22.01.11

Nuestra Señora de Knock

 

Nuestra Señora de Knock, Reina de Irlanda: Tú diste esperanza a tu pueblo en un momento de aflicción y le consolaste en su tristeza. Tú has inspirado a innumerables peregrinos a rezar con confianza a tu Hijo, recordando su promesa: Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis

Ayúdame a recordar que todos somos peregrinos en el camino del Cielo.

Lléname de amor e interés hacia mis hermanos en Cristo, especialmente por aquellos que viven conmigo.
Confórtame cuando estoy enfermo, solo o deprimido.
Enséñame a participar con más reverencia en la Santa Misa.
Ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte. Amén.
Nuestra Señora de Knock, ruega por nosotros

Esta oración, dedicada a la Virgen María, en su advocación puramente irlandesa, de Knock, demanda a la Madre de Dios bienes espirituales y también bienes físicos (porque por eso los seres humanos estamos compuesto de cuerpo y alma)

Era el 21 de agosto de 1879 cuando María se apareció a un grupo de personas que acudieron cuando dos mujeres dijeron haber visto a la Virgen María. Llovía, pero aquellas 15 personas no dejaron de contemplar la escena que estaban viendo sus asombrados ojos de creyentes.

Como suele ser habitual, la Virgen María suele dirigirse a personas humildes o que están pasando por problemas de cualquiera tipo. Por eso escogió aquel rincón de Irlanda, pobre y sacudido por el hambre. Supuso, desde entonces, un toque de esperanza, consuelo y fortaleza en su maltrecha situación. Pero, a lo mejor, también fue por otra razón añadida que luego apuntaremos.

La Virgen María, como estamos pudiendo ver en esta serie sobre diversas advocaciones de las muchas que en el mundo son, se dirige a sus hijos a través de mensajes. Sin embargo, en este caso particular no se trata de un mensaje, digamos, de voz, sino de la aparición de una serie de símbolos de honda raíz cristiana apocalíptica los que determinan el resultado de la aparición acaecida aquel día en Irlanda.

Se aparecieron, junto a María, San José y San Juan Evangelista. Además apareció, también, un altar grande y sencillo sobre el que se podía ver el Cordero y tras el Cordero se erguía una gran cruz. Además, también acompañaban un grupo de ángeles.

Así, el Cordero representa a Jesús mientras que la Cruz es el lugar donde se sacrificó al Cordero. Por otra parte, el altar de la Santa Misa es el lugar donde el sacrificio se hace presente.

Por otra parte, María aparece junto a José, su esposo de la tierra y a Juan, su, digamos, el hijo que le dio por tal Jesús en la Cruz.

Sobre la interpretación de aparición tan extraña en la que no se pronunció palabra alguna y bastó con la simbología, dice Francisco Aguilar en su Blog “In Nomine Patris Et Filii et Spiritus Sancti” algo que no me resisto a ponerlo en conocimiento de quien no lo sepa:

’Mira que estoy a la puerta y llamo’ (Ap 3,20). Tal vez no todos saben que el verbo en inglés ‘to knock’ significa ‘llamar’. ‘Si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo’, escribe San Juan en el Apocalipsis (Ap 3,20). Esto nos dice la Escritura, y esto nos sugiere también la lectura de los tiempos que estamos viviendo. Jesucristo llama a la puerta de nuestro corazón, llama al umbral de nuestra vida, y espera que lo dejemos entrar para poder cumplir sus promesas.

La llamada de la aparición de Knock es elocuente: los tiempos están maduros, la Madre nos invita a unirnos a su obra de corredención. Dejémosle a San Juan mostrarnos el libro que nos indica qué hacer para participar en la victoria final sobre el Dragón. Apresurémonos, y no dejemos escapar la ocasión de estar entre los que ‘le han vencido por la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio y menospreciaron su vida hasta morir’ (Ap 12,11).

Por otra parte, cuando se cumplían cien años de la aparición de María en Irlanda, Juan Pablo II Magno visitó aquella tierra y en la homilía de la Santa Misa celebrada en el Santuario Mariano de Knock (30 de septiembre de 1979) dijo que:

Desde hace ahora un siglo habéis santificado este lugar de peregrinación con vuestras oraciones, sacrificios y penitencia. Todos cuantos han venido aquí han recibido bendiciones por intercesión de María. Desde aquel día de gracia del 21 de agosto de 1879 hasta hoy, enfermos y atribulados, minusválidos del cuerpo y de la mente, personas de fe atormentada o de conciencia turbada, todos han recibido remedio, consuelo y fuerza en la fe, porque han confiado en que la Madre de Dios los llevaría a su Hijo Jesús. Cada vez que un peregrino llega a lo que un día fue oscuro pueblo pantanoso del Condado de Mayo; cada vez que un hombre, mujer o niño vienen a la vieja iglesia que tiene el muro de la Aparición o al nuevo santuario de María Reina de Irlanda, llegan para renovar la fe en la salvación traída por Jesús que nos hizo hijos de Dios y herederos del reino de los cielos. Al entregaros a María recibís a Cristo. En María ‘el Verbo se hizo carne’; en Ella el Hijo de Dios se hizo hombre para que cada uno de nosotros sepa cuán grande es la dignidad humana. Al encontrarnos en este lugar santo, miramos a la Madre de Dios y decimos “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre“.

Nuestra Señora de Knock, señora del silencio elocuente, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán