Ciriaco Benavente, obispo de Albacete

«Los que más cuestionan las ayudas a la Iglesia son los más subvencionados»

"Los inmigrantes están siendo las primeras víctimas de la crisis"

Redacción, 14 de marzo de 2011 a las 09:34
 

El obispo de la diócesis, Ciriaco Benavente, cumple ahora cinco años en su responsabilidad. Afirma que encontró una diócesis en marcha con muchos aspectos admirables, lamenta la falta de vocaciones. Monseñor Benavente acaba de ser nombrado presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones en sustitución del obispo Sánchez González. Lo entrevista Sánchez Robles en La Verdad.

-¿Qué balance realiza de la reciente asamblea en la que se ha vuelto a reelegir al cardenal Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal?
- Ha sido una asamblea más, con la característica de que en este caso correspondía hacer las elecciones trienales. Además de las elecciones, se han tratado otros temas como la coordinación de la parroquia, la familia y la escuela en la transmisión de la fe; se ha estudiado un directorio sobre cooperación misionera entre las Iglesias, así como una ponencia sobre la renovación de la pastoral de las vocaciones... La reelección del cardenal Rouco a quienes más ha extrañado ha sido a los extraños. Él, es verdad, había estado en otras ocasiones al frente de la Conferencia, pero ahora llevaba sólo un mandato; estaba, además la perspectiva de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.

-Usted ya presidió la Comisión Episcopal de Migraciones de 1999 a 2005. Ahora sucede a monseñor José Sánchez González ¿Qué recuerda de su anterior etapa? ¿Qué ha cambiado en el panorama de las migraciones?
-En aquel momento contaba con menos experiencia, pero la responsabilidad fue muy enriquecedora. Me hice una idea bastante aproximada de la situación de los inmigrantes en las diferentes diócesis españolas. También conocí nuestras capellanías de emigrantes en Europa e incluso llegué a tener interesantes contactos con obispos latinoamericanos. Ahora la situación ha cambiado fundamentalmente como consecuencia de la crisis económica.

-La situación con la que se enfrentan los inmigrantes en Albacete puede ser similar a la que tienen en cualquier punto del país. ¿Qué análisis realiza del momento que atraviesa la inmigración en estos momentos en la provincia? ¿Están pagando más la crisis que los ciudadanos con nacionalidad española?
-Sí, es parecida, aunque algunos obispos me hablan de pueblos y de barriadas en algunas ciudades donde casi el 30% son inmigrantes. Albacete está todavía distante de esas proporciones. Ya hace dos años, en un documento sobre la crisis y los valores morales decíamos los obispos que los inmigrantes estaban siendo las primeras víctimas de la crisis.

-¿Cómo actúa la Iglesia para ayudar a esta población, digamos, flotante, por ejemplo con Cáritas?
- Se está haciendo una tarea admirable tanto desde Caritas, como desde las parroquias y otras instituciones de la Iglesia que trabajan en el campo social. Y sin embargo, tenemos conciencia de que es muy insuficiente para tanto como hay que hacer en todos los órdenes. Me alegró escuchar a algunos inmigrantes, con motivo de nuestra pasada Jornada de las Migraciones, que el encuentro con la parroquia había sido la llave para la integración de ellos y de su familia entre nosotros.

-De todas maneras, no termina ahí su labor, puesto que hay ejemplos verdaderamente llamativos, como la Institución del Sagrado Corazón, donde, incluso, se ha construido un comedor para atender a quienes no tienen ni siquiera para comer. ¿No cree que a veces asumen funciones que realmente no les competen? ¿Y les molesta que, posteriormente, haya quien cuestione las ayudas a la Iglesia?
-La institución del Sagrado Corazón lleva muchos años dando de comer a inmigrantes y pobres. Ahora dispone de un magnífico comedor hecho con este fin para dignificar la atención. Funciona con un voluntariado de alrededor de 50 personas. La institución hace lo que hace contando fundamentalmente con la generosidad de muchas personas; arrimar el hombro compete a todos. Hace ya mucho tiempo que se tiene claro en Europa que los problemas sociales no los podrán afrontar con eficacia las instituciones públicas sin la colaboración de la sociedad. Lo de que se cuestionen las ayudas a la Iglesia es curioso; suelen decirlo quienes más subvencionados están.

-¿Ha tenido usted la oportunidad de conocer el caso de Salif Sy, el senegalés que hizo de Rey Baltasar en la pasada Cabalgata de Reyes, y que de no ser por la movilización ciudadana, hubiera sido expulsado a su país, a pesar de tener, prácticamente, su vida hecha en nuestra ciudad?
-Sí, conocí por la prensa el caso. El hecho de que Salif Sy actuara en la cabalgata de Reyes ha dado una especial resonancia mediática a su caso. Yo me alegro de que esto, junto a los apoyos de otras personas sensibles a su citación, le haya favorecido. Pero ahora mismo hay situaciones semejantes a la suya, que no están encontrando la misma fortuna.

-¿Cómo valora la actual legislación sobre extranjería? ¿Qué le pediría en este sentido a nuestros políticos? ¿Opina usted que a veces, las palabras de los políticos pueden contribuir a un sentimiento de rechazo de los inmigrantes? ¿Entiende que exista en determinados casos recelo hacia la atención que se presta a esta población?
-Las legislaciones sobre extranjería tienden a ser cada vez más restrictivas. Los obispos de la Comisión de Migraciones acabamos de sacar una nota pidiendo, entre otras cosas, que en el reglamento que va a publicarse se respete lo referente a la reagrupación familiar y las situaciones de niños y jóvenes en edad escolar o en otro tipo de estudios. Yo pediría que al inmigrante no se le considere sólo como mano de obra que interesa en la medida en que se necesita su trabajo. Son personas con derechos. Todos, los políticos más porque su voz se presenta con una especial autoridad, podemos contribuir a que el inmigrante sea mejor acogido o sea más rechazado. La situación actual, de paro muy alto puede favorecer que aumenten las situaciones de rechazo. Tendremos que estar muy atentos todos.

-El pasado 16 de enero se celebró el Día de las Migraciones, bajo el lema 'Una sola familia humana'. Con ese motivo, los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones elaboraron un documento de síntesis, y concluían aseverando que era preciso trabajar para asegurar «la comprensión y la estima recíproca entre los pueblos y las culturas». ¿Cree que está en peligro la comprensión y la estima recíproca?
-Le contesto con lo que yo decía en mi carta a los inmigrantes con motivo del pasado Día de las Migraciones: «permitidme que os diga que no quisiéramos veros recluidos en ghettos. Eso empobrece y favorece la agresividad. Tampoco abogamos por una asimilación que llevaría a la disolución de vuestra identidad personal y colectiva. Entre ambos extremos se sitúa la integración, ese proceso delicado que hemos de lograr entre todos para que la incorporación a nuestra sociedad no suponga la renuncia a los rasgos fundamentales de vuestra identidad. La verdadera integración respeta el derecho a la diferencia, favorece el mutuo intercambio cultural y evita la desintegración. Ello os facilitará asumir nuestros hábitos democráticos, el aprecio por la libertad, las reglas de convivencia del país que os acoge. Y nos obliga a nosotros a un esfuerzo de comprensión y respeto a la diferencia. Sería triste que acogierais de nosotros sólo el consumismo, el relativismo del 'todo vale' o el materialismo».

-Además se señalaba a dos sectores de la población como de 'especial atención': víctimas de la violencia y estudiantes, ¿por qué?
-Siempre se ha prestado por parte de la Iglesia especial atención a la situación de los niños. Lo de lo estudiantes, porque es una pena que cuando están ya encarrilados en sus estudios la expulsión de su familia les obligue a abandonarlos.

- La globalización es también un término que ustedes manejan mucho cuando hablan de migraciones. La economía, por ejemplo, es global, pero también la pobreza.
-De la globalización habla hoy todo el mundo. Los medios de comunicación pintan a occidente como el paraíso soñado. Cada día circulan entre los países millones y millones de dólares vía internet. En cambio no pueden circular las personas. Con ello no estoy abogando por una acogida descontrolada. Habría que globalizar la solidaridad. Casi nunca pensamos que el inmigrante adulto que viene no nos ha costado lo que nos cuesta la crianza y educación de una persona hasta la edad adulta. Son millones. Ellos vienen criados y, en muchos casos, formados. En el progreso económico anterior a la crisis tuvieron una importancia considerable los inmigrantes. Ahora mismo, gracias a ellos, se salva el relevo generacional.