7.02.11

Trascender la letra

A las 10:25 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

He leído, con gran interés, la ponencia de D. Domingo Muñoz León, Presidente de la Comisión Técnica para la traducción de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española, sobre “La Biblia de la Conferencia Episcopal Española: criterios técnicos y desarrollo de la obra”, pronunciada en el Congreso sobre la Biblia que se está desarrollando estos días.

Hay dos afirmaciones de D. Domingo Muñoz León que, sin ánimo de ser exhaustivo, me gustaría subrayar:

1) “La Constitución `Dei Verbum’ que hoy es considerada como la joya del Vaticano II, llevó consigo un impulso decisivo, obra de la asistencia del Espíritu Santo, en relación con la Divina Revelación y en consecuencia con el valor de la Biblia como regla de fe y como palabra de Dios al hombre. La Constitución iluminó la relación entre Sagrada Escritura y Sagrada Tradición y expuso los criterios fundamentales para la interpretación del texto sagrado. Así mismo insistió en la consideración de la Palabra de Dios como fuente de la que vive la Iglesia”.

2) “El Sínodo de la Palabra y la exhortación ‘Verbum Domini’ han llegado en un momento providencial de coincidencia con la terminación de la ‘Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española’. Los discursos de Benedicto XVI durante la celebración del Sínodo y en otras ocasiones del período de preparación de la exhortación postsinodal, son preciosos documentos para comprender el valor de la Escritura para la Iglesia y para toda la humanidad.

La exhortación ‘Verbum Domini’ recuerda que la Iglesia vive de la Palabra y de la Eucaristía: Somos servidores de la palabra (‘Verbum Domini’ nº. 93). Los Obispos y los sacerdotes son los primeros llamados a formar a los fieles en el conocimiento autentico de las Escrituras (‘Verbum Domini’ nº. 94). Este pensamiento recurre también al hablar de la Homilía en la exhortación ‘Sacramentum Caritatis’ (nº. 46).

Para el mundo de la cultura ha sido especialmente importante el Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París (12 de septiembre de 2008): AAS 100 (2008) que la exhortación cita repetidas veces. (Véase nº. 32, nota 99)”.

Destaco de estas dos afirmaciones lo siguiente: La excelencia de la “Dei Verbum”, “la” joya del Vaticano II, y la referencia a la “Verbum Domini”, señalando como precedente y, a mi juicio, clave interpretativa de la misma, el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París.

De hecho, al leer la “Verbum Domini”, me han sorprendido las referencias a ese discurso pronunciado en París. Destacaría el n. 38 de la exhortación apostólica, en la que el Santo Padre señala la “necesidad de trascender la letra”:

“Para restablecer la articulación entre los diferentes sentidos escriturísticos es decisivo comprender el paso de la letra al espíritu. No se trata de un paso automático y espontáneo; se necesita más bien trascender la letra: «De hecho, la Palabra de Dios nunca está presente en la simple literalidad del texto. Para alcanzarla hace falta trascender y un proceso de comprensión que se deja guiar por el movimiento interior del conjunto y por ello debe convertirse también en un proceso vital».[125]

Descubrimos así la razón por la que un proceso de interpretación auténtico no es sólo intelectual sino también vital, que reclama una total implicación en la vida eclesial, en cuanto vida «según el Espíritu» (Ga 5,16). De ese modo resultan más claros los criterios expuestos en el número 12 de la Constitución dogmática Dei Verbum: este trascender no puede hacerse en un solo fragmento literario, sino en relación con la Escritura en su totalidad. En efecto, la Palabra hacia la que estamos llamados a trascender es única. Ese proceso tiene un aspecto íntimamente dramático, puesto que en el trascender, el paso que tiene lugar por la fuerza del Espíritu está inevitablemente relacionado con la libertad de cada uno.

San Pablo vivió plenamente en su propia existencia este paso. Con la frase: «la pura letra mata y, en cambio, el Espíritu da vida» (2 Co 3,6), ha expresado de modo radical lo que significa trascender la letra y su comprensión a partir de la totalidad. San Pablo descubre que «el Espíritu liberador tiene un nombre y que la libertad tiene por tanto una medida interior: “El Señor es el Espíritu, y donde hay el Espíritu del Señor hay libertad” (2 Co 3,17). El Espíritu liberador no es simplemente la propia idea, la visión personal de quien interpreta.

El Espíritu es Cristo, y Cristo es el Señor que nos indica el camino».[126] Sabemos también que este paso fue para san Agustín dramático y al mismo tiempo liberador; él, gracias a ese trascender propio de la interpretación tipológica que aprendió de san Ambrosio, según la cual todo el Antiguo Testamento es un camino hacia Jesucristo, creyó en las Escrituras, que se le presentaban en un primer momento tan diferentes entre sí y, a veces, llenas de vulgaridades. Para san Agustín, el trascender la letra le ha hecho creíble la letra misma y le ha permitido encontrar finalmente la respuesta a las profundas inquietudes de su espíritu, sediento de verdad.[127] “(Verbum Domini, 38).

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Notas:
[125] Discurso al mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París (12 septiembre 2008): AAS 100 (2008), 726.
[126] Ibíd.
[127] Cf. Audiencia General (9 enero 2008): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (11 enero 2008), 12.

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Lo dejo así, a modo de simple apunte. Es un hilo conductor que me parece de lo más interesante. Espero poder profundizar en ello.

Guillermo Juan Morado.