José Ángel Sáiz Meneses, presidente de la comisión episcopal de seminarios

"Los jóvenes de hoy también pueden escuchar la voz de Dios a través del corazón"

"La principal fuente de vocaciones en términos globales continúan siendo las parroquias"

José Manuel Vidal, 20 de marzo de 2011 a las 07:00

 

(José Manuel Vidal).- La Iglesia católica celebra hoy el Día del Seminario. Con realismo ante la escasez vocacional, pero con esperaza por los brotes verdes que surgen en la viña del Señor. El obispo de Terrasa, José Ángel Sáiz Meneses, acaba de ser reelegido al frente de la comisión de seminarios de la Conferencia episcopal y se muestra esperanzado. Porque "la situación se va estabilizando con expectativas de ir recuperando terreno" y porque los jóvenes de hoy "también pueden escuchar la voz de Dios a través del corazón". Y, aunque los obreros sean pocos en Occidente, pide prudencia en la selección de candidatos al sacerdocio y admite que es posible que algunos jóvenes llamen a las puertas del seminario para huir de la pobreza.

1/ ¿Las vocaciones sacerdotales gozan de buena salud en España?

Digamos que la salud se va estabilizando. Este curso tenemos 1227 seminaristas, 38 menos que el curso pasado, pero cuatro más que hace dos cursos. El año pasado, después de 9 años seguidos de caída en el número total de seminaristas mayores hubo un aumento de 42. Este año se ha producido una bajada del 3 por ciento. En cambio en el número de seminaristas ordenados de presbíteros, se ha producido un aumento del 14'83 por ciento, y este indicador es el más importante. Yo diría que en conjunto, la situación se va estabilizando con expectativas de ir recuperando terreno.

2/ ¿Pueden los jóvenes de hoy escuchar la voz de Dios?

Cuando un joven se plantea el sentido de su existencia, cómo afrontar el futuro, qué hacer en su vida y busca respuestas, es importante el consejo de quienes le conocen y le quieren para ayudarle a discernir. Además, seguro que en los momentos de oración pide a Dios que le ayude a encontrar su camino. En este contexto, yo diría que  de signos, de detalles providenciales, de acontecimientos, a través del corazón. La vocación sacerdotal no es un mero proyecto personal porque quien llama es Dios. El camino habitual es que el Señor se sirva de mediaciones, de personas que ayuden a discernir. No hay que buscar cosas raras o espectaculares, es a través de estas mediaciones como el Señor indica el camino.

3/ ¿El celibato es un obstáculo para que más jóvenes se planteen ser sacerdotes?

No creo. La Iglesia no impone el celibato, simplemente elige a los sacerdotes entre aquellos que han recibido este carisma siguiendo a Cristo que eligió ser célibe, entregándose a la Iglesia en dedicación total y viviendo una vida que es signo de un estado futuro. También tiene el celibato un significado eclesiológico. El sacerdote se une a la Iglesia con amor exclusivo, y dedicándose totalmente a las cosas del Señor se puede dedicar también con mayor libertad y en totalidad al servicio de los hermanos. Para entender el misterio y el don del celibato en profundidad hemos de volver la mirada a Cristo, que fue célibe. Cristo, que en coherencia y armonía con la misión que recibe del Padre permanece toda la vida en el estado de virginidad, dedicado totalmente al servicio de Dios y de las personas.

4/ ¿Y el compromiso para toda la vida, acostumbrados como están a lo temporal?

El sacramento del orden comporta un compromiso que se asume con plena conciencia y libertad después de una larga preparación, de profunda reflexión y de muchos ratos de oración. El candidato toma la decisión de vivir para siempre el sacerdocio sólo después de haberse convencido de que Cristo le concede este don para el bien de la Iglesia y para el servicio a los demás. Se trata aquí de mantener la palabra dada a Cristo y a la Iglesia. La fidelidad a la palabra es, a la vez, deber y comprobación de la madurez interior del sacerdote.

Mantener la palabra, mantener el compromiso sacerdotal es un camino largo no exento de dificultades. También los consagrados y los casados han de mantener su compromiso toda la vida. Cuando lleguen los problemas y dificultades hay que buscar la ayuda y la fuerza en Dios, a través de la oración, y a través del consejo de los hermanos, con sinceridad y humildad y resistiendo ante las tentaciones de abandono. Dios, que encomienda la misión, da las fuerzas para llevarla a cabo hasta el final.

5/ ¿Las vocaciones sólo florecen masivamente en los países pobres como una salida de la pobreza?

Las vocaciones han florecido toda la vida en el seno de las familias cristianas. La familia es el primer lugar de educación en la fe y es semillero de vocaciones cuando los padres educan cristianamente a sus hijos. Para eso los matrimonios han de acoger generosamente el don de la vida y valorar la vocación sacerdotal de un hijo como el mayor regalo de Dios. En segundo lugar, las vocaciones florecen en las comunidades cristianas vivas, ya sean parroquiales o pertenecientes a Movimientos de Iglesia, antiguos y nuevos. Por otra parte, la Pastoral Juvenil tiene que ayudar a que los jóvenes entren por el camino de la vida de oración y del diálogo personal con el Señor que les ha de ayudar a escuchar su llamada y a tomar decisiones.

¿Es posible que alguien entre en el Seminario para huir de la pobreza? Puede ser. Por eso tanto en los países ricos como en los pobres se aconseja actuar con rigor y prudencia para lograr que los candidatos al sacerdocio actúen con rectitud de intención y para descartar a los que se muevan por apego al dinero, promoción social o cualquier otra motivación contraria a lo que será su vida y ministerio sacerdotal.

6/ ¿Se están poniendo más filtros a los seminaristas tras los escándalos de pederastia?

La admisión de los candidatos al sacerdocio es una de las cuestiones que en la actualidad más preocupa a la Iglesia y que está siendo objeto de un reiterado interés tanto por parte del Papa Benedicto XVI como por parte de los Obispos. Hay que proceder con prudencia y responsabilidad en el proceso de admisión de los candidatos al Seminario, sin dejarse condicionar por la escasez de vocaciones o por las urgencias pastorales.

En definitiva se trata de garantizar la rectitud de intención, que va más allá del simple sentimiento del corazón o de una atracción sensible; hay que garantizar la voluntad clara, decidida y constante de vivir el sacerdocio al servicio del Señor y de las personas. La Iglesia para incorporar a un candidato al estado sacerdotal ha de asegurase de que cumple unas condiciones objetivas y subjetivas concretas en cuanto a la espiritualidad, formación, celo evangelizador y también en cuanto a la normalidad psicológica.

7/ ¿Un chaval con tendencias homosexuales pero dispuesto a vivir la castidad puede entrar en un seminario y ser sacerdote?

Se trata de una cuestión compleja y delicada máxime en el momento presente. Hay que proceder en cada uno de los casos con un discernimiento serio y personalizado. Se deben aplicar los criterios propuestos por los diferentes documentos publicados por la Congregación para la Educación Católica, especialmente la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las Sagradas Ordenes del 4 de noviembre de 2005.

8/ Su seminario es un ejemplo de que se puede en pocos años conseguir un buen número de seminaristas ¿Cómo lo hizo?

Hay que dar gracias a Dios y a todas las personas que colaboran, y seguir trabajando con humildad y prudencia. Yo repito muchas veces que el objetivo de la Pastoral Vocacional no consiste en que salgan muchas vocaciones para el seminario o la vida consagrada, sino en propiciar en el joven un encuentro con Cristo que le haga descubrir la plenitud del sentido de su existencia. Después vendrá la fase en que se le ayude a descubrir su vocación concreta y a responder a la llamada de Dios. Por eso es importante plantear la vida desde la perspectiva vocacional, como don y llamada, como talento que hemos recibido y que estamos llamados a hacer fructificar.

Lo que de verdad importa es que los jóvenes se hagan la pregunta sobre su vida, sobre el sentido de su vida a la luz de la fe, que se lleguen a preguntar: ¿qué quieres Señor de mí? En esta actitud y en este contexto, que cada uno vaya descubriendo el plan de Dios sobre él, el camino por el que le llame. Para eso hay que ayudarles a entrar en el silencio, en la oración, a pensar, a reflexionar, a discernir a la luz de la Palabra de Dios. También ayudan los momentos de experiencia fuerte, como puede ser la JMJ, que es una experiencia de búsqueda y de hallazgo, de preguntas y de respuestas, de llamadas y seguimientos, es un momento propicio para las grandes opciones, para los grandes compromisos.

9/ ¿Los nuevos movimientos son la cantera, casi exclusiva, de vocaciones sacerdotales y, por eso, hay que mimarlos?

Los Nuevos Movimientos son un regalo de Dios para la Iglesia y hay que reconocer que sus militantes se suelen caracterizar por vivir la fe con intensidad y por una gran inquietud apostólica. En el trabajo de Pastoral Vocacional hay que tenerlos muy en cuenta y mantener una fructífera coordinación con ellos porque ejercen una influencia decisiva en la opción vocacional de muchos jóvenes y de hecho en su seno brotan cada vez más vocaciones. Ahora bien, yo diría que la principal fuente de vocaciones en términos globales continúa siendo el conjunto de comunidades parroquiales de cada diócesis, y eso es lógico porque los fieles de las parroquias componen la mayor parte del pueblo de Dios. En ambos casos reitero la importancia de las familias y también el testimonio gozoso de los buenos sacerdotes, párrocos y consiliarios, que viven en medio de esas comunidades actualizando la presencia de Jesucristo Buen Pastor.


10/ ¿Qué esperan los jóvenes de la Iglesia y viceversa?

Necesitan y esperan de nosotros que seamos auténticos referentes en sus vidas, personas maduras en la fe, auténticos testigos de Jesucristo que les formen, que les acompañen en su proceso de crecimiento. Esperan que confiemos en ellos, que tengamos esperanza en ellos y que tengamos grandes dosis de paciencia, respetando los procesos personales que acostumbran a ser lentos, sabiendo esperar con perseverancia. Finalmente, también esperan y desean que les demos paso para que puedan ir asumiendo responsabilidades en la Iglesia y en la sociedad.

La Iglesia confía en los jóvenes. Como Juan Pablo II y Benedicto XVI nos han repetido hasta la saciedad, los jóvenes son la esperanza de la Iglesia y de la sociedad. Yo espero de los jóvenes que no tengan miedo de nada, que no limiten sus aspiraciones más profundas y elevadas, que no tengan miedo de seguir los ideales más nobles, en definitiva, que abran de par en par las puertas de su vida a Cristo, el único que puede saciar su sed de felicidad, de infinito.

11/ ¿Qué hacer para que la Iglesia gane en credibilidad social, en imagen pública y en confianza ante los jóvenes?

La Iglesia no es un ente abstracto, sino que está formada por personas concretas que somos todos los bautizados. Se trata de que cada miembro de la Iglesia viva con autenticidad su vocación, en una conversión continua que llega a todos los rincones de la vida. El mensaje del Evangelio mantiene toda su fuerza y actualidad y no hay nada más atractivo para el ser humano que la Persona de Jesucristo y su mensaje de amor. Hemos de anunciar el Evangelio, celebrar nuestra fe y entregarnos a los más pobres y necesitados con predilección. Como nos dice el Señor, buscar el Reino de Dios y su justicia, y lo demás, vendrá por añadidura.


12/ Recientemente decía Giovanni Maria Vian, el director de L'Osservatore, que el "principal problema de la Iglesia es la formación de los sacerdotes" ¿Comparte su opinión?

Yo lo formularía diciendo que la formación de los sacerdotes es una de las principales tareas de la Iglesia. La exhortación postsinodal del Santo Padre Juan Pablo II Pastores dabo vobis plantea el tema de la formación con gran lucidez y nos marca el camino: La formación humana, que es el fundamento de toda la formación sacerdotal; la formación espiritual, que comporta la búsqueda de Cristo y la vida en comunión con Dios; la formación intelectual, que busca la inteligencia de la fe y trata de conseguir la sabiduría; y por último la formación pastoral, porque toda la formación de los candidatos al sacerdocio tiene una finalidad pastoral y, en definitiva, está orientada a que comuniquen la caridad de Cristo, Buen Pastor, que no vino a ser servido, sino a servir. Una hoja de ruta precisa y preciosa. El reto para nosotros es llevarla a la práctica.

13/ Dicen algunos que la escasez de sacerdotes puede ser un signo providencial para avanzar hacia otro tipo de ministerio sacerdotal.

En la Iglesia Católica actualmente hay más seminaristas que nunca y más sacerdotes que nunca. La escasez de vocaciones es un problema del occidente más rico, pero en otros lugares se da un florecimiento espectacular. Si el Señor en su providencia tiene dispuesto otro tipo de ministerio sacerdotal, ya nos lo manifestará del modo que Él crea conveniente. Ahora bien, procuremos que la escasez no esté causada por nuestra impericia o desidia.

Por otra parte, hemos de vivir el momento presente con intensidad y desempeñar cada uno la misión encomendada con los carismas recibidos. En definitiva, hoy más que nunca urge "que todos seamos uno"; es preciso que vivamos la unidad que Cristo pide al Padre, para que podamos ser creíbles en nuestro ministerio sacerdotal.

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