Boletín Zenit

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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 25 de enero de 2011

Santa Sede

La unidad de los cristianos, “imperativo moral”; según el Papa

Papa: El anuncio del Evangelio, servicio precioso de la Iglesia al mundo

“Firme reprobación” del Papa ante el atentado de Moscú

Las celebraciones que el Papa prevé presidir de febrero a abril

Mundo

Di Noto: atención a las redes sociales, oasis de pedófilos

Pakistán: El presidente del episcopado habla sobre el caso de Asia Bibi

La evangelización y la caridad, claves de la pastoral con inmigrantes

“Si el ADN diseña un ser humano, se le debe defender desde su concepción”

El obispo Kussala pide una oración continua por la paz en Sudán

Reportaje

Abierta de nuevo la iglesia de San Millán, patrimonio de la Humanidad

Entrevistas

Balance de cincuenta años de ecumenismo

Foro

El político católico, laicismo y cristianismo

Documentación

Homilía de Benedicto XVI en San Pablo Extramuros

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial Misionera 2011


Santa Sede


La unidad de los cristianos, “imperativo moral”; según el Papa
Benedicto XVI invita a no ceder a la resignación ni al pesimismo
ROMA, martes, 25 enero 2011 (ZENIT.org).- La unidad de los cristianos es un "imperativo moral" por el que hay que comprometerse sin ceder al pesimismo, recordó Benedicto XVI este martes al concluir en la tarde de este martes la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

Como en años anteriores, el pontífice presidió --en presencia de representantes de las diferentes confesiones cristianas-- las vísperas de la solemnidad e la Conversión de san Pablo, en la basílica que custodia los restos de ese apóstol fuera de los antiguos muros de Roma.

En su homilía, subrayó la necesidad de "reconocer que, en el curso de las últimas décadas, el movimiento ecuménico, surgido por el impulso de la gracia del Espíritu Santo, ha dado significativos pasos adelante, que han hecho posible alcanzar convergencias alentadoras y consensos sobre diversos puntos, desarrollando entre las Iglesias y las comunidades eclesiales relaciones de estima y respeto recíprocos, como también de colaboración concreta frente a los desafíos del mundo contemporáneo".

Ahora bien, reconoció, "estamos aún lejos de esa unidad por la que Cristo rezó, y que encontramos reflejada en el retrato de la primera comunidad de Jerusalén".

En esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, los textos para los encuentros de oración que han seguido los cristianos han sido escritos precisamente por representantes cristianos de la Ciudad Santa (Materiales para de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2011).

"La unidad a la que Cristo, mediante su Espíritu, llama a la Iglesia, no se lleva a cabo sólo a nivel de las estructuras organizativas, sino que se configura, en un nivel mucho más profundo, como unidad expresada en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios", aclaró el Santo Padre.

La búsqueda del restablecimiento de la unidad entre los cristianos divididos, subrayó el Papa, "no puede reducirse por tanto a un reconocimiento de las diferencias recíprocas y a la consecución de una convivencia pacífica: lo que anhelamos es esa unidad por la que Cristo mismo rezó y que por su naturaleza de manifiesta en la comunión de la fe, de los sacramentos, del ministerio".

"El camino hacia esta unidad debe ser advertido como imperativo moral, respuesta a una llamada precisa del Señor", subrayó.

Por esto, aseguró, "es necesario vencer la tentación de la resignación y del pesimismo, que es falta de confianza en el poder del Espíritu Santo".

"Nuestro deber es proseguir con pasión el camino hacia esta meta con un diálogo serio y riguroso para profundizar en el común patrimonio teológico, litúrgico y espiritual; con el conocimiento recíproco; con la formación ecuménica de las nuevas generaciones y, sobre todo, con la conversión del corazón y con la oración" concluyó el Papa.



 

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Papa: El anuncio del Evangelio, servicio precioso de la Iglesia al mundo
La Santa Sede difunde el mensaje de Benedicto XVI para el “Domund” 2011

CIUDAD DEL VATICANO, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- La difusión de la Buena Nueva evangélica es el servicio más importante de la Iglesia al mundo, destaca Benedicto XVI en el Mensaje que ha escrito para la Jornada Misionera Mundial, que este año se celebrará el 23 de octubre.

La Oficina de Información de la Santa Sede hizo público este martes el texto, titulado “Como el Padre me envió a mí, yo también os envío a vosotros” (Jn 20,21).

El Mensaje empieza recordando que, con motivo del Jubileo del 2000, el papa Juan Pablo II “reafirmó con fuerza la necesidad de renovar el empeño de llevar a todos el anuncio del Evangelio con 'el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos'” (Carta ap. Novo millennio ineunte, 58).

Para Benedicto XVI, ése “es el servicio más precioso que la Iglesia puede hacer a la humanidad y a cada persona que busca las razones profundas para vivir en plenitud su propia existencia”.

“Por ello, esta misma invitación resuena cada año en la celebración de la Jornada Misionera Mundial”, indica.

“La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones -resume-. ¡La fe se fortalece dándola!”.

“El incesante anuncio del Evangelio, de hecho, vivifica también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico, renueva sus métodos pastorales para que sean cada vez más apropiados a las nuevas situaciones – también las que requieren una nueva evangelización – y animados por el empuje misionero”, insiste el Papa en el texto.

Este objetivo, revela, “es continuamente reavivado por la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía” porque “la liturgia es siempre una llamada ‘desde el mundo’ y un nuevo envío ‘al mundo’ para dar testimonio de lo que se ha experimentado”.

Misión universal

Destinatarios del anuncio del Evangelio, prosigue el Pontífice “son todos los pueblos”, y la Iglesia “por su naturaleza es misionera”, por lo que “no puede nunca cerrarse en sí misma”, sino que “se arraiga en determinados lugares para ir más allá”.

En referencia a la nueva evangelización, indica la necesidad de anunciar el Evangelio a los que no lo conocen y también a “la multitud de aquellos que, aún habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, no reconociéndose ya en la Iglesia”.

“Muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarias a abrirse a la palabra de la fe”, recuerda.

Y constata que “está en marcha un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante”.

Ese cambio, explica, “lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del mensaje evangélico, como si Dios no existiese, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales”.

A todos, todo y siempre”

El Papa prosigue destacando que la dimensión misionera de la Iglesia “implica a todos, todo y siempre”, “debe tenerse siempre presente”, en todo bautizado y en toda comunidad eclesial, “como forma de vida cristiana”.

Y reconoce que “la evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos”, entre los que subraya la solidaridad.

“No es aceptable”, afirma citando a Pablo VI, “que en la evangelización se descuiden los temas que se refieren a la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente en el respeto de la autonomía de la esfera política”.

Y añade que “a través de la participación corresponsable en la misión de la Iglesia, el cristiano se convierte en constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado, y colabora en la realización del plan salvífico de Dios para toda la humanidad”.

“Los retos que ésta encuentra, llaman a los cristianos a caminar junto con los demás, y la misión es parte integrante de este camino con todos”, concluye Benedicto XVI.

“En ella llevamos, aunque en vasijas de barro, nuestra vocación cristiana, el tesoro inestimable del Evangelio, el testimonio vivo de Jesús muerto y resucitado, encontrado y creído en la Iglesia”.

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“Firme reprobación” del Papa ante el atentado de Moscú
 
CIUDAD DEL VATICANO, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI muestra su “profundo dolor” y “firme reprobación” ante el atentado suicida ocurrido ayer en el aeropuerto Domodédovo de Moscú, que ha costado la vida a 35 personas.

En un telegrama, dirigido al Presidente de la Federación Rusa, Dimitri Medvedev, y firmado por el
secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, el Papa condena este “grave acto de violencia”, y desea “hacer llegar sentimientos de cercanía espiritual y de vivas condolencias a los familiares de las víctimas”.

El Papa asegura “fervientes oraciones de sufragio por las vidas truncadas y, mientras invoca del Señor el consuelo celeste a cuantos lloran su trágica partida, envía su saludo bendiciente, unido a un pensamiento particular a cuantos permanecen heridos”.

El propio cardenal Bertone, al final del telegrama, se une también “al dolor de la Federación Rusa”.

El atentado tuvo lugar ayer, en la terminal internacional del aeropuerto moscovita de Domodédovo, provocado por una mujer terrorista que llevaba una mochila cargada de explosivos. Por el momento hay 35 muertos y 130 heridos, según el Ministerio de Sanidad ruso.

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Las celebraciones que el Papa prevé presidir de febrero a abril
De las vísperas de la Presentación del Señor a bendición “Urbi et Orbi” de Pascua

 

CIUDAD DEL VATICANO, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el calendario de las celebraciones que Benedicto XVI presidirá durante los meses de febrero, marzo y abril de 2011, publicado este lunes por la Oficina de Información de la Santa Sede.

Febrero

--Miércoles, 2: En la Basílica vaticana, a las 17,30, Vísperas con los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en la fiesta de la Presentación del Señor, Jornada de la Vida Consagrada.

--Sábado, 5: En la Basílica vaticana, a las 10, Santa Misa y rito de ordenación episcopal.

--Lunes, 21: En la Sala del Consistorio, a las 12, consistorio para algunas causas de canonización.

Marzo

--Miércoles, 9: En la basílica de San Anselmo, a las 16,30, estación y procesión penitencial en el Miércoles de Ceniza. En la basílica de Santa Sabina, a las 17, misa, bendición e imposición de la ceniza.

--Domingo, 13: En la Capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico a las 18, inicio de los ejercicios espirituales para la Curia Romana en el primer domingo de Cuaresma.

--Sábado, 19: En la Capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico a las 9, conclusión de los ejercicios espirituales para la Curia Romana.

--Domingo, 20: A las 9, misa y rito de dedicación de la nueva parroquia romana de San Corbiniano all'Infernetto – Casal Palocco, en el II domingo de Cuaresma.

Abril

--Domingo, 17: A las 9,30, en la plaza de San Pedro, bendición de las Palmas, procesión y misa en el Domingo de las Palmas y de la Pasión del Señor.

--Jueves, 21: A las 9,30, en la Basílica vaticana, misa del Crisma y a las 17,30, en la Basílica de San Juan de Letrán, msa en la Cena del Señor. Inicio del Triduo Pascual.

--Viernes, 22: A las 17, en la Basílica vaticana, celebración de la Pasión del Señor y a las 21,15, en el Coliseo, Via Crucis.

--Sábado, 23: A las 21, en la Basílica vaticana, Vigilia Pascual en la Noche Santa.

--Domingo, 24: A las 10,15 en la plaza de San Pedro, misa del Domingo de Pascua y a las 12 en el balcón central de la Basílica vaticana, bendición Urbi et Orbi.

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Mundo


Di Noto: atención a las redes sociales, oasis de pedófilos
Meter: En la Red hay incluso grupos de cristianos que justifican la pedofilia
ROMA, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Atención a las redes sociales, cada vez son más utilizadas por los pedófilos. Es el grito de alarma lanzado ayer lunes por Fortunato Di Noto, el sacerdote fundador de la Asociación Meter (www.associazionemeter.org), que desde 1989 lucha para promover los derechos y la tutela de la infancia, pero también para prevenir y ayudar a las víctimas de abusos sexuales.

Con motivo de la publicación del mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2011, dedicado al fenómeno de internet y a sus oportunidades, el sacerdote siciliano volvió a señalar el problema de la pedofilia en el mundo digital.

“El Papa tiene razón cuando habla de la oportunidad de relaciones positivas relacionadas con internet – afirmó Di Noto –. Porque la Red es un don de Dios, cierto. Pero el uso que hace el hombre de ella crea mil peligros de los cuales debemos guardarnos”.

Y explicó: “Dentro de unos días, publicaremos nuestro Informe con todos los sitios y las preferencias de los pedófilos que hemos señalado y denunciado durante el año 2010. Puedo decir con todo que desde el 1 de enero hasta hoy hemos recogido 17 comunidades pedófilas en las redes sociales, con un total de 1.386 usuarios”.

“Esto significa – precisó – un total de 1.738 fotos, que corresponden a unos mil niños implicados y 15 vídeos. ¡Todo esto solo en 17 comunidades!”.

Desde el inicio de 2011 la Asociación Meter ha envió un total de 1.652 denuncias respecto a otros tantos sitios y referencias. “No faltan – añadió Di Noto – también varios sospechosos italianos”.

Además, declaró a ZENIT el fundador de Meter, “un frente que hemos seguido mucho es el de la presencia on-line de sujetos que promueven la pedofilia como un hecho lícito, declarando su licitud y afirmando que los adultos pueden hacer el bien a los niños 'amándoles y viviendo con ellos relaciones afectivas y sexuales'”.

“Un fenómeno extendido en todo el mundo, no hay país que no tenga representantes de este 'movimiento paralelo' – subrayó –. Hasta el punto que incluso grupos de cristianos, desde 1998, y a los que Meter denuncia repetidamente, han fundado la 'Iglesia de los cristianos pedófilos – boylovers': una verdadera y auténtica aberración evangélica e intelectual”.

“Una esquizofrenia social – comentó a continuación el sacerdote – que lesiona el derecho más elemental de los pequeños y de los débiles. Un aspecto ya públicamente denunciado (también a través de Radio Vaticano) y sobre el que nadie levanta la voz y un dedo para decir: ¿adónde estamos llegando y qué debemos hacer?”.

“Lo más impresionante – denunció también – es que falta una colaboración internacional eficaz, retrasando las acciones de comprobación por parte de las fuerzas del orden”.

“Meter – concluyó – está cada vez más comprometida en la Iglesia y en la sociedad para promover los derechos de la infancia y estamos totalmente disponibles para todas las diócesis del mundo para promover una pastoral que sepa educar cada vez más en la belleza de la vida y en la educación en el uso responsable de los medios de comunicación”.



 

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Pakistán: El presidente del episcopado habla sobre el caso de Asia Bibi
Considera contraproducente una condena directa de la política de Pakistán

 

LAHORE, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- “En el caso Asia Bibi, una condena directa de la política pakistaní no mejoraría la situación”, afirmó el presidente de la Conferencia Episcopal Pakistaní, el arzobispo de Lahore, monseñor Lawrence Saldanha.

Veinte días después del asesinato del gobernador de la provincia de Punjab por sus opiniones a favor de una reforma de las leyes antiblasfemia, monseñor Saldanha señaló que la situación se está calmando progresivamente, en una entrevista telefónica a Eglises d'Asie (EDA), la agencia de las Misiones Extranjeras de París.

También informó de la iniciativa de los católicos, a la que todos los creyentes de Pakistán están invitados, de celebrar “una jornada de oración y de ayuno” por “la paz y la unidad” el próximo domingo 30 de enero.

El prelado comentó una resolución votada el pasado 20 de enero en el Parlamento Europeo de Estrasburgo que pedía al presidente pakistaní conceder su gracia a Asia Bibi, una cristiana condenada a muerte por blasfemia contra Mahoma.

Expresó su reconocimiento por el apoyo manifestado en los países occidentales a favor de la mujer en concreto y de las minorías religiosas de Pakistán en general.

Sin embargo, indicó que aunque los cristianos agradecen las muestras de apoyo recibidas de países europeos, una condena directa de Pakistán por parte de las instancias europeas “no produciría ningún resultado positivo”.

En su opinión, sería mejor esperar que la opinión pública en Pakistán vaya perdiendo el interés por el caso de Asia Bibi, lo cual permitirá al Tribunal Supremo de justicia examinar con serenidad el caso para volverlo a juzgar, establecer la inocencia de la joven cristiana y absolverla.

Monseñor Saldanha invitó a los representantes de asociaciones de defensa de los derechos humanos y de las libertades civiles de Lahore a unirse a la iniciativa del 30 de enero para que cristianos y musulmanes “estén juntos para rezar”.

El encuentro tendrá lugar en la escuela Santa María, un centro católico de Gulberg, un barrio del sudeste de Lahore. Ese mismo día, en todo el país, la Iglesia católica organizará encuentros de oración.

Respecto a las manifestaciones que, en las últimas semanas, han reunido a varias decenas de miles de personas en las calles de las grandes ciudades del país para reclamar la liberación del asesino del gobernador Salman Taseer o prometer la ejecución extrajudicial de Asia Bibi, monseñor Saldanha declaró que se trata de manifestaciones “políticas” o “emotivas” en gran parte.

Expresó su preocupación por la falta de perspectiva de una posible reforma de las leyes antiblasfemia, pero también cree que “al final”, una acción es posible. “No soy demasiado pesimista”, indicó.

Las fechas del proceso de apelación de Asia Bibi son inciertas. Según los abogados de la mujer cristiana, podría fijarse una primera audiencia antes de finalizar el mes de enero.

Sin embargo, algunos observadores locales indican que los jueces considerarían más prudente retrasar el proceso por lo fuertes que continúan siendo las tensiones sociales, políticas y religiosas.

Los defensores de Asia Bibi temen que la celebración demasiado temprana de un juicio exponga a la joven a las balas de los radicales, que por miles se proponen en internet ejecutarla.

Políticamente, el contexto no se presta a una mejora inmediata de las tensiones. Frente a un Gobierno debilitado por la deserción de varios de sus aliados en la Asamblea nacional, el caso Asia Bibi y el asesinato del gobernador Taseer han sido la ocasión para que los movimientos islamistas presenten un frente unido, hasta ahora dividido en formaciones rivales.

Una red de partidos y movimientos islámicos, la Tehreek-e-Tahaffuz-e Namoos-e-Risalat (TTNR, Alianza para la defensa del honor del Profeta), ha logrado aglutinar a todos los grupos extremistas del país.

La TTNR promueve un programa de islamización nacional, exige el mantenimiento en el Estado de las leyes antiblasfemia y amenaza de muerte a los que desean derogarlas.

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La evangelización y la caridad, claves de la pastoral con inmigrantes
Intervención de monseñor Vegliò en un encuentro en Fátima (Portugal)
FATIMA, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- La acción misionera del tercer milenio debe basarse “sobre la evangelización y sobre el testimonio de la caridad”. Así afirmó el arzobispo monseñor Antonio María Vegliò, presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes, durante el XI Encuentro de Formación de los Agentes Socio-pastorales, el pasado 16 de enero en Fátima.

En su discurso de apertura, sobre el tema “Movilidad humana y evangelización: retos para un nuevo milenio”, el obispo subrayó que el continente europeo está “marcado por un profundo movimiento de 'descristianización' y al mismo tiempo se ve una gran afluencia de inmigrantes de muchas religiones”.

“El camino misionero que intentamos recorrer en este tercer milenio deberá estar basado sobre la evangelización y el testimonio de la caridad- observó. - No olvidemos que la caridad cristiana tiene una gran fuerza evangelizadora en la medida en que es signo del amor de Dios entre los hombres. Esta consiste en la disponibilidad al prójimo en nombre de Jesucristo”.

 

La Iglesia, por tanto, está llamada a vivir en el amor, a revelar al mundo el amor de Dios y a contagiar al mundo con las obras del amor”, señaló.


Los emigrantes esperan de la Iglesia Universal, “una orientación y una respuesta a los grandes interrogantes de la fe cristiana, apoyo y ayuda humana capaces de volver a darles sentido y esperanza a sus existencias”.

En este contexto, los agentes pastorales de la movilidad humana “son testigos del amor de Dios en la acogida a los inmigrantes”


Europa en crisis

Monseñor Vegliò analizó la situación de Europa, continente en el que “emergen por todas partes signos preocupantes de desconcierto y confusión, también bajo el impulso del fenómeno migratorio”

“El primero de esto signos es la excesiva búsqueda de autonomía del hombre frente a Dios. La persona humana, en efecto, intenta, cada vez más, concentrar su actividad científica, técnica, cultural y política en sus propias manos, observó.

“Incluso el universo tiene al hombre como único dominador, éste lo manipula a su antojo, con el riesgo de provocar daños irreparables en el ecosistema entero, y también el en complejo mundo de las relaciones interpersonales y por tanto en la búsqueda de valores y en el sentido de la existencia”.

Un segundo elemento a considerar se refiere a “los cambios éticos que están surgiendo en la sociedad contemporánea, con una particular referencia a la desintegración de la familia, a la reducida valorización del matrimonio, al recurso del aborto, al uso y consumo de la sexualidad sin amor para fines comerciales, a la carente tutela de la vida que está por nacer, a la depreciación del anciano y, en general, de las personas con discapacidades”.

 

Pluralismo

La política migratoria europea está actualmente “en una fase crítica, en cuanto que a la necesidad de coordinación y de armonización, se contrapone la dificultad de los Estados de ceder algunas prerrogativas en tal ámbito”, subrayó el arzobispo.

“Al mismo tiempo, permanece el cierre de las fronteras, con la consiguiente imposibilidad para los inmigrantes de entrar regularmente, más allá de las cuotas admitidas”, problema al que se añaden las “plagas del tráfico y trata de seres humanos”, que sufren sobre todo las jóvenes y los niños, “con el desarrollo del despreciable tráfico de órganos”, además de “episodios de lamentable intolerancia”.

“Recemos para que en todas partes crezca el respeto a cada persona, junto a la responsable conciencia de que sólo en la recíproca acogida de todos es posible construir un mundo marcado por la justicia auténtica y paz verdadera”, deseó el arzobispo.

Las líneas que surcan el rostro de la Europa actual, prosiguió, “son las de la multietnicidad y del multiculturalismo, que llevan en sí mismas diferentes formas de pertenencia religiosa”.

“El diálogo no es fácil, sobre todo con el mundo islámico, también porque términos como justicia, verdad, dignidad y derechos humanos, laicismo, democracia y reciprocidad tienen diferentes significados respecto a los que les atribuye la cultura europea”.

Sin embargo, “el día en que una civilización se abre a otras culturas, ella misma se beneficia en términos de crecimiento y fortalecimiento”. Por el contrario, la debilidad y el declive se inician cuando ésta no acepta el diálogo, la confrontación y el intercambio recíproco, en el dinamismo del dar y recibir mutuos”.

 

El pluralismo, indicó monseñor Vegliò, es por lo demás “una de las categorías que dan expresión al desarrollo humano, entendido sencillamente no en términos de crecimiento económico, sino también como medio para una existencia más satisfactoria desde el punto de vista intelectual, emotivo, moral y espiritual”.

 

La Iglesia, “consciente de las tragedias pasadas” que han “abrumado también al continente europeo”, “sabe que la integración plena de cada minoría es esencial para el mantenimiento de la concordia civil y de la democracia”, concluyó el arzobispo.

 

“Sobre el fundamento de la fe cristiana, se pretende contribuir a la construcción de una Europa de rostro más humano, en la que se tutelen los derechos humanos y los valores fundamentales de la paz, de la justicia, de la libertad, de la tolerancia, de la participación y de la solidaridad”.

Por Roberta Sciamplicotti, traducido del italiano por Carmen Álvarez


 


 

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“Si el ADN diseña un ser humano, se le debe defender desde su concepción”
III Jornadas de Bioética en la Universidad Católica de Murcia, España
MURCIA, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- “Tenemos la certeza de que el mensaje impreso en nuestro ADN es un programa biológico que contiene todas las instrucciones para desarrollar un ser humano completo y hacerlo funcionar durante toda su vida. Esta certeza nos debe conducir a preservar y promocionar los derechos de cada individuo desde el mismo momento de su concepción”, dijo Agustín Ruiz doctor en Medicina y Cirugía, en las III Jornadas de Bioética de la Universidad Católica de Murcia, España.

La Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), clausuró el 21 de enero sus III Jornadas de Bioética, en las que participaron numerosos expertos como el coordinador de la Unidad de Medicina Fetal de la Región de Murcia, del Hospital Virgen de la Arrixaca, Juan Luis Delgado; o el obispo de Bilbao, Mario Iceta Gavicagogeascoa.

En la clausura de las Jornadas –informa a ZENIT la UCAM- intervinieron la rectora de este centro académico, Josefina García; el vicerrector de Extensión Universitaria, Antonio Alcaraz; y la directora del Máster Oficial de Bioética de la UCAM, Gloria María Tomás.

La rectora de la Universidad Católica señaló como bases sobre las que se asienta la UCAM, el respeto de la persona y la defensa de la vida humana, “mensaje que hacemos llegar a nuestros alumnos”, destacó.

La directora del Máster de Bioética, que leyó las conclusiones, señaló que la Bioética debe ayudar a fundamentar las normas que regulan el derecho a la vida del ser humano desde su concepción, siendo los Códigos de Ética y Deontología de médicos y enfermeros fuente imprescindible de inspiración en el trato de los sanitarios con los pacientes.

Gloria Tomás extrajo la idea, debatida durante las Jornadas, de la necesaria revisión de la terminología empleada en las normas que regulan el derecho a la vida y la protección del ser humano desde su concepción, desterrando palabras que, como interrupción del embarazo o preembrión, para referirnos al aborto y al embrión en su primera fase de desarrollo respectivamente, inducen a error sobre su verdadero significado.

El director del Instituto de Antropología y Ética de la Universidad de Navarra, Sergio Sánchez Migallón, abrió la última jornada hablando sobre “Bioética y persona”.

El ponente, explicó la ambigüedad de la Neuroética, mostró esta disciplina entendida como un diálogo ideal entre la Neurociencia y la Ética, de una triple manera: como una oportunidad, una necesidad y una difícil tarea.

“Como una necesidad, y ello a su vez por tres motivos; uno de ellos porque los riesgos de que la tecnología neurocientífica lesione la dignidad humana son grandes y de consecuencias individuales  y sociales difícilmente calculables”, aseveró el ponente.

Por su parte, el obispo de Bilbao Mario Iceta Gavicagogeascoa definió su conferencia como una reflexión sobre la ética adecuada para una adecuada bioética, y aseguró que una ética que no habla de la verdad, del bien…, ya de entrada no es una ética. “Es como hablar de derecho sin hablar de leyes”, afirmó.

Estas III Jornadas en Bioética se abrieron el 19 de enero bajo el título “Temas claves en la bioética contemporánea III”.

En el primer panel de expertos participaron el coordinador de la Unidad de Medicina Fetal de la Región de Murcia, Juan Luis Delgado; el especialista en Ginecología y Obstetricia del Hospital Punta de Europa, Algeciras; el presidente de la Comisión Deontológica de Ginecólogos por el Derecho a Vivir, Esteban Rodríguez; y el psicólogo y especialista en Terapia de pareja y familia, Tasio Pérez.

Juan Luis Delgado habló sobre “El diagnóstico prenatal ¿una puerta abierta a la eugenesia?”. Aseguró que el diagnóstico prenatal es un acto médico de información científica, que puede orientarse de diversas formas. Delgado aseveró que “las técnicas de diagnóstico prenatal no deben considerarse ilícitas por sí mismas, sino los actos realizados en prejuicio de la vida fetal a partir de un diagnóstico previo”.

Esteban Rodríguez disertó sobre la malversación de la realidad científica en adaptación a la terminología política. Aseguró que “la implantación de estrategias de cribado o selección prenatal unidas a las leyes que amparan la destrucción de la vida humana antes del parto en todo el mundo, están dando lugar a un número creciente de abortos”.

Y añadió que el agente sanitario que participa en dichos programas “se ve convertido en un cooperador necesario del aborto que justifica en el supuesto de ‘riesgo fetal’”, aseguró.

Tasio Pérez centró su ponencia en el aborto y la salud mental. Explicó que hay sospechas más que razonables que demuestran la relación entre el aborto inducido y los problemas psíquicos posteriores. “Ansiedad, depresión, trastornos de estrés postraumático, presentan mayores tasas en mujeres que han abortado”, indicó.

El doctor en Medicina y Cirugía, y director científico de Neocodex SL, Agustín Ruiz, abrió el segundo panel de expertos en el que disertó sobre “¿Seres humanos=Genoma?”. Respecto al Proyecto Genoma Humano, el conferenciante reseñó que no está terminado, y que su objetivo fundamental es “conocer la base molecular de los estados de salud y enfermedad de los seres humanos”.

Remarcó que la variabilidad de la secuencia de ADN humano “nos corrobora el carácter único e irrepetible de cada individuo”, y añadió que “tenemos la certeza de que el mensaje impreso en nuestro ADN es un programa biológico que contiene todas las instrucciones para desarrollar un ser humano completo y hacerlo funcionar durante toda su vida”.

“Esta certeza nos debe conducir a preservar y promocionar los derechos de cada individuo desde el mismo momento de su concepción”, afirmó.

Roberto Germán, en su conferencia “Retos y carencias de la FIV: los embriones congelados”, afirmó que “en la transmisión de la vida a un mero proceso de producción va implícita la instrumentalización del hijo”. El doctor en Medicina Modesto Ferrer disertó sobre ‘La falacia del preembrión’. El presidente del Círculo de Escritores Cinematográficos, Jerónimo José Martín, reflexionó sobre el aborto en el cine contemporáneo.

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El obispo Kussala pide una oración continua por la paz en Sudán
Las informaciones iniciales muestran el apoyo a la secesión de la región del sur

 

YAMBIO, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- El obispo Eduardo Hiiboro Kussala de Tombura-Yambio, diócesis de la región del sur de Sudán, pidió a la comunidad internacional que continúen las oraciones por una “paz permanente en Sudán”.

Los primeros resultados del referéndum sobre la independencia de Sudán del Sur indican que la región podría convertirse en el 54º Estado independiente de África este año.

El resultado oficial de la votación, que se cerró el 15 de enero, no se hará público hasta el 6 de febrero, o el 14 de febrero si hay apelaciones.

Sin embargo, las primeras indicaciones muestran una mayoría a favor de que Sudán del Sur se independice de Sudán.

Si estos resultados se confirman, Sudán del Sur se convertirán en la República de Sudán del Sur el 9 de julio, seis años después de la firma del Acuerdo General de Paz que acabó con la guerra civil de Sudán.

Monseñor Kussala explicó a la asociación caritativa Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) que la gente tiene grandes “expectativas de cambio a mejor”.

Destacó la necesidad de oraciones y apoyo, y dijo que “éste es un momento histórico para nosotros con decisiones nobles y delicadas ante nosotros”.

Omar al Bashir, presidente de Sudán, con base en Jartum, se ha comprometido a aceptar el resultado del referéndum, pero muchos predicen dificultades en los próximos meses.

El obispo Kussala expresó su gratitud a organizaciones de ayuda como AIN “porque la presión exterior -las oraciones de la comunidad internacional de la caridad- han causado un impacto real en el Gobierno y han dejado claro a las autoridades que la guerra no es una alternativa”.

Llamamiento internacional

La organización caritativa presentó al obispo Kussala en el Reino Unido el pasado otoño para que se encontrara con organizaciones como la Catholic Agency for Overseas Development, la Scottish Catholic International Aid Fund, y la U.K. Foreign and Commonwealth Office.

El arzobispo de St. Andrews y Edimburgo, el cardenal Keith O'Brien, mostró su apoyo escribiendo al Secretario británico de Asuntos Exteriores William Hague y pidiendo presión internacional para ayudar al desarrollo pacífico del referéndum de Sudán.

Varias organizaciones internacionales, incluidas las Naciones Unidas y un equipo ecuménico, enviaron representantes a Sudán para observar el referéndum y garantizar su integridad.

“Todo el mundo tiene grandes expectativas sobre lo que pasará después”, dijo el obispo Kussala, “pero la gente debe mantener la calma y el Gobierno tiene que ser disciplinado”.

“Quiero pedirles oraciones por una paz permanente en Sudán”, añadió.

Mientras tanto, Ayuda a la Iglesia Necesitada informó que muchos cristianos están dejando la capital, Jartum, y viajando al sur, a causa de los temores de que “el régimen del presidente Bashir haga un cambio radical hacia la islamización”.

El obispo Kussala dijo que en su diócesis y en otros lugares de la región, se están preparando para recibir a estos recién llegados y afirmó que su gente está “dispuesta a hacer sacrificios” para ayudarles.

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Reportaje


Abierta de nuevo la iglesia de San Millán, patrimonio de la Humanidad
En 1878, los agustinos recoletos asumieron una ruina en continuo expolio
SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, martes, 25 enero 2011 (ZENIT.org).- Con un presupuesto de 4,6 millones de euros y tres años de trabajos, este martes 25 de enero se presentó al público la última gran obra de restauración promovida por la Orden de Agustinos Recoletos y la Fundación San Millán: la iglesia del Monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla, La Rioja, España.

En 1878 la Orden de Agustinos Recoletos se hacía cargo de un enorme monasterio totalmente ruinoso y en continuo expolio. Casi 120 años después, en 1997, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lo declaraba Patrimonio de la Humanidad, informa la citada Orden.

El Monasterio conserva un importante patrimonio cultural en su Biblioteca. Entre los códices más importantes están el Códice 60, donde se encuentran las Glosas Emilianenses, algunas de las primeras palabras en castellano y en euskera por las que San Millán es conocido universalmente como la “Cuna de la Lengua”. Es el primer vestigio escrito conocido en la península ibérica de la lengua romance que derivaría en el idioma que hoy hablan millones de personas. 

Las principales dificultades surgieron con la aparición de las ruinas del antiguo monasterio románico que data del año 1067. Esto suscitó una polémica sobre el cubrimiento o no de los vestigios arqueológicos. De hecho, la intervención planificada era mucho más discreta y se pensaba que la ejecución tardaría sólo unos meses. Finalmente las obras se han prolongado casi dos años. 

Toda la iglesia es un gran cementerio. Desde su primitiva consagración, en el siglo XI, y hasta finales del XIX, se utilizó para este fin. Miles de esqueletos aparecieron durante la restauración. Todos fueron exhumados e incinerados. La comunidad celebró una ceremonia para devolver las cenizas al lugar de la iglesia en el que habían sido encontrados los cuerpos. 

La arqueología ha aportado descubrimientos de gran trascendencia para la historia del arte. Por primera vez se hizo una excavación del conjunto de la iglesia. Antes sólo se hicieron pequeñas “catas”. Posiblemente estemos hablando de la primera gran iglesia del románico español, anterior incluso a la catedral de Jaca, aunque aún falta la opinión definitiva de los expertos. 

El 25 de mayo de 2005, los agustinos recoletos firmaban en el monasterio de Yuso un acuerdo con las fundaciones Caja Madrid y San Millán para la restauración integral de la iglesia de la Asunción con un presupuesto de 4,6 millones de euros. Cada una de las fundaciones aportaría dos millones y la Provincia de San José de la Orden de Agustinos Recoletos los 600.000 euros restantes. Las obras comenzaban en noviembre de 2007 y han terminado en enero de 2011. 

La restauración integral de la iglesia de la Asunción resolvió los problemas de conservación que afectaban tanto a la materia y estructura de la fábrica como a su valor estético y a su capacidad expresiva. Los daños causados por la humedad eran realmente serios. 

A la restauración se unió un plan para la difusión y conocimiento del proyecto. Desde 2007, los talleres educativos sobre arquitectura, paisaje, conservación de bienes muebles y arqueología permitieron a más de 3.600 alumnos de distintos colegios conocer de cerca la obra, a través de un aula didáctica en la propia iglesia del monasterio. 

La Asunción volverá a ser usada como iglesia parroquial del pueblo de San Millán de la Cogolla y se incluirá de nuevo en la visita guiada para el turismo.

El obispo de la diócesis, Juan José Omella, presidió este martes la primera eucaristía en este grandioso templo que ha recuperado su antiguo esplendor. 

El prior general y el vicario general de la Orden de Agustinos Recoletos se desplazaron desde Roma para asistir a la inauguración. El gobierno autonómico de La Rioja estuvo representado por su presidente Pedro Sanz; el consejero de Educación, Cultura y Deportes; el director general de Cultura, y la coordinadora de la Fundación San Millán. Por la entidad financiera Caja Madrid asistió su presidente Rodrigo Rato, y el director de la Fundación Caja Madrid. Asistió también el director del departamento de Conservación del Patrimonio Histórico Español. 

La restauración del Refectorio (antiguo comedor monacal) está muy avanzada. En esta ocasión, los religiosos han contado con la financiación económica de la empresa Ferrovial que ha invertido alrededor de medio millón de euros. 

El año pasado se estrenó la iluminación exterior e interior del monasterio de Yuso, un proyecto en el que colaboró la Fundación Iberdrola con 120.000 euros. 

Aumentan los visitantes, las actividades son cada vez más numerosas y los agustinos recoletos multiplican su tarea para acoger a todos. La Orden calcula que, hasta la fecha, el Gobierno Regional de La Rioja ha invertido en el monasterio en torno a los 16 millones de euros. 

El encargo de guardar para la Humanidad este monasterio se inició en 1878 cuando tres frailes agustinos recoletos llegaron al valle de San Millán para hacerse cargo del monasterio de Yuso. Lejos queda aquel edificio que encontraron, un enorme recinto totalmente ruinoso y en continuo expolio. Desde que en 1997 la UNESCO declarase el conjunto monacal de Yuso y Suso Patrimonio de la Humanidad, los quehaceres de la comunidad se han multiplicado.

Hoy el Monasterio de Yuso tiene vida propia, encarnada en los religiosos que viven en él. Aumentan los visitantes, las actividades son cada vez más numerosas y los agustinos recoletos multiplican su tarea para acoger a todos: peregrinos del Camino de Santiago, estudiosos en busca de las raíces de la Lengua Castellana y del Euskera, espíritus inquietos en busca del remanso de paz que se encuentra en su Casa de Espiritualidad y turistas de todo el mundo en busca de la belleza y la cultura salvaguardada por estos frailes.

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Entrevistas


Balance de cincuenta años de ecumenismo
Por el obispo Brian Farrell, L.C.
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 25 enero 2011 (ZENIT.org).- Al final de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el obispo Brian Farrell, L.C., secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, hace en esta entrevista publicada en "L'Osservatore Romano" un balance del estado actual del ecumenismo.

--El Consejo Pontificio ha celebrado recientemente el quincuagésimo aniversario de fundación. ¿Se mantiene en la Iglesia católica el espíritu que animó su nacimiento con el Papa Juan XXIII?

--Monseñor Farrell: Efectivamente, el 17 de noviembre pasado conmemoramos con un solemne acto público el quincuagésimo aniversario de la creación del "Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos", que Juan XXIII quiso intensamente e instituyó junto a las otras comisiones encargadas de preparar el Concilio Vaticano II. Convencido que todo el trabajo del Concilio debería estar impregnado del deseo del restablecimiento de la unidad, quiso, como claro signo de tal deseo, la presencia de observadores de otras iglesias y comunidades eclesiales en el mismo Concilio. Me parece casi un milagro de la Providencia el hecho que más de dos mil obispos llegados a Roma para dar inicio al Concilio, en 1962, muchos de los cuales formados en una teología de la "exclusión", según la cual ortodoxos y protestantes --cismáticos y heréticos, en la terminología usada entonces-- estaban simplemente fuera de la Iglesia, tres años después produjeron el decreto Unitatis redintegratio, que reconoce una real, aunque incompleta, comunión eclesial entre todos los bautizados y entre las iglesias y comunidades eclesiales. Esta renovada perspectiva, en perfecta armonía con la antigua eclesiología de los Padres, tuvo enormes consecuencias por el nuevo modo en que los católicos se relacionaron con los demás cristianos y con sus comunidades, y por la irrevocable adhesión de la Iglesia católica al movimiento ecuménico. Juan XXIII habló de un "paso adelante", un ver la tradición de siempre con una nueva visión, abriendo así caminos nuevos para la Iglesia hacia esa unidad visible que le es propia. Esta transformación se ha debido en gran parte, además de a la gracia del Espíritu Santo, naturalmente, al intenso trabajo del primer presidente del "Secretariado para la promoción de la unidad", el cardenal Agustín Bea, y a sus colaboradores.

--¿Cuánto ha quedado del trabajo de los primeros años del Consejo Pontificio?

--Monseñor Farrell: Ha quedado todo, por cuanto toca a la enseñanza del Concilio sobre principios que gobiernan la búsqueda de la unidad. Los cincuenta años que han pasado desde entonces testimonian cuán fecunda ha sido esa enseñanza en la vida concreta de la Iglesia y para el mundo cristiano en su totalidad. En el acto conmemorativo antes mencionado, además del importante mensaje del Papa Benedicto XVI llevado por el secretario de Estado, el cardenal Bertone, tres grandes figuras del mundo ecuménico --el cardenal Walter Kasper, presidente emérito de nuestro Pontificio Consejo; el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams; y el metropolita Ioannes de Pérgamo, eximio teólogo del patriarcado ecuménico-- subrayaron que es fundamental y urgente para el desarrollo histórico actual el que los cristianos puedan hablar y trabajar juntos, no sólo en defensa de la libertad, y de la libertad religiosa en primer lugar, sino para afrontar con esperanza de éxito los enormes retos que afronta la humanidad.

--Pero algunos hoy se confiesan su decepción ante los resultados tras tanto esfuerzo...

--Monseñor Farrell: Quien piensa así no tiene en cuenta la realidad. El Papa Juan Pablo II, en su magnífica encíclica Ut unum sint, escribió que probablemente el fruto más precioso del ecumenismo es la "fraternidad redescubierta" entre los cristianos. A las jóvenes generaciones les cuesta comprender todo lo que han mejorado las cosas. En el pasado los cristianos divididos se evitaban, no se hablaban; las iglesias tenían actitudes de recíproco conflicto y rivalidad, incluso de acciones verdaderamente escandalosas, que minaban la misma misión evangelizadora. Se can todavía, aquí y allá, signos de este tipo, pero está cada vez más consolidado que tal modo de actuar no es aceptable: no es de Dios. Si consideramos "el diálogo de la vida", es decir, el vasto mundo de los contactos, de colaboración, de solidaridad entre cristianos, no hay lugar a la desilusión. Si pensamos en el "diálogo de la verdad", es decir, en la búsqueda de la superación de los elementos teológicos de divergencia, también aquí se ha logrado muchísimo, incluso la resolución de antiguas controversias cristológicas, y ha sido sustancialmente superado incluso el aspecto más profundo de la divergencia entre católicos y reformados sobre la justificación, es decir, sobre cómo actúa en nosotros la salvación. Hay que tener en cuenta que en las cuestiones doctrinales será siempre necesario actuar cauta y lentamente, porque debemos estar seguros de avanzar en la fidelidad al depósito de la fe, de llegar a un acuerdo sobre la base de la verdadera Tradición.

--Sin embargo, ¿en el diálogo teológico han aparecido nuevas dificultades con los ortodoxos?

--Monseñor Farrell: Estamos examinando el punto crucial de nuestras diferencias sobre la estructura y el modo de ser y de operar de la Iglesia: la cuestión del papel del obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio, cuando la Iglesia en occidente y en oriente estaba aún unida. Después de profundos estudios y discusiones, los miembro de la Comisión Teológica se han dado cuenta de la enorme diferencia que se da entre la experiencia histórica vivida, asimilada y narrada en la cultura occidental y la experiencia histórica percibida en la visión oriental de las cosas. Todo evento histórico está abierto a diversas interpretaciones. La discusión no ha desembocado en una real convergencia. Pero es también verdad que, para encontrar un consenso, lo que cuenta desde el comienzo es desvelar los principios doctrinales y teológicos que estaban en acto en aquellos eventos y que son decisivos para permanecer fieles a la voluntad de Cristo para su Iglesia. Así se ha decidido preparar un nuevo documento de base en clave teológica. Estoy convencido que es el camino adecuado. Por tanto, cuando se habla de nuevas dificultades, no se trata de dificultades insuperables, sino de una verdadera oportunidad. Está claro que la discusión no será ni fácil ni breve. Me parece, sin embargo, que se está extendiendo la convicción de que la unidad es posible; las circunstancias del mundo de hoy mueven a las iglesias en esta dirección. A mi parecer es urgente que la teología católica elabore una visión más concreta, un modelo de lo que nos espera en el momento de la plena comunión visible. De este modo los hermanos ortodoxos podrán tener confianza, superando los miedos atávicos provocados por la presunción de superioridad típica de occidente. Tendremos seguramente que reafirmar cuanto ha dicho el Concilio sobre la igual dignidad de todos los ritos, del respeto debido a las instituciones, tradiciones y disciplinas de las iglesias de oriente y tantas otras cosas.

--¿Y con los protestantes?

--Monseñor Farrell: En 2009 el cardenal Kasper publicó un importante estudio, titulado "Harvesting the Fruits" (Cosechando los frutos), que examina en profundidad más de cuarenta años de diálogo ecuménico entre el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y las principales comunidades eclesiales mundiales. Quedan divergencias significativas y tal vez aparecen nuevas; pero es sorprendente descubrir cómo las controversias del siglo XVI son percibidas ahora desde una nueva luz que amortigua la insistencia sobre las posiciones tomadas; entendemos así que somos menos distantes en muchos puntos esenciales. Es verdad, las principales dificultades residen en la diversa concepción de lo que es la misma Iglesia querida por Cristo. La pregunta no es abstracta: "¿qué es la Iglesia?", sino también concreta: "¿dónde está la Iglesia y dónde se realiza su plenitud?". Sobre esto hay mucho que hacer todavía.

--Este es el trabajo de los expertos, ¡pero el ecumenismo debería involucrar a todos!

--Monseñor Farrell: Ciertamente. Los diálogos continuarán porque son el camino maestro de la obediencia a la voluntad del Señor por la unidad de sus discípulos en la verdad. Pero tienen sentido y serán fructuosos sólo si están sostenidos por todo el cuerpo viviente de la Iglesia. Son las iglesias, las comunidades de los creyentes, las que deberán converger en la unidad. Hoy debemos regresar a los orígenes del movimiento ecuménico y descubrir "el ecumenismo espiritual". La oración, la conversión del corazón, el ayuno y la penitencia, la purificación de la memoria, la purificación del modo de hablar de los demás: esta sensibilidad espiritual, presente al inicio del movimiento ecuménico, es el centro del ecumenismo y es un deber de todos. El ecumenismo espiritual no es monopolio de los expertos; todos los cristianos pueden ser protagonistas de este movimiento. Un aspecto particular que se encuentra en la base de todo ha sido subrayado en el Sínodo de los obispos sobre la Palabra de Dios, retomado en la exhortación apostólica Verbum Domini de Benedicto XVI: escuchar, orar y reflexionar unidos sobre la Escritura "un camino que se ha de recorrer para alcanzar la unidad de la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra". Por la Escritura nos hemos dividido, en torno a la Escritura debemos reencontrarnos. ¡Hagamos entonces de la Sagrada Escritura el corazón del ecumenismo! En ese documento el Santo Padre ha recordado también la importancia ecuménica de la traducción de la Biblia. Lejos de toda cerrazón, el Santo Padre nos impulsa a avanzar en el camino de la búsqueda de la unidad.

--¿Qué espera de esta semana de oración por la unidad?

--Monseñor Farrell: La semana de oración por la unidad de los cristianos que estamos celebrando este año está inspirada en la frase de los Hechos de los Apóstoles que describe la primera comunidad de Jerusalén: estaban "unidos en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partir el pan y en la oración". Así nos ponemos de frente a lo que significa ser Iglesia como comunión, en la verdad, en el amor, en los hechos. Los textos para esto año fueron preparados en Jerusalén; los cristianos de la "Ciudad Santa" nos exhortan a todos nosotros a descubrir los valores que tuvieron unidos a los primeros discípulos y nos invitan a un renovado empeño a favor de un ecumenismo genuino fundado sobre el modelo de vida de la primera comunidad cristiana. Sobre la base de su experiencia en Tierra Santa, en Oriente Medio, los cristianos de Jerusalén nos dicen que la unidad por la cual rezamos es condición necesaria para conseguir la justicia, la paz y la prosperidad de todos los pueblos. Espero que esta semana nos haga entender seriamente, también a nosotros católicos, que la búsqueda de la unidad no puede ser dejada para el momento en el cual todos los problemas religiosos y pastorales quedarán resueltos: ella es condición esencial para superar todos los demás problemas. El Señor ha dicho algo maravilloso y tremendo al mismo tiempo: que seamos una misma cosa "para que el mundo crea". La Iglesia existe para evangelizar, pero no podrá ofrecer el Evangelio de manera convincente mientras los cristianos persistan en sus divisiones. La búsqueda de la unidad no es un lujo; es un deber perentorio de la fe.

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Foro


El político católico, laicismo y cristianismo
 
Por monseñor Giampaolo Crepaldi*

ROMA, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Para el político católico el laicismo es un valor adquirido que hay que defender. Ésto significa que la esfera política es independiente de la eclesiástica, que la política y la religión pertenecen a ámbitos distintos.

El cristianismo ha contribuido mucho en la fundación del laicismo auténtico. De hecho el cristianismo no es una religión fundamentalista. El texto sagrado en el que se inspira no se toma al pie de la letra, sino que se interpreta; la autoridad universal del Papa libera a los cristianos de las excesivas sujeciones políticas nacionales, Dios confío la construcción del mundo a la libre y responsable participación del hombre. Ésto no significa que la sociedad y la política sean totalmente ajenas a la religión cristiana, que no tengan nada que ver con ella. La sociedad necesita a la religión en tanto en cuanto la necesita de manera concreta para mantener un nivel de laicismo sano.

El cristianismo ayuda a este fin, dado que no le impide ser legítimamente autónoma y al mismo tiempo la sostiene y la ilumina con su propio mensaje religioso. Podríamos incluso decir que el cristianismo la empuja a ser ella misma en cuanto que hace aparecer su plena vocación y le pide que exprima al máximo sus capacidades, sin encerrarse en sí misma.

La sociedad que se cierra a la religión y al cristianismo, se cierra, de hecho a sí misma y no permite a las personas y a las relaciones sociales respirar adecuadamente, sofocando sus posibilidades mediante una presunta autosuficiencia. El cristianismo no teme enfrentamientos con otras religiones sobre este punto: en el Dios que se ha hecho hombre reside la valorización máxima de la dimensión humana, familiar, social y al mismo tiempo su total iluminación por parte de Dios. Cuando la razón política teme al cristianismo lo hace porque ya ha decidido decantarse por la propia autosuficiencia y haciéndolo así se cierra a un mensaje que sin embargo la valorizaría.

Hoy se tiende a considerar el laicismo como neutralidad del espacio público respecto de los absolutos religiosos. Un espacio en el que los absolutos religiosos no deberían intervenir por dos motivos: el primero, porque en una democracia no habría sitio para los absolutos; en segundo lugar porque los absolutos religiosos serían irracionales, mientas que el espacio público se debería alimentar de un discurso racional. Sucede que este espacio permanecería desnudo y en este desnudo se crearía sitio para nuevos absolutos enemigos del hombre, para nuevos dioses.

Pero examinemos antes que nada los dos principios vistos hasta ahora: ¿la democracia es incompatible con los principios absolutos? ¿La religión es irracional? No es verdad que la democracia presuponga el relativismo moral y religioso como no es verdad que los principios absolutos sean por fuerza violentos y opresivos. Sin embargo se podría decir lo contrario. La falta de referentes absolutos genera una lucha de todos contra todos donde tiene razón quien es más fuerte. También la democracia se arriesga a reducirse a la fuerza de la mayoría. Por ésto existe la necesidad de que los ciudadanos crean en principios absolutos, como por ejemplo la dignidad de cada persona humana, la libertad, la justicia y demás. Por otro lado la democracia se convierte en sólo un procedimiento, pero éstos se pueden cambiar fácilmente si no están llenas de la sustancia.

La sustancia de la democracia no es el procedimiento, sino que es la dignidad de la persona que se debería considerar un valor absoluto. ¿Y cómo se puede considerar un valor absoluto si no se basa en Dios? Como bien había observado Tocqueville con respecto a la joven democracia americana, la religión está estrechamente conectada con la libertad, y la libertad puede disminuir incluso en los regímenes democráticos.

Pasamos al segundo punto: ¿la religión es irracional? No hay duda de que existen formas de religión irracionales total o parcialmente. Pero el cristianismo no lo es.

Existen las religiones del mito, que entienden la divinidad como una unión de fuerzas oscuras e indescifrables, arbitrarias y extrañas, que la religión busca hacerse aliadas. Están también las religiones del Logos, como la judío-cristiana, que cree en un Dios que es Verdad y Amor.

Esta religión es razonable, no contradice ninguna verdad racional, sino que incluso se vincula a ellas complementándolas y no exige al hombre la renuncia de todo aquello que lo hace verdaderamente hombre, para ser cristiano. No es por tanto aceptable la idea de que la religión, sea cual sea, es, por su naturaleza, irracional, seguro que ésto no vale para el cristianismo. No obstante ésto, muchos entienden el laicismo como neutralidad, como una expulsión de la religión del espacio público. La idea de quitar la festividad de la navidad, de impedir que se expongan símbolos religiosos en espacios públicos, de ejercer de misioneros, o sea de hacer pública a otros la propia fe porque sería un atentado a la libertad de religión y demás, son algunas expresiones de esta idea de laicismo como espacio neutro, querida sobre todo por el modelo francés. En estos casos no se demuestra absolutamente la mencionada neutralidad.

Una pared sin un crucifijo no es neutro, es una pared sin crucifijo. Un espacio público sin Dios no es neutro, sino que no tiene a Dios. El estado que impide a toda religión manifestarse en público, quizás con la excusa de defender la libertad de religión, no es neutro en cuanto que se posiciona de parte del laicismo o del ateísmo y se toma la responsabilidad de relegar a la religión al ámbito privado. En muchos casos nace la religión del estado, la religión de la antirreligión.

Entre la presencia o la ausencia de Dios en el espacio público no hay término medio, no existen posiciones neutrales. Eliminar a Dios del espacio público significa construir un mundo sin Dios. Cualquiera distingue entre laicismo fuerte y débil. El primero se limitaría a admitir en el espacio público todas las opciones, comprendida la no religiosa; la segunda admite también formas de oposición a la religión. Pero esta distinción no convence, en cuanto que un mundo sin Dios es ya un mundo contra Dios. Excluir a Dios, aunque no se le combata, significa construir un mundo sin referencias a Él.

Por este motivo, el político católico no puede admitir ni colaborar con el laicismo entendido como neutralidad, porque verá trabajar a una nueva razón del estado que, perjudicando la religión, se hará daño también a sí misma. El político católico se opondrá, sea por razones religiosas, de las que no se puede separar, sea por razones políticas, es decir para impedir que nazca una nueva religión del estado perjudicial para la libertad de las personas.

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*Monseñor Giampaolo Crepaldi es arzobispo de Trieste, presidente de la Comisión “Caritas in veritate” del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y presidente del Observatorio Internacional “Cardenal Van Thuan” sobre Doctrina Social de la Iglesia.

[Traducido del italiano por Carmen Álvarez]

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Documentación


Homilía de Benedicto XVI en San Pablo Extramuros
Celebración conclusiva de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
ROMA, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el texto de la homilía pronunciada este martes por la tarde por el Papa Benedicto XVI en la Basílica romana de San Pablo Extramuros, con ocasión de la celebración conclusiva de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

* * *

Queridos hermanos y hermanas,

Siguiendo el ejemplo de Jesús, que en la vigilia de su pasión oró al Padre por sus discípulos “para que todos sean una sola cosa” (Jn 17,21), los cristianos siguen invocando incesantemente de Dios el don de la unidad. Esta petición se hace más intensa durante la Semana de Oración que hoy concluye, cuando las Iglesias y comunidades eclesiales meditan y rezan juntos por la unidad de todos los cristianos.

Este año el tema ofrecido a nuestra meditación ha sido propuesto por las comunidades cristianas de Jerusalén, a las que quisiera expresar mi vivo agradecimiento, acompañado por la seguridad del afecto y de la oración tanto por mi parte como de la de toda la Iglesia. Los cristianos de la Ciudad Santa nos invitan a renovar y reforzar nuestro compromiso por el restablecimiento de la unidad plena meditando sobre el modelo de vida de los primeros discípulos de Cristo reunidos en Jerusalén: éstos – leemos en los Hechos de los Apóstoles (y lo hemos escuchado ahora) “se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). Éste es el retrato de la primera comunidad, nacida en Jerusalén el mismo día de Pentecostés, suscitada por la predicación que el Apóstol Pedro, lleno del Espíritu Santo, dirige a todos aquellos que habían llegado a la Ciudad Santa para la fiesta. Una comunidad no cerrada en sí misma, sino, desde su nacimiento, católica, universal, capaz de abrazar lenguas y culturas distintas, como el mismo libro de los Hechos de los Apóstoles nos atestigua. Una comunidad no fundada sobre un pacto entre sus miembros, ni de la simple participación en un proyecto o un ideal, sino de la comunión profunda con Dios, que se ha revelado en su Hijo, por el encuentro con el Cristo muerto y resucitado.

En un breve sumario, que concluye el capítulo iniciado con la narración del descendimiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, el evangelista Lucas presenta de modo sintético la vida de esta primera comunidad: cuantos habían acogido la palabra predicada por Pedro y habían sido bautizados, escuchaban la Palabra de Dios, transmitida por los Apóstoles; estaban juntos de buen grado, haciéndose cargo de los servicios necesarios y compartiendo libre y generosamente los bienes materiales; celebraban el sacrificio de Cristo sobre la Cruz, su misterio de muerte y resurrección, en la Eucaristía, repitiendo el gesto del partir el pan; alababan y daban gracias continuamente al Señor, invocando su ayuda en las dificultades. Esta descripción, sin embargo, no es simplemente un recuerdo del pasado ni tampoco la presentación de un ejemplo a imitar o de una meta ideal que alcanzar. Esta es en más bien la afirmación de la presencia y de la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Es una comprobación, llena de confianza, de que el Espíritu Santo, uniendo a todos en Cristo, es el principio de la unidad de la Iglesia y hace de los fieles creyentes una sola cosa.

La enseñanza de los Apóstoles, la comunión fraterna, el partir el pan y la oración son las formas concretas de vida de la primera comunidad cristiana de Jerusalén reunida por la acción del Espíritu Santo, pero al mismo tiempo constituyen los rasgos esenciales de todas las comunidades cristianas, de todo tiempo y de todo lugar. En otras palabras, podríamos decir que representan también las dimensiones fundamentales de la unidad del Cuerpo visible de la Iglesia.

Debemos reconocer que, en el curso de las últimas décadas, el movimiento ecuménico, “surgido por el impulso de la gracia del Espíritu Santo” (Unitatis redintegratio, 1), ha dado significativos pasos adelante, que han hecho posible alcanzar convergencias alentadoras y consensos sobre diversos puntos, desarrollando entre las Iglesias y las Comunidades eclesiales relaciones de estima y respeto recíprocos, como también de colaboración concreta frente a los desafíos del mundo contemporáneo. Sabemos bien, con todo, que estamos aún lejos de esa unidad por la que Cristo rezó, y que encontramos reflejada en el retrato de la primera comunidad de Jerusalén. La unidad a la que Cristo, mediante su Espíritu, llama a la Iglesia, no se lleva a cabo sólo en el plano de las estructuras organizativas, sino que se configura, en un nivel mucho más profundo, como unidad expresada “en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios” (ibid., 2). La búsqueda del restablecimiento de la unidad entre los cristianos divididos no puede reducirse por tanto a un reconocimiento de las diferencias recíprocas y a la consecución de una convivencia pacífica: lo que anhelamos es esa unidad por la que Cristo mismo rezó y que por su naturaleza de manifiesta en la comunión de la fe, de los sacramentos, del ministerio. El camino hacia esta unidad debe ser advertido como imperativo moral, respuesta a una llamada precisa del Señor. Por esto es necesario vencer la tentación de la resignación y del pesimismo, que es falta de confianza en el poder del Espíritu Santo. Nuestro deber es proseguir con pasión el camino hacia esta meta con un diálogo serio y riguroso para profundizar en el común patrimonio teológico, litúrgico y espiritual; con el conocimiento recíproco; con la formación ecuménica de las nuevas generaciones y, sobre todo, con la conversión del corazón y con la oración. De hecho, declaró el Concilio Vaticano II, el “santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de una sola y única Iglesia de Cristo, supera las fuerzas y las capacidades humanas” y, por ello, nuestra esperanza debe ponerse en primer lugar “en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre por nosotros y en el poder del Espíritu Santo” (ibid., 24).

En este camino de búsqueda de la unidad plena visible entre todos los cristianos nos acompaña y nos sostiene el Apóstol Pablo, de quien hoy celebramos solemnemente la Fiesta de la Conversión. Él, antes de que se le apareciese el Resucitado en el camino de Damasco diciéndole: “¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues!” (Hch 9,5), era uno de los más encarnizados adversarios de las primeras comunidades cristianas. El evangelista Lucas describe a Saulo entre aquellos que aprobaron la muerte de Esteban, en los días en que estalló una violenta persecución contra los cristianos de Jerusalén (cfr Hch 8,1). De la Ciudad Santa Saulo partió para extender la persecución de los cristianos hasta Siria y, después de su conversión, volvió allí para ser presentado ante los Apóstoles por Bernabé, el cual se hizo garante de la autenticidad de su encuentro con el Señor. Desde entonces Pablo fue admitido, no solo como miembro de la Iglesia, sino también como predicador del Evangelio junto con los demás Apóstoles, habiendo recibido, como ellos, la manifestación del Señor Resucitado y la llamada especial a ser “instrumento elegido” para llevar su nombre ante los pueblos (cfr Hch 9,15). En sus largos viajes misioneros Pablo, peregrinando por ciudades y regiones diversas, no olvidó nunca el vínculo de comunión con la Iglesia de Jerusalén. La colecta en favor de los cristianos de esa comunidad, los cuales, muy pronto, tuvieron necesidad de ser socorridos (cfr 1Cor 16,1), ocupó pronto un lugar importante en las preocupaciones de Pablo, que la consideraba no sólo una obra de caridad, sino el signo y la garantía de la unidad y de la comunión entre las Iglesias fundadas por él y la primitiva comunidad de la Ciudad Santa, como signo de la única Iglesia de Cristo..

En este clima de intensa oración, deseo dirigir mi cordial saludo a todos los presentes: al cardenal Francesco Monterisi, arcipreste de esta Basílica, al cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y a los demás cardenales, a los hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, al Abad y a los monjes benedictinos de esta antigua comunidad, a los religiosos, a las religiosas, a los laicos que representan a toda la comunidad diocesana de Roma. De modo especial quisiera saludar a los hermanos y las hermanas de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales aquí representadas esta tarde. Entre ellos me es particularmente grato dirigir mi saludo a los miembros de la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Antiguas Iglesias Orientales, cuya reunión tendrá lugar aquí en Roma en los próximos días. Confiamos al Señor el buen desarrollo de vuestro encuentro, para que pueda representar un paso adelante hacia la tan deseada unidad.

[En alemán]

Quisiera dirigir un saludo particular también a los representantes de la Iglesia Evangélica Luterana Unita en Alemania, que han llegado a Roma guiados por el Obispo de la Iglesia de Baviera.

[En italiano]

Queridos hermanos y hermanas, confiados en la intercesión de la Virgen María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, invoquemos, por tanto, el don de la unidad. Unidos a María, que el día de Pentecostés estaba presente en el Cenáculo junto a los Apóstoles, nos dirigimos a Dios fuente de todo bien para que se renueve para nosotros hoy el milagro de Pentecostés, y, guiados por el Espíritu Santo, todos los cristianos restablezcan la unidad plena en Cristo. Amen.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Mensaje del Papa para la Jornada Mundial Misionera 2011
Para el “Domund” del 23 de octubre
CIUDAD DEL VATICANO, martes 25 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje del Papa Benedicto XVI para la próxima Jornada Mundial Misionera (que se celebrará el próximo 23 de octubre), que ha sido hecho público hoy por la Santa Sede.

* * * * *

Como el Padre me envió a mí, yo también os envío a vosotros” (Jn 20,21)

Con ocasión del Jubileo del 2000, el Venerable Juan Pablo II, al inicio de un nuevo milenio de la era cristiana, reafirmó con fuerza la necesidad de renovar el empeño de llevar a todos el anuncio del Evangelio con “el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos” (Carta ap. Novo millennio ineunte, 58). Es el servicio más precioso que la Iglesia puede hacer a la humanidad y a cada persona que busca las razones profundas para vivir en plenitud su propia existencia. Por ello, esta misma invitación resuena cada año en la celebración de la Jornada Misionera Mundial. El incesante anuncio del Evangelio, de hecho, vivifica también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico, renueva sus métodos pastorales para que sean cada vez más apropiados a las nuevas situaciones – también las que requieren una nueva evangelización – y animados por el empuje misionero: “, la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal” (Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 2).

Id y anunciad

Este objetivo es continuamente reavivado por la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía, que se concluye siempre recordando el mandato de Jesús resucitado a los Apóstoles: "Id…" (Mt 28,19). La liturgia es siempre una llamada ‘desde el mundo’ y un nuevo envío ‘al mundo’ para dar testimonio de lo que se ha experimentado: el poder salvífico de la Palabra de Dios, el poder salvífico del Misterio Pascual de Cristo. Todos aquellos que se han encontrado con el Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús. Ellos, tras haber reconocido al Señor al partir el pan, “En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once” y refirieron lo que había sucedido durante el camino (Lc 24,33-34). El Papa Juan Pablo II exhortaba a estar “vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!” (Carta ap. Novo millennio ineunte, 59).

A todos

Destinatarios del anuncio del Evangelio son todos los pueblos. La Iglesia “es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre” (Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 2). Esta es “la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14). En consecuencia, no puede nunca cerrarse en sí misma. Se arraiga en determinados lugares para ir más allá. Su acción, en adhesión a la palabra de Cristo y bajo la influencia de su gracia y de su caridad, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y a todos los pueblos para conducirlos a la fe en Cristo (cfr Ad gentes, 5).

Esta tarea no ha perdido su urgencia. Al contrario, “la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse... una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio” (Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 1). No podemos quedarnos tranquilos ante el pensamiento de que, después de dos mil años, aún hay pueblos que no conocen a Cristo y no han escuchado aún su Mensaje de salvación.

No solo; se alarga la multitud de aquellos que, aún habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, no reconociéndose ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarias a abrirse a la palabra de la fe. Está en marcha un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante, un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del Mensaje evangélico, como si Dios no existiese, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales.

Corresponsabilidad de todos

La misión universal implica a todos, todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido, sino que es un don que compartir, una buena noticia que comunicar. Y este don-compromiso está confiado no sólo a algunos, sino a todos los bautizados, los cuales son “raza elegida … una nación santa, un pueblo adquirido por Dios" (1Pe 2,9), para que proclame sus obras maravillosas.

En ello están implicadas también todas las actividades. La atención y la cooperación en la obra evangelizadora de la Iglesia en el mundo no pueden limitarse a algunos momentos y ocasiones particulares, y tampoco pueden ser consideradas como una te las muchas actividades pastorales: la dimensión misionera de la Iglesia es esencial, y por tanto debe tenerse siempre presente. Es importante que tanto cada bautizado como las comunidades eclesiales estén interesados no sólo de modo esporádico e irregular en la misión, sino de modo constante, como forma de la vida cristiana. La misma Jornada Misionera no es un momento aislado en el curso del año, sino que es una preciosa ocasión para pararse a reflexionar si y cómo respondemos a la vocación misionera; una respuesta esencial para la vida de la Iglesia.

Evangelización global

La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, una atención peculiar por parte de la animación misionera, se ha dado siempre a la solidaridad. Este es también uno de los objetivos de la Jornada Misionera Mundial, que a través de las Obras Misioneras Pontificias, solicita ayuda para el desarrollo de las tareas de evangelización en los territorios de misión. Se trata de apoyar a instituciones necesarias para establecer y consolidar a la Iglesia mediante los catequistas, los seminarios, los sacerdotes; y también de dar la propia contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas en países en los cuales son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición sobre todo infantil, enfermedades, carencia de servicios sanitarios y para la educación. También esto cae dentro de la misión de la Iglesia. Anunciando el Evangelio, esta se toma en serio la vida humana en sentido pleno. No es aceptable, reafirmaba el Siervo de Dios Pablo VI, que en la evangelización se descuiden los temas que se refieren a la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente en el respeto de la autonomía de la esfera política. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad significaría “ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad” (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 31.34); no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús, el cual “recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias" (Mt 9,35).

Así, a través de la participación corresponsable en la misión de la Iglesia, el cristiano se convierte en constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado, y colabora en la realización del plan salvífico de Dios para toda la humanidad. Los retos que esta encuentra, llaman a los cristianos a caminar junto con los demás, y la misión es parte integrante de este camino con todos. En ella llevamos, aunque en vasijas de barro, nuestra vocación cristiana, el tesoro inestimable del Evangelio, el testimonio vivo de Jesús muerto y resucitado, encontrado y creído en la Iglesia.

Que la Jornada Misionera reavive en cada uno el deseo y la alegría de “ir” al encuentro de la humanidad llevando a todos a Cristo. En su nombre os imparto de corazón la Bendición Apostólica, en particular a cuantos más se fatigan y sufren por el Evangelio.

En el Vaticano, 6 de enero de 2011, Solemnidad de la Epifanía del Señor

BENEDICTUS PP. XVI

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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