"No tengo miedo a morir en un atentado por mi religión. Será un honor"

Coptos en España

Hay coptos en Alicante, Barcelona y sobre todo en Cervera

Redacción, 09 de enero de 2011 a las 10:21
 

Alejandría es la historia, pero es en Cervera, en Cataluña, donde algunos habitantes de la ciudad egipcia han encontrado el futuro. Son un centenar de coptos, cristianos exiliados hace años de su país, cuando conseguir papeles para entrar en España no era una misión imposible. Abandonaron Egipto y por casualidad se instalaron en el pueblo leridano. Detrás de ellos, han venido sus hijos y, aunque han perdido un país, han encontrado un lugar con una religión hermana que era, en definitiva, lo que andaban buscando. Lo cuenta José Aguado en La Razón.

En España les cuesta explicar que sí, que son de Egipto, pero que no, que no son musulmanes. Una pequeña incomodidad. Eso no impide que en Cervera se sientan mejor que en su país, pese a un pequeño racismo con el que se les mira de ven en cuando y pese a la última amenaza de Al Qaida de atacar a los coptos que se encuentren en Europa. En Alemania y en Francia han adoptado medidas de seguridad. En Cervera no lo consideran necesario, por ahora.

Este enero y el del año pasado, los coptos han sufrido atentados en Egipto. Los dirigentes musulmanes proclaman que hay libertad (que, como con el resto de ciudadanos, viene escrita en el documento de identidad, para que nadie la olvide) y es verdad que los coptos tienen sus centros e iglesias para rezar, pero nunca les dejan de recordar que son ciudadanos de segunda.

Cuando no hay problemas, la «vida no es tan negra», reconoce un copto en España. No se llevan mal con sus vecinos musulmanes y ambos grupos se respetan en el día a día. Con el tiempo, sin embargo, las relaciones se han complicado más, hay «accidentes», casas de coptos quemadas, delitos en los que se tarda mucho, quizá demasiado, en encontrar a los culpables. O nunca se encuentren. En cambio, si el delito lo comete un copto, seguro que recibe condena. «Busca en los cargos importantes de la política, a ver si encuentras algún copto», retan desde Cervera. «Quizá alguno, pero no es importante. Todos los coptos queremos salir de Egipto para poder vivir con mayor tranquilidad», explica Sanier, que vive en España.

Estudiaba para ser profesor en su país hasta que se le presentó la oportunidad de salir. Podía elegir entre marcharse a Grecia o a España. Al final, el destino lo trajo a aquí. Llegó hace 20 años a un país extraño, con otro idioma y con una religión parecida, pero no igual. Más o menos, las diferencias entre católicos y coptos se basan en dos discrepancias: la naturaleza de Jesús, es decir, si tiene una humana y otra divina o solo una; y de apostolado: la iglesia latina deviene de San Pablo y San Pedro, la copta de San Marcos, que fue el apóstol que evangelizó a los cristianos de Alejandría.

Parece un suceso lejano y puede que sin importancia, pero en el mundo religioso la distancia en el tiempo no es el olvido. «Es verdad que no hay diferencia de dogma», afirma el padre Jaume. Fue él quien, con ayuda de Cáritas, logró que la Iglesia cediese a los coptos una pequeña parroquia. Con una decoración algo más barroca que una parroquia católica y con más distancia entre el altar y los feligreses, es su lugar de reunión.

Ahora les falta el sacerdote. Su Papa, Shenuda III, suele mandar uno para estas fechas, pero pusieron pegas para su visado y eso ha dificultado su llegada. Hubo un tiempo en el que un sacerdote vivía en Cervera de manera permanente. Duró lo que duró el dinero. Los emigrantes coptos no viven en la opulencia. «Yo soy la excepción -dice Ramia, uno de los jóvenes de Cervera-. Mis padres llegaron antes que yo, trabajaron duro para que estudiase y soy licenciado en Farmacia. Por las mañanas trabajo en una, por las tardes ayudo a mi padre. Para conseguir un trabajo tenemos el problema del idioma. No es fácil aprender castellano o catalán y no podemos acceder a todos los trabajos. Tenemos esa barrera y es muy difícil saltarla». Han pasado de una discriminación religiosa en su país natal, a una estructural en España.

Aquí viven como esperaban. Eran conscientes que esto no iba a ser el paraíso y de que sólo con trabajo duro llevarían una vida digna. Aunque hay coptos en Alicante y Barcelona, Cervera es la comunidad más numerosa: no son más de un centenar y guardan más distancias que antes con los inmigrantes musulmanes, aunque en las reuniones ecuménicas que celebra la Iglesia española se desarrollen con cordialidad.

Desde la distancia sufren los sucesos de Egipto: lo que les cuentan no es lo que ven reflejado en los periódicos, que no hablan del temor, la impotencia y a veces, dicen los coptos de aquí, ni de los verdaderos hechos. Se los describen los familiares que ya no pueden exiliarse. Se cierran las puertas en España y en Egipto los ahogan, a veces con atentados, a veces con la simple rutina de ser considerados de menor categoría que los musulmanes.

Los que sí consiguieron salir y viven en Cervera se enfrentan a otras dificultades. Sin sacerdote no pueden celebrar las largas liturgias de unas tres horas los domingos. Lo máximo que hacen es dar catequesis a los niños para que aprendan la religión que les va a acompañar siempre. «La religión es mi vida -continúa Ramia-. Hay muchos conceptos de esta vida que no se pueden entender si no es por la religión. Mucha gente cree que estamos aquí para disfrutar, pero eso no es así. Nosotros aprendemos religión desde la infancia». La fe es una parte central en su vida. O más, es su perspectiva para juzgar todo: «Yo, cuando me case, lo haré para siempre. No te puedes separar», cuenta Ramia. Se enfrenta a un encrucijada. En Egipto le sería más fácil encontrar una mujer dispuesta a compartir el resto de su vida con él sin condiciones. Pero se fue de Egipto y no va a volver, al menos mientras no cumpla 30 años y entonces ya no esté obligado a hacer los dos años de servicio militar obligatorio. Por tanto, tiene que quedarse en España y, si no quiere vivir solo, buscarse una mujer española. «Pero yo veo cómo son las costumbres aquí, donde la gente se casa, pero después se separa con facilidad. No existe ese compromiso de vivir juntos para siempre. Tengo amigos que se han casado, que lograron que su mujer se hiciese copta, pero todos ellos se han separado después. No me parece que sea lo correcto».

Ese modo apasionado de vivir la religión produce un enfrentamiento con los musulmanes en su país natal. Los coptos consideran que, como habitaban en Egipto antes que los demás, es su tierra por derecho y ahora se ven obligados a exiliarse para poder llevar una vida digna. Son un 10 por ciento de la población, y si bien su religión es distinta, las costumbres y la forma de vivir es similar entre los egipicios.

También lo es la forma de sentir la fe. Para el padre Jaume, que las mujeres muestren sus cruces colgando al cuello o que los hombres se tatúen la cruz en la muñeca, no se da en los cristianos españoles, que viven su religión de una manera mucho más laxa e íntima. Es parte de la zona privada de los hombres. Esa manera copta de mostrar al exterior su creencia es muy parecida a como lo hacen los seguidores del islam.

También la manera contundente de explicarla: «No nos importa morir si es por la religión. Ésa es nuestra esperanza». Suena a máxima de un fundamentalista del islam. Pero lo dice Ramia, copto cristiano en España, cuando se le pregunta si está asustado por las amenazas de Al Qaida a los cristianos nacidos en Egipto que viven en Europa: «No tengo miedo a morir en un atentado por mi religión. Será un honor».

Los coptos acaban de vivir la Navidad, que se celebró el pasado jueves, 6 de enero, cuando aquí se está festejando el día de Reyes. Antes de llegar a esa fecha, los coptos han pasado por una cuaresma de 45 días, en la que comen verduras y pescado y evitan alimentos procedentes de los animales como pueden ser la carne, el huevo o la leche.

Tras la misa del gallo que celebran esa noche, todos los familiares se reúnen para romper el ayuno y es ahí donde sí que pueden comer carne.

La estrella de la Navidad es el cordero, como sucede con los musulmanes. Las influencias de ambas religiones es muy fuerte. Este año han pasado las fiestas conmocionados por el atentado de principios de enero en Egipto. Se sienten desprotegidos por las fuerzas de seguridad egipcias. Consideran que, como en otros órdenes de la vida, miden con doble rasero a los ciudadanos del país. No es lo mismo ser musulmán que cristiano.