19.03.11

 

El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha vuelto sobre sus pasos y ha dictaminado que la presencia de un crucifijo en una clase no supone discriminación alguna para los no católicos. Digo no católicos en vez de no cristianos, porque los protestantes no quieren crucifijos sino cruces. Su iconoclasmo les impide aceptar la presencia de la imagen del Señor crucificado.

Dice el tribunal que “un crucifijo colgado de una pared es un símbolo esencialmente pasivo, cuya influencia sobre los alumnos no puede ser comparada a un discurso didáctico o a la participación en actividades religiosas“. Con esa frase casi matan dos pájaros de un tiro. Primero, porque se acepta la presencia del crucifijo. Segundo, porque advierten que los discursos didácticos sí que ejercen una influencia importante sobre los alumnos. Y eso me lleva a pensar que la asignatura de EpC, tal y como está planteada, puede recibir un palo importante desde Estrasburgo. Porque nadie negará que dicha asignatura busca inculcar una serie de valores en el alumnado que en ocasiones chocan con la cosmovisión cristiana. Es decir, si yo fuera Zapatero, estaría preocupado. Y si estuviera entre los padres que han llevado su derecho a objetar ante dicho tribunal, tendría motivos para ser optimista.

Hoy todos los católicos estamos muy contentos por la sentencia del tribunal. Tanto como enfadados nos mostramos cuando en primera instancia salió un dictamen opuesto a la presencia del crucifijo en la escuela. Señal de que damos quizás una legitimidad exagerada a este tipo de tribunales. Ni la realidad histórica ni los derechos pueden depender de lo que un tribunal decida sobre los mismos. Por ejemplo, ya pueden todos los tribunales del mundo dictaminar que el aborto es un derecho, que eso no cambiará el hecho de que los no nacidos tienen el mismo derecho a vivir que sus madres. Para el cristiano la única ley obligada es la divina. Las leyes humanas debemos acatarlas y someternos a ellas siempre que no choquen contra la ley de Dios. La oposición a las leyes inicuas puede tener muchos rostros, desde la simple protesta pública hasta el martirio, pero no es una opción sino una obligación.

Con esto no digo que no haya que acudir a la justicia y los tribunales humanos. Todo lo contrario. No somos del mundo pero vivimos en él. San Pablo apeló al César para evitar ser ajusticiado por los judíos. Y como le dijo el procurador Félix: “Has apelado al César, al César irás” (Hch 25,12). Aquello le sirvió al apóstol para dar testimonio del evangelio ante el mismísimo emperador romano. Salvando las distancias, el proceso sobre el crucifijo en Estrasburgo ha tenido también mucho de testimonio de la fe católica ante la más alta instancia judicial europea. Aunque solo hubiera servido para eso, aunque la sentencia hubiera sido contraria, habría merecido la pena. Por eso, cuando algunos plantean que una diócesis católica no debe acudir a los tribuanles civiles y penales para denunciar profanaciones, cuando algunos critican a los que pedimos a nuestros pastores que sean más diligentes a la hora de defender nuestros derechos ante los tribunales, cabe preguntarse en qué parte de la Escritura o del magisterio de la Iglesia se basan. Me da que no van a encontrar nada que apoye sus tesis.

Luis Fernando Pérez Bustamante