7.01.11

Los Reyes Magos (escrito por Koko)

A las 9:43 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Nota del blogger: Subo al blog, con un cierto retraso, la homilía de Koko para la solemnidad de la Epifanía del Señor. Aunque ya haya pasado, no está de más volver sobre ese acontecimiento. La homilía de la fiesta del Bautismo del Señor la encontrarán en el post precedente. GJM.

Hoy celebramos la fiesta de la epifanía, que quiere decir la manifestación de Jesús como (Mesías) Hijo de Dios, aunque la conocemos más popularmente como la fiesta de los Reyes Magos.

El Evangelio de hoy nos invita especialmente a dos cosas: a caminar en la fe y a adorar como los Magos.

Sin duda lo que más sorprende del pasaje evangélico es la actitud de los Magos, su asombrosa fe. Ya que seguramente ellos pensaban que se iban a encontrar en su viaje a Belén a un niño en un palacio o en un castillo, ya que sería llamado el Rey de los judíos, pero cuál sería su sorpresa al ver en un pesebre a un bebé en pañales en la más absoluta pobreza y además en un lugar inhóspito.

Y sin embargo, no pudieron más que dejarse sorprender por la humildad de todo un Dios hecho niño, y por eso cayeron de rodillas a adorarle. Sólo la fe les permitió reconocer en la figura de aquel niño al Rey que buscaban, al Dios al que la estrella les había guiado.

Los Magos quedaron maravillados de lo que allí contemplaron, ya que “vieron” como el Cielo bajó a la tierra en la figura de un niño pobre. ¿Quién se podía imaginar tal cosa? ¿Eso era impensable? ¿Dónde estaba la realeza y el poder de Dios? Y es que esta es la locura del Dios amor en el que creemos, descendió, se rebajó hasta tal punto de encarnarse para ascender, para elevar al hombre hasta Dios.

Como decían los santos Padres, Dios realizó el gran intercambió, se hizo niño, se hizo hombre para hacer al hombre como Dios. Este es mayor de los misterios divinos. ¿Por qué ese cambió? ¿A qué venía eso? No tenía ningún sentido ¿A fin de qué? ¿Con qué objetivo? Y la respuesta sólo puede ser una y única, la del amor. La de un amor sin fronteras, un amor que no se para a reflexionar las con-secuencias, un amor sin barreras, un amor infinito, sin límites, sin medida. ¿Quién es capar de comprender esto si no es por puro amor?

Pero fijaos, y esto es lo admirable, Dios no se conformó sólo con eso, (podríamos decir, bueno es que Dios se hizo hombre y nos vino a salvar) sino que se atrevió a dar un paso más, y esto es lo realmente increíble, lo auténticamente impresionante, y es que Dios se sigue haciendo niño todos los días en la Eucaristía. Este es el gran tesoro que Dios nos legó a todos nosotros. El hecho de quedarse con nosotros.

Los reyes magos hicieron un largo y peligroso camino para encontrar a Jesús y quedaron felices de haberlo hallado. Qué duda cabe que había valido la pena todo su esfuerzo, porque al fin lo encontraron y descubrieron que Él era su Dios. Y al reconocerlo lo adoraron.

Imaginemos por un momento que supiéramos que en una isla perdida hay un inmenso tesoro y nos dieran la oportunidad de ir a encontrarlo con la garantía de que sería todo para nosotros, ¿no valdría la pena arriesgarse para encontrarlo y ser ricos para toda la vida? ¿Y acaso Jesús no es el tesoro más grande del mundo? A veces se oye hablar en las novelas de tesoros escondidos en islas perdidas, y sin embargo, la isla del tesoro no está muy lejana, sino que la tenemos muy cerca, no necesitamos viajar a países lejanos y desconocidos, sino que Jesús está muy cerca, tan cerca que la tenemos al alcance de nuestras manos. Dios quiso ocultarse ahora en las apariencias del pan y del vino para dársenos como alimento, pero hay que tener fe para poder verlo con los ojos del alma.

A veces cuando adoramos a Jesús presente en la Eucaristía nos puede parecer que no captamos nada, que no percibimos nada, y sin embargo tenemos la certeza absoluta de que Él está ahí y que nos ama y eso debería bastarnos.

Normalmente en la vida las cosas que no se ven son las más importantes, en un nivel humano podríamos decir que la mente, la memoria son facultades vitales que no se pueden apreciar con los sentidos pero creemos que las poseemos por los efectos que producen.

Y a un nivel sobrenatural, nadie puede ver con los ojos físicos la bondad, el cariño, la caridad, pero por sus manifestaciones sabemos que existen.

Pues Dios en la Eucaristía nos ama, y aunque el amor no lo podamos contemplar, el amor tiene una (característica) cualidad maravillosa, fantástica, y es que el amor es como el viento, no podemos verlo, pero si somos capaces de sentirlo. Y además sabemos que la llave que nos abre la puerta a este amor es la oración. Incluso en ocasiones puede que ni siquiera en la oración sintamos nada, pero entonces es cuando tendremos que dejar actuar la fe confiada en Él, como hicieron los Magos al ver al niño en un pesebre, ellos humanamente hablando sólo vieron a un niño, pero por la fe supieron (reconocieron) que era Dios.

Por tanto, también hoy el Evangelio nos invita a buscar a Dios en nuestras vidas, a buscarle en el sagrario, en la Eucaristía, en los hermanos, a buscarle hasta caer de rodillas en adoración al igual que hicieron en su época los Magos de Oriente.

Koko.