1.03.11

Una prioridad pastoral: La homilía

A las 12:47 AM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Para cualquier sacerdote la preparación de la homilía, especialmente de la homilía dominical, supone un reto y a la vez una gozosa obligación.

La homilía no tiene importancia por sí misma. Su importancia deriva de la principalidad que le corresponde a la Palabra de Dios. Lo cual quiere decir que su importancia, siendo subordinada, es enorme.

La homilía, que es parte de la acción litúrgica, “tiene el cometido de favorecer una mejor comprensión y eficacia de la Palabra de Dios en la vida de los fieles” (Benedicto XVI, “Sacramentum caritatis” 46). Por ello, el Papa anima a preparar la homilía con esmero, basándose en un adecuado conocimiento de la Sagrada Escritura, evitando lo genérico y lo abstracto y esforzándose por conectar la homilía con la celebración sacramental y con la vida de la comunidad.

Anima, además, Benedicto XVI, a predicar a los fieles “homilías temáticas” que, a lo largo del año litúrgico, traten los grandes temas de la fe cristiana, según lo que el Magisterio propone: la profesión de la fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana.

En “Verbum Domini” el Papa dice que la homilía “debe apuntar a la comprensión del misterio que se celebra, invitar a la misión, disponiendo la asamblea a la profesión de fe, a la oración universal y a la liturgia eucarística” (“Verbum Domini”, 59).

Una indicación me parece especialmente preciosa: “Debe quedar claro a los fieles que lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía”. De hecho, Cristo es, en Persona, la Palabra. Predicar otra cosa no sería hablar de Él.

Esta centralidad de Cristo es muy exigente para el predicador: “El predicador - sigue diciendo el Papa - tiene que «ser el primero en dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia», porque, como dice san Agustín: «Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior»”.

Después de bastantes años de ejercicio del ministerio sacerdotal me sigue preocupando mucho cuidar esta tarea. Intento preparar con bastante dedicación la homilía de cada domingo, procurando que esté bien fundamentada bíblicamente, que recoja testimonios significativos de la tradición de la Iglesia, que más o menos se concentre en un tema y que, de ella, se puedan extraer conclusiones para la vida cristiana.

Trato de compaginar todo ello con la brevedad. Sólo un grandísimo predicador se puede permitir el lujo de hablar durante un tiempo prolongado. Yo he oído a más de uno de esos grandes – el que más, el Cardenal Marcelo González Martín; por no hablar de Benedicto XVI - . Para los que no somos genios, la sensatez invita a moderar la extensión. Yo creo que lo que pase de diez minutos, sobra.

En fin, un desafío que tiene mucho de inalcanzable, pero que hay que perseguir con perseverancia y modestia.

Guillermo Juan Morado.