8.03.11

Entre la luz y la tiniebla - La hermosa costilla de Adán

A las 12:42 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Entre la luz y la tiniebla
 

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer

La hermosa costilla de Adán

Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: ‘Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.’ Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro”.

El texto del Génesis (2, 21-25) refleja un momento de la historia de la humanidad creada por Dios realmente maravilloso. Dios crea a Eva, la madre de toda la especie humana, de un sueño del primer hombre, padre de todos los hombres que tuvieron que venir. Por eso de ish, varón, creó Dios a ‘isshá, varona o, dicho de otra forma, mujer que “del varón ha sido tomada” y es lo que hace expresar, a un personaje de Las Crónicas de Narnia (de CS Lewis), en referencia a los que serían reyes de aquel reino, que eran “Los hijos de Adán y las hijas de Eva” pues así eran esperados desde tiempos inmemoriales los hombres y, entre otras cosas, así nos consideramos.

De aquella parte física del primer hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, saldría la primera mujer, resultado del Amor del Creador y de la necesaria compañía que para su criatura hombre debía proveer. Y Adán la llamó “Eva” “por ser ella la madre de todos los vivientes” (Gén 3, 20)

Por eso en dignidad ni el hombre supera a la mujer ni la mujer supera al hombre porque la misma voluntad animó a Dios en su creación. Esto hace decir, al beato Juan Pablo II, en su Carta apostólica “Mulieris dignititem” que “sobre el designio eterno de Dios, la mujer es aquella en quien el orden del amor en el mundo creado de las personas halla un terreno para su primera raíz” (MD 29).

Acertó plenamente el Creador al cumplir con su voluntad creadora y formar a Eva de aquella parte anatómica de Adán porque la hizo de la misma naturaleza y, por eso mismo, de exacta raíz humana permitiendo, además, que Adán se realizara plenamente en su humanidad.

De esto dice don Juan Donoso Cortés (en su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo) que “Eva y Adán son una misma cosa: son el hombre, son la naturaleza humana”.

Por otra parte, con aquel gesto de Amor, Dios no sólo rebajó el ansia de soledad que debió sentir Adán sino que, precisamente, por eso conformó una communio personarum o, lo que es lo mismo, una verdadera comunión de personas que muy bien entiende el beato Juan Pablo II en el texto citado supra cuando dice que (MD 7) “El hecho de que el ser humano, creado como hombre y mujer, sea imagen de Dios no significa solamente que cada uno de ellos individualmente es semejante a Dios como ser racional y libre; significa además que el hombre y la mujer, creados como ‘unidad de los dos’ en su común humanidad, están llamados a vivir una comunión de amor y, de este modo, reflejar en el mundo la comunión de amor que se da en Dios, por la que las tres Personas se aman en el íntimo misterio de la única vida divina.”

Y la costilla de Adán le sirvió a Dios para formar a quien se haría, con él, una sola carne abandonando a su padre y a su madre. Fue, por eso mismo, hermosa aquella parte de la anatomía adámica que dio lugar a hacer posible aquel “Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla” (Gén 1, 28) y hermoso el resultado que salió de las manos del Elohim.

Nosotros, desde el nuestro ahora mismo y desde nuestra ordinaria y común existencia, sólo podemos agradecer a Dios aquella intención primera de ser justo con Adán y darle a Eva pues no habría sido “bueno” (como decía de la creación a lo largo de los días que duró la misma) que quedara solo. Por eso el Creador tuvo que reconocer que crear a Eva había sido “muy bueno” (Gén 1, 31).

Y en tales estamos: agradeciendo tal expresión de Amor y de Luz divina.

Eleuterio Fernández Guzmán