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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 13 de abril de 2011

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"...Nosotros queremos proclamar muy alto, nuestra certeza de que LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE CRISTO POR MARÍA no podrá dejar de realizarse, de manera que, por su poderosa intercesión y su auxilio constante, se realice por fin el Reino de Cristo, "Reino de Verdad y de Vida, Reino de Santidad y Gracia, Reino de Justicia, de Amor y de Paz"
17 de Septiembre de 1958 S.S. Pío XII
ADVENIAT REGNUM TUUM

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Santa Sede

Europa decepciona a la Santa Sede en la actual crisis migratoria

Por primera vez, un artículo de periódico entra en la liturgia

La receta del Papa para ser santo: ir a misa, rezar, amar al otro

El Papa erige tres provincias eclesiásticas en Brasil

Jornadas Mundiales de la Juventud

Youcat, un subsidio que responde a las preguntas de los jóvenes

Mundo

España: "Evangelizar es la dicha de la Iglesia y la alegría del cristiano"

Cardenal Tauran: Iglesia católica y cultura, “viejos compañeros de viaje”

EE.UU.: Los obispos exhortan a una transición responsable en Afganistán

Reportaje

Presentada en Roma la biografía oficial de Chiara Lubich

Testimonio

El pintor RoFer se decide a hablar de un milagro del padre Rubio

Audiencia del miércoles

Benedicto XVI: “Todos estamos llamados a la santidad”

Documentación

Intervención del cardenal Tauran en el Consejo de Europa

Liturgia de las horas en la memoria de Lolo

Carta pastoral sobre el Sacramento de la Penitencia (III)


Santa Sede


Europa decepciona a la Santa Sede en la actual crisis migratoria
Cierra las fronteras a refugiados de países nordafricanos
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- El cierre europeo de fronteras ante la oleada de inmigrantes y refugiados provocados por los conflictos y la crisis social que viven varios países del norte de África ha decepcionado a la Santa Sede.

El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, manifestó este martes su decepción en un encuentro público, y sus palabras han quedado ahora recogidas por la edición italiana del 14 de abril de "L'Osservatore Romano".

"No hay duda de que Europa ha decepcionado profundamente" en esta emergencia, ha afirmado el purpurado italiano. "Europa ha perdido su espíritu profundo, un espíritu de gran solidaridad ante todo entre los pueblos de Europa y después entre los demás pueblos. Pensemos en África, de la que tanto ha abusado: parece que Europa le ha dado la espalda".

Los ataques aéreos contra el régimen de Libia, promovidos entre otros por estados europeos, han provocado la huida por tierra de ese país de 500 mil personas, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Decenas de miles de personas se han echado al mar para llegar a Italia o Malta.

Según el ACNUR, se teme que en la travesía entre África y Europa, desde hace dos semanas, hayan perdido la vida 800 emigrantes. Además de los 250 fallecidos en el naufragio del 6 de abril, en el Canal de Sicilia, no se sabe nada de 560 personas que se echaron a la mar en tres barcazas que nunca han llegado a su destino.

A pesar de esta emergencia, Francia y otros países europeos han impedido el paso de estos refugiados e inmigrantes desde Italia, dejando a este país la gestión de la crisis.

"Queremos alzar la voz para que esta Europa vuelva a encontrar su alma, un alma de gran solidaridad y generosidad con estas poblaciones que afrontan la emergencia y grandes necesidades. Y querríamos que no deje sola a Italia", concluye el cardenal Bertone.



 

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Por primera vez, un artículo de periódico entra en la liturgia
Publicados los textos del Breviario en la memoria del beato Lolo
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Por primera vez, un artículo de periódico ha pasado a formar parte de la Liturgia de las Horas, la oración de la Iglesia.

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha aprobado que el 3 de noviembre, día de la memoria litúrgica de Manuel Lozano Garrido, conocido como Lolo, periodista español discapacitado y durante años ciego, beatificado el 12 junio de 2010, se lea en el Oficio de Lectura uno de sus artículos periodísticos.

Según ha informado a ZENIT el padre Rafael Higueras, postulador de la causa de canonización de Lolo, la segunda lectura escogida para quienes celebren en ese día su memoria litúrgica (en la diócesis de Jaén) corresponde a un artículo publicado en la agencia Prensa Asociada, el día 8 de abril de 1963, republicado por al menos 7 periódicos en esas fechas.

Se trata de una "Oración ante una mano agujereada", escrita cuando Lolo descolgó el crucifijo que tenía en la cabecera de su cama, pues estaba flojo uno de los clavos de las manos.

"La verdad es que nunca, Jesús, me he visto tan cerca de tu figura. Tan juntos estamos que se me ha ocurrido que el ventanal de tus manos son unas buenas lentes, las mejores, para ver y certificar la verdad del mundo", escribía el periodista que estaba casi totalmente paralizado.

 El resto del artículo es una visión del mundo a través de las manos perforadas del crucificado por amor.

"Lo que se ve es un mundo como en vilo y, como lo estamos viendo desde una ventana redonda, se nota enseguida la verdad del ofertorio tuyo con los hombres, esa sensación de un cielo con peldaños por el que suben todos dándole el brazo a un hermano mayor", escribía Lolo.

Como indica la breve reseña biográfica que introduce el Oficio de Lectura Manuel Lozano Garrido "nació en Linares (Jaén) el 9 de agosto de 1920. Perteneció a la Acción Católica y con 16 años expuso su vida por distribuir la Eucaristía en los años de la persecución religiosa, motivo por el que fue encarcelado".

"Durante más de 28 años sufrió a causa de la enfermedad que lo llevó a la parálisis total y a la ceguera. Supo superar sus dolores con alegría, profunda oración e intensa vida de fe, dedicándose al periodismo y siendo un fecundo escritor".

"Fundó la obra pía "Sinaí: grupos de oración por la prensa". Murió en Linares el 3 de noviembre de 1971".

Más información en http://www.amigosdelolo.com

Los textos de la Liturgia de las Horas pueden leerse en http://www.zenit.org/article-38948?l=spanish

Por Jesús Colina

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La receta del Papa para ser santo: ir a misa, rezar, amar al otro
“¡Qué grande y bella, y también sencilla, es la vocación cristiana vista desde esta luz!”
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI afirmó hoy, ante los peregrinos reunidos en la plaza San Pedro para la Audiencia General, que la santidad es algo “sencillo” y al alcance de todos: vivir la vida cristiana.

Concretamente, subrayó que “lo esencial” es ir a misa los domingos, rezar cada día, e intentar vivir conforme a la voluntad de Dios, es decir, el amor a los demás.

El Papa quiso dedicar el encuentro de hoy a reflexionar sobre el hecho mismo de la santidad, cerrando con ello un ciclo sobre historias de santos que comenzó hace dos años, y en el que ha recorrido las biografías de teólogos, escritores, fundadores y doctores de la historia de la Iglesia.

En su meditación, el Pontífice subrayó que la santidad no es algo que el hombre pueda conseguir por sus fuerzas, sino que viene por la gracia de Dios.

“Una vida santa no es fruto principalmente de nuestro esfuerzo, de nuestras acciones, porque es Dios, el tres veces Santo, que nos hace santos, y la acción del Espíritu Santo que nos anima desde nuestro interior, es la vida misma de Cristo Resucitado, que se nos ha comunicado y que nos transforma”, explicó.

La santidad, afirmó, “tiene su raíz principal en la gracia bautismal, en el ser introducidos en el Misterio pascual de Cristo, con el que se nos comunica su Espíritu, su vida de Resucitado”.

Sin embargo, añadió, Dios “respeta siempre nuestra libertad y pide que aceptemos este don y vivamos las exigencias que comportan, pide que nos dejemos transformar por la acción del Espíritu Santo, conformando nuestra voluntad a la voluntad de Dios”.

Partiendo de esta premisa, de que el amor de Dios ya ha sido dado por el bautismo, ahora se trata, explicó, de “hacerlo fructificar”.

“Para que la caridad como una buena semilla, crezca en el alma y nos fructifique, todo fiel debe escuchar voluntariamente la Palabra de Dios, y con la ayuda de su gracia, realizar las obras de su voluntad, participar frecuentemente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y en la santa liturgia, acercarse constantemente a la oración, a la abnegación de sí mismo, al servicio activo a los hermanos y al ejercicio de toda virtud”, explicó, citando la Gaudium et Spes.

Lejos del lenguaje solemne, el Papa propuso “ir a lo esencial”, que son tres puntos: el primero, “esencial es no dejar nunca un domingo sin un encuentro con el Cristo Resucitado en la Eucaristía, esto no es una carga, sino que es luz para toda la semana”.

El segundo es “no comenzar y no terminar nunca un día sin al menos un breve contacto con Dios”.

Y el tercero, “en el camino de nuestra vida, seguir las 'señales del camino' que Dios nos ha comunicado en el Decálogo leído con Cristo, que es simplemente la definición de la caridad en determinadas situaciones”.

“Me parece que esta es la verdadera sencillez y grandeza de la vida de santidad: el encuentro con el Resucitado el domingo; el contacto con Dios al principio y al final de la jornada; seguir, en las decisiones, las “señales del camino” que Dios nos ha comunicado, que son sólo formas de la caridad”.

“De ahí que la caridad para con Dios y para con el prójimo sea el signo distintivo del verdadero discípulo de Cristo. Esta es la verdadera sencillez, grandeza y profundidad de la vida cristiana, del ser santos”, añadió.

“¡Qué grande y bella, y también sencilla, es la vocación cristiana vista desde esta luz!”, exclamó el Papa. “Todos estamos llamados a la santidad: es la medida misma de la vida cristiana”.

“Quisiera invitaros a todos a abriros a la acción del Espíritu Santo, que transforma nuestra vida, para ser, también nosotros, como piezas del gran mosaico de santidad que Dios va creando en la historia, para que el Rostro de Cristo resplandezca en la plenitud de su fulgor”.

Por ello, exhortó, “no tengamos miedo de mirar hacia lo alto, hacia la altura de Dios; no tengamos miedo de que Dios nos pida demasiado, sino que dejemos guiarnos en todas las acciones cotidianas por su Palabra, aunque si nos sintamos pobres, inadecuados, pecadores: será Él el que nos transforme según su amor”.

Los santos, afirmó el Papa, “nos dicen que es posible para todos recorrer este camino. En todas las épocas de la historia de la Iglesia, en toda latitud de la geografía del mundo, los santos pertenecen a todas las edades y a todo estado de vida, son rostros concretos de todo pueblo, lengua y nación. Y son muy distintos entre sí”.

En su opinión, “muchos santos, no todos, son verdaderas estrellas en el firmamento de la historia”, y no solo “los grandes santos que amo y conozco bien”, sino también “los santos sencillos, es decir las personas buenas que veo en mi vida, que nunca serán canonizados”.

“Son personas normales, por decirlo de alguna manera, sin un heroísmo visible, pero que en su bondad de todos los días, veo la verdad de la fe. Esta bondad, que han madurado en la fe de la Iglesia y para mi la apología segura del cristianismo y la señal de donde está la verdad”, concluyó.

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El Papa erige tres provincias eclesiásticas en Brasil
Nombra a los nuevos arzobispos metropolitanos
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI ha erigido tres nuevas provincias eclesiásticas en Brasil, y ha nombrado a sus nuevos arzobispos metropolitanos, según ha hecho público hoy la Santa Sede.

Las nuevas provincias surgen de la desmembración de la provincia eclesiástica de Porto Alegre, que se queda con las diócesis sufragáneas de Caxias do Sul, Novo Hamburgo, Osório y Montenegro.

La primera de ellas es la de Pelotas, tras la elevación de la diócesis homónima a sede metropolitana, a la que han sido agregadas como sufragáneas las diócesis de Bagé y Rio Grande.

El obispo de Pelotas, monseñor Jacinto Bergmann (60 años), ha sido nombrado arzobispo metropolitano. Este obispo ya fue auxiliar de Pelotas entre 2002 y 2004, luego fue obispo de Tubarão hasta 2009, año en que volvió a Pelotas, esta vez como titular.

La segunda es la de Santa María, procedente de la diócesis del mismo nombre, a la que se han asignado como sufragáneas Uruguaiana, Cruz Alta, Santo Ângelo, Santa Cruz do Sul y Cachoeira do Sul.

El arzobispo metropolitano es desde ahora monseñor Hélio Adelar Rubert (66 años), obispo de Santa Maria desde 2004. Antes fue obispo auxiliar de Vitória.

La tercera provincia es la de Passo Fundo, cuya sede pasa a ser la diócesis del mismo nombre, a la que se asignan como sufragáneas las diócesis de Vacaria, Frederico Westphalen y Erexim.

El nuevo metropolitano es el actual obispo de Passo Fundo desde 1999, monseñor Pedro Ercílio Simon (69 años), quien fue anteriormente obispo coadjutor de Cruz Alta y obispo de Uruguaiana.

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Jornadas Mundiales de la Juventud


Youcat, un subsidio que responde a las preguntas de los jóvenes
Presentado el Catecismo para los participantes en la JMJ de Madrid
ROMA, miércoles 14 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Una especie de “abre-camino” al Catecismo de la Iglesia Católica y a su Compendio, y un eficaz instrumento para la nueva evangelización;: así definió el cardenal Stanisław Ryłko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, el Youcat, el subsidio para los jóvenes del que se distribuirán 700.000 ejemplares a los participantes en la XXVI Jornada Mundial de la Juventud de Madrid.

El texto, presentado hoy en Roma, pretende exponer la fe católica en su conjunto, tal y como está contenida en el Catecismo de la Iglesia Católica de 1997, con un lenguaje adaptado a los jóvenes.

Publicado en 17 idiomas, entre ellos el chino, Youcat ha sido escrito por un grupo de teólogos, sacerdotes y profesores de religión de lengua alemana bajo la responsabilidad de la Conferencia Episcopal austríaca, y tiene la aprobación de las Conferencias Episcopales alemana y suiza. Para cada país está previsto un supervisor.

¿Por qué este subsidio? “La urgencia – afirmó en rueda de prensa el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena – nace del hecho de que los jóvenes protagonistas de este texto pertenecen ya a una generación para la que ser cristianos es una elección consciente”.

Viven, de hecho, “en un contexto en el que representan una minoría y tienen por ello una aproximación a la fe muy distinta de nuestras generaciones, para las que era normal participar en la Misa dominical”.

“Esta generación sabe que necesita responder a las preguntas de sus propios coetáneos”, promoviendo esa “razonabilidad de la fe a la que se refiere Benedicto XVI”.

Youcat está estructurado en 527 preguntas y respuestas; como conclusión de cada respuesta, los números remiten a exposiciones más en profundidad del Catecismo de la Iglesia Católica. “Una decisión inteligente – comentó monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización – ante todo porque pedagógicamente permite componer mejor la síntesis necesaria para conservar los contenidos de forma breve y sintética”.

“Escuchamos desde hace años – añadió monseñor Fisichella – la exigencia de llegar a 'fórmulas breves' de fe que puedan ser memorizadas de modo fácil”.

Por otra parte, “la historia de las profesiones de fe muestra con claridad que esto sucedió en los albores del cristianismo, y estas fórmulas permanecen inalteradas en los textos sagrados”.

Las ediciones de Youcat tienen en cuenta factores relativos a cada uno de los contextos nacionales, por lo que en las partes centrales del volumen los jóvenes encontrarán el mismo texto en los diversos idiomas, mientras que las citas en las columnas al margen – tomadas de la Sagrada Escritura, de escritores, santos y doctores de la fe – así como las imágenes podrán reflejar las distintas culturas.

En la elaboración del texto ha colaborado un grupo de 50 jóvenes, elegido de forma que fuese lo más representativo posible de las realidades juveniles.

“El texto – explicó Nikolaus Magnis, seminarista de la diócesis de Limburgo, uno de los jóvenes que ha colaborado en Youcat – no está escrito en un lenguaje exclusivamente teológico, comprensible solo a quien ha estudiado teología, pero tampoco en un dialecto juvenil”.

La primera contribución de los jóvenes está en el propio nombre del texto: “todos, por abreviar, llamábamos Ju-Kat al proyecto, por las iniciales de jugend, juventud en alemán, y catecismo. Después a alguno se le ocurrió escribirlo como es ahora, y el Santo Padre adoptó el nombre”.

Los jóvenes colaboraron en las discusiones y en la formulación de las preguntas: “creí que me aburriría – afirmó Isabel Meuser, estudiante de violín en la Royal Academy de Londres, y que transcribió el resultado de las discusiones –, en cambio ha sido muy interesante: cada uno ha contribuido según su especialización, y el resultado es sorprendente”.

“El responsable del diseño – añadió Magnis – nos pidió que le dejásemos hacer un libro de color amarillo, porque el amarillo es el color de la Iglesia católica. En el centro ponemos una Y formada por las cruces pintadas por cada uno de los chicos que ha participado en el proyecto: Y está por young, youth o includo you. Así nació la cubierta de Youcat”.

Una de las vicisitudes del proyecto ha sido la traducción italiana del texto, que presentaba una exactitud en el número 420 dedicado a los métodos de regulación de la fertilidad, y a los “métodos anticonceptivos”, como estaba escrito: hoy el subsidio ha sido, con todo, presentado a la prensa, con la inserción de una nota aclaratoria.

“Se han producido problemas también con la edición francesa – advirtió Schönborn – que saldrá con retraso a causa de un error a propósito de la relación con las religiones”. No es insólito: “también con el texto del Catecismo de la Iglesia católica hubo que hacer muchas correcciones – añadió el cardenal Schönborn –; la Congregación para la Doctrina de la Fe hará un elenco de las que se vayan señalando poco a poco, y las correcciones se insertarán en las próximas ediciones”.

Se corregirá también la referencia a la "eutanasia pasiva" (n. 382) señalado por los periodistas en la Sala de Prensa: “eutanasia pasiva y eutanasia activa – afirmó monseñor Fisichella – son términos en desuso. Ya no se usan y no deberían usarse más. Hay que ser lo más precisos posible para evitar malentendidos en temas tan delicados”.

Por Chiara Santomiero

 

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Mundo


España: "Evangelizar es la dicha de la Iglesia y la alegría del cristiano"
Monseñor Sebastián, en las Jornadas de Apostolado Seglar
EL ESCORIAL, miércoles, 13 abril 2011 (ZENIT.org).- Los días 26 y 27 de marzo se celebraron las XXXI Jornadas Generales de Apostolado Seglar en El Escorial, España, ciudad de la provincia de Madrid, bajo el título “Cultura actual y nueva evangelización. Retos y tareas”.

Las jornadas fueron presididas por el arzobispo de Valencia Carlos Osoro, nuevo presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (CEAS); el obispo de Palencia Esteban Escudero, responsable del Foro de Laicos-CEAS; el obispo de Ciudad Real Antonio Algora, responsable del departamento de Pastoral Obrera-CEAS; y el arzobispo emérito de Zaragoza Elías Yanes, director del Itinerario de Formación Cristiana para Adultos de la Conferencia Episcopal.

Participaron en las Jornadas los delegados de Apostolado Seglar y miembros de  veintiocho diócesis, presidentes y representantes de dieciocho movimientos y asociaciones de fieles cristianos laicos.

"El contenido central de las jornadas giró en torno a la nueva evangelización en el aquí y ahora de nuestro tiempo. Tiempo marcado por un retroceso de la fe y una pérdida de sensibilidad cristiana", afirman los organizadores.

El arzobispo emérito de Pamplona y Tudela Fernando Sebastián, expuso el marco de reflexión. Presentó algunos rasgos significativos de la cultura actual, señalando que los valores, costumbres y maneras de entender la vida hoy, no predisponen a las personas para acoger la fe cristiana.

Sin embargo, y pese a las dificultades del momento presente, monseñor Sebastián subrayó que evangelizar constituye la dicha de la Iglesia, la alegría del cristiano.

Subrayó la responsabilidad de los líderes cristianos respecto a la fe de sus hermanos. Afirmó que, a la Iglesia le va la vida en la evangelización. La preocupación no debe ser otra que la de salir a buscar a los que están lejos de ella para hablarles de Dios y de su amor, de su gracia, de la felicidad y sentido pleno que ofrece, de la fuente de vida eterna que podemos encontrar en El.

Convencidos, de que el Evangelio salva y humaniza a las personas, animó a llevar a cabo una pastoral de conversión, porque la conversión es la primera consecuencia de la fe en Jesucristo resucitado. La evangelización, por tanto, consiste en una pastoral expresamente orientada hacia la promoción de la fe. En su opinión, hay que replantar la Iglesia, comenzar de nuevo.

En cuanto a las exigencias de una verdadera evangelización, señaló la necesidad del fervor y confianza en la vigencia del Evangelio por parte de los evangelizadores, el entusiasmo, junto con la humildad y paciencia, como actitudes necesarias para ofrecer el don de Dios a muchas personas que lo están buscando. "Es un fraude retener la fe y no compartirla", afirmó monseñor Sebastián.

El contenido de la evangelización necesariamente ha de tener los elementos esenciales del contenido de la predicación de Jesús. De manera pedagógica y creativa la Iglesia ha de presentar a Dios como Él quiere ser conocido, Padre misericordioso, infinito, fuente de vida y amor, fuente de la nueva humanidad.

Exhortó monseñor Sebastián a descubrir que Dios quiere un hombre feliz, libre, responsable, llamado a la vida eterna, criatura de Dios, llamado a vivir con gozo como hijo de Dios.

Los lugares y los medios para anunciar la novedad de Jesucristo son los que forman parte de la vida de las personas y configuran la vida social.

En primer lugar, dijo, la familia, el amplio mundo de la educación, los medios de comunicación, la vida profesional, y la acción pastoral de la comunidad parroquial y la diócesis, dirigida a matrimonios, niños, jóvenes, enfermos y mayores.

En los colegios, en la universidad, mediante la catequesis, con los novios, matrimonios jóvenes, a través del testimonio de la caridad, estableciendo puntos de contacto entre amigos, vecinos, compañeros de trabajo.

La evangelización es la tarea de la Iglesia, tarea en la que los laicos, hombres y mujeres, están llamados a participar en primera línea.

En la tarea de la evangelización los laicos están llamados a responder con vigor, a ser militantes cristianos en este momento de la historia.

Una vez más, se recordaron las palabras del documento de los obispos españoles de 1991: "La nueva evangelización se hará sobre todo por los laicos o no se hará".

La conferencia de monseñor Sebastián dispuso bien a los participantes a la reflexión y al trabajo en grupo, así como al diálogo del plenario, donde se subrayó la urgencia de la evangelización que reclama la comunión de todos los llamados por Dios a trabajar en su plan de salvación.

En el capítulo de informaciones, monseñor Elías Yanes comunicó que sigue adelante la elaboración de los materiales del Itinerario de Formación Cristiana para Adultos.

Este año se editarán los volúmenes 3 y 4, que abordan la síntesis de la fe. La acogida de este plan básico de formación cristiana está siendo muy positiva, comentó. Son ya más de dos mil personas las que lo están siguiendo.

Monseñor Carlos Osoro clausuró las jornadas agradeciendo a todos la participación, el buen ambiente y la riqueza de la reflexión. Animó a seguir trabajando en este "hermoso y necesario campo del apostolado laical".


 

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Cardenal Tauran: Iglesia católica y cultura, “viejos compañeros de viaje”
Intervino ayer en el Consejo de Europa
ESTRASBURGO, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- El cristianismo tiene un gran papel que jugar en el campo cultural, subrayó el cardenal Jean-Louis Tauran, en su intervención este martes en Estrasburgo (Francia) durante la sesión de primavera de la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, durante un debate sobre la dimensión religiosa del diálogo intercultural.

“La Iglesia católica y la cultura son viejos compañeros de viaje”, afirmó el purpurado en su intervención, recogida por L'Osservatore Romano.

“Los creyentes tienen un modo de servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de practicar su religión, de enriquecer las ciencias y las artes que proporciona a toda la comunidad humana una respuesta a los grandes interrogantes que atormentan al hombre desde siempre”, reconoció.

“En este comienzo de milenio en el que la transmisión de los valores es tan difícil de llevar a cabo, las tareas de la fe cristiana en la cultura parecen más evidentes que nunca”, destacó.

“No se trata de dictar a los hombres lo que tienen que hacer, se trata de recordarles que son los gestores de los recursos materiales y morales de este mundo en beneficio de todos, y por tanto que a ellos incumbe el deber de mantenerlos y de cultivarlos para las generaciones futuras”.

A los hombres de hoy les toca hacer de modo que sus contemporáneos “no se vean nunca privados de las fuentes de luz o de las propuestas de sentido capaces de iluminarles y de sostenerles”, añadió.

“Frente a los experimentos sobre lo humano, al aborto, a la eutanasia, a la banalización de la sexualidad, a la dictadura de la apariencia, deben ser cómplices de todo lo que, en la cultura, va aún, va siempre, va ya en el sentido de lo humano y de la humanización”.

“También esto es amar a los propios hermanos en humanidad”, observó el cardenal, exhortando a “dar testimonio de la singularidad cristiana”, teniendo “el valor de la diferencia”.

Dialogo

El purpurado recordó también la importancia de que “los jóvenes sean considerados iguales frente al diálogo intercultural e interreligioso”.

“Deben tener la misma posibilidad de acceder al conocimiento de su religión y de poder conocer la religión de los demás”, indicó, pidiendo que se les informe “sobre otras formas de pensar y de creer y disipar así sus miedos”.

“Nosotros nos enriquecemos cada uno con las formas de pensar del otro, compartiendo lo mejor de nuestras tradiciones espirituales”.

“No se trata de hacer concesiones a la verdad, sino de conocer al otro, de escucharle, de reconocer lo que tenemos en común y de poner este saber hacer – saber vivir – a disposición de todos”.

Humanismo cristiano

El cardenal subrayó la existencia de un “humanismo europeo de origen cristiano” que “ha podido hacer posible, con la excepción de una gran parte del siglo pasado, el debate entre fe y razón”.

Para el cardenal Tauran se trata de “un humanismo abierto a la trascendencia que, aún hoy, a pesar del secularismo y el relativismo ambientales, permite a los cristianos – y a los creyentes en general – de recordar la prioridad de la ética sobre las ideologías del momento, el primado de la persona sobre las cosas, la superioridad del espíritu sobre la materia”.

“En Europa, ninguna religión puede pretender imponerse con la astucia o con la fuerza – declaró –. . En Europa se dialoga. En Europa la religión no sólo se hereda, sino que cada vez más a menudo se elige. Y dado que las religiones son también culturas, Europa sigue siendo hoy un crisol del vivir juntos”.

Por esto, indicó, “es oportuno que no falten nunca espacios de escucha y de compartir”, que “nos permiten conocer el verdadero rostro de las religiones”.

Al respecto, auguró que “el Consejo de Europa tenga siempre el valor de tomar las decisiones concretas necesarias para promover – y si es necesario defender – la libertad de religión, para denunciar toda forma de persecución, de violencia y de discriminación por motivos religiosos, en Europa y en cualquier parte del mundo”.

“Como creyentes, se nos ofrece un inmenso taller para trabajar juntos, en el marco del diálogo ecuménico, del diálogo interreligioso, y también con todos los que caminan hacia el Absoluto”, concluyó el purpurado. “¡Hagamos de modo que nunca el nombre de Dios sea invocado para justificar discriminaciones y violencias!”.

 

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EE.UU.: Los obispos exhortan a una transición responsable en Afganistán
Es necesario formar una conciencia cívica para cuando los militares se vayan
WASHINGTON, D.C., miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Mientras las fuerzas militares estadounidenses se preparan para abandonar Afganistán, los obispos piden una transición responsable que promueva la conciencia comunitaria y la participación de los ciudadanos.

Monseñor Howard Hubbard, obispo de Albany (Nueva York), presidente del Comité para la Justicia y la Paz Internacionales de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), hizo este llamamiento en una carta enviada el pasado miércoles 6 de abril al National Security Advisor Thomas Donilon.

En nombre de los obispos, el prelado subrayó que “una transición responsable debería permitir la retirada de las fuerzas militares estadounidenses en la primera oportunidad compatible con los objetivos de negar puertos seguros a las organizaciones terroristas, minimizar ulteriores pérdidas de vidas humanas, asistir a los refugiados y desplazados internos y ayudar a los afganos en el camino de la recuperación después de décadas de guerra”.

“El éxito y la sostenibilidad de la retirada militar se basarán en una transición de éxito a un liderazgo afgano, gran parte del cual debe ejercerse a nivel local, dada la naturaleza descentralizada de la sociedad afgana”, declaró el prelado.

“Animo a subrayar la importancia de la participación de los ciudadanos, de las capacidades de la sociedad civil, de las responsabilidades y de la buena administración”, añadió.

“Promover la capacidad local ayuda a establecer una base para la seguridad futura, la estabilidad política y la prosperidad económica”.

Desarrollo continuo

Monseñor Hubbard reconoció que “si bien la retirada militar reducirá significativamente los gastos estadounidenses en Afganistán y Paquistán, un compromiso consistente por un desarrollo continuo es fundamental para un éxito a largo plazo”.

Por ello, “una transición responsable requiere que la financiación para el desarrollo y la reconstrucción, actualmente asignado por medio del Departamento de Defensa, sea transferido al Departamento de Estado/Agencia para el Desarrollo Internacional”.

“Esta financiación debería dirigirse según las necesidades, con una opción particular por los pobres y los marginados”, afirmó.

El prelado añadió que los obispos estadounidenses siguen estando “profundamente preocupados por la libertad religiosa en Paquistán, y piden que ésta sea una prioridad en la política de Estados Unidos”.

“El fracaso en defender la libertad religiosa de todos, sobre todo de las minorías, y en construir una sociedad pluralista y tolerante animará a los grupos terroristas fundamentalistas”, subrayó.

“El asesinato del ministro paquistaní para las Minorías Shahbaz Bhatti, el único cristiano del gabinete, es un siniestro aviso de esta amenaza”.

El prelado expresó también la esperanza de que “el reciente nombramiento de Paul Bhatti como consejero especial para las minorías religiosas signifique que el legado de su hermano en defender los derechos de las minorías será llevado adelante”.

“Con tantas cosas en juego en esta transición, aseguramos nuestras continuas oraciones”, concluyó.

El texto completo de la declaración está disponible en: www.usccb.org/sdwp/international/index.shtml



 

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Reportaje


Presentada en Roma la biografía oficial de Chiara Lubich
Participó el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada
ROMA, miércoles 12 de abril de 2011 (ZENIT.org).- La biografía oficial de Chiara Lubich, titulada “LlevarTe el mundo entre los brazos” fue presentada ayer en el Palacio de la Cancillería de Roma, con testimonios, temores, esperanzas y la idea de que la figura de la fundadora del Movimiento Focolar no se puede encerrar solo en una biografía.

Intervinieron en la presentación Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio; el prefecto de la Congregació para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, monseñor Joao Braz de Aviz. Y después de una pausa con música de Vivaldi, los conferenciantes fueron Eli Folonari, una de las primeras compañeras de Chiara; el periodista y autor del libro, Armando Torno. Las exposiciones fueron moderadas por el periodista italiano Piero Damosso.

Chiara Lubich (Trento 1920 – Roma 2008) es fundadora del Movimiento de los Focolares, hoy en 182 países. Recibió diversos premios internacionales y ciudadanías honoríficas. Cuenta con 59 obras en más de 20 idiomas.

Propuso el diálogo “como vía privilegiada para promover la unidad de la Iglesia, entre las religiones, con los no religiosos, sin sincretismo y fieles a la propia identidad”.

Al abrir la presentación el periodista Damosso recordó que en un momento en el cual tenemos una guerra en Libia, una ola de inmigración desde África, con pánico nuclear tras el tsunami de Japón, el libro “LlevarTe el mundo entre los brazos” es más actual que nunca, con su deseo de crear puentes”.

Para Andrea Riccardi, “el libro lleva el sello auténtico de Chiara”. Y “en un tiempo como el nuestro, de hombres grises que no quieren ser turbados por grandes personalidades” existe el riesgo que la figura de Chiara pueda “ser olvidada o empequeñecida” aunque haya generado un movimiento que vive y que es una historia de santidad colectiva”.

Por lo tanto “recordarla significa evocar su visión llena de esperanza” y “más allá del afecto, tenemos que empeñarnos en su memoria histórica, contarla, entenderla en el contexto de su tiempo y de la historia del siglo XX. Porque ella pertenece a la historia de todos los contemporáneos”.

El fundador de San Egidio se muestra impresionado por “la fragilidad de esta joven y de su monolítica certeza”. “Pequeña pero que hizo cosas grandes, soñó y tuvo sed de unidad. Con una capacidad de amistad incluso fuera de su movimiento, y siempre muy concreta”.

“Esta corriente de unidad –recuerda Riccardi- pasaba incluso más allá de la cortina de hierro. Los checos, los polacos, y aquel Karol Wojtyla habían entendido que significaba esta corriente de unidad. Digámoslo, era una mano extendida sobre los baches del presente y del futuro del Este europeo”. Porque “lograba con su genio creativo a poner puentes sobre los abismos y pasajes sobre las murallas, siempre con dulzura, con la sonrisa pero con gran firmeza”.

Riccardi indica que “Chiara es una figura unitiva, tiene un rol en la historia contemporánea de la Iglesia, porque es una figura cristiana pero también humanista, con un pensamiento propio. Y tuvo además una función política sin haber hecho política, una función para los no cristianos y los no creyentes”.

“Si hubieran escuchado a Chiara – considera Riccardi recordando al anterior patriarca de Constantinopla, Atenágoras – estaríamos mucho, pero mucho más adelante. Ella “había entendido el rol del ecumenismo, porque había logrado entrar en el corazón del patriarca”.

Y cuando cayó el muro de Berlín en los 90, ella creía en la posibilidad de un mundo unido, casi una sola familia “compenetrada de que quien trabaja por el evangelio trabaja por la humanidad”.

“En este tiempo que estamos asustados, tememos las invasiones de quien es diverso, sedientos de seguridad y de fronteras –prosigue Riccardi- Chiara vuelve diciéndonos que no tiene miedo de un mundo grande, “que la llave para no tener miedo es amar. Y nos enseña que el amor es la verdadera defensa, y como decía Don Santoro asesinado en Turquía, el amor genera amor”

Y hay otro aspecto de la Chiara mística, y lo revela a los suyos: “Fatiguen si quieren ser santos, si uno no se va a la cama cansado fue vana vuestra jornada”.

“Hoy vemos el fruto de estas corrientes de unidad sembradas por Chiara y por su movimiento”, concluyó Riccardi. “Su mensaje y su presencia me parecen más actuales que ayer. Porque este mundo de globalizzación no logra la unidad. Chiara, mismo quien la conoce tiene aún que descubrirla”.

Monseñor Braz indicó que escuchó hablar de Chiara cuando él pertenecía a un pequeño grupo de seminaristas adolescentes, en los años 60. Enseñaba que se llega a Dios “a través de la práctica del amor al prójimo. No enseñaba una doctrina, pero su experiencia de vida”.

“Y en este mensaje –indicó el prelado brasileño- habían dos certezas vitales: Dios me ama inmensamente y siempre, y no mira mi debilidad y mis pecados. Y la segunda: puedo experimentar el amor de Dios construyéndolo con el prójimo que pasa al lado mío, no interesa quien sea, católico, ateo u otro”.

Existía entonces un mensaje nuevo, el de “superar las barreras en la relación humana”, porque comunicar y recibir la comunicación genera una verdadera felicidad.

Y el arzobispo recordó como en aquellos años “la teología buscaba una respuesta al problema de la discriminación social” y algunos se preguntaban “si el marxismo no sería un atajo para llegar al cambio”. En ese contexto el encontró con la figura de Lubich, le puso una opción de vida. “No sin dolores ni incertidumbres, pero ahora después de algunos años nos lleva a abundar en gratitud”.

Monseñor Braz, ahora en el Instituto de Vida Consagrada se mostró impresionado por los carismas de los fundadores a través del tiempo, “como un gran jardín con sus más bellas flores”.  Y como más los hijos de los fundadores viven la unidad con ellos dan más frutos. Porque con los diversos carismas de la Iglesia “somos testigos que el Espíritu del Señor actúa entre los consagrados”. 

Y cuando para muchos no se logra llevar adelante el gran número de obras existentes por falta de vocaciones, entonces es el momento de “retornar sinceramente a la cultura de los fundadores y fundadoras”.

Eli Folonari, por su parte cuenta algunos particulares de Chiara en la vida cotidiana. De cuando ella había oído hablar de vivir el Evangelio. “Mi familia era muy católica si bien y estaba convencida a los 23 años que el Evangelio no se pudiera vivir.  Veía que nosotros pertenecíamos a una familia pudiente y los pobres estaban de otro lado y existía dificultad de relaciones. Pero también entre las órdenes religiosas de mi escuela y las de otras”:

Después conoció a Chiara y recuerda “como me miró, me había quedado impresionada”.

Ella se había apenas recibido y en su casa se preguntaban: “¿Señoritas que viven el Evangelio? Serán protestantes”. Después su viaje a Roma, “No sabía ni siquiera de pernoctar y al final no volví más a casa”. 

Para Chiara –prosiguió- había una voluntad de Dios en signos: un horario, un trabajo, obligaciones, etc. Y también una voluntad de beneplácito, con cosas extraordinarias fuera del programa. Para Chiara nada sucedía por casualidad”.

Folonari también recuerda anécdotas: cuando llevando a Chiara en auto “un poco distraía me quedé sin gasolina en el centro de Roma y las dos tuvimos que empujar el auto”.

Pero el hecho de tener una sonrisa que amaba a todos, “no quita la existencia de grandes pruebas espirituales”. Esta unión con Dios, que ella había experimentado en un determinado momento no la sentía más. Así el padre Tomassi le da el libro sobre la noche obscura de San Juan de la Cruz. “Es así, exactamente así, nos decía”

Armando Torno, el autor del libro quiere precisar: “Este volumen fue escrito por uno que nunca conoció a Chiara, en realidad no soy el autor, sino que recogí muchas historias y testimonios” Y revela: “No es fácil encerrarlos en una biografía”.

El método asegura “fue muy simple: una recolección de testimonios seguros de personas que convivieron con Chiara”. El volumen por lo tanto tiene un número ilimitado de páginas porque quiere recoger un mensaje sin agotar un tema muy amplio.

Para el periodista del Corriere della Sera, “Chiara desbloquea el amor, pone en crisis las hipótesis económicas, los discursos ecuménicos, a los políticos, da respuestas a los problemas de hoy en día, los cuales la sociedad no logra resolver”.

El autor del libro señala que se trata de una revolución de amor de “amor de un místico vivido con gran normalidad” y que crea una organización con gran simplicidad, que no tiene un plan preestablecido a no ser el Evangelio. Ella “es una figura que deslumbra, huye, abraza, vuelve, susurra, reza, ayuda”.

“Soy un matemático – confía Torno – y un matemático quiere que las cuentas cierren. Todo coincidía pero al mismo tiempo todo se ponía en discusión”, excepto “el punto de partida: el Evangelio”.

Con este libro “por ahora emergió una parte” indicó Torno, quien está seguro que existen otros documentos y testimonios para descubrir, por lo tanto esta biografía tiene que ser como un punto de partida.

Porque Chiara “no está enseñando sino dando testimonio de un cristianismo vencedor” y mientras “otros abren los brazos en señal de paciencia, ella abría los brazos para acoger”.

Y concluyó: “No puedo decir que Chiara sea una santa, una mística u otra cosa. No me corresponde a mi decirlo aunque me queda una duda: que haya sido todo esto”.


 

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Testimonio


El pintor RoFer se decide a hablar de un milagro del padre Rubio
Cumple la promesa hecha al jesuita por la curación de su hija
MADRID, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Después de 26 años, el pintor Roberto Fernández (RoFer) se decide a hablar y testimoniar el milagro experimentado por intercesión del santo José María Rubio, en la persona de su hija. Además, ha cumplido la promesa de realizar dos retratos del santo jesuita, tras la curación de la niña y que todavía no había cumplido

La historia se remonta al año de la beatificación del popularmente conocido en Madrid como padre Rubio, 1985, mientras el escritor y jesuita Pedro Miguel Lamet, a la sazón director de la revista católica Vida Nueva, escribía la biografía del sacerdote almeriense ya canonizado.

Lamet recoge el suceso en el apéndice de su libro De Madrid al cielo, primera versión de la biografía del beato José María Rubio (Sal Terrae, Santander, 1985).

La portada de dicho libro es del dibujante RoFer (portadista, dibujante de prensa y televisión, ya jubilado). Por dicha portada pensaba cobrar 150.000 ptas, pero tras la curación de su hija, después de pedir la intercesión del santo, regaló el diseño de la cubierta a la Compañía de Jesús.

Veintiséis años después, se ha vuelto a poner en contacto con el biógrafo para acabar de cumplir la promesa que le había hecho al padre Rubio: pintarle un retrato a la acuarela y donarlo a la Compañía de Jesús.

Lo que sucedió

El 10 de julio de 1985, se le encargó a RoFer la portada del libro, y esa misma tarde abocetó la misma. Representa a un padre pidiendo la intercesión del padre Rubio por un niño que aparece descalzo. El viernes 12 de julio marcha de viaje para pasar unos días de vacaciones con su familia en Campello, Alicante, adelantándose un día, por puro despiste, a la fecha en que había señalado que llegaría.

Esto le permitió asistir al accidente de su hija Patricia de once años que, jugando con unas amigas al juego del látigo, cayó al suelo y dio con la nuca en el suelo quedando semiinconsciente, y con síntomas de parálisis en los miembros superiores.

Fue trasladada a la Clínica Velázquez en San Juan, Alicante, donde los médicos le confesaron que estaban asustados y pensaban que la niña no iba a salir con vida. En aquel momento, el padre se acordó del padre Rubio y le prometió no cobrar nada por la cubierta de su biografía si intercedía ante Dios para que su hija se curara.

Su esposa, además, prometió volver a acudir a misa. La niña fue trasladada al hospital de la Seguridad Social de Alicante y se recuperó en una hora sin la menor lesión.

El 30 de julio, RoFer entregó el dibujo para la portada renunciando a su cobro y a todos los derechos de autor.

Por otro lado, recuerda que años antes había ilustrado un reportaje sobre un milagro del padre Rubio para la revista Semana, donde había dibujado al jesuita junto a una niña que estaba como muerta. Era la representación de uno de los milagros que sirvieron para la beatificación, el de la niña de Aranjuez María Victoria Guzmán.

Para dicho dibujo, utilizó una cartulina azul que tenía prohibido usar a sus hijas y que creía estaba nueva. Al terminar el dibujo observó que por detrás de la misma estaba escrito el nombre de Patricia, su hija la que tuvo el accidente. Era una anotación de su otra hija.

Patricia, con el tiempo, llegaría a estudiar brillantemente en el Instituto Católico de Administración y Dirección de Empresas (ICADE), de los jesuitas, y hoy es ejecutiva de un destacado banco.

Padre Rubio

José María Rubio, el llamado “apóstol” de Madrid nació el 22 de julio de 1864 en Dalías, Almería. Era el mayor de doce hijos y tuvo una infancia campesina. A los once años ingresó en el Seminario de Almería. En 1879, empezó sus estudios en Granada donde le apadrinó y protegió el canónigo, y luego vicario de Madrid, Joaquín Torres Asensio del que dependerá hasta su muerte.

En 1886, se trasladó a Madrid donde acabó sus estudios en el seminario diocesano y fue ordenado sacerdote en 1887. Su primer destino fue la parroquia de Chinchón, Madrid, donde empezó su entrega a los más pobres y necesitados y luego sería párroco en Estremera, Madrid. En 1893, es capellán de las religiosas cistercienses conocidas como Bernardas de la madrileña iglesia del Sacramento.

Comenzó a trabajar en los suburbios de Madrid con traperos y golfos. En los barrios de Entrevías y La Ventilla, fundó escuelas, predicó la palabra de Dios y formó a muchos cristianos. Su labor en el confesionario comenzó a hacerle famoso.

En 1904, viajó a Tierra Santa, lo que le marcó profundamente y tomó la decisión de hacerse jesuita, hecho que se produjo tras la muerte de su mentor.

Entró en el noviciado jesuita de Granada, en 1906, con 42 años. Tras su formación en la Compañía, a partir de 1911, residió en la casa profesa jesuita de Madrid, calle de la Flor Baja, donde realizaba su conocida labor de confesor --en la cola algunos llegan a “vender el puesto”--, y sigue trabajando con los pobres y marginados. Su fama de santidad iba creciendo mientras el eco de sus milagros se extendía por la ciudad.

Murió con mucha sencillez, como le era propio, el 2 de mayo de 1929 en Aranjuez. Más de dos mil personas acudieron al sepelio.

Su fuerza interior estuvo siempre apoyada en sus tres grandes referencias: el Sagrado Corazón, la Virgen María y San Ignacio de Loyola. Las tres curaciones más fulminantes, calificadas de milagros, datan de 1944, 1953 y 1987, ésta última en la persona del jesuita José Gómez-Muntán, que fue curado de un cáncer.

El 6 de octubre de 1985, Juan Pablo II le beatificó en Roma, junto a otros dos jesuitas, el hermano Gárate y Diego Luis de San Vitores. El 4 de mayo de 2003, el Papa Juan Pablo II le canonizó en Madrid junto a otros cuatro beatos españoles, durante su quinto viaje a España.

Más información: http://www.padrerubio.com.

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Audiencia del miércoles


Benedicto XVI: “Todos estamos llamados a la santidad”
Hoy en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos el discurso que el Santo Padre Benedicto XVI dirigió a los fieles reunidos en la plaza San Pedro , durante la Audiencia General celebrada esta mañana.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

en las Audiencias Generales de estos últimos dos años, nos han acompañado las figuras de muchos Santos y Santas: hemos aprendido a conocerles desde cerca y a entender que toda la historia de la Iglesia está marcada por estos hombres y mujeres que con su fe, con su caridad, con su vida fueron los faros de muchas generaciones, y lo son también para nosotros. Los santos manifiestan de muchos modos la presencia potente y transformadora del Resucitado; dejaron que Cristo tomase tan plenamente sus vidas que podían afirmar como san Pablo “no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Ga 2,20). Seguir su ejemplo, recurrir a su intercesión, entrar en comunión con ellos, “nos une a Cristo, del cual, como de la Fuente y la Cabeza, emana toda la gracia y toda la vida del mismo Pueblo de Dios” (Conc. Ec. Vat. II, Cost. Dogm. Lumen gentium 50. Al final de este ciclo de catequesis, quisiera ofrecer alguna idea de lo que es la santidad.

¿Qué quiere decir ser santos? ¿Quién está llamado a ser santo? A menudo se piensa que la santidad es un objetivo reservado a unos pocos elegidos. San Pablo, sin embargo, habla del gran diseño de Dios y afirma: “En él – Cristo – (Dios) nos ha elegido antes de la creación del mundo, y
para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor” (Ef 1,4). Y habla de todos nosotros. En el centro del diseño divino está Cristo, en el que Dios muestra su Rostro: el Misterio escondido en los siglos se ha revelado en la plenitud del Verbo hecho carne. Y Pablo dice después: “porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud” (Col 1,19). En Cristo el Dios viviente se ha hecho cercano, visible, audible, tangible de manera que todos puedan obtener de su plenitud de gracia y de verdad (cfr Jn 1,14-16). Por esto, toda la existencia cristiana conoce una única suprema ley, la que san Pablo expresa en un fórmula que aparece en todos sus escritos: en Cristo Jesús. La santidad, la plenitud de la vida cristiana no consiste en el realizar empresas extraordinarias, sino en la unión con Cristo, en el vivir sus misterios, en el hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. La medida de la santidad vienen dada por la altura de la santidad que Cristo alcanza en nosotros, de cuanto, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida sobre la suya. Es el conformarnos a Jesús, como afirma san Pablo: “En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Rm 8,29). Y san Agustín exclama: “Viva será mi vida llena de Ti (Confesiones, 10,28). El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Iglesia, habla con claridad de la llamada universal a la santidad, afirmando que nadie está excluido: “Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios ...siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer ser hechos partícipes de su gloria” (nº41).

Pero permanece la pregunta: ¿Cómo podemos recorrer el camino de santidad, responder a esta llamada? ¿Puedo hacerlo con mis fuerzas? La respuesta está clara: una vida santa no es fruto principalmente de nuestro esfuerzo, de nuestras acciones, porque es Dios, el tres veces Santo ( (cfr Is 6,3), que nos hace santos, y la acción del Espíritu Santo que nos anima desde nuestro interior, es la vida misma de Cristo Resucitado, que se nos ha comunicado y que nos transforma. Para decirlo otra vez según el Concilio Vaticano II: “Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron” (ibid., 40). La santidad tiene, por tanto, su raíz principal en la gracia bautismal, en el ser introducidos en el Misterio pascual de Cristo, con el que se nos comunica su Espíritu, su vida de Resucitado, san Pablo destaca la transformación que obra en el hombre la gracia bautismal y llega a cuñar una terminología nueva, forjada con la preposición “con”: con-muertos, con-sepultados, con-resucitados, con-vivificados con Cristo; nuestro destino está vinculado indisolublemente al suyo. “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva” (Rm 6,4). Pero Dios respeta siempre nuestra libertad y pide que aceptemos este don y vivamos las exigencias que comportan, pide que nos dejemos transformar por la acción del Espíritu Santo, conformando nuestra voluntad a la voluntad de Dios.

¿Cómo puede suceder que nuestro modo de pensar y nuestras acciones se conviertan en el pensar y en el actuar con Cristo y de Cristo? ¿Cuál es el alma de la santidad? De nuevo el Concilio Vaticano II precisa; nos dice que la santidad no es otra cosa que la caridad plenamente vivida. “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él” (1Jn 4,16). Ahora, Dios ha difundido ampliamente su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado (cfr Rm 5,5); por esto el primer don y el más necesario es la caridad, con la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor a Él. Para que la caridad como una buena semilla, crezca en el alma y nos fructifique, todo fiel debe escuchar voluntariamente la Palabra de Dios, y con la ayuda de su gracia, realizar las obras de su voluntad, participar frecuentemente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y en la santa liturgia, acercarse constantemente a la oración, a la abnegación de sí mismo, al servicio activo a los hermanos y al ejercicio de toda virtud. La caridad, de hecho, es vínculo de la perfección y cumplimiento de la ley (cfr Col 3,14; Rm 13, 10), dirige todos los medios de santificación, da su forma y la conduce a su fin. Quizás también este lenguaje del Concilio Vaticano II es un poco solemne para nosotros, quizás debemos decir las cosas de un modo todavía más sencillo. ¿Qué es lo más esencial? Esencial es no dejar nunca un domingo sin un encuentro con el Cristo Resucitado en la Eucaristía, esto no es una carga, sino que es luz para toda la semana. No comenzar y no terminar nunca un día sin al menos un breve contacto con Dios. Y, en el camino de nuestra vida, seguir las “señales del camino” que Dios nos ha comunicado en el Decálogo leído con Cristo, que es simplemente la definición de la caridad en determinadas situaciones. Me parece que esta es la verdadera sencillez y grandeza de la vida de santidad: el encuentro con el Resucitado el domingo; el contacto con Dios al principio y al final de la jornada; seguir, en las decisiones, las “señales del camino” que Dios nos ha comunicado, que son sólo formas de la caridad. De ahí que la caridad para con Dios y para con el prójimo sea el signo distintivo del verdadero discípulo de Cristo. (Lumen gentium, 42). Esta es la verdadera sencillez, grandeza y profundidad de la vida cristiana, del ser santos.

He aquí el porqué de que San agustín, comentando el cuarto capítulo de la 1ª Carta de San Juan puede afirmar una cosa sorprendente: "Dilige et fac quod vis", “Ama y haz lo que quieras”. Y continúa: “Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor, si corriges, corrige por amor, si perdonas, perdona por amos, que es té en ti la raíz del amor, porque de esta raíz no puede salir nada que no sea el bien” (7,8: PL 35). Quien se deja conducir por el amor, quien vive la caridad plenamente es Dios quien lo guía, porque Dios es amor. Esto significa esta palabra grande: "Dilige et fac quod vis", “Ama y haz lo que quieras”.

Quizás podríamos preguntarnos: ¿podemos nosotros, con nuestras limitaciones, con nuestra debilidad, llegar tan alto? La Iglesia, durante el Año Litúrgico, nos invita a recordar a una fila de santos, quienes han vivido plenamente la caridad, han sabido amar y seguir a Cristo en su vida cotidiana. Ellos nos dicen que es posible para todos recorrer este camino. En todas las épocas de la historia de la Iglesia, en toda latitud de la geografía del mundo, los santos pertenecen a todas las edades y a todo estado de vida, son rostros concretos de todo pueblo, lengua y nación. Y son muy distintos entre sí. En realidad, debo decir que también según mi fe personal muchos santos, no todos, son verdaderas estrellas en el firmamento de la historia. Y quisiera añadir que para mí no sólo los grandes santos que amo y conozco bien son “señales en el camino”, sino que también los santos sencillos, es decir las personas buenas que veo en mi vida, que nunca serán canonizados. Son personas normales, por decirlo de alguna manera, sin un heroísmo visible, pero que en su bondad de todos los días, veo la verdad de la fe. Esta bondad, que han madurado en la fe de la Iglesia y para mi la apología segura del cristianismo y la señal de donde está la verdad.

En la comunión con los santos, canonizados y no canonizados, que la Iglesia vive gracias a Cristo en todos sus miembros, nosotros disfrutamos de su presencia y de su compañía y cultivamos la firme esperanza de poder imitar su camino y compartir un día la misma vida beata, la vida eterna.

Queridos amigos, ¡qué grande y bella, y también sencilla, es la vocación cristiana vista desde esta luz! Todos estamos llamados a la santidad: es la medida misma de la vida cristiana. Una vez más san Pablo lo expresa con gran intensidad cuando escribe: “Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido...  El comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo” (Ef 4,7.11-13). Quisiera invitaros a todos a abriros a la acción del Espíritu Santo, que transforma nuestra vida, para ser, también nosotros, como piezas del gran mosaico de santidad que Dios va creando en la historia, para que el Rostro de Cristo resplandezca en la plenitud de su fulgor. No tengamos miedo de mirar hacia lo alto, hacia la altura de Dios; no tengamos miedo de que Dios nos pida demasiado, sino que dejemos guiarnos en todas las acciones cotidianas por su Palabra, aunque si nos sintamos pobres, inadecuados, pecadores: será Él el que nos transforme según su amor. Gracias.

[En español dijo]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los profesores y alumnos del Colegio diocesano San Roque, de Valencia, al grupo de la Escuela de la Santísima Trinidad, de Barcelona, así como a los fieles provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Les invito a que se abran sin miedo a la acción del Espíritu Santo, que con sus dones transforma la vida, para responder a la vocación a la santidad, a la cual el Señor nos llama a todos los bautizados. Muchas gracias.

[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Documentación


Intervención del cardenal Tauran en el Consejo de Europa
Sobre la dimensión religiosa del diálogo intercultural
ESTRASBURGO, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación, por su interés, la intervención que el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, pronunció ayer ante el Consejo de Europa, y que hoy ha sido hecha pública en italiano por L'Osservatore Romano.

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La Iglesia católica y la cultura son viejos compañeros de viaje. Jesús, encarnándose, asumió todas las dimensiones de la persona humana, incluyendo la cultural. Y el concilio Vaticano II en su constitución Gaudium et spes define con términos precisos qué es la cultura: “Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano” (n. 53).

Los creyentes tienen un modo de servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de practicar su religión, de enriquecer las ciencias y las artes que proporciona a toda la comunidad humana una respuesta a los grandes interrogantes que atormentan al hombre desde siempre, los que formulaba Enmanuel Kant: “¿Qué puedo conocer, qué debo hacer, qué puedo esperar?”.

El Papa Juan Pablo II, durante su visita a la universidad de Coimbra, el 15 de mayo de 1982, observaba: “En el pasado, cuando se quería definir al hombre, casi siempre se hacía referencia a la inteligencia, a la libertad o al lenguaje. Los recientes progresos de la antropología cultural y filosófica muestran que se puede obtener una definición no menos precisa de la realidad humana refiriéndose a la cultura. Esta caracteriza al hombre y le distingue de los demás seres no menos claramente que la inteligencia, la libertad y el lenguaje”. Y durante su visita a la UNESCO el 2 de junio de 1980 no dudó en concluir su discurso diciendo: “¡Sí! El futuro del hombre depende de la cultura!”.

En este comienzo de milenio en el que la transmisión de los valores es tan difícil de llevar a cabo, las tareas de la fe cristiana en la cultura parecen más evidentes que nunca. No se trata de dictar a los hombres lo que tienen que hacer, se trata de recordarles que son los gestores de los recursos materiales y morales de este mundo en beneficio de todos, y por tanto que a ellos incumbe el deber de mantenerlos y de cultivarlos para las generaciones futuras. Les toca a ellos también hacer de moro que sus contemporáneos no se vean nunca privados de las fuentes de luz o de las propuestas de sentido capaces de iluminarles y de sostenerles: frente a los experimentos sobre lo humano, al aborto, a la eutanasia, a la banalización de la sexualidad, a la dictadura de la apariencia, deben “ser cómplices de todo lo que, en la cultura, va aún, va siempre, va ya en el sentido de lo humano y de la humanización”. También esto es amar a los propios hermanos en humanidad. Y finalmente, deben dar testimonio de la singularidad cristiana, ¡deben tener el valor de la diferencia!

Todos los creyentes deberán tomar en serio sensibilizar a los legisladores y profesores sobre la oportunidad de respetar siempre a la persona que busca la verdad frente al enigma de su condición, educar en el sentido crítico que permite elegir entre lo verdadero y lo falso, apreciar y difundir las grandes tradiciones culturales abiertas a la trascendencia, que expresan tan bien nuestra aspiración a la libertad y a la verdad.

De la misma forma es importante, en particular, que los jóvenes sean considerados iguales frente al diálogo intercultural e interreligioso: deben tener la misma posibilidad de acceder al conocimiento de su religión y de poder conocer la religión de los demás. Preocupémonos siempre de informarles sobre otras formas de pensar y de creer y disipar así sus miedos. Nosotros nos enriquecemos cada uno con las formas de pensar del otro, compartiendo lo mejor de nuestras tradiciones espirituales. No se trata de hacer concesiones a la verdad, sino de conocer al otro, de escucharle, de reconocer lo que tenemos en común y de poner este saber hacer – saber vivir – a disposición de todos.

Existe un humanismo europeo de origen cristiano. Ciertamente, no hay que minusvalorar la presencia de los judíos, la aportación de la filosofía árabe, los interrogantes de la ilustración, pero es el cristianismo el origen de muchas instituciones europeas: la escuela, la universidad, los hospitales. Este humanismo europeo ha podido hacer posible, con la excepción de una gran parte del siglo pasado, el debate entre fe y razón. Un humanismo abierto a la trascendencia que, aún hoy, a pesar del secularismo y el relativismo ambientales, permite a los cristianos – y a los creyentes en general – de recordar la prioridad de la ética sobre las ideologías del momento, el primado de la persona sobre las cosas, la superioridad del espíritu sobre la materia.

Me vuelve a la mente lo que dijo Paul Valéry en una conferencia que dió en la universidad de Zürich, a finales del 1922: “Existe Europa allí donde las influencias de Roma en la administración, de Grecia sobre el pensamiento, del cristianismo sobre la vida interior se hacen notar los tres”.

En Europa, ninguna religión puede pretender imponerse con la astucia o con la fuerza. En Europa se dialoga. En Europa la religión no sólo se hereda, sino que cada vez más a menudo se elige. Y dado que las religiones son también culturas, ¡Europa sigue siendo hoy un crisol del vivir juntos del que Estrasburgo es laboratorio y símbolo!

Por ello es oportuno que no falten nunca espacios de escucha y de compartir, como el que nos reúne esta mañana. Estos nos permiten conocer el verdadero rostro de las religiones. Auguro que el Consejo de Europa tenga siempre el valor de tomar las decisiones concretas necesarias para promover – y si es necesario defender – la libertad de religión, para denunciar toda forma de persecución, de violencia y de discriminación por motivos religiosos, en Europa y en cualquier parte del mundo.

Como creyentes, se nos ofrece un inmenso taller para trabajar juntos, en el marco del diálogo ecuménico, del diálogo interreligioso, y también con todos los que caminan hacia el Absoluto. ¡Hagamos de modo que nunca el nombre de Dios sea invocado para justificar discriminaciones y violencias!

Dejaré la tarea de concluir mi discurso al cardenal Joseph Ratzinger. En su discurso de recibimiento en la Academia de las ciencias morales y políticas del Institut de France, el 6 de noviembre de 1992, afirmaba: “No corresponde a la Iglesia ser un Estado o una parte del Estado, sino más bien una comunidad basada en convivviones (…) Debe, con la libertad que le es propia, dirigirse a la libertad de todos, de modo que las fuerzas morales de la historia sigan siendo las fuerzas del presente y que resurja siempre nueva esta evidencia de los valores sin la cual la libertad común no es posible”.

[Traducción del texto en italiano de L'Osservatore Romano por Inma Álvarez]

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Liturgia de las horas en la memoria de Lolo
El beato Manuel Lozano Garrido
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos los textos que ha aprobado la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos para el día de la memoria litúrgica del beato Manuel Lozano Garrido, más conocido como Lolo, el 3 de noviembre.

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Nació en Linares (Jaén) el 9 de agosto de 1920. Perteneció a la Acción Católica y con 16 años expuso su vida por distribuir la Eucaristía en los años de la persecución religiosa, motivo por el que fue encarcelado. Durante más de 28 años sufrió a causa de la enfermedad que lo llevó a la parálisis total y a la ceguera. Supo superar sus dolores con alegría, profunda oración e intensa vida de fe, dedicándose al periodismo y siendo un fecundo escritor. Fundó la obra pía "Sinaí: grupos de oración por la prensa". Murió en Linares el 3 de noviembre de 1971.

Oficio de lectura


 

Segunda lectura

De los escritos del beato Manuel Lozano Garrido

(Oración ante una mano agujereada, Prensa Asociada, 8 de abril de 1963)

Tu palma agujereada, un símbolo


 

Sobre la cabecera de mi cama hay un crucifijo muy grande. Desde hace unos días vengo notando que tiene flojo uno de los clavos y al fin me he dicho "de hoy no pasa". En efecto, ahora le tengo ya sobre la mesa camilla y, uno a uno, he ido desprendiendo los tres, y ya los guardo dentro de la mano.

La verdad es que nunca, Jesús, me he visto tan cerca de tu figura. Tan juntos estamos que se me ha ocurrido que el ventanal de tus manos son unas buenas lentes, las mejores, para ver y certificar la verdad del mundo.

Uno va a las culturas que dejaron alguna huella en la sensibilidad del mundo y se queda con cierta gracia que se desconcha por la fuerza de tu sentimiento. "El Pensador" de Rodin es un hombre "recipiente" que, incluso, ha de apuntalar con la mano en la barbilla de su debilidad de criatura cerrada; "El Discóbolo" de Mirón está quieto en un puro narcisismo de los músculos; "El Moisés" de Miguel Ángel sí es ya un personaje que "se sale", pero lo que se derrama es un duro centellear de Júpiter que truena.

Lo tuyo es otra cosa, aparte de que no eres una estatua, sino algo muy profundo, prolongado y hasta eternamente vivo. Alientas tan dándote, tan hacia fuera, que te manifestaste desnudo, para no quedarte siquiera con una hilacha. Tus costillas están al viento; es más, tu pecho tiene un boquete de aire para dar salida al corazón y no se amortigüe la ternura cuando una cabeza busque apoyo.

Puestos a elegir..., a ver si hay una postura de amor más sincera que la de los brazos abiertos. Así, los dos en línea recta y con las palmas hacia delante se está en las estaciones de ferrocarril, cuando el hijo llega de la mili o cuando esperamos a la mujer que viene de operarse, y en el quicio de la puerta, al amanecer, adivinando el punto lejano que se acerca por el camino y adelantándole la prodigalidad de tu padre. Tú, más atornillado por los clavos para marcar bien las perpendiculares. Miserable de mí que me apego a un mechero de butano, al lapicero de cuatro colores y los dos azucarillos del café, cuando Tú, de haber fumado, no hubieras podido disponer ni del cigarrillo de los condenados. Dime: ¿Dónde tienes los bolsillos? ¿Con qué te abrigas si hace frío? ¿No te va a dar fiebre si hasta has despilfarrado toda la sangre? Tu palma agujerada un símbolo.

Todo lo que pienso y eres viene a resumirse en tu mano. Yo, ahora, te cojo con mucho mimo por la muñeca y ya no veo sino el tremendo hoyo que te han hecho. Es como una alcancía al revés, donde las monedas salen y andan fuera como Juan por su casa. Lo que quiere decir que el que se asome a tus heridas ha de contar ya con que eres un hombre sin "blanca".

Como toda la riqueza se ha escanciado por ahí, tu llaga tiene un aire dulce y rumoroso de caño de fuente en el bosque, y es perfectamente redonda, como una hostia, como una ofrenda, como la sublime inmolación que realmente es, y tiene los bordes encendidamente rojos, como un signo triunfal, como la esperanza que late en el más bello amanecer.

Bueno, y ya puesto a mirar el mundo, ¿cómo he de decir lo que veo? Puede que sea lo de siempre, los mismos hombres y los mismos paisajes, pero en bonito, como cribado por una guía turística. Con todo, eso es lo de menos; lo importante es la varita mágica que ha transverberado el giro de las ideas y las relaciones de las criaturas. Se toma un hombre cualquiera, un harapiento, por ejemplo, y hasta en su ropa gastada hay un no sé qué de piedra filosofal, de filón de oro. Todos, todos, hasta los que piden limosna, son ricos, inmensamente millonarios. Además, aunque haga frío o calor, por dentro viven en primavera, como unos árboles repletos de frutos que ya pintan. Ni que decir que es Tu cosecha, esa siembra de Ti mismo que hiciste una tarde desde un repecho de Judea.

Luego viene este otro clima de domingo y de misa. Lo que se ve es un mundo como en vilo y, como lo estamos viendo desde una ventana redonda, se nota enseguida la verdad del ofertorio tuyo con los hombres, esa sensación de un cielo con peldaños por el que suben todos dándole el brazo a un hermano mayor. Señor, yo he visto en mi pueblo cuando arrancan los tocones de los olivos: tiran con furia, sin andarse con chiquitas; y diría que también he escuchado a la vez el gemido alucinante del suelo que se desgarra. Ser generosos cuesta, duele y hasta deja un vacío; pero este dolor es el martirio santo de todas las redenciones y ese hueco es la venturosa nostalgia y la succión que da cuenta de la inminencia de tu llegada.

Manirroto mío, loquito despilfarrador, yo quiero vivir también tu alergia a los bancos; ser lo mismo de dilapidador del corazón que Tú; parecido a esa criatura que se arranca las ilusiones y los deseos, los sube hasta lo alto para que el Padre los acepte sonriendo y luego deja que se derramen por las palmas para que se siembren y germinen bajo los pies de los hombres.

2Timoteo 4, 7-8 Filipenses 3, 8.10

Responsorio

R/ He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. * Ahora me aguarda la corona merecida.

V/ Todo lo estimo pérdida para conocer a Cristo, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma suerte. * Ahora me aguarda.

Oración


 

Oh Dios, que en el corazón del beato Manuel, has infundido una gran alegría y sencillez para que en el sufrimiento irradiase el sentido salvífico del dolor, concédenos, por su intercesión y ejemplo, anunciar dignamente el Evangelio con obras y palabras. Por nuestro Señor Jesucristo.


 


 

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Carta pastoral sobre el Sacramento de la Penitencia (III)
Por monseñor Vicente Jiménez, obispo de Santander (España)

 SANTANDER, miércoles 13 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a nuestros lectores la tercera entrega de la carta pastoral sobre el sacramento de la penitencia que ha escrito el obispo de Santander (España), monseñor Vicente Jiménez Zamora, y en la que analiza el por qué de la crisis en la práctica de este sacramento.

La primera parte se publicó en el servicio del lunes (www.zenit.org/article-38924?l=spanish), y la segunda, en el del martes (www.zenit.org/article-38926?l=spanish).



 

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5. Hacia la recuperación de la práctica del sacramento de la Penitencia.

No se nos ocultan las grandes dificultades con que nos encontramos en este campo de la recuperación del sacramento de la Penitencia y la inmensa tarea que tenemos por delante. Por eso una de las prioridades pastorales debe ser trabajar para que el Pueblo de Dios redescubra este sacramento. En este apartado propongo y recomiendo algunas pistas para el camino, adaptadas a nuestra situación,  que ya se indicaban de alguna manera en la Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal Española sobre el sacramento de la Penitencia, Dejaos reconciliar con Dios (Madrid, 10-15 de abril de 1989).

Situar la pastoral de la Penitencia dentro de la evangelización

La relación entre la fe y el perdón de los pecados es una de las afirmaciones fundamentales del Nuevo Testamento, y una vivencia constante de la Iglesia. Desde los comienzos de la predicación de Jesús se manifiesta una identidad entre la conversión y la fe en el Evangelio (cfr. Mc 1,15).Jesús mismo perdonaba los pecado al ver la fe de los que acudían a Él (cfr. Mc 2, 5). El proceso de la penitencia y de la conversión es un despertar de la fe y del amor hacia Dios, que siempre nos espera y nos busca para ofrecernos el perdón en Jesucristo. Por eso toda la pastoral de la Penitencia tiene que estar apoyada en una predicación de la “palabra de la fe” (cfr. Rom 10, 8).

Una Iglesia evangelizada y evangelizadora se convierte en una Iglesia reconciliada y reconciliadora. Existe una conexión entre evangelización y conversión-fe. Por eso si falla la evangelización, falla también las dimensión de la reconciliación y penitencia en la vida personal de los creyentes y de las comunidades cristianas. De ahí que impulsar una pastoral viva y fuertemente evangelizadora sea el mejor camino para promover una renovación del sacramento de la Penitencia.

En este sentido, avivar las raíces de la vida cristiana, fortalecer la experiencia teologal y religiosa, intensificar la vida espiritual, la oración, etc., son condiciones fundamentales para descubrir el don de Dios que  sale al encuentro de nosotros, esclavizados por el pecado. Sin experiencia teologal no hay sentido del pecado, ni urgencia de conversión, ni necesidad de conversión.

Catequesis sobre el sacramento

Otro camino para la renovación de la pastoral del sacramento de la Penitencia es realizar una catequesis íntegra y clara, sin ambigüedades, sobre este sacramento, según la doctrina de la Iglesia, que recoge el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. CEC, 1422-1498). Los sacerdotes, padres, catequistas, profesores de Religión y educadores tienen aquí una labor importante ante los niños, adolescentes, jóvenes y adultos.

De este modo los fieles llegarán a comprender, entre otras cosas, qué nombres recibe este sacramento;  por qué hay un sacramento del perdón después del Bautismo; qué es el pecado, cuál es la importancia y el valor del sacramento de la Penitencia en nuestro proceso de conversión y santificación; cómo este sacramento nos sana de las rupturas que produce el pecado con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con la creación; cuáles son los actos del penitente para una correcta confesión; cómo hacer un buen examen de conciencia; quién es el ministro del sacramento y por qué; cuales son los efectos de este sacramento, etc. No  olvidemos que una catequesis bien hecha, conducirá a nuestros fieles no sólo a conocer el sacramento de la Penitencia, sino también a amarlo y después a practicarlo.

Uno de los buenos actos, que se pueden programar durante la Cuaresma, es la realización en nuestras parroquias y comunidades cristianas de unas catequesis sobre el sacramento de la Penitencia, según la doctrina de la Iglesia y  en el sentido que se indica en esta carta pastoral.

La Palabra de Dios en el sacramento de la Penitencia

La iniciativa y gratuidad del perdón y de la misericordia de Dios en el sacramento de la Reconciliación, como en todos los sacramentos, se manifiesta en el lugar central y primordial que la Palabra de Dios tiene en la celebración litúrgica, tal como ha puesto de relieve el Nuevo Ritual de la Penitencia. Esta importancia dada a la Palabra de Dios abre al sacramento y a su celebración a nuevas posibilidades pastorales, que han de ser tenidas en cuenta.

El Papa Benedicto XVI, en la reciente Exhortación apostólica Verbum Domini ha puesto de relieve la relación entre la Palabra de Dios y la Eucaristía, pero subraya también la importancia de la Sagrada Escritura en los demás sacramentos, especialmente en los de curación: Penitencia y Unción de los enfermos. Sobre este punto el Papa escribe: “Con frecuencia, se descuida la referencia a la Sagrada Escritura en estos sacramentos. Por el contrario, es necesario que se le dé el espacio que le corresponde. En efecto, nunca se ha de olvidar que “la Palabra de Dios es palabra de reconciliación porque en ella Dios reconcilia consigo todas las cosas (cfr. 2 Cor 5, 18-20, Ef 1, 10). El perdón misericordioso de Dios, encarnado en Jesús, levanta al pecador”. “Por la Palabra de Dios el cristiano es iluminado en el conocimiento de sus pecados y es llamado a la conversión y a la confianza en la misericordia de Dios”. Para que se ahonde en la fuerza reconciliadora de la Palabra de Dios, se recomienda que cada penitente se prepare a la confesión meditando un pasaje adecuado de la Sagrada Escritura y comience la confesión mediante la lectura o la escucha de una monición bíblica, según lo previsto en el Ritual. Además, al manifestar después su contrición, conviene que el penitente use una expresión prevista en el Ritual, “compuesta con palabras de la Sagrada Escritura”. Cuando sea posible, es conveniente también que, en momentos particulares del año, o cuando se presente la oportunidad, la confesión de varios penitentes tenga lugar dentro de celebraciones penitenciales, como prevé el Ritual, respetando las diversas tradiciones litúrgicas y dando una mayor amplitud a la celebración de la Palabra con lecturas apropiadas”[10].

Formación de la conciencia y del sentido del pecado

En nuestra época, a causa de múltiples factores, está oscurecida gravemente la conciencia moral de muchos hombres. “¿Tenemos una idea justa de la conciencia?. ¿No vive el hombre contemporáneo bajo la amenaza de un elipse de la conciencia, de una deformación de la conciencia, de un entorpecimiento o de una “anestesia” de la conciencia?”[11].

En la actual situación de pérdida del sentido del pecado, es necesario que los sacerdotes y los catequistas formen bien a los fieles cristianos en el auténtico sentido religioso del pecado como ruptura consciente, voluntaria y libre de la relación con Dios, con la Iglesia, con nosotros mismos y con los demás y con la creación.

Una exposición clara sobre el misterio del pecado la encontramos en la citada Exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia, en el capítulo primero de la segunda parte, en que el Papa Juan Pablo II escribe sobre  la desobediencia a Dios; la división entre los hermanos; pecado personal y pecado social, mortal y venial; pérdida del sentido del pecado[12].

Para la formación de la conciencia moral reviste una importancia particular insistir en el sentido de la responsabilidad personal. En el origen de toda situación de pecado hay siempre hombres pecadores con su responsabilidad personal. La conversión reclama la responsabilidad personal e intransferible de cada uno.

Trabajar en la formación de la conciencia moral, especialmente de los niños y jóvenes, es una acción decisiva para la recuperación del sacramento de la Penitencia. Una falta de formación  de la conciencia trae inevitablemente una pérdida del sentido del pecado y con ello el abandono de la confesión sacramental. La formación de la conciencia es imprescindible en nuestros días en que vivimos sometidos a múltiples influencias negativas y somos tentados a preferir nuestro propio juicio al plan de Dios y a la ley moral, que es el camino de nuestra libertad y de nuestra realización personal.

Respetar las normas  de la Iglesia

Una verdadera renovación de la pastoral de la Penitencia exige respetar la disciplina penitencial de la Iglesia prescrita en el nuevo Ritual de la Penitencia promulgado por el Papa Pablo VI después del Concilio Vaticano II.

Entre nosotros no faltan algunos abusos en el recurso a las absoluciones generales o colectivas en la celebración del sacramento de la Penitencia. Consciente de mi responsabilidad de Obispo como moderador de la disciplina penitencial en la Iglesia particular[13], recuerdo a todos los diocesanos y especialmente a los sacerdotes, la doctrina y normas de la Iglesia sobre la celebración del sacramento de la Penitencia, contenidas sintéticamente en el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1480-1484).

El Ritual de la Penitencia establece tres formas de celebración: rito para reconciliar a un solo penitente; rito para reconciliar a varios penitentes con confesión y absolución individual; y rito para reconciliar a muchos penitentes con confesión y absolución general.

Por lo que se refiere al tercer rito (absoluciones generales o colectivas) hay que evitar toda arbitrariedad y abusos. Solamente al Obispo  corresponde valorar si existen en la Diócesis en concreto las condiciones que la ley canónica señala para el uso de la tercera forma (CIC, cn. 961).

La Conferencia Episcopal Española estableció una serie de criterios, aprobados por la Santa Sede, según los cuales “estima que, en el conjunto de su territorio, no existen casos generales y previsibles en los que se den los elementos que constituyen la situación de necesidad grave en la que se puede recurrir a la absolución sacramental general” (CIC, cn. 961 &1.2)[14]. En nuestra Diócesis tampoco existen casos generales y previsibles en los que se den los elementos constitutivos de necesidad grave. Por tanto, la forma ordinaria de reconciliación sacramental que debe facilitarse por todos los medios a los fieles, es y seguirá siendo la confesión individual en las dos primeras formas establecidas en el ritual de la Penitencia.

La doctrina de la Iglesia volvió a ser recordada por el Papa Juan Pablo II en la Carta apostólica Misericordia Dei, en forma de ‘motu proprio’, sobre algunos aspectos de la celebración del sacramento de la Penitencia, publicada en el Boletín del Obispado de Santander[15].

En espíritu de profunda comunión con el Santo Padre y en corresponsabilidad con mis hermanos Obispos, dispongo que estas normas sobre la celebración del sacramento de la Penitencia sean conocidas, tenidas en cuenta y observadas por todos en nuestra Diócesis. “Se trata de hacer efectiva y de tutelar una celebración cada vez más fiel, y por tanto más fructífera, del don confiado a la Iglesia por el Señor Jesús después de la resurrección” (cfr. Jn 20, 19-23)[16].

La fidelidad siempre renovada a las normas y disciplina de la Iglesia es  una exigencia de la  comunión eclesial, que favorece la unidad entre los sacerdotes en las distintas parroquias y unidades pastorales de nuestra Diócesis, la vida espiritual de los fieles y la santidad de la Iglesia.

Disponibilidad para oír confesiones

Los sacerdotes debemos mostrarnos disponibles para celebrar el sacramento de la Penitencia cada vez que nuestros fieles nos lo pidan de manera razonable. Tengamos horarios fijos  en nuestras parroquias y comunidades cristianas, donde los fieles puedan encontrarnos con facilidad en los confesonarios. En una palabra, dediquemos tiempo y energías para escuchar las confesiones de los fieles.

El ejemplo del Santo Cura de Ars debe ser un estímulo para nosotros los sacerdotes. El Papa Benedicto XVI, en su carta de proclamación del Año Sacerdotal, con motivo del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, destacaba su  dedicación continua  a este precioso y eficaz ministerio de la reconciliación. “Los sacerdotes  -escribía el Santo Padre Benedicto XVI -  no deberían resignarse nunca a ver vacíos sus confesonarios ni limitarse a constatar la indiferencia de los fieles hacia este sacramento. En Francia, en tiempos del Santo Cura de Ars, la confesión no era ni más fácil ni más frecuente que en nuestros días, pues el vendaval revolucionario había arrasado desde hacía tiempo la práctica religiosa. Pero él intentó por todos los medios, en la predicación y con consejos persuasivos, que sus parroquianos redescubriesen el significado y la belleza de la Penitencia sacramental, mostrándola como una íntima exigencia de la presencia eucarística. Supo iniciar así un “círculo virtuoso”.  Con su prolongado estar ante el sagrario en la iglesia, consiguió que los fieles comenzasen a imitarlo, yendo a visitar a Jesús, seguros de que allí encontrarían también  a su párroco, disponible para escucharlos y perdonarlos. Al final, una muchedumbre cada vez mayor de penitentes, provenientes de Francia, lo retenía en el confesonario hasta 16 horas al día. Se comentaba que Ars se había convertido en “el gran hospital de las almas”[17].

Recojo aquí la severa advertencia del Cardenal Joachim Meisner, Arzobispo de Colonia: “La pérdida del sacramento de la Penitencia es la raíz de muchos males en la vida de la Iglesia y en la vida del sacerdote. Y así la llamada crisis del sacramento de la Penitencia no se debe sólo a que la gente no vaya a confesarse, sino a que nosotros, sacerdotes, ya no estamos presentes en el confesonario. Un confesonario en el que está presente un sacerdote, en una Iglesia vacía, es el símbolo más conmovedor de la paciencia de Dios que espera. Así es Dios. Él nos espera toda la vida […] Si nos falta en gran parte este ámbito esencial del servicio sacerdotal, entonces caemos fácilmente en una mentalidad funcionalista o en el nivel de una mera técnica pastoral”[18].

Dignidad del confesonario en las iglesias y ornamentos

El sacramento de la Penitencia se administra en el lugar y la sede que determina el derecho (cfr. CIC, cn. 964). Ha de evitarse por todos los medios que las sedes para el sacramento de la Penitencia o confesonarios estén colocados en los lugares más oscuros de las iglesias, como en ocasiones sucede. La misma estructura del confesonario tal y como es en bastantes casos no favorece la celebración del sacramento, que es un encuentro con Dios, un tribunal de misericordia y una fiesta de la reconciliación. Por eso y para dar todo el relieve necesario al encuentro penitencial, debe cuidarse la estética, funcionalidad y discreción de la sede para oír confesiones. Con estos criterios será oportuna una revisión inteligente y respetuosa, sobre todo, cuando se trate de muebles con valor artístico, de los confesonarios actuales en uso.

Es importante recordar el respeto que se debe tener a este sacramento y la dignidad con la que debe celebrarse, incompatible con algunos usos y costumbres que se manifiestan, a veces, en la manera de vestir o de comportarse el sacerdote durante la celebración. En este sentido recuerdo que los ornamentos propios para celebrar la reconciliación individual en la iglesia u oratorios son el alba y la estola.

Conclusión

Al escribir esta carta pastoral sobre el sacramento de la Penitencia dirigida a todos los diocesanos, especialmente a los sacerdotes, cumplo con mi deber de Obispo para contribuir a la fiel custodia de este sacramento en la Iglesia, “sacramento de la unión íntima con Dios y de todo el género humano”[19], y  para fomentar su celebración digna y fructuosa.

Todos necesitamos de la conversión y del sacramento de la Penitencia, pues todos somos pecadores. Por eso “en nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Cor  5, 20). Estas palabras siempre actuales resuenan con especial fuerza en el umbral y en los días de la Cuaresma, urgiéndonos a abrir el corazón arrepentido para acoger la misericordia de Dios, el único que puede obrar la reconciliación en el hombre y en el mundo, para el nacimiento del hombre nuevo y la civilización del amor.

El sacramento de la Penitencia, que tanta importancia tiene para la vida del cristiano y para la renovación de nuestras comunidades, actualiza la eficacia del misterio pascual de Cristo, centro de la reconciliación.

Que María, “refugio de los pecadores”,  nos alcance de su divino Hijo la fuerza, el aliento y la esperanza para redescubrir y vivir la belleza y la rica realidad de la reconciliación y de la penitencia.

            Santander, 11 de febrero de 2011

Memoria litúrgica de Ntra. Sra. de Lourdes

  

+ Vicente Jiménez Zamora

Obispo de Santander

[10] Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 61.

[11] Juan Pablo II, Exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 18.

[12] Ibidem, 14-18.

[13] Cfr. Vaticano II, Lumen Gentium, 26.

[14] BOCEE, 6, 1989, 59.

[15] Cfr. Boletín Oficial del Obispado de Santander, mayo 2002, págs. 53-61.

[16] Juan Pablo II, Carta apostólica, Misericordia Dei, introducción, g.

[17] Benedicto XVI, Carta en la proclamación del Año Sacerdotal (16 de junio de 2009), 11.

[18] Cardenal Joachim  Meisner, Arzobispo de Colonia, Conferencia Conversión y misión, en el Encuentro Internacional de sacerdotes en la conclusión del Año Sacerdotal, 19 de junio de 2010, nn. 11 y 12.

[19] Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 1.


 

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