17.03.11

 

Los rojos anticlericales están en plena campaña contra la presencia de capillas católicas en las universidades públicas. Han llegado a boicotear el acceso a algunas de esas capillas y hace unos días se produjo una clara profanación cuando unas desvergonazadas se desnudaron ante el altar de la capilla de Somosaguas. Es de suponer que haría algo parecido en caso de que fueran capillas evangélicas u ortodoxas. No está tan claro que su laicismo les llevara a tener la valentía necesaria para montar un numerito en caso de que el centro de oración perteneciera a la comunidad musulmana. Pero dado que en España todavía no exite una comunidad musulmana universitaria importante, parece que no tendremos oportunidad de comprobar la coherencia de esa gente.

El argumento de esos totalitarios suele ser siempre el mismo. España… ah, no, que ese nombre les produce urticaria…, perdón. Dicen que el estado español es laico y por tanto no hay lugar para capillas religiosas en las universidades públicas. Pues bien, ni lo uno ni lo otro.

La Constitución española dice que este país es aconfesional, pero al mismo tiempo asegura que el estado debe tener en cuanta las creencias religiosas de los españoles, colaborar con las confesiones religiosas y, de forma explícita, con la Iglesia Católica. Les podrá gustar más o menos, pero así dice el artículo 16 de nuestra Carta Magna:

1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

¿En qué sentido la retirada de las capillas católicas de las universidades pública cumpliría con ese precepto constitucional? Obviamente lo violentaría, aunque como tenemos un Tribunal Constitucional entregado al poder político, no tendría nada de particular que emitiera una sentencia diciendo que dichas capillas deben desaparecer. Bastaría con que una mayoría “progresista zapateril” quisiera votar en ese sentido. No olvidemos que el todavía presidente de gobierno, en plena campaña electoral, dijo a unos adolescentes que su aspiración respecto a la escuela pública era que se diera más gimnasia y menos religión.

Ahora bien, incluso aunque la constitución dijera que el estado es laico, ¿se puede saber en qué afectaría a la laicidad del estado el que los universitarios que así lo quieran tengan un lugar donde retirarse a orar? ¿a quién puede molestar que los cristianos, o los budistas, oren? Si las universidades tienen cafeterías donde tomarse un café o un cerveza, si tienen pabellones de deportes o campos de atletismo donde los universitarios pueden practicar aquello de “mens sana in corpore sano“, ¿por qué no van a poder tener un lugar donde encontrar la paz de espíritu que viene de la oración?

Esos totalitarios son como el perro del hortelano pero en versión religiosa. Ni oran ni dejan orar. Nadie les obligar a entrar en las capillas. No existe una monja ni un cura dentro de ellas con un lazo en la mano para tirárselo al cuello de los ateos que se aproximen a 10 metros de la entrada para colarlos dentro. Su postura anti-religiosa es irracional, fruto de una ideología política centrada en el odio a todo lo que huela a presencia divina. En realidad, no es que esa gente no crea en Dios. Más bien le odian. Si no creyeran, les daría igual que los que estudiantes que sí creen le adoren y busquen su ayuda. Pero para quien es cristiano, la presencia de Dios en su vida es asidero imprescindible. Si los anticlericales no lo entienden, es su problema.

Por otra parte, lo que ahora ocurre en las universidades públicas es sólo un primer paso en el plan de arrancar la religión de todo el ámbito de lo público. Las mismas razones que exponen esos anticlericales de izquierda para no permitir capillas en universidades públicas sirven para no permitir su presencia en los hospitales públicos. Los que no quieren que Dios esté en la Universidad tampoco querrán que esté allá donde la gente suele morir. Con todo lo que eso significa. Por tanto, la batalla que tenemos por delante no es sólo por la Universidad. Si dejáramos que ganaran en los campus universitarios, acabarán impidiendo que un capellán administre los sacramentos a los moribundos que tengan la desgracia de ir a morir a un hospital público.

Ante la gravedad de lo que está ocurriendo, resulta muy descorazonador el ver la escasísima oposición mediática que muestra la jerarquía de la Iglesia ante los actos de los anticlericales de turno. Por ejemplo, no tiene el menor sentido que sea Manos Limpias la primera organización en poner una demanda a los que profanaron la capilla de Somosaguas. El arzobispado de Madrid debería de haberla puesto al día siguiente de conocerse los hechos. Y ejemplos como ese, tenemos ya unos cuántos. Los fieles deben cumplir su deber de defender aquello que forma parte de sus derechos fundamentales. Pero los pastores deben de estar al frente de esa defensa. ¿O acaso alguien se imagina a un buen pastor cruzado de brazos mientras sus ovejas llaman al 091 al ver que los lobos entran en su cercado para comérselas?

Luis Fernando Pérez Bustamante