20.12.10

Navidad (escrito por Koko)

A las 5:23 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Homilía para el IV Domingo de Adviento
(escrito por Koko)

Celebramos hoy el último domingo de Adviento que tiene como centro de su mensaje el nacimiento del Salvador y casi estamos ya en vísperas de Navidad. Pero las lecturas de la liturgia de hoy podríamos decir que resumen lo que será la próxima fiesta de Navidad. No sé si alguna vez en vuestra vida os preguntaron qué es para vosotros la Navidad; sin duda, la respuesta más inmediata podría ser decir que es un tiempo en el que la gente es más solidaria, en el que todo el mundo parece querer a los demás y lo demuestran con gestos concretos como el hacer regalos.

Pero la realidad es que nada de eso es propiamente la Navidad. Es increíble, pero hoy podemos responder con el mismo texto que nos ofrece la Palabra de Dios a la pregunta ¿Qué es la Navidad?. Pues es “Dios con nosotros”. Sin embargo, la respuesta es tan sencilla como difícil, ya que es verdad que eso es la Navidad, pero la Navidad también supone una apertura de corazón por nuestra parte, una entrega radical a ese amor que se hizo Niño.

Cuentan que una vez un sacerdote misionero que se dedicaba a recoger “niños de la calle” se le había escapado del centro donde los atendía, los cuidaba y los formaba el mejor de todos los niños, precisamente aquel en el que había depositado todas sus esperanzas.

Al sacerdote le atormentaba el saber cuál había sido la razón por la que este niño se había escapado. No lo podía entender, y esto le hacía sufrir mucho. Entonces, decidió ir a buscarlo por el mundo miserable donde creía que podría hallarlo. Y al final acabó encontrándolo. Y cuando el sacerdote le preguntó el porqué se había marchado, el niño respondió:

- Deseaba saber si era verdad que tú me querías. Quise comprobar si vendrías a buscarme personalmente.

También como en esta historia, Dios nos demuestra su Amor cuando Él mismo vino a buscarnos, cuando salió a nuestro encuentro, eso es la Encarnación, eso es Navidad.

Este misterio de la Encarnación del que nos hablan las lecturas de hoy se trata del misterio de como Dios se hizo hombre en Cristo a través de una Virgen. Pero podemos plantearnos la siguiente pregunta ¿Para qué se molestó Dios en bajar a la tierra?¿Por qué hizo tal cosa? Y la respuesta es clara. Para redimirnos.

Pero el concepto de Redención quizás nos puede sonar como muy abstracto, como si no tuviese una repercusión real y concreta aplicable a nuestra vida. Sin embargo, la Redención es lo más grande que Dios realizó para con nosotros. Sabemos por la fe que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pues mediante la Redención, Dios restauró esa imagen que había quedado dañada y desfigurada por el pecado original y pudo restablecer su amistad divina con el hombre. Por lo tanto, la Redención significa la recuperación de la gracia perdida por el pecado original mediante el envío del Hijo de Dios que se encarnó de la Virgen María.

En pocas palabras, y como decían los santos padres, Dios se hizo hombre para hacer al hombre como Dios, es decir, para divinizarlo por la gracia, para restablecer la gracia perdida por el pecado. En definitiva, Dios se hizo hombre para hacerse como nosotros y quedarse para siempre entre nosotros, para compartir con nosotros la aventura de la vida, para compartir nuestros problemas y nuestras aspiraciones.

En este domingo vemos también claramente como la profecía del Antiguo Testamento tiene cumplimiento en el Nuevo Testamento. Aquí, ahora en la Misa leemos la primera lectura y poco después el Evangelio. Existen entre las dos una estrecha relación. Entre una lectura y otra en el templo pasan sólo unos minutos. Pero tenemos que tener en cuenta que la profecía del libro de Isaías y el Evangelio pasaron nada más y nada menos que siete siglos. Por lo tanto, podemos contemplar hoy como la profecía se cumplió, y además se cumplió al pie de la letra, tal como estaba anunciada por los profetas desde hacía tanto tiempo.

Lo que tiempo atrás parecían solo palabras dichas por unos locos, porque muchos de los profetas fueron considerados así, como locos, porque ¿quién iba a creer sus palabras? ¿Sus predicciones? ¿Sus profecías? ¿Quién iba a creer que Dios se iba a hacer como uno de nosotros? Incluso hoy si lo pensamos bien, cuesta pensar como Dios se pudo hacer hombre.

Lo primero que uno piensa es ¡Dios se volvió loco!, loco de remate pero por amor. Por eso, la Encarnación de Dios en un hombre, solo tiene sentido desde el amor, del amor de un Dios que se volvió loco por los hombres y mujeres y que quiso regalarnos, no cosas, no objetos… sino a sí mismo, este fue el mejor de sus regalos. Por eso, en la Navidad el mejor regalo que le podemos dar a las personas es entregarles a Dios mismo, para que Jesús pueda nacer en nuevos hogares, para que pueda reinar y habitar en los corazones de nuevas familias.

La lotería de la Navidad para los creyentes, para los cristianos es que Dios está con nosotros. Este es el mejor de los premios, que Dios nos ama y que nos da la posibilidad de amar y ser amados.

Por lo tanto, ser y actuar como cristiano no consiste simplemente en creer que Dios existe, sino en experimentar y vivir con gozo y alegría que Dios está con nosotros, que Dios está cerca, que Dios es Padre, que Dios es amor, que Dios quiere hacerte feliz a ti y a mí, y quiere celebrar contigo y conmigo en esta Eucaristía este misterio de amor.

Ojalá que descubramos el misterio de la Encarnación como un misterio de amor, porque Dios no quiso existir prescindiendo de las personas, sino que quiso compartir con nosotros su historia, su existencia, y quiere que ahora tu y yo compartamos nuestra existencia con Él.

Koko.

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Nota: El texto lo recibí ayer, pero no me ha sido posible publicarlo hasta este momento.