Vísperas, adoración al Santísimo y Te Deum

Benedicto XVI: «Nuestro tiempo humano está cargado de sufrimientos pero ya contiene la novedad de Cristo salvador»

 

Benedicto XVI presidió las primeras vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios, seguidas de la exposición del Santísimo Sacramento, del canto del Te Deum en acción de gracias por la conclusión del año civil, y la bendición eucarística. El Santo Padre, ofreciendo el 2010 «a Dios y a su juicio misericordioso», invitó a «reencontrar la presencia del amor de Dios también en las horas breves y fatigosas de nuestra vida cotidiana». El Papa visitó el pesebre monumental de la Plaza de San Pedro.

01/01/11 10:44 AM


 

(RV/InfoCatólica) El Papa ofició ayer en la Basílica de San Pedro una solemne ceremonia de Te Deum de Acción de Gracias por el año que finaliza y las primeras Vísperas de la Solemnidad de María Madre de Dios, como es habitual la tarde de cada 31 de diciembre, una tradición que inició el papa Pablo VI en su “Marialis Cultus”.

Ante el alcalde de Roma, Gianni Alemanno, toda la corporación municipal, el Vicario de la Diócesis de la capital y obispos auxiliares, cardenales, religiosos y numerosos fieles, Joseph Ratzinger rezó ante el Santísimo y presidió después el tradicional himno Te Deum de Acción de Gracias. 

Con la celebración de las Vísperas de la Solemnidad de María Madre de Dios y el Te Deum, el Papa cerró su agenda de actos litúrgicos de este año. Benedicto XVI comenzará hoy el año 2011 con una misa en la Basílica de San Pedro con motivo de la Jornada Mundial de la Paz. 

Novedad de gracia y liberación de Cristo salvador

En su homilía, el Papa afirmó que al concluir este año, “nos encontramos en la basílica Vaticana para celebrar las vísperas de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, y para elevar un himno de agradecimiento al Señor por las innumerables gracias que nos ha dado, pero sobre todo por la Gracia en persona, es decir, por el Don viviente y personal del Padre, que es el Hijo su predilecto, el Señor nuestro Jesucristo. 

El papa Benedicto XVI aseguró ayer que “nuestro tiempo humano está cargado de males, sufrimientos, dramas de todo tipo, desde aquellos causados por la maldad de los hombres a los derivados de eventos naturales infaustos, pero ya contiene de manera definitiva e imborrable la novedad graciosa y liberadora de Cristo salvador”. 

“Esta gratitud ante los dones recibidos por Dios en el tiempo que nos ha dado para vivir, nos ayuda a descubrir un gran valor inscrito en el tiempo: marcado en sus ritmos anuales, mensuales, semanales y cotidianos, y que está habitado por el amor de Dios, por sus dones de gracia, es el tiempo de salvación. Si, el Dios eterno ha entrado y permanece en el tiempo del hombre. Nos ha entrado y se queda con nosotros con la persona de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, el Salvador del mundo”. 

“Por lo tanto el Eterno entra en el tiempo y lo renueva desde sus raíces, liberando al hombre del pecado y haciéndolo hijo de Dios, desde la creación del mundo y del hombre en el mundo, la eternidad de Dios hizo brotar el tiempo, en el cual corre la historia humana, de generación en generación. Y ahora con la venida de Cristo y con su redención, estamos en la plenitud del tiempo”. 

 “La Navidad nos vuelve a llamar a esta plenitud del tiempo, a la salvación renovadora traída por Jesús a todos los hombres. Nos la recuerda, y misteriosamente pero realmente, nos la dona siempre de nuevo. Nuestro tiempo humano sí, está cargado de males, sufrimientos, dramas de todo género, desde aquellos provocados por la maldad de los hombres hasta aquellos que derivan de los infaustos eventos naturales, pero encierra en definitiva y de manera absoluta e indeleble la novedad gozosa y liberadora de Cristo Salvador”. 

Recuerdo a quienes viven en el sufrimiento y la dificultad

En su última alocución de 2010, el Papa dirigió un recuerdo especial “a los que están en dificultad y viven entre desgracia y sufrimiento estos días de fiesta” e hizo hincapié en el testimonio de la caridad, que “posee una dimensión esencialmente teológica y está profundamente unida al anuncio de la Palabra”. 

Recordó su visita al Refugio de desheredados de la organización católica Cáritas en la Estación Termini de Roma donde, a través del servicio y la generosidad de numerosos voluntarios, “tantos hombres y mujeres experimentan el amor de Dios”. Invitó el Papa a toda la comunidad diocesana a estar cercana de los más pobres y marginados porque “el momento presente genera todavía preocupación por la precariedad que viven tantas familias”. 

La lectura de los Evangelios y la participación en la Eucaristía dominical

El pontífice alabó la iniciativa del Vicariato de Roma sobre los llamados “Diálogos en la Catedral”, consistentes en encuentros y conversaciones con los fieles para dar respuesta a sus problemas e interrogantes y que se celebrarán en la Basílica de San Juan de Letrán, que es la catedral de la capital italiana. Y animó además a renovar, como se hiciera en el 2000, la lectura de los Evangelios “no sólo en las casas, sino en los hospitales, lugares de trabajo y donde se forman las nuevas generaciones y se elabora la cultura”. 

En la segunda parte de la homilía, el Papa alemán subrayó la importancia del precepto de la misa dominical porque “el lugar privilegiado para escuchar la Palabra de Dios es la celebración de la Eucaristía”. 

“El lugar privilegiado de la escucha de la Palabra de Dios es la celebración de la Eucaristía”. Al respecto Benedicto XVI recordó el Sínodo diocesano de junio pasado, en el cual participó, y donde se quiso destacar la centralidad de la Santa Misa dominical en la vida de cada comunidad cristiana. Por ello, ha ofrecido indicaciones para que la belleza de los divinos misterios pueda mayormente resplandecer en el acto conmemorativo y en los frutos espirituales que de ella derivan. 

Formación litúrgica, catequesis y caridad

Por último, el Papa alentó a los párrocos y a los sacerdotes a que pongan en acto cuanto ha sido indicado en el programa pastoral: la formación de un grupo litúrgico que anime la celebración, y una catequesis que ayude a todos a conocer mayormente el misterio eucarístico, del cual se desprende el testimonio de la caridad

 “El momento presente todavía genera preocupación por la precariedad en la cual se encuentran tantas familias y pide a toda la comunidad diocesana que permanezca cercana a todos aquellos que viven en condiciones de pobreza y sufrimiento. Que Dios, infinito amor, inflame el corazón de cada uno de nosotros con aquella caridad que lo impulsó a donarnos a su Hijo unigénito”. 

Benedicto XVI se despidió invitando a los presentes a mirar hacia el futuro y a mirarlo con aquella esperanza que es la palabra final del Te Deum “En ti, Señor, confié, no me veré defraudado para siempre”. Para donarnos a Cristo, Esperanza nuestra, está siempre ella, la Madre de Dios: María santísima.