25.01.11

El cardenal Cipriani tiene razón sobre las uniones homosexuales

 

El cardenal arzobispo de Lima es una de las figuras más destacadas de la Iglesia en Hispanoamérica. Desde que InfoCatólica empezó su andadura, el primado católico peruano ha sido protagonista de no pocas noticias que han ocupado el primero o segundo lugar en nuestra portada. De él se podrán decir muchas cosas pero no que tenga pelos en la lengua. Le gusta llamar al pan, pan y al vino, vino.

De hecho, la sensación que da es de ser plenamente consciente de tener una autoridad moral sobre la sociedad peruana que le permite dar magisterio con la seguridad de que, como poco, va a ser escuchado. Otra cosa es que se le haga caso. He de confesar que esa sensación no me llega cuando oigo hablar a muchos de los obispos que están a este lado del charco. De hecho, dentro de la Iglesia, salvedad sea hecha del Papa Benedicto XVI, son pocos los prelados -Pell, Burke, Dolan y alguno más- con los que me ocurre lo mismo.

Por tanto, conviene tener muy en cuenta lo que S.E.R el cardenal Cipriani ha dicho en relación a las parejas homosexuales y la legislación que está surgiendo en Occidente alrededor de las mismas. El purpurado cree que en el fondo da lo mismo una ley de matrimonio homosexual que una de uniones civiles que reconozca los mismos derechos para las parejas homosexuales que para los matrimonios. En España, por ejemplo, son muchos los que parecen conformarse con que no se llame matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo. Salvo en eso, y quizás en la cuestión de la adopción, aceptan que tengan los mismos derechos que los matrimonios de verdad. Pero no es esa la doctrina de la Iglesia y no es eso lo que emana de la ley natural. Y es que, por su propia naturaleza, una unión de dos hombres o de dos mujeres no puede recibir el mismo tratamiento que la unión de un hombre y una mujer. El problema es que la conciencia de gran parte de la sociedad está tan corrompida que acepta como bien lo que es un mal objetivo. Pasa con esto y pasa con el aborto.

Sin embargo, el deber de un pastor de la Iglesia es decirle al mundo la verdad, aunque la misma sea políticamente incorrecta. No hay lugar para el conchabeo y el pacto con el mal y la mentira. Desde el punto de vista de la moral católica, cualquier legislación que vaya encaminada a la legalización de las relaciones homosexuales es ilegítima, contraria al bien común y por tanto debe ser rechazada por todos los que se consideren a sí mismos católicos. Aún más, vuelvo a decir que la Iglesia debería ser más estricta con los políticos católicos que insistan en votar en contra de lo que el Magisterio dictamina sobre estas cuestiones. A nadie se le obliga a ser católico. Pero no puede pretender serlo aquel que en su actividad profesional atenta contra la doctrina y la moral católica.

Luis Fernando Pérez Bustamante