16.05.11

Alexia, la película, o el sentido sobrenatural del dolor

A las 12:56 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe
 

Jesús, que yo haga siempre lo que tú quieras

Alexia

Lo bueno de los beatos y los santos de nuestra época es que tenemos muchas pruebas de lo que fueron y de lo que hicieron. No tenemos, por eso, que limitarnos a lo que antiguas actas nos digan que determinados testigos vieron hacer esto o lo otro a tal o cual persona y que, luego, otros hechos extraordinarios determinaron su subida a los altares.

No. Ahora mismo, gracias a Dios y a la inteligencia que donó al ser humano, tenemos medios suficientes como para, digamos, palpar la vida de cualquiera. Eso pasa, por ejemplo, con Alexia González Barros, joven que, tras pasar por una grave enfermedad falleció el 5 de diciembre de 1985, con catorce años, y de la cual la Iglesia católica tiene abierta una causa de beatificación (abierta el 30 de junio de 1994 y habiendo consignado, el 11 de mayo de 2000, en la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos la Positio super virtutibus), pues su fama de santidad ha ido creciendo con el paso de los años.

La jaculatoria que arriba viene puesta es la que salió del corazón de Alexia cuando, ante las dificultades físicas por las que pasaba, se entregó, en cuerpo y alma, a la voluntad de Dios.

Pues bien, el pasado viernes, 13 de mayo, se estrenó el documental “Alexia” que es, por decirlo así, la verdadera narración de la vida de una joven que mostró cómo puede sufrir una enfermedad un hijo de Dios.

Película Alexia

Las personas que conocieron a Alexia la tenían por una joven común en cuanto a las personas de su edad pero bastante extraordinaria en cuanto a lo que una persona puede hacer ante una enfermedad y donde se puede demostrar que el sufrimiento también puede ser cauce de gozo espiritual y de santificación de la vida ordinaria.

Pero lo mejor será que una persona que estuvo en contacto con ella en los momentos más difíciles de su enfermedad, nos ofrezca sus impresiones.

El capellán de la Clínica Universitaria de Navarra, Miguel Ángel Monge atendió a Alexia en la Clínica Universitaria de Navarra, desde su llegada a aquel centro hospitalario hasta su fallecimiento nos deja el siguiente testimonio:

Mi primer encuentro con Alexia tuvo lugar el 13 de junio de 1985, al día siguiente de su ingreso en la Clínica Universitaria de Navarra, de la que soy capellán desde 1982.

Desde aquel día, surgió un trato muy cordial con Alexia y con toda su familia, favorecido, entre otras cosas, porque años antes, en Madrid, ya había conocido y tratado a sus hermanos.

El hecho es que rápidamente hice una gran amistad con la familia González-Barros, que los acontecimientos no han hecho más que acrecentar.

Como capellán tuve la oportunidad, y la fortuna, de visitar a Alexia casi todos los días de su larga enfermedad, hasta que murió el 5 de diciembre de 1985.

Me cupo incluso, el doloroso pero gratísimo deber de celebrar en el velatorio la primera misa por su eterno descanso.

A lo largo de esos seis meses de estancia en Pamplona pude apreciar muchas veces la grandeza de su alma. Por eso me animé a escribir un libro.

¿Qué es lo que más me llamó la atención de su vida?

Alexia dejó en todos los que la tratamos un extraordinario ejemplo de virtud, de heroica aceptación de la enfermedad. Pero antes -para que nadie la considere una criatura extraordinaria, ajena a este mundo-, tengo que decir que era una muchacha sencilla, normal, muy de nuestro tiempo.

Le encantaba leer, escuchar música, vestir bien; e incluso le había gustado un chico con el que se cruzaba durante las vacaciones de verano…

Pero en esa cría normal -con la ayuda de una familia que vive coherentemente su fe cristiana- Dios empieza a actuar desde muy pronto.

A los seis o siete años, cuando hace la genuflexión ante el santísimo, ya le dice al Señor: “Jesús, que yo haga siempre lo que Tú quieras", y cuando llega la enfermedad -una enfermedad dura, con un calvario de sufrimientos- Alexia sabe aceptar plenamente la voluntad de Dios.

No protesta ni se rebela. Por el contrario, ofrece desde el primer momento, con serenidad y alegría, el largo rosario de dolores y limitaciones que la acompañan a lo largo de toda la enfermedad.

Los médicos y enfermeras que la tratan ven en ella -en su aparente fragilidad- una respuesta serena ante el dolor: no se queja, no grita, no llora…

A mí me llamó siempre la atención la constante preocupación de Alexia por los demás: los otros niños enfermos, por las personas que la trataban: médicos, enfermeras, camilleros, auxiliares, etc.

Para todos tiene detalles de cariño y cuando no está destrozada por los efectos de la quimioterapia- a su habitación acuden los niños ingresados buscando su dulce sonrisa.

Un día que me ofreció un bombón, le comenté que me gustaban más los caramelos. Desde entonces, después de cada visita, me recordaba:

- Don Miguel Ángel, no se olvide de coger un caramelo…

Aceptación serena del dolor y constante preocupación por los demás: son las dos cosas que siempre recordaré del ejemplo de Alexia, que me ha servido muchas veces para tratar de ayudar a otros enfermos.”

Por otra parte, al tratarse, éste, de un tema espiritual y lleno de esperanza para el cristiano, la siguiente oración es, digamos, la oración de Alexia:

Dios de piedad y misericordia
que derramaste sobre tu sierva Alexia
gracias abundantísimas
para que, viviendo con fe y sencillez
los acontecimientos de cada día
te siguiera alegremente por el camino de la Cruz,

haz que por su mediación viva yo,
abandonado en tus paternales brazos,
la grandeza de las cosas pequeñas,
haciéndose realidad
también en mí, y en los demás,
la súplica que, desde niña, suscitaste en su alma:
¡Jesús, que yo haga siempre lo que Tú quieras!

Dígnate glorificar a tu sierva Alexia
y concédeme, por su intercesión,
el favor que te pido.

(Pídase)

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Y que así sea, siempre porque así son los santos.

¡Alabado sea Dios que suscita, entre nosotros, testigos como Alexia!

Eleuterio Fernández Guzmán