26.06.11

No es una cuestión de tiempo

A las 12:55 AM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

¿Sacerdocio para las mujeres, sí o no? Si pensásemos en términos de “derechos” la respuesta no podría ser más que una: “Sacerdocio sí”. Las mujeres no son menos dignas que los hombres, ni menos inteligentes, ni menos hijas de Dios.

¿Pero el sacerdocio es un “derecho”? Obviamente, no lo es. Nadie tiene “derecho” a ser ordenado diácono, presbítero u obispo. Nadie. Ni un hombre ni una mujer. El sacerdocio es una llamada que procede de Cristo y que la Iglesia ha de verificar.

En la Antigüedad las mujeres eran, con frecuencia, sacerdotisas de los cultos paganos. Sin embargo, Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, no eligió a las mujeres para ser, en el sentido pleno del término, “apóstoles” suyos. No consta que lo haya hecho. ¿Podría haberlo hecho? Sin duda, pero no se sabe que lo haya hecho nunca.

El problema es que la Iglesia se siente vinculada a la voluntad de Cristo. No es menos digna la cerveza que el vino, pero Él escogió el vino como materia de la Eucaristía. Ni es menos digno el queso que el pan, pero Él escogió el pan…

Hay una remisión constante a “lo recibido”, a lo que no depende de nosotros, a lo que Dios, en su libre voluntad, ha dispuesto. ¿Cuál es la lógica de la fe? ¿Pedirle a Dios cuentas por haber actuado como ha actuado o tratar de atenerse a su actuación?

Dios es Dios. Y el sacerdocio es lo que es: un signo de la grandeza de Dios, de su “excedencia”, de la gratuidad de sus dones. El Hijo de Dios se hizo “hombre”, no “ser humano” genéricamente hablando, sino “hombre”, varón. ¿Por qué? No lo sé. Y Cristo no es la más perfecta criatura, porque Cristo es el Creador y no la criatura. La más perfecta criatura es una mujer: María, la madre de Cristo.

San Pablo, hablando de la Eucaristía, se remite a lo que él ha recibido; a lo que ha recibido procedente del Señor. ¿Podemos acaso anticipar “a priori” la voluntad divina? ¿Dios debe acomodarse a lo que nosotros queremos? ¿O, por el contario, Dios es Dios?

Me merece mucho respeto una Iglesia servidora del querer de Dios, cuidadosa con lo que Dios ha dicho, “secundaria” con respecto a la revelación. Una Iglesia que llegase a pensar que es ella la que decide, la que tiene la última palabra, la que no se sintiese vinculada a la Palabra, me daría motivos fundados para la desconfianza.

Se diga o no, en el fondo de los debates sobre el sacerdocio femenino late una interrogación: “¿Por qué el Hijo de Dios se hizo hombre?”. Y si digo “hombre” digo también “varón”. ¿Por qué? Yo no lo sé, pero así sí ha sido. Solo puedo pensar una cosa: No es lo más importante ser varón o mujer, ser sacerdote o no serlo: Lo más importante es ser santos.

La Iglesia Católica, en la que “subsiste” la Iglesia querida por Cristo, ya se ha pronunciado. Y lo ha hecho a través de un papa, Juan Pablo II. Me parece absurdo decir que otro papa, dentro de mil años, pueda enmendarle la plana.

La teología no es la ciencia de la desconfianza, del recelo perpetuo. Yo creo que no. La teología es el modesto saber que se edifica sobre la palabra divina.

Guillermo Juan Morado.