9.03.11

 

El P. Hugo Valdemar Romero es el portavoz de la Archidiócesis de México, sede primada del país norteamericano. Y en su condición de sacerdote y portavoz de su iglesia local, hizo hace unos años unas declaraciones totalmente conformes al magisterio de la Iglesia. A saber, que un católico no debería de votar a un partido, concretamente el PRD, que apoya el aborto y la legalización de las uniones homosexuales. El Instituto Federal Electoral ha considerar fundado el proceso sancionador contra el presbítero, aunque todavía no se ha concretado cuál puede ser la pena que se le imponga. Al parecer, si el sacerdote no hubiera nombrado explícitamente al PRD, no habría sanción.

Estamos ante una situación absurda y reveladora de la calidad del sistema democrático en la nación mexicana. Es absurda porque ya me contarán ustedes en qué cambia la realidad si el sacerdote hubiera dicho exactamente lo mismo pero sin nombrar las siglas de ese partido. Por ejemplo, ¿qué diferencia habría entre decir que “el programa político de los socialistas es contrario a la fe y la moral católicas” y afirmar que “el programa político del PSOES es…"? Obviamente ninguna.

Además, parece evidente que la democracia en México consiste en que todo el mundo puede opinar menos aquellos que visten sotana o clergyman. Si lo mismo que ha dicho el P. Hugo Valdemar lo dice un seglar católico, no le pasaría nada. Por tanto, es obvio que estamos ante una ley anticlerical propia de regímenes totalitarios. Al fin y al cabo, la Iglesia no puede obligar de forma efectiva a nadie a votar o dejar de votar a cualquier partido. Pero negarle su derecho a formar la conciencia de los fieles de cara a que su voto esté condicionado por su fe, es un atentado en toda la regla contra la libertad religiosa.

Por otra parte, es claro que en México hay cosas mucho más urgentes que requieren una actuación decidida de la justicia. La guerra abierta del narcotráfico contra la sociedad mexicana “parece” algo más “importante” que lo que diga o deje de decir un sacerdote. Los partidos políticos mexicanos, y más concretamente el PRD, deben de precouparse antes por la situación de “estado fallido” que se da en el norte del país que por lo que la Iglesia hace en cumplimiento de su condición de madre y maestra de los fieles católicos.

La izquierda mexicana ha demostrado llevar en sus genes el virus del totalitarismo. La Iglesia es objeto de su incapacidad de asumir el derecho a la libertad de expresión. Pero si la Iglesia callara, las piedras hablarían. Y si callan a la Iglesia, callarán a todos. Así que hoy, todo mexicano decente, sea católico, protestante, ateo o budista, debe decir “yo también soy el P. Hugo Valdemar Romero”. Vaya para él mi apoyo y mi gratitud , por cumplir eficazmente con la labor que le ha encomendado la Iglesia.

Luis Fernando Pérez