10.12.10

La intolerancia del mundo libre (caso Chile)

A las 11:16 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en América
 

Últimamente la historia parece repetirse una y otra vez. Sea en Europa, en Norteamérica o América Latina, da lo mismo. El Papa, los obispos, algún sacerdote o un simple cristiano expresan públicamente sus creencias, contrarias al pensamiento dominante, y de inmediato son objeto de todo tipo de críticas. Cada vez más se llega al insulto y al escarnio, cobardemente escudado en la “libertad de expresión”. El último episodio ocurrió en Chile. Es la intolerancia del mundo libre.

“La intolerancia radical de la tolerancia sin límites”. Donde todos pueden hablar siempre que no digan cosas incómodas. Un verdadero contrasentido. Resulta ser que en este mundo tan moderno, donde la libertad es un derecho inquebrantable e infranqueable, la libre expresión es permitida a unos sí y a otros no.

La reflexión viene a cuento de la historia chilena a la cual quiero hacer mención, donde la revista “The Clinic” (según ellos la más leída de ese país sudamericano) salió hace unos días a quejarse, en su página de internet, que está sufriendo un boicot de parte del “grupo ultra católico y conservador” MuéveteChile. Todo, aseguran ellos, por culpa de una portada en que se muestra la cara del Papa montada sobre un condón rosa con patas y manos, imagen acompañada por el título “Penedicto XVI. A 30 años del Sida cachó que estaba la glande”. Si leyó bien… “Penedicto”. El caso rápidamente llegó a la prensa y propició un encendido debate público (aquí los motivos de MuéveteChile y aquí los de The Clinic).

Una revista presentada en esas condiciones no supera la clasificación de insulto de poca monta. Por ello bien pensó MVT en demostrar su descontento. No porque se tratase sólo del líder católico, que ya es un decir, sino porque los ciudadanos, los lectores de a pié, tienen derecho a exigir calidad en los medios de comunicación.

El respeto mutuo es condición básica de cualquier democracia moderna. La convivencia y la estabilidad social pueden asegurarse sólo si se mantiene ese respeto. Nadie puede ser discriminado, ofendido o ridiculizado ni por su raza, ni por sus creencias políticas o religiosas. ¿O el respeto a sus ideas se debe sólo a homosexuales y lesbianas? Incluso ellos estarán de acuerdo -al menos los más civilizados- en que no agredir es respetar.

Por eso, insisto, hizo bien MuéveteChile en disentir y criticar a la revista, así como en mostrar su insultante contenido a los anunciantes buscando sensibilizarlos sobre sus decisiones publicitarias. Defender las propias ideas es también un derecho de todos. Incluso el boicot ordenado y pacífico. ¿Por qué no?. De hecho así lo hicieron, logrando incluso que algunos auspiciantes quitarán su apoyo a la publicación. Por eso la reacción tan virulenta.

Si The Clinic estuviera tan tranquila con su portada y supiera que todos sus anunciantes estaban de acuerdo con ella ¿por qué temer a la campaña “terrorífica” en su contra convocada por un grupo de “fanáticos” que, a decir de sus editores, es casi insignificante? Ahora, si el semanario se desubicó, como es por demás evidente, es justo que sus lectores (y no) se lo hagan ver. Un medio de comunicación está siempre expuesto, vive del escrutinio público. No lo puede evitar. Sino mejor dedicarse a otra cosa.

¿O acaso The Clinic pretende escabullirse de la opinión pública, esa que dice formar? O peor aún ¿intenta The Clinic acabar con el disenso y el debate? Por ahora parece que sí porque, en vez de aceptar esa misma crítica mordaz a la cual está tan habituada -siempre para los demás, nunca en su contra-, prefirió contraatacar con una campaña de desprestigio a MuéveteChile, con cuentas de Facebook y Twitter incluidas.

Al mejor estilo político de turno, que en lugar de aceptar sus errores descarga su impotencia contra “el mensajero”. Normalmente los periodistas. Así, esta revista se colocó en la posición del poderoso e intransigente, demostrando la fragilidad de los postulados que la mueven.

Tal parece que, según el modelo The Clinic, la gente común debe tragarse la porquería que le llega a través de los medios, no puede opinar ni tener pensamiento propio, no está capacitada para reflexionar y quejarse. Debe simple y sencillamente dedicarse a tragar siempre más y más de la misma porquería. El modelo se repite aquí y allá, tristemente.