Sor Marcelina Muñiz, indulgente con la mujer que intentó matarla

«Dios ya la había perdonado»

"La perdono porque es mi obligación como religiosa y como ser humano"

Redacción, 03 de febrero de 2011 a las 12:36

 

Sor Marcelina Muñiz se reencontró ayer con María Belén Montero. La anterior ocasión en la que sus destinos se habían cruzado había sido un sangriento día de San Valentín de 2010 en el albergue Covadonga. Todo es confuso en la mente de la religiosa. "A eso de las ocho de la tarde, el portero me llamó y me dijo que había una chica que quería hablar conmigo. La atendí y, de pronto, sacó una navaja y me acuchilló en el hombro y en el cuello. No perdí el conocimiento pero no recuerdo nada más", señaló ayer a LA VOZ Marcelina Muñiz. Lo cuenta Juan C. Catalán.

Ayer, la religiosa y su agresora volvieron a intercambiar miradas en los Juzgados de lo Penal de Gijón. Sor Marcelina Muñiz miró en el interior de los ojos de la mujer que intentó terminar con su vida, y vio desesperanza. "La he perdonado. De hecho, la perdoné el mismo día que me hizo lo que me hizo. Si Cristo perdonó a los ladrones, ¿cómo no voy a perdonar yo a una pobre chica que no tiene donde caerse? Dios ya la había perdonado mucho antes que yo", relató ayer la religiosa, repitiendo las palabras que ya había pronunciado en los juzgados.

¿Caridad? ¿Compasión? Sor Marcelina Muñiz va más allá de cualquier término religioso. "La perdono porque es mi obligación como religiosa y como ser humano. Es algo natural", afirma, a pesar de vivir en una época y un mundo en el que el perdón, la compasión en sentido estricto (ponerse en el pellejo de los demás) parece no estilarse. "No entiendo por qué causa tanta sorpresa que perdone a mi agresora. Si las relaciones humanas fueran menos complicadas, habría menos guerra y menos hambre", afirma Sor Marcelina Muñiz.

Los estudios periciales han determinado que María Belén Montero sufre un trastorno grave de la personalidad. Sufre alucinaciones. En su cerebro se cuela la obsesión de que alguien quiere envenenarla. "No soy psiquiatra. No entiendo de esas cosas, pero me da igual. Para mí, es una hermana", señala la religiosa.

«Dios intercederá» Sor Marcelina Muñiz regresó ayer al albergue Covadonga, donde ejerció la caridad con los más necesitados durante cinco años de su vida. El pasado abril dejó Gijón (es natural de León) para desplazarse a Zaragoza, donde ejerce de voluntaria en labores sociales de su congregación: las Terciarias capuchinas de la Sagrada Familia. "No podía seguir en Gijón. Me quedé tan mal después de la agresión que las hermanas que residen en el albergue Covadonga no podían atenderme bien porque son muy pocas, tan sólo tres. En Zaragoza estoy mejor atendida", explica.

Y es que sor Marcelina Muñiz estuvo al borde la muerte durante varias horas. Una de las cuchilladas se quedó a un milímetro de la vena cava. Perdió muchísima sangre. Los médicos la salvaron de la muerte "de milagro", como ella misma, con cierta ironía, señala. Estuvo doce días en reanimación y dos en planta. Cuando volvió al albergue Covadonga, había perdido la facultad de caminar. Nunca más podrá utilizar con normalidad su brazo izquierdo, dañado hasta el tuétano.

"Cuando las hermanas me fueron a despedir a mi entrada al quirófano, estaban convencidas de que me moriría. Yo también, pero tuve fe: les dije que no se preocuparan, porque había hablado con Dios y sabía que me salvaría. Y así fue: Dios oyó mis plegarias", señala la religiosa leonesa.

Ahora, su agresora es el objeto de sus ruegos. "Sé que Dios intercederá por ella como intercedió por mí en su día", asegura la religiosa. María Belén Montero afronta diez años de cárcel y 21.000 euros de indemnización. "Espero que se oigan mis plegarias y no ingrese en prisión, sino en un centro especializado en la que la puedan cuidar y en el que pueda rehabilitarse. Me daría mucha pena que la metieran en prisión", asegura Marcelina Muñiz.

¿Iría a verla si ingresa en prisión? La religiosa lo tiene claro. "Por distancia, al vivir yo en Zaragoza, lo tendría complicado, pero si tuviera la ocasión, no tendría ningún problema", afirma sor Marcelina.

La religiosa regresó ayer al albergue Covadonga. Internos de larga duración, fieles y hermanas la protegieron durante todo el día, muchos emocionados por el gesto que horas antes Marcelina Muñiz había tenido en los juzgados. "Me salió de lo más íntimo", señaló.