17.06.11

Eppur si muove - ¿La Iglesia católica ha de ser conservadora o progre?

A las 12:48 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Eppur si muove
 

La historia de la fe en Dios ha tenido, a lo largo de los miles de años con los que cuenta (digamos, por ejemplo, desde Abraham) idas y venidas en la consideración de la doctrina que, bien el pueblo elegido en cuanto tal (el judío) o, luego, la Iglesia católica, ha transmitido.

Sabemos, más bien que mal, que el ser humano se adhiere a un determinado pensamiento o filosofía según sean sus intereses espirituales y, en algunos casos, materiales.

Pero lo que no es conveniente es que cambie la consideración que se debe tener por la doctrina que, durante más de muchos siglos ha demostrado ser cierta y verdadera, apropiada para cada circunstancia por la que ha pasado la humanidad y, sobre todo, demostradora de que la inspiración del Espíritu Santo tiene su razón de ser y, en la Iglesia católica, su destino.

Pero, claro, siempre hay formas de pensar que, desde puntos de vista distintos, tratan de hacer “otra Iglesia” porque sus intereses son, a lo mejor, muy otros.

Así, se ha llegado a la consideración de que, en realidad, existen dos, digamos, sectores dentro de la Iglesia católica: el sector de los “carcas” y el sector de los “progres”.

Aunque podríamos decir que, dadas las circunstancias por las que pasa la fe, más bien se trate de discernir entre lo que es “tradición” y lo que es supuesta “innovación” eclesial cuando no, simplemente, ruptura pura y dura.

Pues bien, como el ser humano católico tiene tendencia a conservar aquello que le es importante y que, en definitiva, le salva en las peores ocasiones de males mayores, ha tenido ha bien, a lo largo de los siglos, sostener su vida en unos pilares espirituales claros y diáfanos. Proceden de la predicación del mismo Cristo y han supuesto un afianzamiento del corazón y un saberse cristiano, sin duda, por la gracia de Dios.

Entonces, a los tales católicos no les importa lo más mínimo poner en práctica una Tradición que, por ejemplo, le llevó a celebrar la Eucaristía de tal forma que nunca se le daba la espalda al Sagrario porque, en realidad, mirar a Cristo cuando se recuerda su sacrificio no debe ser cosa mal vista.

Pero, precisamente, en este tema la progresía eclesial no acepta lo que es obvio y se opone, pertinazmente, a llevar a cabo una celebración eucarística como, en realidad, debería celebrarse aunque esto haya sido cambiado a raíz de la celebración del Concilio Vaticano II, tan bueno en tantas cosas pero tan regular, muchas veces, en la interpretación hecha por muchos.

Tampoco se aceptan muchas cosas que, en realidad, están dentro de la doctrina de la Iglesia católica como, por ejemplo, el aborto, la manipulación de células madre embrionarias, el “imposible” matrimonio entre homosexuales, etc. Es decir, no se acepta, lo que la aquella dice sobre las mismas.

Seguramente puede dar la impresión, a ciertos sectores eclesiales, que no participar, en positivo, de los temas apenas citados les puede suponer una especie de estigma de pertenecer al sector “carca” de la Iglesia católica.

Por eso no dudan, lo más mínimo, en manifestarse contra lo que diga, siempre, la llamada “jerarquía eclesiástica” (término utilizado para zaherir a nuestros pastores) porque no se comporta de la forma suficientemente “muelle” adaptando la doctrina a lo que el mundo convenga; porque no tiene un comportamiento light y se deja dominar por la mundanidad y lo políticamente correcto; porque, en definitiva, defiende la doctrina que está obligada a defender y que, así, no sea fraterna con lo que, precisamente, la ataca.

Y es que la progresía gusta, más que nada, de la innovación y del “más madera” siempre que la madera lo sea en contra de lo dicho por la jerarquía. Así, las posiciones teológicas se sitúan, claramente, en contra o, mejor, de forma tangencial a la Iglesia católica rozándola por razón de fe pero alejándose, de forma inmediata, de la misma. Algo así como la línea recta que, tocando, leve y momentáneamente, al círculo se dirige hacia el infinito vacío y no vuelve, más, a, siquiera, acariciar aquella superficie de la que no debió huir.

Por eso, entre las recomendaciones que deberían seguir los llamados “progres” que en la Iglesia católica hay no estaría de sobra que una de ellas fuera huir del relativismo (todo vale para que, en realidad, nada valga) También que no fueran tan fraternos con posiciones ideológicas y políticas que tanto daño han hecho (y hacen) a la humanidad (¡Sí!, exactamente, ésas: las siniestras) y que no confundan la pretendida “humanidad” que las adornan cuando, en realidad, sólo es nigérrimo proceder dominador del alma humana y pura ingeniería social en interés del Mal.

Aunque también es posible que Jesucristo estuviera equivocado (que no), que el Papa esté equivocado en cuanto hace y dice (que no), que la jerarquía eclesiástica haga todo negando la misma doctrina que defiende (que no) y que, en fin, los fieles católicos que seguimos a Jesucristo, al Papa y a la jerarquía eclesiástica sólo seamos un grupo de iluminados que no atendemos, lo conveniente, a las verdaderas “razones” que deben dirigir nuestra fe.

Sí, las progres que no impiden, sin embargo, que la Iglesia católica siga su camino.

Eppur si muove, pues.

El que esto escribe hizo propio con lo aquí traído. El tema era, y es al parecer, el de la progresía o conservadurismo de la Iglesia católica.

Esto lo digo porque recientemente se ha escrito, por parte del Foro de Curas de Madrid, que “La Iglesia española es un búnker conservador”. Esto, lo que ha de querer decir es que la Iglesia católica, o, mejor, como suelen decir, mantiene unas posiciones que son puramente conservadoras y que de progres tienen más bien poco y que, además, que se atrinchera en sus posiciones.

Dicen, además, los mismos sacerdotes progres, que “La Iglesia ha vivido en España y en otros países una situación de nacionalcatolicismo y de privilegio que en determinados ámbitos era de monopolio. Cerrado ese periodo histórico, le aterra el enfrentarse a un futuro incierto en el que debe abandonar el poder”.

Y, claro, como es propio de este tipo de creyentes, piden lo de siempre: “la denuncia de los acuerdos con el Estado Vaticano”, a lo que añaden que se tiene que “alzar la voz para denunciar palabras y actitudes de una Iglesia que no es fiel al Evangelio ni útil para el siglo XXI”.

Es decir, que si la Iglesia es progre se han de denunciar unos acuerdos en vigor. Pero eso lo tendría que hacer el Estado porque es evidente que quien se presenta contra la Iglesia católica en tal aspecto no va a pretender que sea la misma Iglesia la que denuncie lo que está en funcionamiento. Además, al parecer no es una Iglesia, católica, útil para los tiempos que corren y, por si fuera poco, no le conviene perder el ¿poder?

A esto a mí me gustaría preguntar: ¿Qué poder?

Por otra parte, la “utilidad” de la Iglesia católica se entiende, según el punto de vista progre, como un hacer propio del mundo, aceptando todo lo que el mundo proponga. Así se está con el mundo y, entonces, sí se es útil… para el mundo pero no para un mensaje que se ha de transmitir y para una doctrina que se ha defender. Pero eso, para la progresía, es cosa de poca importancia porque aplican aquello que dijo Groucho Marx que era, más o menos “estos son mis principios. Si no le gusta, tengo otros.

Y tal es la Iglesia progre.

Ante esto la Iglesia católica ha de conservar aquello que, como se ha dicho arriba, es la doctrina y el mensaje que debe defender y transmitir. No le queda otra porque es el mandato de Jesucristo, fundador de la Iglesia que, con el tiempo, se llamó católica, por universal y que luego, por cosas de los hombres y sus egoísmos, vino a partirse en algunos pedazos aún no recompuestos.

Pues al que esto escribe la parece bien y más que bien que la Iglesia católica sea conservadora. Es, además, lo único que puede hacer si quiere ser como debe ser. Otra cosa es querer ser sin ser.

Eleuterio Fernández Guzmán