En la “movida” he movido y sigo moviéndome

¿Qué pinta una mujer como tú en la movida del JMJ?

También rezaron y descubrieron cómo el Evangelio de Jesús tiene mucho que decir en sus vidas

Movimiento Rural Cristiano, 21 de febrero de 2011 a las 11:25

(Toñi Rentero).- Una pregunta no exenta de extrañeza en algunos compañeros/as ante la pretensión de implicarme dentro del equipo animador en la preparación de la llegada de la cruz de los jóvenes a mi pueblo. Suele jugar una mala pasada el tópico aparente de jóvenes bullangueros bailando alrededor de una cruz o gritando consignas al uso.

Fui consciente, desde el principio, que mi presencia activa en este “acontecimiento” estuvo siempre acompañada de una reflexión orante, sabiendo lo que era la paja y el oro, y sobre todo estar al lado de algunos jóvenes que, entusiasmados, había que reconducirles en un entusiasmo posterior para continuar en grupos apostólicos de A.C. y no se escabulleran sus esfuerzos como fuegos de artificio.

Reconozco que, al invitarme a colaborar en esta movida, no tardé ni 20 segundos en ilusionarme, respuesta propia de mi carácter vitalista que vive los acontecimientos sencillos como una ocasión única para disfrutar y experimentar intensamente.

Cruz

 Mi pensamiento, al principio, fue que era una oportunidad que Dios ponía en mi camino y poder sentir la alegría de colaborar con todos los miembros de mi parroquia y hacerlo desde el sentimiento de formar parte de una comunidad, pues durante muchos años he vivido mi fe sin testimonio público, como algo individual, dentro de una familia, formada por buenas personas, pero sin práctica convincente de fe. Pronto me dí cuenta que en cierto sentido había sobrestimado la tarea encomendada: en muchos no conseguía despertar entusiasmo, otros consideraron que este no era su tren y algunos… que dos sencillos tablones de madera no merecían tanto esfuerzo.

Las dudas planteadas no hicieron más que afianzar la convicción de que mi militancia en el MRC se debe desarrollar en todos los ambientes, fuera y dentro de la Iglesia; que la evangelización se debe dar en el trabajo, en la familia, en el entorno social, también en la colaboración con los demás grupos de la parroquia y de la diócesis, y es ahí, en los distintos ambientes, donde yo deseo vivir mi compromiso como militante cristiana.

Este compromiso fue uniendo a catequistas, compañeros militantes, algún que otro monitor de tiempo libre, religiosas, sacerdotes, profesores de religión de colegios públicos… Gente encantada de trabajar con gente joven y, convencida, que estos jóvenes serían los que más tendrían que aportar en el acontecimiento. Un pequeño grupo de animadoras les acompañó en la preparación de actividades, ellos trabajaron y reflexionaron sobre las cruces de nuestra sociedad, de nuestro mundo rural, sobre las cruces que rodean a la juventud y ellos buscaron cómo hacerlas presente delante de sus compañeros.

Cruz

Así empezaron la experiencia de grupos de trabajo, a reunirse, visitaron asociaciones de alcohólicos y toxicómanos, reflexionaron sobre la soledad de nuestros mayores y sobre las carencias de los jóvenes. Fueron incipientes “apóstoles” al desplazarse a los pueblos del Arciprestazgo y conectar con los grupos de jóvenes, hicieron un impecable trabajo de difusión, se sintieron protagonistas y, algunas noches al regresar, yo pensaba en lo del evangelio cómo, gozosos, contaban los demonios que habían echado en su nombre.

En Alonso de Ojeda se reunieron con sus padres, cooperativistas agrícolas, y comprendieron los problemas que aquejan nuestra realidad rural, empobrecida por esta crisis que parece no tener fin, y pusieron ese testimonio, delante de la cruz y sobre todo delante de todos sus compañeros. En Vivares hicieron que la historia de la cruz llegara a más jóvenes. En Campo Lugar fue la pancarta que les identificó en que “no hay amor sin cruz”.

Otros jóvenes en Miajadas, algunos un tanto alejados de la Iglesia, descubrieron el valor de sentirse valorados y lo gratificante que es trabajar juntos, sin diferencias. De los grupos de la JEC, llevaron a su Instituto de Enseñanza el testimonio valioso de los jóvenes, como ellos, que dedican su tiempo libre a participar en campamentos o que dejan sus vacaciones y colaboran con Caritas en proyectos solidarios. También rezaron y descubrieron cómo el Evangelio de Jesús tiene mucho que decir en sus vidas.
Y todo lo hicieron con alegría, una alegría que hicieron visible en la marcha, en el baile, en la sentida celebración, en la ante vigilia presentando las realidades sufrientes de los crucificados de hoy, en la compañía a los ancianos, en la acción de gracias final.

Nos demostraron que, cuando se les da una oportunidad, o quizás una excusa como puede ser la llegada de la cruz de los jóvenes, pueden demostrar que tienen mucho que decir, no sólo en esta sociedad que parece no contar con ellos para nada, sino también en esta Iglesia nuestra, tantas veces necesitada de ese espíritu que ellos tienen.

A mí esta experiencia, como el grupo del MRC, me va enseñando a saber mirar lo pequeño, a sembrar sin esperar grandes frutos, a ser sal y luz en medio de la sosería y oscuridad ambiental y a trabajar en nuestra Iglesia con los jóvenes “primero el grano, después el tallo, después la espiga, después el grano en la espiga” (MC.4) y sin que sepamos cómo, el Señor va haciendo el crecimiento. En la “movida” he movido, me han removido y por eso sigo moviéndome.

Toñi Rentero.
Miajadas (Cáceres)