4.05.11

Un silogismo para católicos en tiempos electorales

A las 12:25 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Doctrina Social y Política
 

En este breve artículo presentaré un silogismo que busca orientar el voto de los ciudadanos católicos.

Parto de la siguiente premisa mayor: un ciudadano católico no puede lícitamente votar a favor de un candidato, sector o partido político que promueve la legalización del aborto.

Es cierto que tampoco los ciudadanos no católicos pueden lícitamente emitir un voto semejante; pero eso, pese a ser verdad, queda fuera del ámbito de consideración de mi artículo. Si ningún ciudadano puede lícitamente votar de esa manera, con mayor razón aún tampoco puede hacerlo ningún ciudadano católico.

Me refiero aquí a la licitud moral del voto, no a su licitud jurídica. Esta premisa mayor puede ser demostrada tanto filosóficamente (es decir, apelando a la razón humana natural) como teológicamente (es decir, apelando a la razón iluminada por la fe sobrenatural). Para mayor brevedad, me atendré aquí a la vía teológica, apelando a la autoridad del Magisterio de la Iglesia Católica:

Cuando en ámbitos y realidades que remiten a exigencias éticas fundamentales se proponen o se toman decisiones legislativas y políticas contrarias a los principios y valores cristianos, el Magisterio enseña que «la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral».” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 570).

De esta doctrina católica se deduce fácilmente la premisa mayor referida, puesto que el respeto del derecho humano a la vida es un contenido fundamental de la moral.

Nuestro silogismo continúa con la siguiente premisa menor: el candidato, sector o partido político X promueve la legalización del aborto.

Esta premisa puede ser demostrada con base en hechos públicos y notorios. Basta informarse correctamente sobre las propuestas de cada candidato, sector o partido político y sobre sus respectivos historiales de votos sobre los proyectos de ley referidos a la legalización del aborto.

Evidentemente, el silogismo termina en la siguiente conclusión: un ciudadano católico no puede lícitamente votar a favor de X.

Para evitar esta conclusión, es preciso rechazar una doctrina católica (lo cual no debe hacer ningún católico), o bien rechazar hechos públicos y notorios (lo cual no debe hacer ningún ciudadano informado), o bien rechazar las leyes de la lógica (lo cual no debe hacer ningún ser racional).

Nótese que, aunque en general los Pastores de la Iglesia se limitan a enseñar la premisa mayor, ellos suponen que los fieles católicos están suficientemente capacitados para informarse acerca de los hechos que fundamentan la premisa menor y para deducir por sí mismos la necesaria conclusión.

La objeción más común al argumento aquí presentado es la siguiente: el tema del aborto no puede ser el único que tomemos en consideración para definir nuestro voto. A esto cabe responder, ante todo, dos cosas:

1. El derecho a la vida es en cierto modo el derecho humano más fundamental, en el sentido de que es un prerequisito para el goce de todos los demás derechos humanos. Y el aborto voluntario (con unos 100 millones de víctimas por año en todo el mundo) es la mayor lacra moral de nuestra época.

2. La validez del argumento aquí presentado es independiente de la validez de todos los otros argumentos que podamos tomar en consideración para definir nuestro voto. Supongamos, por ejemplo, que hubiera sólo cuatro partidos políticos (A, B, C y D) y que nuestro argumento sobre el aborto descartara la licitud moral del voto por A o por B. Supongamos además que, mediante otras consideraciones (por ejemplo, referidas a la justicia social), llegáramos a concluir con verdad y certeza que el voto por C o por D es moralmente inadmisible. En este caso necesariamente deberíamos votar en blanco. Sería completamente absurdo razonar así: como todas las opciones disponibles son moralmente ilícitas, volvemos a fojas cero y podemos votar por cualquiera de ellas. Esa forma de razonar, además de ser profundamente ilógica, olvida que siempre existe la posibilidad de votar en blanco. El voto en blanco puede tener un sentido de protesta o de rechazo de todas las opciones disponibles, lo que en nuestro caso hipotético estaría justificado.

Daniel Iglesias Grèzes