Agrelo, los "herejes" y los lugares públicos

"A todos los puedo llamar hermanos"

"Jesús llamó hermanos suyos a Pedro el de las negaciones, a los discípulos que lo habían abandonado"

Santiago Agrelo, 26 de abril de 2011 a las 11:46

 

(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).- Alguien -pseudónimo Strauch- me ha pedido explicaciones:
"Me gustaría que Monseñor Agrelo me explicara qué piensa de San Juan, que entrando en Éfeso a un baño público con sus discípulos, les mandó salir de allí inmediatamente, pues viendo allí al hereje Cerinto, temió que el edificio se les viniera encima.
El episodio lo cuenta su discípulo san Policarpo, quien aprendió bien la lección, pues cuando en Roma le saludó el hereje Marción, preguntándole: "¿Me conoces?", Policarpo le respondió: "Te conozco, primogénito de Satanás". ¿Consideraría Monseñor a Cerinto y a Marción como hermanos en la fe? Me gustaría que me lo explicase".

Aunque no debiera dárselas, sencillamente porque me las pide desde el anonimato, se las daré porque, con nombre o sin él, con identidad o sin ella, detrás de la pregunta hay una persona, un hijo de Dios, y no seré yo quien le dé una piedra a quien me pide un pan.

Como comprenderá, hermano mío, no dispongo aquí de los elementos necesarios para discernir la autenticidad de las anécdotas a las que usted se refiere. Así que me limitaré a asumirlas como si fuesen verdad.

Supongo que mi interlocutor sabrá distinguir lugares y tiempos. Aquí y hoy, ni usted ni Juan el Teólogo temerían que la presencia de un hereje en un lugar público pusiese en peligro la estabilidad del edificio. Aquí y hoy, el mártir Policarpo sabría que sus palabras a Marción -si son suyas- no serían las apropiadas para llegar al corazón de un hombre y llamarlo a conversión.

Jesús llamó hermanos suyos a Pedro el de las negaciones, a los discípulos que lo habían abandonado en la noche de la entrega, a unos hombres que seguramente habían perdido la fe en él.
Hoy he proclamado ese evangelio en la celebración eucarística, y cuando oí el mandato de Jesús a María: "Anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro»", le aseguro a usted que ya no pensé en aquellos discípulos, sino en mí mismo.

Y me supe hermano de Cristo resucitado, no por opción mía, sino por designación suya, por puro amor suyo. Comprenda usted que, si a mí el Señor me llama hermano, yo no pueda dejar de llamar con ese nombre a ninguno de aquellos por los que Cristo ha dado su vida.

Una última cosa, hermano Strauch: Ni a Cerinto, ni a Marción, ni tampoco a usted, les podría llamar "hermanos en la fe". No se lo llamaría a ellos, porque de la fe se apartaron ostensiblemente. No se lo puedo llamar a usted porque no sé quien es ni sé lo que cree. Pero a todos los puedo llamar hermanos, y si alguno de ellos se perdiese, algo de mí mismo se habría perdido