25.05.11

 

Créanme ustedes si les digo que a veces me resulta muy difícil contenerme ante determinadas decisiones tomadas por los responsables de la Iglesia. Sobre todo cuando las mismas hacen un daño evidente a la comunión eclesial y a la verdad. El recurso al pataleo sirve de poco, aunque en ocasiones no queda otra salida que manifestar de forma clara y pública nuestro desacuerdo. En la historia reciente de la Iglesia tenemos ejemplos palmarios de la traición cometida sobre fieles católicos que llegaron incluso a dar la vida por Cristo. Y quien dude de lo que digo, que se repase lo ocurrido con los cristeros en México.

Lo que acaba de ocurrir en Ecuador, en relación al conflicto del Vicariato de Sucumbíos, es un ejemplo de cesión irresponsable y dramática ante los enemigos externos e internos de la Iglesia. Porque enemigos de la Iglesia son los políticos que la presionan y amenazan con el veto a obispos -o sea, lo de China- y enemigos de la Iglesia son los religiosos, sacerdotes y fieles que montan literalmente una guerra civil al rechazar el nombramiento de un vicario apostólico por parte del Papa.

Hace unos años, el Santo Padre nombró al P. Gerhard Maria Wagner como nuevo obispo auxiliar de la diócesis de Linz. Los sectores progresistas de la iglesia en Austria, con el apoyo de los obispos austriacos, torcieron el brazo del Papa y consiguieron que el P. Wagner “renunciara” a ser obispo. En Sucumbíos ha ocurrido exactamente lo mismo, con la particularidad de que en esta ocasión ha habido incidentes violentos, presiones gubernamentales y la constatación de un cisma evidente en esa iglesia local.

Conviene recordar que los Heraldos del Evangelio no pidieron ser enviados a ese infierno. No sé quién fue la mente “privilegiada” que tomó la decisión de recomendar al Papa que les llevara allá, pero a estas alturas de la película ese dato importa poco. En Roma tenían muy claro que Sucumbíos necesitaba un cambio de timón radical, que dejara atrás una pastoral funesta llevada a cabo en las últimas décadas. Sacerdotes ordenados sin apenas haber recibido otra cosa que catequesis litúrgica para poder celebrar misa, casos “personales” poco compatibles con el voto del celibato, ausencia tremenda de administración de sacramentos, teología de la liberación a tutiplén, etc, eran el pan nuestro de cada día de esa iglesia local.

Pero quienes llevaron a la Iglesia en Sucumbíos a ese estado de prostración no estaban ni están dispuestos a ceder el control. La decisión de Roma ha sido objeto de boicot salvaje por parte de los carmelitas, de los sacerdotes diocesanos “sui generis” y del grupo de fieles, minoritario, que deseaban que todo quedara igual. Pues bien, hay que reconocer que han tenido un éxito total en su boicot.

La decisión tomada es cobarde e injusta a todas luces por varias razones. Se quiere presentar todo como si en el cisma abierto que tiene lugar en Sucumbíos, los Heraldos fueran tan responsables como los carmelitas. Pues no. Los Heraldos llegaron allí con el mandato expreso de la Santa Sede de pilotar un cambio en el Vicariato. El Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos escribió una carta en la que aseguraba que “el nuevo Administrador Apostólico tendrá que organizar el Vicariato e implantar de manera diferente todo el trabajo pastoral“. No se puede enviar a alguien a la misión y luego dejarle tirado cuando es rechazado. No se puede vender a los fieles a la Iglesia por las treinta monedas de plata de una paz tibia y cobarde con un gobierno populista.

Como quiera que los Heraldos SÍ SON FIELES A LA IGLESIA, no harán ningún comunicado público quejándose de la cochinada a la que han sido sometidos. Pero lo que ellos no hacen por responsabilidad eclesial, algunos lo vamos a hacer… por responsabilidad eclesial. Es decir, es comprensible que una congregación como los Heraldos agachen la cabeza y obedezcan sin más, dando de paso un ejemplo a los rebeldes. Pero no solo es comprensible sino necesario que los fieles que no tenemos nada que perder y ninguna misión eclesial que llevar a cabo, mostremos nuestra indignación ante lo que ha sucedido.

En Ecuador la Iglesia ha agachado la cabeza ante el gobierno, ha cedido ante los cismáticos y ha demostrado ser débil y quebradiza ante sus enemigos. Se quiera o no, esto es una derrota también de la autoridad del Papa. Fue él quien ordenó al Superior de los Carmelitas que decretara la salida de los religiosos que están en Sucumbíos. Ahora se vuelve a decir que salgan de allí. Y allí siguen y allí estarán, dicen, hasta que envíen a otros. Los que no han obedecido al Papa hasta ahora, no lo harán una vez que han conseguido que se eche a los que llegaron para cambiar las cosas.

Como fin de fiesta, al menos de momento, vamos a asistir a la pantomina vergonzosa del obispo responsable de la deriva pastoral en Sucumbíos. A Mons. Gonzalo López Marañón no se le ha ocurrido otra cosa que declararse en huelga de hambre por la reconciliación y la paz en Sucumbíos. O sea, el pirómano que ha prendido fuego esa iglesia, asoma ahora con una manguerita a echar agua sobre sus cenizas. No se puede ser más hipócrita y más malvado, don Gonzalo. Es usted quien ha pilotado desde la sombra, y en ocasiones de forma pública, la rebelión. ¿A qué viene ahora esta representación farisaica?

Día triste para la Iglesia en Sucumbíos. Día trágico para la Iglesia en general. Y aun así, día de esperanza. Veremos a quién nombran para hacerse cargo de aquel desastre. Si hacía falta un cambio hace unos meses, ahora el cambio es más necesario que nunca. Y el cambio no puede ser llevado a cabo por alguien débil. Hace falta sabiduría, firmeza y coraje apostólico para impedir que el diablo y sus ángeles se sigan partiendo de risa ante lo que ocurre en esa iglesia local. Y sobre todo, para impedir que los muchos fieles que el otro día lloraban cuando salían los Heraldos, se queden de nuevo sin pastor, sin cabeza que les alimente con la santa doctrina católica, con los sacramentos necesarios para su salud espiritual. Si de algo vale lo que yo pueda decir, hago desde aquí un llamamiento al Santo Padre: ¡No deje tirados a los verdaderos fieles católicos de Sucumbíos!

En Cristo y su bendita Iglesia,

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: Este post refleja únicamente mi opinión personal y no la postura editorial de InfoCatólica sobre lo que ocurre en Sucumbíos.