ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 10 de diciembre de 2010

Santa Sede

Familias y jóvenes, en el diálogo entre Benedicto XVI y la presidenta lituana

Padre Cantalamessa: El ocaso de la eternidad y la nueva evangelización

“Atmósfera buena y abierta” en el encuentro de la Comisión Santa Sede-Israel

El Papa aprueba una canonización y quince beatificaciones

Mundo

El Papa erige un instituto religioso para las monjas de Lerma y La Aguilera

Las Caritas diocesanas europeas de retiro espiritual en Jasna Góra

Cardenal Cañizares: La falta de fe, la mayor amenaza para nuestro tiempo

Análisis

Iraq: expertos señalan que la guerra contra los cristianos no es noticia

Entrevistas

Cardenal Kurt Koch habla sobre el cincuentenario de su dicasterio (II)

La polémica sobre Robert Edwards y el premio Nobel de medicina

Espiritualidad

Tercer domingo de Adviento: Una provocadora alegría

Documentación

Predicador del Papa: "La respuesta cristiana al secularismo"


Santa Sede


Familias y jóvenes, en el diálogo entre Benedicto XVI y la presidenta lituana
El Papa recibió a la señora Dalia Grybauskaitė en el Vaticano
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 10 diciembre 2010 (ZENIT.org).- Las familias y los jóvenes fueron los temas centrales de la conversación entre Benedicto XVI y la presidenta de la República de Lituania Dalia Grybauskaitė.

El Papa recibió en audiencia a la señora Grybauskaitė la cual se entrevistó, en un segundo momento, con el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone, acompañado por monseñor Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados.

Durante los intercambios --calificados de “cordiales” por una nota de la Sala de Prensa de la Santa Sede, difundido al final del encuentro--, se prestó “especial atención a las familias y a los jóvenes”.

También se dialogó “sobre la presencia positiva de la Iglesia católica en la historia y en la vida del país” báltico, expresando “la común voluntad de reforzar las buenas relaciones bilaterales existentes”. 

“Además, se mantuvo un provechoso intercambio de puntos de vista sobre el papel de Lituania, que se dispone a asumir la presidencia de la OSCE” [Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, ndr], añade la nota.

En el encuentro, concluye el texto, se afrontó también la “actual coyuntura económica y social”.

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Padre Cantalamessa: El ocaso de la eternidad y la nueva evangelización
El predicador pontificio da la respuesta cristiana a la secularización de la muerte

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Los tiempos actuales se caracterizan por la desconfianza e incluso por la burla de la idea de que existe una vida después la muerte, y sin embargo, anunciar esto es precisamente una de las claves de la nueva evangelización.

Así lo afirmó el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, durante su intervención este viernes ante el Papa Benedicto XVI y los miembros de la Curia, con motivo del Adviento, en la Capilla Redemptoris Mater.

En esta segunda predicación, el padre Cantalamessa quiso centrarse en el segundo de los tres escollos que, en su opinión, tiene que superar la nueva evangelización de los países de antigua tradición cristiana: el cientificismo, el secularismo y el racionalismo.

El secularismo, como actitud contraria a la fe, “es un sinónimo de temporalismo, de reducción de lo real a una única dimensión terrena”.

Precisamente la fe cristiana “triunfó sobre la idea pagana de la 'oscuridad después de la muerte'”, con lo que se convirtió en una absoluta novedad.

¿Cómo es posible que esta idea haya decaído?, se pregunta el predicador pontificio. “A diferencia del momento actual en el que el ateísmo se expresa sobre todo en la negación de la existencia de un Creador, en el siglo XIX se expresó preferentemente en la negación de un más allá”.

“Feuerbach y sobre todo Marx combatieron la creencia en una vida después de la muerte, bajo pretexto de que esta aliena del compromiso terreno. A la idea de una supervivencia personal en Dios, se sustituye con la idea de una supervivencia en la especie y en la sociedad del futuro”, explicó.

El materialismo y el consumismo “han hecho el resto en las sociedades opulentas, haciendo incluso que parezca inconveniente que se hable aún de eternidad entre personas cultas y acorde con su tiempo”.

“Todo esto ha tenido una clara repercusión en la fe de los creyentes, que se ha hecho, en esta cuestión, tímida y reticente”, afirmó, añadiendo que “ya no se predica” sobre la vida eterna.

La consecuencia es, afirmó, que “el deseo natural de vivir siempre, distorsionado, se convierte en deseo, o frenesí, de vivir bien, es decir, de forma placentera, incluso a costa de los demás, si es necesario”.

“Caído el horizonte de la eternidad, el sufrimiento humano parece doble e irremediablemente absurdo”, afirmó.

Ante esto, la respuesta más eficaz “no consiste en combatir el error contrario, sino en hacer resplandecer de nuevo ante los hombres la certeza de la vida eterna, aprovechando la fuerza inherente que tiene la verdad cuando es acompañada del testimonio de la vida”, explicó.

El anhelo de eternidad es “el deseo más profundo, aunque reprimido, del corazón humano”. La única respuesta válida a este problema “es la que se funda en la fe en la encarnación de Dios”.

“Hay preguntas que los hombres no dejan de plantearse desde que el mundo es mundo, y los hombres de hoy no son una excepción: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?”.

La fe renovada en la eternidad “no nos sirve solo para la evangelización, es decir, para el anuncio que hay que hacer a los demás; nos sirve, antes aún, para imprimir un nuevo empuje a nuestro camino hacia la santidad”.

“El debilitamiento de la idea de eternidad actúa también sobre los creyentes, disminuyendo en ellos la capacidad de afrontar con valor el sufrimiento y las pruebas de la vida”, afirmó el padre Cantalamessa.

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“Atmósfera buena y abierta” en el encuentro de la Comisión Santa Sede-Israel
La Plenaria tuvo lugar ayer jueves en el Ministerio de Exteriores israelí
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- “Una atmósfera buena y abierta” ha caracterizado la reunión plenaria de la Comisión Bilateral de Trabajo entre la Santa Sede y el Estado de Israel, celebrada ayer jueves 9 de diciembre.

Así lo refiere un comunicado difundido por la Sala de Prensa de la Santa Sede al día siguiente del encuentro, que tuvo lugar en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel.

La delegación de la Santa Sede estaba guiada por monseñor Ettore Balestrero, subsecretario para las Relaciones con los Estados, y la del Estado de Israel por Danny Ayalon, M.K., viceministro de Asuntos Exteriores.

Al principio de la reunión, revela la nota, se hizo referencia al telegrama enviado por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano, a Benjamin Netanyahu, Primer Ministro del Estado de Israel, “con el que se transmitía la seguridad de las oraciones y de la solidaridad del Papa Benedicto XVI por las familias de aquellos que perdieron la vida, por los heridos y por todos los que se han visto afectados por los recientes incendios forestales en el Norte de Israel”.

En el texto se transmite también el aprecio del Papa “por los esfuerzos realizados en los socorros, que han sido llevados a cabo con generosa dedicación”, y sus oraciones “para que quienes han perdido sus casas en esta tragedia puedan pronto ser capaces de reconstruir sus propias vidas”.

“La plenaria discutió los próximos pasos de cara a la conclusión del Acuerdo”, añade el comunicado vaticano, refiriéndose al Fundamental Agreement firmado el 30 de diciembre de 1993, que permitió el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Israel y que concierne a cuestiones de propiedad, económicas y fiscales que interesan en general a la Iglesia católica o a comunidades o instituciones católicas concretas en Israel.

La próxima reunión de la plenaria se celebrará el 16 de junio de 2011 en el Vaticano. El próximo encuentro del Grupo de Trabajo tendrá lugar en cambio el 3 de febrero de 2011.

La delegación de la Santa Sede, estaba integrada por monseñor Antonio Franco, nuncio apostólico en Israel y jefe de la Delegación en el Grupo de Trabajo; monseñor Maurizio Malvestiti, subsecretario de la Congregación para las Iglesias Orientales; monseñor Alberto Ortega Martin, de la Secretaría de Estado; monseñor Giacinto-Boulos Marcuzzo, vicario del Patriarcado Latino; monseñor Waldemar Stanislaw Sommertag, consejero de la Nunciatura Apostólica; David-Maria A. Jaeger, O.F.M., consejero jurídico; Henry Amoroso, viceconsejero jurídico; el arrchimandrita Maher Abboud; Pietro Felet, S.C.J.; Ibrahim Faltas, O.F.M.; Giovanni Caputa, S.D.B., secretario.

Por parte israelí participaron Shmuel Ben-Shmuel, jefe del Departamento para Asuntos Judíos e Interreligiosos en el mundo del Ministerio de Asuntos Exteriores (MAE); Mordechay Lewy, Embajador de Israel ante la Santa Sede; Michal Gur-Aryeh, vicedirector del Departamento de Derecho del MAE; Bahij Mansour, director del Departamento para las cuestiones religiosas del MAE; el abogado Itai Apter, del Ministerio de Justicia; Oded Brook, jefe de Asuntos Internacionales del Ministerio de Finanzas; David Segal, consejero diplomático; y personal de asesoramiento del viceministro de Asuntos Exteriores: Ashley Perry, consejero para medios de comunicación internacionales, Klarina Shpitz, jefe de personal, y Chen Ivri Apter.

 

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El Papa aprueba una canonización y quince beatificaciones
Entre ellos 8 españoles, 6 de ellos mártires, un alemán y un libanés
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI ha aprobado hoy los decretos de reconocimiento de milagro, martirio y virtudes heroicas, de un beato y 15 siervos de Dios, tras la audiencia concedida al Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato.

Entre ellos hay ocho españoles, de los cuales cuatro franciscanos martirizados en Murcia y dos sacerdotes diocesanos en Barbastro-Monzón, y dos religiosas. Se ha aprobado también el martirio de un sacerdote alemán muerto en Dachau, así como las virtudes heroicas de un religioso melquita libanés.

milagros:

- Beato Guido Maria Conforti, italiano, nacido en Ravadese (1865) y muerto en Parma (1931), arzobispo obispo de Parma y Fundador de la Sociedad Pía de San Francisco Javier para las Misiones Extranjeras.

- Siervo de Dios Francesco Paleari, italiano, nacido en Pogliano Milanese (1863) y muerto en Turín (1939), sacerdote del Instituto Cottolengo.

- Sierva de Dios Ana María Janer Anglarill, española, nacida en Cervera (1800) y muerta en Talarn (1885), fundadora del Instituto de las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell.

- Sierva de Dios Maria Clara do Menino Jesus (en el siglo: Libânia do Carmo Galvão Meixa De Moura Telles e Albuquerque), portuguesa, nacida en Amadora (1843) y muerta en Lisboa (1899), fundadora de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Hospitalarias de la Inmaculada Concepción.

- Sierva de Dios Dulce (en el siglo: Maria Rita Lopes Pontes), brasileña, nacida y muerta en São Salvador de Bahia (1914-1992), hermana profesa de la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios.

Martirio:

- Siervo de Dios Alois Andritzki, alemán, nacido en Radibor (1914) y muerto en el campo de concentración de Dachau (1943), sacerdote diocesano.

- Siervos de Dios José Nadal y Guiu, español, nacido en Bell-lloc (1911), y José Jordán y Blecua, español, nacido en Azlor (1906), muertos en Monzón durante la persecución religiosa (1936), sacerdotes diocesanos.

- Siervos de Dios Antonio (en el siglo: Miguel Faúndez López), español, nacido en La Hiniesta (1907), y Buenaventura (en el siglo Baltasar Mariano Muñoz Martínez), español, nacido en Santa Cruz (1912), sacerdote y clérigo, respectivamente, de la Orden de los Frailes Menores, además de Pedro Sanchez Barba, español, nacido en Llano de Brujas (1895) y Fulgencio Martínez García, español, nacido en Ribera de Molina (1911), ambos párrocos, sacerdotes de la Tercera Orden Seglar de San Francisco de Asís y párrocos, muertos todos ellos en Murcia durante la persecución religiosa en 1936;

Virtudes heroicas:

- Siervo de Dios Antonio Palladino, italiano, nacido y muerto en Cerignola (1881-1926), sacerdote diocesano y fundador de la Congregación de las Hermanas Dominicas del Santísimo Sacramento.

- Siervo de Dios Béchara (en el siglo: Sélim Abou-Mourad), libanés, nacido en Zahlé (1853) y muerto en Saïda (1930), sacerdote de la Orden Basiliana del Santísimo Salvador de los Melquitas.

- Sierva de Dios Maria Elisa Andreoli, italiana, nacida en Agugliaro (1861) y muerta en Rovigo (1935), fundadora de la Congregación de las Siervas de María Reparadoras.

- Sierva de Dios María Pilar del Sagrado Corazón (en el siglo: María Pilar Solsona Lambán), española, nacida en Zaragoza (1881) y muerta en Logroño (1966), religiosa profesa del Instituto de las Hijas de María Religiosas de las Escuelas Pías.

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Mundo


El Papa erige un instituto religioso para las monjas de Lerma y La Aguilera
"Iesu communio" confirma a las hermanas en la intensa vida suscitada en los dos monasterios
BURGOS, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha aprobado un nuevo instituto religioso femenino llamado Iesu communio para la forma propia de vida de la comunidad de monjas de Lerma y La Aguilera, de la provincia española de Burgos.

La numerosa comunidad de hermanas del monasterio de Lerma, la mayoría de ellas jóvenes, expresó su alegría y agradecimiento a Dios a través de un comunicado publicado este viernes.

“La aprobación que ahora se nos comunica contiene la gozosa novedad y la fuerte responsabilidad de confirmarnos en la vida que Dios había suscitado entre nosotras desde hace tiempo”, indicaron las hermanas de Lerma-La Aguilera, hasta ahora clarisas.

La decisión de erigir el nuevo instituto religioso se ha producido tras el estudio, por los organismos competentes de la Curia romana, de una documentación presentada a través del arzobispo de Burgos, monseñor Francisco Gil Hellín.

Esta documentación había sido presentada a Roma como respuesta a la petición por la que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada había animado a la comunidad, en 2009, a procurar definir con claridad la forma de vida a la que se sentía llamada por Dios.

Ese año residían en el monasterio de la Ascensión del Señor, en la localidad de Lerma, 130 hermanas, de las cuales cerca de 60 en formación inicial.

Dado el elevado número de hermanas, la comunidad solicitó a la Congregación para los Institutos de vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica poder contar con dos casas distintas -La Aguilera y Lerma- manteniéndose como una única comunicad.

La solicitud fue aceptada, al tiempo que Roma destacaba la conveniencia de proyectar una solución que entrara dentro de la norma.

Recientemente, monseñor Gil Hellín recibió la comunicación oral de la decisión pontificia de erigir un nuevo instituto religioso para esa floreciente comunidad, decisión que transmitió a las hermanas inmediatamente.

Tras conocerla, la comunidad destacó que Jesús “es el protagonista de todo y en Él confiamos para que lleve a buen término la vida que ha comenzado”, y recordaron: “¡Somos gracias a Cristo y a la Iglesia!”.

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Las Caritas diocesanas europeas de retiro espiritual en Jasna Góra
Modelar el corazón según el Corazón de María
Por don Mariusz Frukacz

CZESTOCHOWA, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- “Heme aquí, Señor” (Is 6,8) ha sido el tema de los ejercicios espirituales para los responsables de las Caritas diocesanas y de otras agencias eclesiales del continente europeo que se desarrolló en el santuario mariano de Jasna Góra, en Czestochowa (Polonia) del 29 de noviembre al 3 de diciembre.

En el encuentro, participaron 320 responsables de organizaciones caritativas católicas europeas, con la presencia de cinco cardenales y cincuenta obispos procedentes de 140 diócesis de 26 naciones.

Las meditaciones de los ejercicios espirituales estuvieron dirigidas por la abadesa holandesa Theresa Brenninkmeijer, O. Cist.

En el encuentro, participó también el cardenal Robert Sarah, actual presidente del Consejo Pontificio Cor Unum.

“Czestochowa es un lugar importante para nuestro encuentro, un lugar donde se puede verdaderamente lograr la reflexión espiritual -explicó a ZENIT el cardenal Paul Josef Cordes, ex-presidente del Consejo Pontificio Cor Unum-. Hay que recordar que en Europa se desarrolla nuestra actividad, la esfera práctica y la técnica”.

“Pero para la reflexión espiritual, quería escoger un lugar donde fuera posible tener un encuentro con María. Por eso es muy importante la oración en la capilla de la Virgen Negra de Jasna Góra”, continuó.

“El santuario polaco nos ayuda a todos nosotros a entrar en la perspectiva de la fe -añadió-. Con la ayuda de María, podemos profundizar en la espiritualidad que emana y se practica en este lugar”.

Según el cardenal Cordes, “los frutos del servicio caritativo son muy importantes” “Los cristianos tenemos un patrimonio especial, es decir, tenemos la palabra de Cristo, pero también la tradición del servicio a los pobres”, indicó.

“En la historia de la Iglesia tenemos muchos ejemplos de santos, como la beata Madre Teresa de Calcuta, que nos enseñan cómo poner en práctica el mandamiento del amor al prójimo”, dijo.

“Nuestro primer deber como cristianos es el de recordar la riqueza de este patrimonio -afirmó-. Debemos recordarlo, pero también vivir de ello”.

“Nosotros, como Caritas, tenemos también el consuelo que viene de Dios. También es importante la dimensión espiritual de nuestra actividad, que debe vivirse primero en la implicación personal en la Caritas y después ponerse en práctica. El mensaje de la fe ayuda tantas veces a una persona en dificultades”.

El purpurado destacó a ZENIT la importancia de la dimensión mariana para la actividad caritativa.

“Viendo la historia de nuestra actividad caritativa -subrayó-, constatamos la gran importancia que tienen los distintos instrumentos humanos”.

“Todas las organizaciones implicadas en actividades caritativas, como Caritas o Cruz Roja, han utilizado muy bien estos instrumentos”.

“Pero al hablar de Caritas, hay que mirar también la formación del corazón -indicó-. Y aquí en Jasna Góra vemos el Corazón de María que no incluye sólo la formación de una cierta sensibilidad humana, sino es la formación de un corazón que lo espera todo de Dios”.

“En el mundo secularizado en el que no se habla de Dios, necesitamos esa formación del corazón -aseguró-. Necesitamos modelar nuestro corazón según el Corazón de María”.

“Para los participantes de los ejercicios espirituales, esta iniciativa es una respuesta al llamamiento que el Pontífice Benedicto XVI lanzó a través de la encíclica Deus caritas est, es decir el de formar los corazones”, explicó a ZENIT el diácono Giorgio, director de Caritas de Brescia.

Para él, “la formación del corazón y la cercanía a los demás son los dos pulmones de Caritas”.

Los ejercicios espirituales para las Caritas se han celebrado en Guadalajara (México) en 2008 y en Taipei (Taiwán) en 2009.

Europa es el tercer continente donde se han celebrado los ejercicios espirituales y, como destacó el secretario de Caritas Polonia, Zbigniew Sobolewski, ha sido “el Santo Padre Benedicto XVI en persona quien ha querido Jasna Góra como lugar de nuestro encuentro”.

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Cardenal Cañizares: La falta de fe, la mayor amenaza para nuestro tiempo
En su investidura como “honoris causa” por la Universidad Católica de Valencia
VALENCIA, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- “La falta de fe en Dios, la pérdida del sentido de Dios que lacera nuestro mundo, las percibo y vivo como la indigencia mayor, la amenaza más grave y de más desastrosas consecuencias para nuestro tiempo”, a la vez que “genera una quiebra moral que reclama urgentemente su reedificación”.

Lo dijo el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir, este jueves en el aula magistral del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia.

En su discurso de investidura, aseguró que “no hay nada que me haga sufrir tanto ni me preocupe más que la crisis de Dios que padece la humanidad contemporánea, la ausencia de Dios, camuflada a veces incluso en una religiosidad vacía”.

El purpurado tituló su discurso En defensa del hombre y de la vertebración de la sociedad: la actuación de un obispo, informó la Universidad Católica de Valencia.

En él, hizo un llamamiento a la esperanza desde el reconocimiento realista de lo que sucede. Se mostró convencido de que “si bien, para una sociedad como la nuestra, cerrada al futuro, faltan fundamentos para la esperanza, Dios no la dejará en la estacada”.

Por ello, continuó, “me urge ser testigo y portavoz de esperanza, alentar la esperanza, mirar al futuro, ayudar a abrirse al futuro y señalar caminos que conduzcan a él”.

“Lo que los cristianos podemos y debemos ofrecer al mundo, a la sociedad, es la Buena Noticia de la Encarnación-Redención de Cristo y la verdad del hombre que se desvela y verifica en la experiencia de ese acontecimiento, vivida en la comunión de la Iglesia”.

“Ésa es toda nuestra riqueza, y hemos de ofrecerla con tanta sencillez como transparencia, sabedores por la propia experiencia de que es un bien inestimable y decisivo para la vida de las personas”, añadió.

El purpurado concluyó indicando que “todas las corrientes del pensamiento de nuestro viejo continente deberían considerar a qué negras perspectivas podría conducir la exclusión de la vida pública de Dios como último juez de la ética y supremo garante contra todos los abusos de poder ejercidos por el hombre sobre el hombre”.

Precisamente “en esta fe radica, en último término, la aportación de la Iglesia a la necesaria vertebración de la sociedad”, añadió.

Autoridades

En el acto de distinción al cardenal Cañizares, participaron diversas autoridades civiles, entre ellas el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, la presidenta de las Cortes Valencianas, Milagrosa Martínez y el líder de la oposición autonómica, Jorge Alarte.

También asistieron nueve obispos y arzobispos y el cardenal Agustín García-Gasco, arzobispo emérito de Valencia.

La ceremonia estuvo presidida por el arzobispo de Valencia y gran canciller de la Universidad Católica de Valencia, monseñor Carlos Osoro, quien destacó la importancia de defender la verdad del hombre y su dignidad.
Por su parte, Francisco Camps afirmó que en las sociedades del siglo XXI es esencial “el respeto, la tolerancia y la libertad de los ciudadanos y de su dignidad como personas para asegurar la convivencia y el bien común”.

El presidente de la Generalitat Valenciana también se refirió al cardenal Cañizarse como a “un valenciano ejemplar que ha consagrado su vida a la impagable labor de transmitir valores y enseñanzas esenciales para la sociedad valenciana de hoy y las próximas generaciones”.


Y añadió que “cualquier persona responsable defiende la compatibilidad entre la Iglesia y la sociedad o entre la vida pública y la fe, como también entre la ciencia y la religión o entre los conocimientos y los valores”.


 

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Análisis


Iraq: expertos señalan que la guerra contra los cristianos no es noticia
Denuncian un “genocidio sistemático” en medio del silencio mediático
ROMA, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- “Cada día, siete personas de cada diez, en el mundo, ven violada su propia libertad religiosa. Y de cada cien muertos, por motivos relacionados con su credo, cincuenta y siete son cristianos”.

Quien desgrana estos datos es Giuseppe Dalla Torre, rector de la LUMSA (Libera Università Maria Santissima Assunta), el centro académico que organizó, en noviembre pasado, la mesa redonda “Guerra a los cristianos. Testimonios de una tragedia del siglo XXI”.

El título de la mesa redonda de la LUMSA remite al libro del europarlamentario Mario Mauro, representante personal de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) para la lucha contra el racismo y la persecución a los cristianos, que también intervino en el encuentro para narrar la tragedia de las persecuciones que los fieles de Cristo sufren cada día en uno de los lugares más martirizados de la tierra.

“Hoy es fácil perder la vida si se cree en Jesús y, sin embargo, la libertad religiosa en general, como diría Juan Pablo II es el ‘papel tornasol’ que indica la existencia del resto de libertades, porque –explica Mauro- pone al descubierto la visión que tiene el poder de la persona humana y su dimensión espiritual”.

Quien profesa una fe es portador de una fuerza interior que nadie puede sustraerle. Y por ello acepta con dificultad las limitaciones impuestas al propio credo por las esferas políticas. “Dios nace, el poder tiembla”, escribía el filósofo polaco Józef Tischner.

Es así para los cristianos que, humillados y perseguidos, dejan a millares el país en el que han nacido. Huyen hacia el norte de Iraq o se refugian en los países vecinos, con Jordania a la cabeza.

El motivo que hace a los cristianos peligrosos a los ojos de los extremistas musulmanes es su peculiar capacidad de comprender la realidad. Además, “los cristianos son una fuerza integradora –aclaró el padre Bernardo Cervellera, director de la agencia informativa Asianews--, mediadores entre los diversos grupos étnicos. Gracias a ellos se mantiene viva la esperanza de una convivencia pacífica. Esta es, para los musulmanes,  la última oportunidad para abrirse a la modernidad”.

El rector de la LUMSA mostró su convicción de que el silencio parece encubrir esta tragedia, en primer lugar humana. Mauro concretó sus acusaciones en las autoridades europeas, en especial el Parlamento: “Ha tardado nada menos que diez años en aprobar un mecanismo de protección a los cristianos en Iraq”. Y denuncia que no existe un pronunciamiento de la ONU al respecto.

La resolución europea aludida por el europarlamentario fue votada el 25 de noviembre pasado, y condiciona la concesión de ayudas al respeto de las distintas libertades, entre ellas la de culto.

Y, para no olvidar a los sesenta iraquíes asesinados el 31 de octubre pasado en la catedral sirocatólica de Bagdad, dedicada a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, las embajadas iraquíes ante Italia y la Santa Sede tenían prevista una conmemoración este jueves 9 de diciembre en Roma.

Como saben los letores de ZENIT, uno de los últimos episodios que supuso un ulterior sufrimiento a las comunidades católicas presentes en Iraq es la condena a muerte del ministro del régimen de Saddam Hussein, el católico caldeo Tarek Aziz.

La ejecución de la sentencia podría ser otro motivo de violencia entre seguidores de diversos credos. Aziz fue un defensor de sus correligionarios y un incansable mediador, ante la Santa Sede y diversos países, para llegar a un diálogo que llevara la paz a Iraq.

En el país medioriental, se ha puesto en marcha una comisión especial para afrontar la nueva emergencia del recrudecimiento de atentados contra cristianos, presidida por el cristiano Yunadem Kanna. Entre las propuestas que ha recibido, está la creación de un único cuerpo especial de inteligencia que se ocupe de la defensa de los cristianos. Se trataría de instituir un cuartel militar específico en Nínive.

Además, para detener el éxodo de los fieles, se aprobó el bloqueo de ventas inmmobiliarias y propiedades de los cristianos. Para favorecer la recuperación del tejido social, se pidió la creación de un fondo para resarcir a las víctimas de los atentados, para que puedan reconstruir casas e iglesias dañadas.

Pero también han surgido quienes tratan de oponerse con la fuerza militar a la violencia de los extremistas islámicos. En Karamlis, los católicos asediados intentan organizar la autodefensa. El cuartel general de los milicianos está justamente frente a la gran iglesia de Sant'Adday.

El inmueble pasó, de ser oficina de correos, a ser el puesto de un comando, desde el que Shaker Banjamin y Latif Issa, dos ex oficiales de 48 años del ejército de Saddam, que quedaron en paro a la caída del régimen, y sin paga, organizan la defensa de los cinco mil cristianos en riesgo. Una verdadera milicia “cruzada” compuesta de 243 hombres, mandados por diez oficiales provenientes de los cuadros del antiguo ejército iraquí. Los combatientes son todos voluntarios y se contentan con una pequeña aportación extraída de la cuestación de la iglesia.

Para saber más, leer, entre otros, los artículos publicados por ZENIT:  http://www.zenit.org/article-37474?l=spanish, http://www.zenit.org/article-37410?l=spanish, http://www.zenit.org/article-37440?l=spanish.

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Entrevistas


Cardenal Kurt Koch habla sobre el cincuentenario de su dicasterio (II)
Entrevista con el presidente del Consejo Pontificio para la unidad de los cristianos
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- La imagen de San Pedro y San Andrés Apóstol, discípulos de Cristo, cabezas de la Iglesia católica y ortodoxa respectivamente, se encuentra en la puerta de las oficinas del Consejo Pontificio para la promoción de Unidad de los cristianos, ubicadas en la vía de la Conciliación, antes de llegar a la Plaza de San Pedro, como símbolo de hermandad y de diálogo entre las iglesias cristianas.

Este dicasterio, que celebra este año sus bodas de oro, busca el diálogo y la promoción del espíritu ecuménico entre los cristianos según el decreto conciliar Unitatis redintegratio (1964).

Tiene también la misión de nombrar los observadores o "delegados fraternos" de otras Iglesias y Comunidades eclesiales, con motivo de la celebración de grandes acontecimientos de la Iglesia católica.

Sobre la historia, los desafíos y los frutos del Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos, ZENIT entrevistó al cardenal suizo Kurt Koch, quien hace cuatro meses fue nombrado por el Papa Benedicto XVI como nuevo presidente de este dicasterio. Recibió el capelo cardenalicio el pasado 20 de noviembre.

La primera parte de esta entrevista se publicó en el servicio de ayer jueves 9 de diciembre.

- ¿Cómo nació este dicasterio?

Cardenal Koch: En 1960 el santo padre Beato Juan XIII quiso que la dimensión ecuménica fuese uno de los principales puntos a tratar del Concilio Vaticano II. Por ello creó el secretariado para la unidad de los cristianos – así se llamaba anteriormente. Nombró como primer director al cardenal jesuita Agustín Bea. En 1988 el Papa Juan Pablo II transformó el Secretariado en Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.

- ¿Cuáles considera que son los principales frutos de estos 50 años de trabajo?

Cardenal Koch: Creo que la dimensión ecuménica ya no es un pensamiento extraño, sino una dimensión necesaria e importante para la Iglesia, como dijo Juan Pablo II en su encíclica Ut un sint (1995). Cuando Benedicto XVI fue elegido Papa, en su primer mensaje dijo que el ecumenismo iba a ser uno de los principales desafíos de su pontificado. Este es uno de los frutos principales.

Luego tenemos varios frutos específicos como el diálogo con las iglesias ortodoxas que ha avanzado mucho. También el ecumenismo en la situación de Oriente. Hay algunos frutos que hemos recogido con los luteranos y los metodistas.

- ¿Cree que el encuentro histórico que tuvo el papa Pablo VI con el patriarca Atenágoras I en 1964 forma parte de los frutos de este dicasterio?

Cardenal Koch: Sí. Forma parte del primer encuentro del Papa, obispo de Roma y el patriarca ecuménico. Después de este acontecimiento tenemos la costumbre de la visita recíproca de una delegación de Constantinopla que viene a la fiesta del 29 de junio de San Pedro y San Pablo y una delegación de la Santa Sede que viaja a Constantinopla cada 30 de noviembre para la fiesta de San Andrés apóstol, patrono de los ortodoxos. Pedro y Andrés son hermanos. La Iglesia de Roma y de Constantinopla son las iglesias hermanas.

- Por otro lado, ¿usted cree que la reciente beatificación del cardenal Newman puede ser también uno de los frutos de este dicasterio?

Cardenal Koch: Sí, porque Newman es muy conocido y muy venerado entre los católicos y entre los anglicanos. Porque esta fiesta de beatificación en Birmingham era un evento ecuménico.

- ¿También la constitución apostólica Anglicanorum coetibus?

Card Kurt Koch: En la Santa Sede hacemos una diferencia. Este dicasterio es responsable del diálogo. La constitución Anglicanorum coetibus sobre estos creyentes, sacerdotes y obispos anglicanos que quieren regresar a la Iglesia católica, es responsabilidad de la Congregación para la Doctrina de la fe.

La conversión de los fieles es algo que siempre ocurre en la Iglesia. La novedad, esta vez es que vienen grupos de creyentes, sacerdotes y obispos. Todas las personas que quieren entrar a la Iglesia, el Santo Padre les quiere abrir la puerta. Para nosotros no es un peligro para el diálogo ecuménico. Este sigue su curso.

- ¿Cuáles cree que son los principales obstáculos para el diálogo con las iglesias ortodoxas y con las iglesias orientales antiguas, y con las que nacieron luego de la llamada reforma protestante?

Cardenal Koch: Aunque tenemos un gran fundamento común en la fe, tenemos especialmente otra cultura con las iglesias y comunidades orientales. Por ejemplo, para el diálogo ecuménico con la Iglesia está la cuestión del primado del Obispo de Roma. En cambio con las iglesias nacidas luego de la Reforma hay más puntos culturales que nos unen, pero hay toda una eclesiología que debemos discutir.

- Acaba de pasar el sínodo del Medio Oriente y hay muchas iglesias antiguas que han alcanzado la plena comunión con la Iglesia católica. ¿Como ha sido esta experiencia de comunión entre las iglesias sui iuris a pesar de las diferencias culturales entre los ritos?

Cardenal Koch: Estas Iglesias son una gran riqueza para nuestra Iglesia Universal. Son fieles al Santo Padre y permanecen fieles a su magisterio. Pueden ser un puente de ecumenismo como se ve en el decreto conciliar Orientalium Ecclesiarum del Concilio Vaticano II sobre las iglesias orientales católicas.

Creo que este sínodo ha tenido dos frutos centrales que todas las iglesias del Oriente Medio se hayan reunido en una asamblea de dos semanas y puedan vivir la comunidad entre ellos, creo que esto es una gran iniciativa y una bella experiencia.

Se ha hablado de la situación tan difícil en estas iglesias de esta zona del planeta y más ahora a nivel de la Iglesia universal y de cómo los católicos y cristianos de todas las iglesias locales ven la necesidad de ayudar estas iglesias y de soportar y vivir en una gran solidaridad con estos cristianos del Oriente Medio.

- ¿Cree que hace un siglo hubiera sido posible crear un dicasterio como este, con el objetivo de propiciar un espacio para el diálogo ecuménico? ¿O cree que esto sea fruto de un nuevo tiempo?

Cardenal Koch: En la primera encíclica de Pablo VI Ecclesiam Suam sobre el mandato de la Iglesia en el mundo contemporáneo, el pontífice hablaba del principio del diálogo. Cada pontífice responde a su tiempo y a sus desafíos.

La Iglesia está abierta también a una nueva evangelización que ha querido el Papa Benedicto XVI y va en la misma vista de apertura y de profundizar la misión de la Iglesia en países secularizados que tienen una gran tradición cristiana pero que la están olvidando. Es necesaria una nueva evangelización.

Por Carmen Elena Villa


 

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La polémica sobre Robert Edwards y el premio Nobel de medicina
Entrevista con el médico sacerdote y profesor de teología moral Pablo Requena
ROMA, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Hoy recibe el Premio Nobel de medicina el fisiólogo inglés Robert Edwars, pionero en el procedimiento de la fecundación in vitro.

Los trabajos de este biólogo hicieron posible el histórico nacimiento de la primera "bebé probeta", Louise Joy Brown , el 25 de julio de 1978.

Sobre el costo en vidas humanas que este procedimiento implica y sobre sus implicaciones éticas, ZENIT entrevistó a Pablo Requena, Licenciado en Medicina y Cirugía, y Doctor en Teología Moral, profesor de esta materia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.

- "Edwards inauguró una casa, pero abrió la puerta equivocada", fueron las palabras del presidente de la Academia Pontificia para la vida, monseñor Ignacio Carrasco, el día que se conoció la noticia de la designación del premio nobel de medicina a Robert Edwards. ¿Cuántos embriones se pierden por cada niño que nace en el procedimiento de la fecundación in vitro?

Pablo Requena: Es imposible saberlo exactamente. Entre otras cosas porque depende mucho de la técnica empleada y de los protocolos que utilizan en cada país. Pero ciertamente son muchos.

Algunos datos nos pueden ayudar a entender la magnitud de esta pérdida de seres humanos. En el 2009 se publicó un estudio europeo (referido a 30 países) en el que se mencionan 418.111 ciclos de reproducción asistida, con una tasa de embarazo (no de niños nacidos) que oscilaba para las técnicas más eficaces entre el 30.3 y el 30.9%.

Si se tiene en cuenta que la práctica común implica la hiperestimulación ovárica en cada ciclo, de la que se obtienen entre 10 y 20 óvulos, muchos de los cuales serán fecundados, se puede fácilmente concluir que los embriones que no han visto la luz en Europa durante el 2005, año al que se refiere el estudio, es de varios millones.

- Sin embargo hoy, el 1 o 2% de los niños que nacen en Europa o Norteamerica son niños probeta. C. Hoog, del comité nobel de medicina, dijo que "es un tratamiento seguro y efectivo, sigue unas reglas estrictas. Los estudios hechos a lo largo de estos años determinan que los niños probetas son tan saludables como cualquier otro" ¿Es cierto? ¿O sabemos si tienen mayor riesgo de contraer enfermedades congénitas las personas fecundadas in vitro?

Pablo Requena: No es de extrañar que las clínicas que se dedican a la reproducción asistida sostengan que la salud de los niños nacidos de la probeta sea igual que la de los concebidos naturalmente: es mucho el dinero que se mueve (en un artículo científico del 2010 se dice que los costes en Australia y Nueva Zelanda, se mueven alrededor de los 27.000 $ en mujeres entre 30-33 años y los 187.000 $ en mujeres entre 42 y 45).

Desgraciadamente la fecundación asistida se ha convertido en un negocio como puede ser el de la fabricación de muebles a medida, con todos los estándares propios de la producción industrial, y los controles de calidad pertinentes.

Este negocio se está separando cada vez más de la idea original, nacida en el ámbito clínico, que intentaba solucionar un problema de infertilidad. Se sigue acudiendo a las clínicas, y el aparataje e instrumental sigue siendo el propio de la medicina; sin embargo, la relación no es la tradicional entre médico y paciente, sino la del técnico-vendedor y cliente.

Volviendo a la pregunta, es claro que los vendedores han de hablar bien de sus "productos", sorprende más que las personas de ciencia, que son muy rigurosas en sus análisis y apreciaciones técnicas, hagan después comentarios tan poco "científicos" con el intento de salvaguardar estas técnicas.

Es verdad que la mayoría de los niños que nacen de la fecundación in vitro son sanos y normales. Pero también es verdad que los niños nacidos con estas técnicas tienen una posibilidad mayor de desarrollar malformaciones de diverso tipo. Esto no es una opinión o una hipótesis teórica, sino una afirmación que procede de los datos publicados en la literatura científica.

Tres ejemplos. En el 2004 se publicó en el Journal of Assisted Reproduction and Genetics un meta-análisis, que recogía los datos de 19 estudios precedentes, en el que se concluía que el 29% de los niños procedentes de la fecundación in vitro tenían algún tipo de malformación, de más o menos gravedad: desde el labio leporino a malformaciones cardiacas importantes.

En otro informe, promovido por el Ministerio de la Salud de Nueva Zelanda, en el 2005, que recoge la bibliografía internacional hasta esa fecha, procedente de los países donde se realiza fecundación in vitro, se señala que los niños producidos a través de la técnica ICSI (intracytoplasmic sperm injection), una de las más empleadas actualmente, tienen un riesgo tres o cuatro veces mayor que los niños concebidos naturalmente de anomalías cromosómicas, en buena parte, debido a los problemas genéticos paternos que se transmiten a través de esta técnica.

El último ejemplo procede de un artículo recientemente publicado en la revista Human Reproduction. Se trata de un estudio realizado en una población de más de 90.000 niños. Una de sus conclusiones es que la parálisis cerebral, que normalmente se encuentra en 1 de cada 400 nacidos, en los niños producidos in vitro se da en 1 de cada 176.

- Dejando aparte la cuestión de la salud de los niños "probeta", ¿por qué no es moralmente aceptable la fecundación in vitro?

Pablo Requena: El problema de la infertilidad es un problema muy serio, que tiene graves repercusiones en la vida de muchos matrimonios, y origina gran sufrimiento. En este sentido es lógico que las parejas que no consiguen tener hijos, acudan a una ayuda técnica para conseguirlo.

El problema moral de la fecundación in vitro no está en la artificialidad de las técnicas, y mucho menos en una sospecha hacia la ciencia. Es más, en un importante documento de la Santa Sede sobre estas cuestiones se afirma que la Iglesia "mira con esperanza la investigación científica, deseando que sean muchos los cristianos que contribuyan al progreso de la biomedicina y testimonien su fe en ese ámbito" (Dignitas personae, n. 3).

La medicina utiliza continuamente instrumentación artificial, y no decimos que sea malo. Se piense, por ejemplo, a la sustitución una válvula cardiaca dañada por otra mecánica, que puede salvar la vida de un paciente: no sólo no decimos que no presenta problemas éticos, sino que desde el punto de vista moral es algo muy bueno, y por tanto se debe hacer cuando sea posible.

¿Cuál es la diferencia con las técnicas de fecundación artificial? Aquí el problema fundamental es que se considera a un ser humano, al hijo, como un "producto", como algo que de alguna forma me pertenece y puedo programar, seleccionar, manipular... y destruir. Pero esto no es adecuado para los seres humanos: puede serlo para las máquinas, puede serlo – en algunos casos – para los animales, pero nunca para el hombre. Este es demasiado importante para poder ser "fabricado".

Por eso decimos que el único lugar adecuado para dar origen a un ser humano es el acto de amor de sus padres. Esto ciertamente no significa que la dignidad de los niños concebidos in vitro, como los que pudieran proceder de una violencia, sea menor que la de los hijos de un matrimonio. Y es justamente por la gran dignidad que tienen, por lo que resultan inadecuados estos últimos modos de "llamarlos a la existencia".

Además, no se debe olvidar la gran cantidad de vidas que se pierden por el camino, y los innumerables embriones congelados que actualmente llenan los depósitos de las clínicas de fecundación asistida. Y esta razón no es válida sólo para la persona de fe, sino para todo el que quiera proteger en la sociedad la vida humana en todas sus formas.

- ¿Qué tanto influye en esto la ideología de la maternidad y paternidad como derecho y no como don?

Pablo Requena: En la sociedad actual ha cambiado mucho la percepción del hijo. Durante mucho tiempo se ha considerado como un don, como un regalo. Esta visión está muy unida a una concepción religiosa de la existencia, que ve a los padres como colaboradores de Dios, y en cierto modo como sus ministros en la tarea de cuidar y educar a los hijos.

En todo caso, el hijo no se veía ciertamente como un derecho, como algunos lo consideran ahora, porque no puede serlo. Ninguna persona tiene el "derecho" de poseer a otra: se puede poseer una casa, un coche... pero no una persona. Por este motivo la esclavitud es un mal, porque ningún hombre puede ser "dueño" de otro.

Si se afirmara que existe un derecho al hijo, se estaría diciendo que alguien (la comunidad) tiene el deber, la obligación, de darme aquello; y se estaría así mismo diciendo al hijo que es el "producto" de un derecho de sus padres. Pero esto supone quitar al hijo la dignidad propia de la persona, y el derecho de ser concebido a través de un acto de amor.

- Como médico, sacerdote y profesor, ¿qué le diría a usted a una pareja de esposos que quiere tener familia y no puede hacerlo de manera natural?

Pablo Requena: En primer lugar les diría que acudieran a un centro de ayuda a la procreación, como puede ser el Gemelli aquí en Roma, donde puedan realizar un estudio a fondo de las causas del problema, para ver si existen posibilidades terapéuticas moralmente adecuadas para su situación. En no pocos casos existen, sin necesidad de acudir a la fecundación in vitro.

Sin embargo, en otras ocasiones, los esposos descubrirán que no es posible realizar su deseo, tan legítimo y bueno, de tener hijos. En ese caso, con la ayuda de toda la comunidad eclesial, pueden descubrir que esta imposibilidad no es ajena a su camino vocacional cristiano.

La Iglesia siempre ha enseñado que "los esposos que se encuentran en esta dolorosa situación están llamados a descubrir en ella la ocasión de participar particularmente en la cruz del Señor, fuente de fecundidad espiritual" (Donum vitae, n. 8). No se trata ciertamente de un camino fácil, pero sabemos bien "es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida" (Mt 7, 14).

Quizá será necesario un tiempo, un tiempo largo, para entender el modo de vivir la llamada de Dios a la paternidad y maternidad de una manera distinta, pero no menos eficaz y feliz. Hay muchos ejemplos de padres que nunca han podido tener hijos, y que se sienten muy unidos y muy realizados en su matrimonio.

- Finalmente, ¿cree usted que Robert Edwards debería recibir este premio?

Pablo Requena: Personalmente no se lo habría dado; pues, aunque se trata de un gran técnico, y sin duda alguna la finalidad de ayudar a las parejas que no pueden tener hijos es muy loable, los medios que ha utilizado no son adecuados.

Además, el mismo Edwards ha manifestado en ocasiones la necesidad de utilizar estas técnicas en un sentido eugenético, cosa que me parece muy negativo a nivel social. Pienso que la buena voluntad, y los éxitos técnicos no deberían ser suficientes para dar este tipo de premios..., pero ciertamente no todos piensan lo mismo.

Por Carmen Elena Villa


 

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Espiritualidad


Tercer domingo de Adviento: Una provocadora alegría
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm
OVIEDO, viernes, 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).-  Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, 12 de diciembre, segundo de tercero de Adviento (Mateo 11,2-11), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca. 



 

* * *



 

Podría parecer casi una burla, o al menos una provocación, la de invitar nada menos que a la alegría en estos momentos de hondas dificultades en tantas personas. Pero he aquí que este tercer domingo de Adviento, se le llama domingo gaudete (alegraos), porque la alegría forma parte de este tiempo de espera. No era fácil y halagüeña la situación desde la que hablaba Isaías. El profeta tuvo que experimentar el vértigo de anunciar esperanza en medio de un pueblo desesperanzado; anunciar alegría y fiesta, a un pueblo que fatalmente se iba resignando con la tristeza y el luto. Y esto es lo que hizo Isaías: ¿veis el desierto y los yermos? ¿veis el páramo y la estepa? Pues florecerán como florece el narciso, y se alegrarán con un gozo de alegría verdadera. ¿Tenéis la sensación de soledad, de abandono, de que vuestra situación no hay nada ni nadie que la pueda cambiar? Pues no pactéis con la tristeza y que el miedo no llene vuestro corazón, sed fuertes, no temáis: vuestro Dios viene en persona, para resarciros y salvaros. Y como quien está ciego y vuelve a la luz, como quien sufre sordera y se le abren los oídos, como quien renquea de cojera y salta como un ciervo, como quien se amilana como mudo y consigue cantar... así, así veréis que se termina vuestro destierro, vuestra soledad, vuestra tristeza, vuestra pesadumbre..., y volveréis a vuestra tierra como rescatados del Señor.

¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? -le preguntarán a Jesús los discípulos del Bautista-, y Jesús responderá: decidle a Juan lo que estáis viendo y oyendo:los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. La alegría profetizada por Isaías tomaba rostro y nombre: Jesús.

A nosotros, cristianos que recorremos este Adviento con el deseo de no repetir cansinamente el de años anteriores, se nos dirige también una invitación a la alegría. Cada uno tendrá que reconocer cuáles son sus desiertos, sus yermos, sus páramos y estepas; cada uno tendrá que poner nombre a la ceguera, la sordera, la cojera o la mudez de las que nos habla este Domingo la Palabra de Dios. Pero es ciertamente en toda esa situación donde hemos de esperar a quien viene para rescatarnos de la muerte, de la tristeza, del fatalismo. Y somos llamados a testimoniar ante el mundo esa alegría que nos ha acontecido, que se ha hecho también para nosotros el Rostro, la Carne y la Historia de Jesucristo. Entonces la alegría deja de ser un lujo y se convierte en una urgencia, en un catecismo, en una evangelización. Esta es la alegría que esperamos y que se nos dará por quien está viniendo.

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Documentación


Predicador del Papa: "La respuesta cristiana al secularismo"
Segunda meditación del padre Raniero Cantalamessa ante el Papa y la Curia Romana
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la segunda meditación de Adviento que predicó este viernes el padre Raniero Cantalamessa OFM cap, predicador de la Casa Pontificia, ante Benedicto XVI y la Curia Romana para ofrecer "La respuesta cristiana al secularismo".

 



 



 

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap.

Segunda Predicación de Adviento

 

"OS ANUNCIAMOS LA VIDA ETERNA" (1 JN 1,2)

La respuesta cristiana al secularismo

1. Secularización y secularismo

En esta meditación nos ocupamos del segundo escollo que encuentra la evangelización en el mundo moderno occidental, la secularización. En el Motu Proprio con el que el Papa instituyó el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva eEvangelización, se dice que éste "está al servicio de las Iglesias particulares, especialmente en aquellos territorios de antigua tradición cristiana donde con mayor evidencia se manifiesta el fenómeno de la secularización".

La secularización es un fenómeno complejo y ambivalente. Puede indicar la autonomía de las realidades terrenas y la separación entre reino de Dios y reino del César y, en este sentido, no sólo no está contra el Evangelio sino que encuentra en él una de sus raíces profundas; puede, sin embargo, indicar también todo un conjunto de actitudes contrarias a la religión y a la fe, para el que se prefiere utilizar el término de secularismo. El secularismo es a la secularización lo que el cientificismo a la cientificidad y el racionalismo a la racionalidad.

Ocupándonos de los obstáculos o de los desafíos que la fe encuentra en el mundo moderno, nos referimos exclusivamente a esta acepción negativa de la secularización. A pesar de delimitarlo así, sin embargo, la secularización presenta muchas caras según los campos en los que se manifiesta: la teología, la ciencia, la ética, la hermenéutica bíblica, la cultura en general, la vida cotidiana. En la presente meditación tomo el término en su significado primordial. Secularización, como secularismo, derivan de hecho de la palabra "saeculum" que en el lenguaje común ha acabado por indicar el tiempo presente ("el eón actual", según la Biblia), en oposición a la eternidad (el eón futuro, o "los siglos de los siglos", de la Biblia). En este sentido, secularismo es un sinónimo de temporalismo, de reducción de lo real a una única dimensión terrena.

La caída del horizonte de la eternidad o de la vida eterna, tiene sobre la fe cristiana el efecto que tiene la arena arrojada sobre una llama: la sofoca, la apaga. La fe en la vida eterna constituye una de las condiciones de posibilidad de la evangelización: "Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima" (1 Cor 15,19).

2. Ascensión y ocaso de la idea de eternidad

Recordemos a grandes rasgos la historia de la creencia en una vida más allá de la muerte; nos ayudará a medir la novedad traída por el Evangelio en este campo. En la religión judía del Antiguo Testamento esta creencia se afirma sólo de forma tardía. Sólo después del exilio, frente al fracaso de las esperanzas temporales, se abre camino la idea de la resurrección de la carne y de una recompensa ultraterrena de los justos, e incluso entonces no en todos (los Saduceos, se sabe, no compartían esta creencia).

Esto desmiente clamorosamente la tesis de aquellos (Feuerbach, Marx, Freud) que explican la creencia en Dios con el deseo de una recompensa eterna, como proyección en el más allá de las esperanzas terrenas defraudadas. ¡Israel creyó en Dios muchos siglos antes que en una recompensa eterna en el más allá! No es, por tanto, el deseo de una recompensa eterna lo que produjo la fe en Dios, sino que es la fe en Dios la que produjo la creencia en una recompensa ultraterrena.

La revelación plena de la vida eterna se tiene, en el mundo bíblico, con la venida de Cristo. Jesús no funda la certeza de la vida eterna en la naturaleza del hombre, la inmortalidad del alma, sino en el "poder de Dios", que es un "Dios de vivos y no de muertos" (Lc  20,27-38). Después de la Pascua, a este fundamento teológico, los apóstoles añadirán el cristológico: la resurrección de Cristo de la muerte. Sobre ella funda el Apóstol la fe en la resurrección de la carne y en la vida eterna: "Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de vosotros afirmáis que los muertos no resucitan?... Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos" (1 Cor 15, 12.20).

También en el mundo grecorromano se asiste a una evolución en la concepción de la ultratumba. La idea más antigua es que la vida verdadera termina con la muerte; tras ella hay sólo una apariencia de vida, en un mundo de sombras. Se registra una novedad con la aparición de la religión órfico-pitagórica. Según ésta, el verdadero yo del hombre es el alma que, liberada de la prisión (sema) del cuerpo (soma), puede finalmente vivir su verdadera vida. Platón dará a este descubrimiento una dignidad filosófica, basándola en la naturaleza espiritual, y por tanto inmortal, del alma [1].

Esta creencia permanecerá, con todo, muy minoritaria, reservada a los iniciados en los misterios y a los seguidores de escuelas filosóficas particulares. Entre la masa persistirá la antigua convicción de que la verdadera vida termina con la muerte. Son conocidas las palabras que el emperador Adriano se dirige a sí mismo al acercarse a la muerte:

Pequeña alma extraviada y suave,
Compañera y huésped del cuerpo,
ahora te preparas a subir a lugares
incoloros, arduos y desnudos,
donde ya no tendrás las distracciones de costumbre.
Aún un instante
miremos juntos las orillas familiares, 
las cosas que ciertamente ya no volveremos a ver jamás...[2].

Se comprende en este trasfondo el impacto que debía tener el anuncio cristiano de una vida después de la muerte infinitamente más plena y más gozosa que la terrena; se comprende también por qué la idea y los símbolos de la vida eterna son tan frecuentes en las sepulturas cristianas de las catacumbas.

Pero ¿qué ha sucedido con la idea cristiana de una vida eterna para el alma y para el cuerpo, después de haber triunfado sobre la idea pagana de la "oscuridad después de la muerte"? A diferencia del momento actual en el que el ateísmo se expresa sobre todo en la negación de la existencia de un Creador, en el siglo XIX se expresó preferentemente en la negación de un más allá. Recogiendo la afirmación de Hegel, según la cual "los cristianos desperdician en el cielo las energías destinadas a la tierra", Feuerbach y sobre todo Marx combatieron la creencia en una vida después de la muerte, bajo pretexto de que esta aliena del compromiso terreno. A la idea de una supervivencia personal en Dios, se sustituye con la idea de una supervivencia en la especie y en la sociedad del futuro.

Poco a poco, con la sospecha, cayó sobre la palabra eternidad el olvido y el silencio, El materialismo y el consumismo han hecho el resto en las sociedades opulentas, haciendo incluso que parezca inconveniente que se hable aún de eternidad entre personas cultas y acorde con su timpo. Todo esto ha tenido una clara repercusión en la fe de los creyentes, que se ha hecho, en esta cuestión, tímida y reticente. ¿Cuándo escuchamos la última predicación sobre la vida eterna? Seguimos recitando en el Credo: Et expecto resurrectionem mortuorum et vitam venturi saeculi: "Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro", pero sin dar demasiada importancia a estas palabras. Tenía razón Kierkegaard cuando escribía: "El más allá se ha convertido en una broma, una exigencia tan incierta que no sólo ya nadie la respeta, sino que incluso ya no la prevé, hasta el punto de que hay quien incluso se divierte pensando que había una época en la que esta idea transformaba toda la existencia" [3].

¿Cuál es la consecuencia práctica de esta eclipse de la idea de eternidad? San Pablo refiere el propósito de aquellos que no creen en la resurrección de la muerte: "Comamos y bebamos que mañana moriremos" (l Cor 15,32). El deseo natural de vivir siempre , distorsionado, se convierte en deseo, o frenesí, de vivir bien, es decir, de forma placentera, incluso a costa de los demás, si es necesario. La tierra entera se convierte en lo que Dante decía de la Italia de su tiempo: "el jardincito que nos hace tan feroces". Caído el horizonte de la eternidad, el sufrimiento humano parece doble e irremediablemente absurdo.

3. La eternidad: una esperanza y una presencia

También a propósito del secularismo, como del cientificismo, la respuesta más eficaz no consiste en combatir el error contrario, sino en hacer resplandecer de nuevo ante los hombres la certeza de la vida eterna, aprovechando la fuerza inherente que tiene la verdad cuando es acompañada del testimonio de la vida. "A una idea - escribía un antiguo Padre -, siempre se puede oponer otra idea, y a una opinión otra opinión; pero qué se puede oponer a una vida?"

Debemos aprovechar también la correspondencia de esta verdad con el deseo más profundo, aunque reprimido, del corazón humano. A un amigo que le reprochaba, como si fuese una forma de orgullo y de presunción, su anhelo de la eternidad, Miguel de Unamuno, que no era ciertamente un apologeta de la fe, respondía en una carta:

"Yo no digo que merecemos un más allá, ni que la lógica nos lo muestre; digo que lo necesito, merézcalo o no, y nada más. Digo que lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad, y que sin ella me es todo igual. Yo necesito eso, ¡lo ne-ce-si-to! Y sin ello ni hay alegría de vivir ni la alegría de vivir quiere decir nada. Es muy cómodo eso de decir "¡Hay que vivir, hay que contentarse con la vida!". ¿Y los que no nos contentamos con ella?"

"Es tanto lo que amo la vida que el perderla me parece el peor de los males. Los que gozan al día, sin cuidarse de si han de perderla o no del todo, es que no la quieren"[4].

No es quien desea la eternidad, añadía en la misma ocasión, quien muestra despreciar el mundo y la vida de aquí abajo, sino al contrario, quien no la desea: "Es tanto lo que amo la vida que el perderla me parece el peor de los males. Los que gozan al día, sin cuidarse de si han de perderla o no del todo, es que no la quieren". San Agustín decía lo mismo: "Cui non datur semper vivere, quid prodest bene vivere?", "¿De qué sirve vivir, si no nos es dado vivir siempre?"[5]. "Todo, excepto lo eterno, es vano en el mundo", ha cantado un poeta nuestro [6].

A los hombres de nuestro tiempo que cultivan en el fondo del corazón este anhelo de eternidad, quizás sin tener el valor de confesarlo a los demás y ni siquiera a sí mismos, podemos repetir lo que Pablo decía a los atenienses: "Ahora, yo vengo a anunciaros eso que adoráis sin conocer" (cf. Hch 17,23).

La respuesta cristiana al secularismo en el sentido en que lo entendemos aquí, no se funda, como para Platón, en una idea filosófica - la inmortalidad del alma -, sino en un acontecimiento. La ilustración había planteado el célebre problema de cómo se puede tender a la eternidad mientras se está en el tiempo, y cómo se puede dar un punto de partida histórico a una conciencia eterna [7]. En otras palabras: cómo se puede justificar la pretensión de la fe cristiana de prometer una vida eterna y de amenazar con una pena igualmente eterna, para actos realizados en el tiempo.

La única respuesta válida a este problema es la que se funda en la fe en la encarnación de Dios. En Cristo, lo eterno ha entrado en el tiempo, se ha manifestado en la carne; ante él es posible tomar una decisión para la eternidad. Es así como el evangelista Juan habla de la vida eterna: "Os anunciamos la Vida eterna, que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado" (1 Jn 1, 2).

Para el creyente, la eternidad no es, como se ve, solo una esperanza, es también una presencia. Hacemos experiencia de ello cada vez que hacemos un verdadero acto de fe en Cristo, porque quien cree en él "posee ya la vida eterna" (cfr. 1Jn 5,13); cada vez que recibimos la comunión, en la que "se nos da la prenda de la gloria futura" (futurae gloriae nobis pignus datur); cada vez que escuchamos las palabras del Evangelio que son "palabras de vida eterna" (cfr. Jn 6,68). También santo Tomás de Aquino dice que "la gracia es el inicio de la gloria" [8].

Esta presencia de la eternidad en el tiempo se llama Espíritu Santo. Él es llamado "las arras de nuestra heredad" (Ef 1,14; 2 Cor 5,5), y nos ha sido dado para que, habiendo recibido las primicias, anhelemos la plenitud. "Cristo - escribe san Agustín - nos ha dado las arras del Espíritu Santo con las que él, que nunca podría engañarnos, quiso ratificarnos el cumplimiento de su promesa. ¿Qué prometió? Pormetió la vida eterna de la que es prenda el Espíritu que nos ha dado" [9].

4. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Entre la vida temporal de fe y la vida eterna hay una relación análoga a la que existe entre la vida del embrión en el seno materno y la del niño, una vez dado a luz. Escribe el Cabasilas:

"Este mundo lleva a la gestación al hombre interior, nuevo, creado según Dios, hasta que éste, plasmado, modelado y hecho perfecto aquí, sea engendrado a ese mundo perfecto que no envejece. Igual que el embrión el cual, mientras está en la existencia tenebrosa y fluida, la naturaleza le prepara a la vida en la luz, así es de los santos [...]. Para el embrión con todo la vida futura es absolutamente futura: a él no llega ningún rayo de luz, nada de lo que existe de esta vida. No es así para nosotros, desde el momento en que el siglo futuro ha sido como revertido y comprometido en este presente [...] Por ello ya ahora se concede a los santos no sólo disponerse y prepararse para la vida, sino vivir y actuar en ella" [10].

Existe una historieta que ilustra esta comparación. Había dos mellizos, un niño y una niña, tan inteligentes y precoces que, ya en el seno de su madre, hablaban entre sí. La niña preguntaba al niño: "Según tu, ¿habrá vida después del nacimiento?". Él respondía: "No seas ridícula. ¿Qué te hace pensar que haya algo fuera de este espacio estrecho y oscuro en el que nos encontramos?" La niña, reuniendo valor, insistía: "¿Quién sabe? Quizás exista una madre, alguien que nos ha puesto aquí y que cuidará de nosotros". Y él: "¿Acaso ves tu una madre por alguna parte? Lo que ves s todo lo que hay". Ella de nuevo: "Pero no notas tu también a veces como una presión en el pecho que aumenta día a día y nos empuja adelante?". "Pensándolo bien, respondía él, es verdad, la siento todo el rato". "Ves, concluía triunfante la hermanita, este dolor no puede ser para nada. Yo creo que nos está preparando para algo más grande que este pequeño espacio".

Podríamos utilizar esta simpática historieta cuando tengamos que anunciar la vida eterna a personas que han perdido la fe en ella, pero que conservan nostalgia de ella y quizás piensan que la Iglesia, como esa niña, les ayude a creer en ella.

Hay preguntas que los hombres no dejan de plantearse desde que el mundo es mundo, y los hombres de hoy no son una excepción: "¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?". En su Historia eclesiástica del pueblo inglés, Beda el Venerable narra cómo la fe cristiana hizo su ingreso en el norte de Inglaterra. Cuando los misioneros venidos de Roma llegaron a Northumbria, el rey Edwin convocó un consejo de dignatarios para decidir su permitirles o no difundir el nuevo mensaje. Se levantó uno de ellos y dijo:

"La vida actual del hombre, oh rey, me parece, en comparación con ese tiempo que nos es desconocido, como el rápido vuelo de un gorrión a través de la sala en donde te sientas a cenar en invierno, con tus comandantes y ministros, y un buen fuego en el medio, mientras que las tormentas de lluvia y nieve dominan en el exterior, el gorrión, digo, volando entra por una puerta, e inmediatamente sale por la otra. Mientras que está dentro, está a salvo de la tormenta invernal; pero después de un corto espacio de buen tiempo, inmediatamente desaparece de tu vista, en el oscuro invierno de donde había surgido. Así esta vida del hombre aparece por un corto espacio, pero de lo que había antes, o de lo que va a venir después, somos totalmente ignorantes. Si, por lo tanto, esta nueva doctrina contiene algo más seguro, parece justo que merezca ser seguida". [11].

Quién sabe si la fe cristiana no podrá volver a Inglaterra y al continente europeo por la misma razón por la que entró en él: como la única que tiene una respuesta segura que dar a los grandes interrogantes de la vida terrena. La ocasión más propicia para hacer llegar este mensaje son los funerales. En ellos las personas están menos distraídas que en otros ritos de paso (bautismo, matrimonio), se preguntan sobre su propio destino. Cuando se llora por un ser querido difunto, se llora también sobre uno mismo.

Escuché una vez un interesante programa de la BBC inglesa sobre los llamados "funerales laicos", con la grabación en directo de la celebración de uno de ellos. En cierto momento se oía al oficiante que decía a los presentes: "No debemos estar tristes. Vivir una buena vida, satisfactoria, durante setenta y ocho años (la edad de la difunta) es algo de lo que hay que estar agradecidos". ¿Agradecidos a quién?, me preguntaba. Un funeral semejante no hace sino volver más evidente la derrota total del hombre frente a la muerte.

Sociólogos y hombres de cultura, llamados a explicar el fenómeno de los funerales laicos o "humanísticos", veían la causa de la difusión de esta práctica en algunos países del norte de Europa, en el hecho de que los funerales religiosos implican en los presentes una fe que estos no sienten compartir. La propuesta que hacían era esta: que la Iglesia, en los funerales, evite toda referencia a Dios, a la vida eterna, a Jesucristo muerto y resucitado, y limite su papel al de "natural y experimentado organizador de ritos de paso". ¡En otras palabras, que se resigne también a la secularización de la muerte!

5. ¡Iremos a la casa del Señor!

Una renovada fe en la eternidad no nos sirve solo para la evangelización, es decir, para el anuncio que hay que hacer a los demás; nos sirve, antes aún, para imprimir un nuevo empuje a nuestro camino hacia la santidad. El debilitamiento de la idea de eternidad actúa también sobre los creyentes, disminuyendo en ellos la capacidad de afrontar con valor el sufrimiento y las pruebas de la vida.

Pensemos en un hombre con una balanza en la mano: una de esas balanzas que se sostienen con una sola mano y tienen por un lado el plato en el que poner las cosas a pesar y por otro una barra graduada que aguanta el peso o la medida. Si cae a tierra, o se pierde la medida, todo lo que se ponga en el plato hace elevarse la barra e inclinar a tierra la balanza. Todo es superior, incluso un puñado de plumas.

Así somos nosotros cuando perdemos el peso, la medida de todo lo que es la eternidad: las cosas y los sufrimientos terrenos arrojan fácilmente nuestra alma al suelo. Todo nos parece muy pesado, excesivo. Jesús decía: "Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus dos pies en el fuego eterno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos, porque más te vale entrar con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego" (cfr. Mt 18,8-9). Pero nosotros, habiendo perdido de vista la eternidad, encontramos incluso excesivo que se nos pida que cerremos los ojos ante un espectáculo inmoral.

San Pablo se atreve a escribir: "Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno" (2 Cor 4,17-18). El peso de la tribulación es "ligero precisamente porque es momentáneo, el de la gloria es desmesurado porque es eterno. Por esto precisamente, el mismo Apóstol puede decir: "Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" (Rm 8,18).

El cardenal Newman, a quien hemos elegido como maestro especial en este Adviento, nos obliga a añadir una verdad que falta en las reflexiones expuestas hasta aquí sobre la eternidad. Lo hace con el poema "El sueño de Geroncio", llevado a la música por el gran compositor inglés Edgar Elgar. Una verdadera obra maestra por la profundidad de sus pensamientos, por la inspiración lírica y por la dramaticidad coral.

Describe el sueño de un anciano (esto significa el nombre Geroncio) que se siente próximo al fin. A sus pensamientos sobre el sentido de la vida, de la muerte, sobre el abismo de la nada al que se está precipitando, se sobreponen los comentarios de los espectadores, la voz orante de la Iglesia: "Parte de este mundo, alma cristiana" (proficiscere, anima christiana), las voces contrastantes de ángeles y demonios que sopesan su vida y reclaman su alma. Particularmente bella y profunda es la descripción del momento del fallecimiento y del despertar en otro mundo:

"Me dormí; y ahora estoy despierto.
Un extraño despertar: pues siento en mí
Una luz inexpresiva, y un sentimiento
De libertad, como si yo fuese finalmente yo mismo
Y nunca lo hubiera sido antes. ¡Qué tranquilidad!
Ya no escucho el sonido ajetreado del timpo,
no, ni mi respiración jadeante, ni el latido del pulso;
Ningún momento es distinto del siguiente" [12].

Las últimas palabras que el alma pronuncia en el poema son aquellas con las que se dirige serena, incluso impaciente, al Purgatorio:

"Allí cantaré a mi Señor y Amor ausente: -

Llévame contigo,
que cuanto antes me eleve y suba,
y Le vea en la verdad del día sin fin" [13].

Para el emperador Adriano, la muerte era el paso de la realidad a las sombras, para el cristiano John Newman es el paso de las sombras a la realidad, ex umbris et imaginibus in veritatem, como quiso que se escribiera sobre su tumba.

¿Cuál es, entonces, la verdad que falta y que Newman nos obliga a no callar? Que el paso del tiempo a la eternidad no es rectilíneo e igual para todos. Hay que afrontar un juicio, y un juicio que puede tener dos finales muy distintos, el infierno o el paraíso. La de Newman es una espiritualidad austera, incluso a veces rigorista, como la del Dies irae, pero ¡qué saludable en una época proclive a tomar todo a la ligera y a bromear, como decía Kierkegaard, con el pensamiento de la eternidad!

Dirijamos por tanto con renovado impulso nuestros pensamientos hacia la eternidad, repitámonos a nosotros mismos con las palabras del poeta: "Todo, excepto lo eterno, es vano en el mundo". En el salterio judío hay un grupo de salmos, llamados "salmos de las subidas" o "cánticos de Sión". Eran los salmos que cantaban los peregrinos israelitas cuando "subían" en peregrinación hacia la ciudad santa, Jerusalén. Uno de ellos comienza: "Iremos a la casa del Señor" (Sal 122, 1). Estos salmos de las subidas se han convertido en los salmos de aquellos que, en la Iglesia, están en camino hacia la Jerusalén celeste; son nuestros salmos. Comentando esas palabras iniciales del salmo, san Agustín decía a sus fieles:

"Corramos porque iremos a la casa del Señor; corramos porque esta carrera no cansa; porque llegaremos a una meta donde no existe el cansancio. Corramos a la casa del Señor y que nuestra alma se alegre por quienes nos repiten estas palabras. Ellos vieron la patria antes que nosotros, la vieron los apóstoles y nos dijeron: ¡Corred, daos prisa, seguidnos! "¡Vamos a la casa del Señor!"[14].

Tenemos ante nosotros, en esta capilla, una espléndida representación mural de la Jerusalén celeste, con María, los apóstoles y una larga  procesión de los Santos de Oriente y Occidente. Ellos nos repiten silenciosamente esta invitación. Acojámosla y llevémosla con nosotros en esta jornada y durante toda la vida.

NOTAS

[1] Cf. M. Pohlenz, L'uomo greco, Florencia 1967, p. 173ss.

[2] Animula vagula, blandula, traducción de Lidia Storoni Mazzolani.

[3] S. Kierkegaard, Postilla conclusiva, 4, en Opere, dirigido por C. Fabro, Florencia 1972, p. 458.

[4] Miguel de Unamuno, "Cartas inéditas de Miguel de Unamuno y Pedro Jiménez Ilundain," ed. Hernán Benítez, Revista de la Universidad de Buenos Aires, vol. 3, no. 9 (Enero-Marzo 1949), pp. 135. 150.

[5] San Agustín, Tratados sobre el Evangelio de Juan, 45, 2 (PL,  35, 1720).

[6] Antonio Fogazzaro, "A Sera," en Le poesie, Milán, Mondadori, 1935, pp. 194-197.

[7] G.E. Lessing, Über den Beweis des Geistes und der Kraft, ed. Lachmann, X, p.36.

[8] S. Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-IIae, q. 24, art.3, ad 2.

[9] S. Agustín, Sermo 378,1 (PL, 39, 1673).

[10] N. Cabasilas, Vita in Cristo, I,1-2, ed. dirigido por U. Neri, Turín, UTET, 1971, pp.65-67.,

[11] Beda el Venerable, Historia ecclesiastica Anglorum, II, 13.

[12] Il sogno di Geronzio, en Newman Poeta, dirigido por L. Obertello, Jaka Book, Milán 2010, p.124

[13] Ib, p. 156.

[14] S. Agustín, Enarrationes in Psalmos 121,2 (CCL, 40, p. 1802).


[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

 

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