MIguel Olartua Lastra, Obispo de Iquitos (Perú)

«El cristianismo de Perú es mejor; como el de España de hace 40 años»

«En la Iglesia, como en todo, quienes ostentan el poder no son siempre los más capacitados»

Redacción, 19 de abril de 2011 a las 08:32
 

El bilbaíno Miguel Olaortua Lastra ha cumplido con el refrán. Fue monaguillo antes que fraile -agustino en su caso-, y ha ejercido durante veintiún años la dirección del colegio de la orden en Zaragoza. Su siguiente destino implica todo un reto en su trabajo espiritual. Cambia la capital aragonesa por la Amazonía peruana. El pasado fin de semana fue consagrado obispo de Iquitos en la iglesia de San José, allí donde, cuando era niño, prestó sus servicios como asistente del cura párroco y dio primera forma a su vocación religiosa. Lo entrevista Gerardo Elorriaga en El Correo.

- ¿Se ve preparado para ejercer su magisterio en plena selva?

- Ha sido una sorpresa. Supone un cambio de vida radical. En Zaragoza éramos dieciséis, mientras que de obispo de Iquitos permaneces solo, únicamente acompañado por un secretario, aunque esté volcado en la gente. La cultura es distinta y se trata de una misión. La función pastoral en el Sur está vinculada también a una función social.

- También tiene repercusiones sociales y políticas.

- La vida pastoral será parecida, pero mucho más agradecida porque el cristianismo de allí está como en España hace cuarenta años, con comunidades mucho más vivas, más jóvenes y participativas. La figura del obispo tiene otras connotaciones y fortalezas más sociales y políticas, porque hablamos de una autoridad muy reconocida que tiene que estar en comunión con todos los organismos sociales y políticos.

- ¿Conoce su destino?

- Estuve hace dos veranos organizando un voluntariado misionero para la gente que iba desde nuestra tierra. Fue una experiencia muy grata, uno sale enamorado de Iquitos y del trato que te dispensan, pero reconozco que pesa el cargo y la responsabilidad que vas a asumir.

- Existe un conflicto entre las petrolíferas y los nativos, que ven amenazada su tierra y su vida.

- No es un problema excesivamente grande. Ahora estamos pendientes de la segunda vuelta de sus elecciones. La función de la Iglesia es defender los derechos de las personas, en este caso indígenas. Por encima del interés económico y político se encuentran los derechos humanos, y nuestra labor es que se respete la vida, la ecología, los bienes naturales, que no se avasalle a los individuos.

- La jerarquía católica en Sudamérica ha recibido críticas por su manifiesta connivencia con regímenes militares, pero también por su ideología de izquierdas. ¿Qué opina de esta doble postura?

- Todos los extremos son malos. Nuestra posición es la del Evangelio, que es clara. No podemos tener otra bandera que no sea la del Evangelio y habrá que dar la razón a unos y otros, según el caso, independientemente de ideologías. Lo importante es la persona y no podemos renunciar a eso frente a intereses económicos. Eso es Evangelio puro.

- Pedro Barreto, obispo de en los Andes peruanos, lucha contra la brutal contaminación de las empresas mineras. ¿Es su ejemplo?

- Estamos en Semana Santa y la postura de Cristo fue dar la vida por el ser humano. No podemos quedarnos dentro del templo. El lugar de la Iglesia es donde están las personas. El sacerdote tiene que estar con el pueblo allí donde se necesite escuchar la voz de Dios.

- ¿No molestará a los creyentes una autoridad extranjera?

- Alguno puede pensarlo, pero llega un agustino y llevamos allí más de un siglo. ¿Sería más normal que fuera un nativo? Depende de la Santa Sede. Ahora bien, también creo que es bueno que vaya alguien imparcial a anunciar el Evangelio y sé que me esperan con ilusión.

- En toda profesión existe la ilusión de progresar. Cuando alguien se ordena, ¿sueña con ascender y vestir los hábitos morados?

- En mi caso, no. Normalmente, lo que piensas es en estar lo más feliz contigo mismo cumpliendo la misión que te han encomendado o buscando el tipo de misión que te gusta. En la Iglesia, como en otras instituciones, a veces, quienes ostentan el poder no son necesariamente los más capacitados. El cargo suele recaer en personas que no lo ambicionan, sino que sólo han pretendido servir al pueblo de Dios.