14.06.11

Una buena iniciativa: el Premio Ratzinger

A las 11:09 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

La Fundación Vaticana Joseph Ratzinger – Benedicto XVI ha instituido el Premio Ratzinger, que se otorga a personalidades destacadas en el ámbito de la teología. Me parece una iniciativa muy loable. Es necesario que la Iglesia reconozca y promueva la labor de los teólogos. La teología no es un lujo, es una necesidad interna de la fe. La “fides” es siempre “quaerens intellectum” y el cristianismo es, por esencia, la religión del Logos.

Ha habido, en la historia moderna y contemporánea, dos etapas de especial brillo de la labor teológica. La primera de ellas, auténticamente gloriosa, corresponde al concilio de Trento. Los documentos de ese concilio siguen sorprendiéndonos como verdaderas obras maestras. Pensemos, por ejemplo, en el decreto sobre la justificación. Parece casi imposible que un tema tan difícil pueda haber sido tratado con tal profundidad y, al mismo tiempo, con tanta claridad.

Otro momento ha sido el concilio Vaticano II. Los teólogos fueron, en buena medida, protagonistas del concilio. En su calidad de peritos o de asesores, los teólogos acapararon la atención no solo de la Iglesia, sino también del mundo. Dudo de que en ningún otro momento de la historia se hubiesen publicado y leído más libros de teología que en los años en los que se desarrolló el segundo concilio vaticano y en los inmediatamente posteriores.

¿Ventajas? Ha habido muchas. La palabra sobre Dios, y eso es la teología, ocupó espacios públicos. Y es mejor hablar de Dios que no hacerlo. Pero ha habido también desventajas, porque algunos teólogos han dado la impresión de aceptar con gozo el paso de ser humildes servidores de la verdad a ser “estrellas”, con los riesgos que comporta la fama. En años no tan lejanos, el fenómeno del “disenso” ha causado graves daños a la causa de la fe y a la comunión eclesial.

Pero los excesos de algunos no deben repercutir en el silenciamiento o en el desprecio de la tarea teológica. Y hoy, en la Iglesia – al menos en España - , la teología no es, en la práctica, sí en la teoría, suficientemente valorada. Que algo sea, en la práctica, valorado equivale a dedicación, a destinar recursos, a trazar prioridades. Por de decirlo de un modo provocador: si hubiese que optar entre cerrar una parroquia o una cátedra, mucho me temo que se elegiría cerrar la cátedra.

La Fundación Vaticana Joseph Ratzinger – Benedicto XVI ha querido distinguir a tres teólogos de procedencias culturales diversas y hasta de estados de vida diferentes. Manlio Simonetti es un laico italiano especialista en Literatura cristiana antigua y en Patrología. En Italia, la cátedra de Literatura cristiana antigua está presente en las universidades del Estado. Un dato a tener en cuenta.

Olegario González de Cardedal es un destacadísimo teólogo español que, en su día, fue miembro de la Comisión Teológica Internacional. Es un sacerdote diocesano que ha impartido, durante años, la docencia en la Universidad Pontificia de Salamanca. Creo que, entre nosotros, no solo es conocido como teólogo, sino, en el sentido más noble, como un hombre de cultura, de alta cultura, sin esquivar valientemente la presencia como columnista en los principales periódicos españoles.

El P. Maximilian Heim, abad del monasterio de Heiligenkreuz (Austria), es para mí el menos conocido de los tres. Un ejemplo, en cualquier caso, de la posibilidad de combinar la vocación monástica y la vocación teológica.

Habrá quien se regocije en tomar a broma estas iniciativas. Es verdad que todo lo humano es ambiguo, y la teología es humana. Pero yo me siento muy satisfecho. Una sociedad que no reconoce la excelencia de los suyos se arriesga a privarse de la misma. Veo que la Iglesia, con buen criterio, no es cicatera.

¡Felicidades a los tres!

Guillermo Juan Morado.