20.05.11

Estatua a Juan Pablo II, ¡qué cosa más fea!

A las 8:13 AM, por Juanjo Romero
Categorías : General, Italia

Estatua de Juan Pablo II, de Oliviero Rainaldi, en Roma. Fotografía de EFE/MASSIMO PERCOSSI

 

No suelo opinar mucho de artes plásticas —al menos, públicamente—. Quizá porque tiendo a pensar que los ingenieros, a veces, podemos tener el defecto de confundir arte con virtuosismo en el mejor de los casos, o con la utilidad en el peor. A todo lo más que llego es a lo de ‘facebook‘: «me gusta» o «no me gusta».

Sin embargo, creo que coincidiré con casi todos los lectores en que la escultura regalo a Juan Pablo II es fea de narices.

El miércoles el alcalde Gianni Alemanno y el obispo vicario de Roma Agostino Vallini develaron la obra del escultor Oliviero Rainaldi, que fue donada a la ciudad por la fundación Silvana Paolini Angelucci con motivo del 91 aniversario del nacimiento del beato. Estará en la Plaza del Cinquecento a unos metros de la estación Termini.

Es tan horrible que ha sido criticada incluso por L’Osservatore Romano, que con lo que le gusta agradar a todo el mundo es todo un síntoma:

La sugestión de la obra consiste en el abrazo ideal que el pontífice estaba acostumbrado a dar a los fieles de su diócesis y a ofrecer a muchos peregrinos y visitantes.

Pero su rostro situado en la cima de la escultura, tiene sólo un lejano parecido con el Papa. Y, en su conjunto, el resultado no parece a la altura del intento, tanto que sobre el particular ya se levantaron voces críticas.

¡Qué delicadeza!, está visto que nunca podré escribir en el LOR.

Por favor, decidme que no es sólo cosa mía. Conozco varias estatuas, unas me gustan más y otras menos, pero esta parece la decoración de una rotonda soviética. Es probable que simplemente sea que tengo la suerte de disfrutar de dos esculturas en mi querido Madrid que son bastante bonitas.

Estatuas de Juan Pablo II en Madrid

O quizá, como decía el escultor Marco Augusto Dueñas a las preguntas de Bruno:

Hoy en día, muchas veces lo único que se mira es el nombre del artista y, a menudo, se trata de artistas que no son religiosos y no entienden la religión. Esas obras tienen una buena dosis de narcisismo y egocentrismo. Usan un lenguaje que no es religioso. Se consigue un nombre famoso, se paga mucho dinero, pero al final la gente no se acerca a rezar.