestro convento, bajo la apariencia de un fraile más.

Los monjes empezaron a murmurar entre ellos, pues la idea les parecía imposible: decía entre ellos ¡cómo va ser Jesús el maestro de novicios, que siempre esta riñendo!; o el hermano del canto, que es un vanidoso;… e así con todos.

Sin embargo, por si acaso Jesús se disfrazaba con aquellos defectos, todos empezaron a tratar mejor a los demás, no fuese a ser que aquel hermano fuese el mismo Jesús camuflado.

El caso es que al poco tiempo cambió totalmente el ambiente del monasterio. Y todo, gracias a creer que Jesucristo estaba entre ellos.

Pues nosotros por la fe sabemos que los cristianos estamos configurados con Cristo por el bautismo que nos otorga la gracia, y somos entre nosotros hermanos en Cristo e hijos adoptivos de un mismo Padre, por eso nuestras relaciones deberían estar movidas siempre por el amor, entonces no sólo nosotros, sino que todo el mundo notaría que entre los cristianos hay algo que nos une y que hace de nosotros personas entregadas, comprometidas con el Evangelio. Pero ese algo es alguien, una Persona, Jesús que habita en nuestros corazones.

Pidámosle a la Virgen María que nos renueve nuestro interior para que seamos capaces de dar verdadero testimonio cristiano y llevar al mundo la esperanza y la Buena Noticia del Evangelio, reflejada en la venida de Jesús.

Koko.