7.01.11

Eppur si muove - La Iglesia católica está en la sociedad

A las 12:25 AM, por Eleuterio
Categorías : Eppur si muove
 

Hay que comprender que determinadas realidades no sean del gusto de aquellos que quisiesen que fueran de otra forma.

En realidad lo que importa de la verdad no es que exista sino que no tiene remedio y que se ha de aceptar por el bien que le trae a quien así piense.

Por ejemplo, la Iglesia católica, mal que les pese a muchas personas, está en la sociedad. Sí, es cierto que es una verdad como la copa de un pino pero hay personas que no quieren ver ni al pino ni, muchos, a la copa del mismo tan alta como está…

Conviene leer esto:

“Es evidente que la Iglesia de Dios no existe para sí, ni puede vivir encerrada en sí misma acaparada por sus problemas internos, o satisfecha en la contemplación de sus propias prerrogativas. Como San Pablo en su tiempo, los católicos españoles estamos llamados ‘a anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo… para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora manifestada… mediante la Iglesia, conforme al previo designio eterno que realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro’ (Ef 3,8-11).

Al mirar las circunstancias reales de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad, al examinarnos a nosotros mismos en relación con la trama real de nuestra vida, surgen muchas preguntas sobre las cuales hemos reflexionado y consultado largamente: ¿cómo hablar de Dios y de su Reino en el mundo actual? ¿Cómo suscitar en nuestros hermanos cristianos un mayor dinamismo evangelizador y misionero? ¿Como intensificar nuestro servicio al mundo en que vivimos?”

Estos textos pertenecen a la reflexión “Testigos del Dios vivo” que emanó de la XLII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. El año, algo lejano, al parecer: 1985.

Nada, sin embargo, ha cambiado para quien se siente y dice católico.

Es decir, la Iglesia católica y, así, sus fieles, son testigos en el mundo. Pero lo son no de nada sino de Dios que, como bien sabemos, está vivo y permanece vivo.

A este respecto, en el documento citado arriba se dice que La esperanza cristiana no favorece, sin embargo, un falso espiritualismo ni nos lleva a desentendernos de los problemas reales de la vida temporal o a menospreciar las cosas de la tierra. La verdad es que el cristiano, liberado para Dios y para su prójimo, está en condiciones de ser dueño y no esclavo de las cosas de este mundo, adquiriendo así una libertad nueva para el amor y la fraternidad. Por otra parte, quien espera de verdad la vida eterna valora las cosas de este mundo a la luz de la vida que espera y trata de irlas conformando constantemente a la vida reconciliada y fraterna que espera más allá de cualquier logro histórico” (cf. GS 39).

Por eso no debería molestar que la Iglesia católica defienda una doctrina y una verdad, la Verdad, que tiene encomendada defender y transmitir. En Pentecostés Jesucristo podría haberse limitado a derramar el Espíritu Santo a sus discípulos. No lo hizo de tal forma sino que los envió al mundo haciéndolos, así, testigos de su vida y, sobre todo, de su hacer y decir.

No debería, repito, molestar que la Iglesia católica haga lo que tiene que hacer y no quede muda ante lo que pasa en el mundo aún a sabiendas de que puede no ser bien visto que así actúe. No tiene más remedio.

Ahora bien, al menos lo que sí se puede pedir es que se respete lo que hace aún reconociendo que hay determinados espíritus que el respeto lo tienen como palabra que no encaja en sus vidas ni en su vocabulario.

Por cierto, el último documento citado (el de 1985) lleva como subtítulo el siguiente: “Reflexión sobre la misión e identidad de la Iglesia en nuestra sociedad”.

Misión en cuanto obligación; identidad en cuanto definición de sí misma.

Y de nada de eso se puede prescindir. De nada.

Eleuterio Fernández Guzmán